Martes, 15 de Octubre de 2013
La revolución bolivariana necesita convertir la Ley Habilitante en
un gran salto para sobreponerse de la profunda crisis ética, económica y
fiscal que la afecta en estos momentos. Una revolución cultural debe
configurarse para desplegar la ofensiva popular contra la burguesía
importadora.
La historia de Venezuela en los
últimos 14 años ha vivido momentos de ruptura y viraje muy
significativos. Han sido acontecimientos/verdad, al decir de Badiou, que
han trazado un horizonte de emancipación social y de lucha anticolonial
contra los poderes globales del capitalismo.
Han sido casi 170 meses de una
revolución política de contenido democrático y popular que retomo la
idea del socialismo como modelo de organización de la Venezuela del
futuro.
La Constitución de 1999, ha sido el
marco político y jurídico que ha servido de soporte a cada uno de los
pasos realizados para construir un nuevo tipo de democracia
participativa; una nueva ciudadanía con todos sus derechos civiles,
políticos, sociales, ambientales y culturales garantizados; un modelo
económico orientado hacia la igualdad, la equidad y la solidaridad; y un
Estado soberano que sustenta la independencia y la soberanía popular
latinoamericana.
La sociedad y sus líderes, en primer
lugar el Presidente Hugo Chávez, se movieron (se mueven) en la hipótesis
de una transición hacia el socialismo bolivariano. Dicha transición,
desde el rentismo petrolero y el patrimonial señorial de la hacienda,
ocurre desde el mismo momento en que se dio la derrota electoral del
sistema puntofijista, en condiciones de agudas tensiones y duras
confrontaciones de clase, que aún permanecen y se profundizaran, como lo
podemos confirmar con el terrorismo económico y alimentario en curso.
No obstante la acción ofensiva en
sus múltiples manifestaciones electorales, institucionales,
diplomáticas, estratégicas, sociales y económicas, la dirección política
ha debido recurrir a la infraestructura estatal heredada para realizar
su gestión.
El recurso al viejo Estado y la
convivencia con el rentismo petrolero, con el mercado capitalista, con
las redes financieras y bancarias ha sido un tremendo lastre que
complica el avance del proyecto emancipatorio.
De contera, la constitución del sujeto
político del proceso, no obstante mostrar significativos avances,
presenta desigualdades notables como consecuencia de las prácticas
clientelares de las mediaciones y agencias conformadas y del populismo
(de izquierda) que se apalancó en el caudillismo y el mesianismo,
saturado de símbolos religiosos y místicos en la discursividad,
enunciación y expresión oficialista, que pretende encajar en la
mentalidad o el modo de ser nacional venezolano y bolivariano.
Como en los años críticos del
2002/2003, Venezuela está sumergida hoy en una coyuntura bastante
compleja. Son circunstancias de mucho riesgo. Pueden ocurrir sorpresas y
golpes demoledores de la ultraderecha.
La crisis económica y fiscal, fruto de
la superveniencia del modelo de acumulación capitalista y de una
burguesía importadora que acumula enormes fortunas gracias a la mala
gestión macroeconómica y el manejo inadecuado de los dólares que
ingresan por las ventas del petróleo, se ha materializado en dos
fenómenos que causan mucho daño a toda la sociedad. Se trata de la
corrupción y el burocratismo estatal.
La corrupción es un verdadero cáncer
que destruye y desvía cifras descomunales del patrimonio social. Además,
propicia la degradación y deslegitimación de las formas institucionales
aceptadas. La corrupción es propia del modelo de acumulación
capitalista que se mantiene e involucra a los agentes del rentismo
petrolero y a las redes que administran el gobierno y numerosos
segmentos de la sociedad civil que funciona con las lógicas de la
ganancia.
Venezuela está urgida de un salto
orgánico y la dirección del proceso ha planteado el recurso
constitucional de una Ley Habilitante para aprobar medidas muy fuertes
que ataquen la corrupción y el burocratismo.
La Habilitante debe ser la ocasión
para plantear un gran salto político (a la manera maoista) que incluya
una revolución cultural como escenario de lucha de clases en el que el
movimiento popular despliegue una ofensiva contra la formación social
capitalista y sus agentes sociales identificados como la burguesía
importadora que monopoliza a Cadivi y el mercado de divisas, la
boliburguesía vestida de rojo rojito y los grandes propietarios de
fundos en las regiones.
Nota: En Colombia ha engordado una
potente boliburguesa, roja rojita, que trafica, con ayuda de Miraflorez,
con amplios cupos en Cadivi para importar carnes, granos y otras
mercaderías. Son millones de pesos de comisiones y tajadas que dan
soporte a una macro empresa electoral liberal dinástica que simula
ser patriótica y pacífica.
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