Pavel Blanco Cabrera; secretario general del Partido Comunista de México.
Al llegar al centenario del
natalicio de Álvaro Cunhal es incuestionable la valoración histórica del
gran portugués, como un revolucionario cuya impronta marca la lucha de
su pueblo en el siglo XX, proyectándose a este nuevo siglo en la lucha
de clases y su desarrollo revolucionario. Simultáneamente es un ejemplo
general de lo que es ser comunista, hombre de partido, cuadro, y por
ello tiene el reconocimiento indiscutible del movimiento comunista
internacional.
Álvaro Cunhal es un comunista
integro, tanto como revolucionario profesional, como historiador,
literato, pintor y un ejemplo de político que hace de la verdad su
leitmotiv. Así es que escribe:
Cuando se habla de verdad
y mentira en la política, no se afirma que, en relación a las teorías,
opiniones, apreciaciones e interpretaciones, se puedan tener las propias
como verdades absolutas y las de otros como absolutas mentiras.
La mentira en política
reside, antes que nada, en falsificar los hechos, los datos objetivos.
Afirmar que pasó lo que no pasó o que realmente ocurrió. Afirmar que se
dijo lo que no se dijo y que no se dice o que de hecho se dice. Afirmar
que se hizo lo que no se hizo y negar que se haya hecho lo que realmente
se hizo.
Verdad es referir con
objetividad hechos y acontecimientos, igualmente cuando sean
desfavorables a la opinión propia. Mentira es decir que ocurrió lo que
no ocurrió, inventar datos y afirmaciones, lanzar acusaciones falsas y
calumnias viles.
En la Revolución de Abril
y en la contrarrevolución se encuentran con toda evidencia, una
diferencia abismal entre, por un lado, el PCP y las fuerzas más
consecuentes de la Revolución y, por otro lado, las principales fuerzas
militares y partidarias de la contrarrevolución.
Las primeras fieles a la
verdad, las otras usando al mentira como arma y como práctica viciosa
sistemática, que acabó por pretender afirmarse frente a la opinión
pública como muestra talento y arte, socialmente admitida y
reconocidamente impune.
Verdad del programa de un
partido es definir y proclamar sus reales objetivos. Mentira es
inscribir y proclamar en el programa objetivos contrarios a los que
realmente pretende alcanzar.
Verdad es, en la
actividad práctica, declarar los reales objetivos y las reales
consecuencias que se pretender. Mentira es, para ocultar y disfrazar los
reales objetivos, difundir y propagar que decisiones y medidas tienen
efectos que van al encuentro de los intereses del pueblo, cuando tienen
como objetivo efectos precisamente contrarios.[1]
La Autoridad de Álvaro
Cunhal y del PCP se afirma en esa franqueza con la que encaran la
realidad, sosteniendo principios y sin ocultarlos jamás. Esa será una
constante, durante la lucha antifascista, durante el debate con el
eurocomunismo y durante la Revolución de Abril y la contrarrevolución
liderada por Mario Soares, más también durante los años de la
contrarrevolución internacional que llevan al derrocamiento de la
construcción socialista en la URSS y otros países.
Lo que de Lenin y el Partido escribía Mayakoviski puede decirse de Álvaro Cunhal y el Partido Comunista Portugués: El
Partido y Álvaro Cunhal son hermanos gemelos. Cuando decimos Álvaro
Cunhal es como si dijéramos el PCP. Cuando decimos PCP es como si
dijéramos: Álvaro Cunhal.
Y esta premisa es la que nos
guía para comprender un hecho fundamental del siglo XX en Portugal: el
derrocamiento del fascismo, la Revolución de los Claveles y la
contrarrevolución liderada por la socialdemocracia para liquidar las
conquistas que obtuvo el pueblo. Indiscutible es en ese proceso el
papel, el rol del Partido Comunista Portugués.
