18.10.2013
El gobierno ha hecho llegar a sus jefes europeos la receta para
ahorrar otros 19.000 millones de euros en dos años. En Bruselas/Berlin y
los famosos mercados respiran tranquilos ante la comprobación de que el
gobierno Rajoy (como antes lo fue el de Zapatero) no sólo hace bien los
deberes, sino que es genuflexo hasta lo ridículo. Ese gigantesco
recorte lo harán esta vez las Comunidades autónomas y los Ayuntamientos,
y no hace falta ser una pitonisa para saber de dónde vendrán, a qué
sectores va a afectar.
La deuda se paga sí o sí, y plantear una
auditoría de cómo y quién la generó es un acto antipatrótico, propio del
separatismo catalán o de un comando de ETA.
Decir que el pueblo se está
encargando de tapar los agujeros de negocios como los de la banca, es
otro pensamiento conspiranoico. Todo ello es tremendo pero lo realmente
preocupante es la más que insuficiente respuesta social.
El acato, el
miedo y la resignación de los más hace imposible una protesta masiva
como la situación económica y social merecerían. Los sindicatos
mayoritarios andan tapando vergüenzas corruptas y no tienen tiempo ni
credibilidad para organizar huelgas generales. La izquierda
institucional, con un poder de convocatoria en las calles que roza lo
patético, sigue preocupada por si las encuestas le dan un porcentaje
mayor que en el anterior sondeo. La izquierda revolucionaria parece
incapaz de ofrecer de un modo conjunto una propuesta que llegue a las
grandes masas.
Dado este panorama es fácil adivinar la tranquilidad de
los consejos de ministros de los viernes: tienen la situación
controlada, el recorte hasta que millones de personas caigan en la
miseria más absoluta continúa.
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