En un texto fundamental As Lutas de Classes en Portugal nos Fins da IdadeMédia, Álvaro Cunhal establece:
Ninguna clase pasa de
gobernada a gobernante por una avenida en línea recta o por avances
continuos. No lo hace sin victorias y sin derrotas, sin pasar mil veces
de la defensiva a la ofensiva y viceversa, sin avanzar hoy para
retroceder mañana, sin conquistar posiciones y ser forzado a
abandonarlas, y después volver al combate y tener nuevos éxitos y nuevos
fracasos. No lo hace sin que, en muchas ocasiones, no parezca
victoriosa, cuando la victoria está lejos, y, en muchas otras, no
parezca estar para siempre sofocada y reducida, cuando en las cenizas de
la derrota se desarrolla, por la atizada, nuevo fuego más violento y
más potente. La conquista del poder político es la conclusión de todo
este largo y accidentando camino. Y solo entonces se cierra un ciclo de
la historia y se abre el tiempo de una nueva sociedad[2]
Este estudio redactado en la
prisión a principios de los años 50 están ya muy claras las concepciones
marxistas-leninistas sobre el poder, sobre el declive de un modo de
producción y de las incesantes contradicciones que gestan la
transformación revolucionaria, tal y como lo prevé Marx en el Prólogo a la contribución de la crítica de la economía política;
sobre la agudización del conflicto socioclasista y la madurez de la
crisis y sobre la dialéctica revolución/contrarrevolución. Tales
concepciones son desarrolladas a lo largo de la política del Partido
Comunista Portugués y en varias obras firmadas por Cunhal, como La cuestión del Estado, cuestión central de cada Revolución.
El marxismo-leninismo estudia
y plantea las leyes objetivas para el remplazo de una formación
económica-social por otra, las generalidades que marcan tales procesos y
las condiciones necesarias para la revolución. Jamás plantearon un
camino rectilíneo, sino un proceso complejo de avances y retrocesos, de
flujos y reflujos, donde no solo la crisis sino la correlación de
fuerzas son determinantes. Y en varios escritos se inscribe la
importancia de la dialéctica revolución/contrarrevolución.
Álvaro Cunhal es el
constructor fundamental, por supuesto expresando al conjunto del
colectivo partidario, del camino para el derrocamiento del fascismo con
la Revolución de Abril, conocida también como la Revolución de los
Claveles tras 48 años de opresión.
Refutando a los
ultraizquierdistas, dice sobre el carácter de la revolución por la que
luchan los comunistas portugueses, ya en el año de 1967, en un trabajo
escrito en el cincuentenario de la Gran Revolución Socialista de
Octubre:
Nada tienen que ver con
el marxismo-leninismo la posición de algunos “ultrarevolucionarios” al
afirmar que en las condiciones del Portugal de hoy, la instauración de
las libertades democráticas, si no fuese acompañada por la conquista del
poder por el proletariado, sería aún peor que la dictadura fascista,
una vez que representaría la consolidación del poder de la burguesía,
cuya crisis se agrava en las condiciones del fascismo. El Partido
Comunista Portugués no considera a la revolución antifascista como una
revolución democrática-burguesa, sino como una revolución democrática y
nacional, de naturaleza profundamente popular. Pero insiste en que el
fin del fascismo y la instauración de las libertades fundamentales
constituyen un paso primero, fundamental e indispensable de la
revolución antifascista. Así, no solo formula una reivindicación
central, comprendida y sentida por las más vastas masas populares, como
indica el camino que puede conducir a la realización de otros objetivos
de la revolución democrática y nacional y al socialismo.
Al mismo tiempo indicamos
la conquista de la libertad política como un primer objetivo central de
la revolución como un primer objetivo central de la revolución
antifascista, afirmamos como marxistas-leninistas, como partido del
proletariado, como revolucionarios que pretenden poner fin a la
explotación del hombre por el hombre, que la más democrática de las
democracias burguesas sirve a la burguesía contra el proletariado,
protege y defiende la explotación de los trabajadores, usa el poder del
Estado contra los trabajadores, y, si la lucha de estos pone en peligro
los intereses del capital, la burguesía dominante, por muy “liberal” y
“democrática” que sea, no duda en violar la ley, retirar las libertades y
recurrir a métodos abiertamente terroristas.[3]
Es con una orientación clara y
precisa que el Partido Comunista Portugués actúa hasta conseguir el
objetivo del fin del fascismo en Portugal. En una conferencia dictada en
1992, Cunhal explica ese periodo del PCP conocido como la “reorganización” en
los años 40 que sentó las premisas de la estrategia para poner fin a la
dictadura fascista, superando las debilidades, combatiendo al
anarcosindicalismo y en condiciones de rigurosa clandestinidad y
convirtiendo al partido comunista en un partido nacional ligado a las
masas trabajadoras y campesinas, al conjunto del movimiento democrático,
a pesar de que el fascismo había declarado la liquidación del PCP. El
III y IV Congreso del PCP fueron de gran importancia. Se logra la
estabilidad en la elaboración de la prensa (Avante) y en la intervención
en el movimiento de masas, incluidos los sindicatos fascistas. Es a
partir de este periodo de intervención de los comunistas que
acontecimientos ulterioresno les afectan y les permiten fortalecerse (la
guerra colonial, la crisis del movimiento comunista internacional y el
eurocomunismo).
Con el seudónimo de Duarte,
Cunhal esboza el programa para el derrocamiento de la dictadura: la
revolución antifascista como revolución democrática y nacional con
orientaciones para un levantamiento armado. Esa línea sería confirmada
por la realidad y contrasta con el vergonzoso camino del eurocomunismo
que en España pacto la transición para superar al franquismo y que
arrojó ese sistema político mezquino que hoy padece el pueblo español.
Mientras los eurocomunistas se insertan en la democracia burguesa
traicionando los intereses futuros de la clase obrera y la historia de
la resistencia, a los camaradas caídos en la lucha, los comunistas
portugueses con el camino revolucionario abren la perspectiva no solo de
la conquista de la democracia sino de lucha continua por el socialismo.
Una cuestión fundamental es
la existencia del Partido, el elemento consciente en la lucha, con su
logística, sus cuadros y su trabajo entre las masas.
Es necesario señalar que
aunque la Reorganización le dio una nueva dimensión a la lucha, el PCP
inició la lucha contra el fascismo desde que este tomo el poder. Cunhal
en su carácter de secretario de la Federación Juvenil Comunista asistió
junto con BentoGoncalves al VII Congreso de la Internacional Comunista
que como sabemos a partir de una experiencia vivida por varias de sus
secciones planteo una viraje táctico a través de los informes de
Dimitrov y Ercoli. Los comunistas portugueses evidentemente
enriquecieron su experiencia, la cual se amplió con el activo apoyo que
dieron a las Brigadas Internacionales y a la lucha de los republicanos
españoles contra Franco. El fascismo portugués estaba muy hermanado con
el alemán, italiano y español. El PCP jamás consideró al fascismo como
un asunto de Salazar, sino como el resultado de la formación de grandes
grupos monopolistas que usaron al Estado como palanca para favorecer la
centralización y concentración de capitales. Es por ello que la
caracterización que planteó el PCP del fascismo portugués fue la una
dictadura terrorista de los monopolios, asociados al imperialismo
internacional y de los latifundistas[4].
Ello orientó también la política anticolonial de los comunistas, en un
momento además de auge de los movimientos de liberación nacional y de
descolonización, resultado de la correlación de fuerzas surgida de la
victoria de la URSS en la Segunda Guerra Mundial.
Cunhal y el PCP resaltan la
importancia de que el sistema colonial era un factor de opresión del
pueblo portugués, siguiendo la tesis marxista de Engels, de que no puede
ser libre un pueblo que oprime a otros. Por ellos precisan como uno de
los objetivos el derecho de las colonias portuguesas a la independencia,
junto con la liquidación del poder de los monopolios, la reforma
agraria, la liberación de Portugal del imperialismo. Es conocido que
cuadros del PCP contribuyeron a forjar movimientos de liberación en las
colonias portuguesas en África. Inclusive, unas semanas antes de
derrocar a Marcelo Caetano, el PCP en el Manifiesto de la Comisión
Ejecutiva del CC del PCP Poner fin inmediato a las guerras coloniales y conquistar las libertades políticas es una exigencia nacional colocan
claramente la cuestión, señalando al mismo tiempo la crisis en las
Fuerzas Armadas, que vendría a ser un factor que acelera la revolución.
El 25 de Abril de 1974 al dirigirse a los portugueses y portuguesas el
PCP expresa con vehemencia: “¡Que todo el pueblo se una y luche para que
el fascismo sea liquidado para siempre y sean instaladas las libertades
democráticas!¡Para que cese inmediatamente la guerra colonial y acabe
el colonialismo!¡Para que Portugal se libere del dominio de los
monopolios y del imperialismo extranjero![5].
Sin duda habrá más
reflexiones, pero baste este breve acercamiento para situar que Álvaro
Cunhal y el PCP construyeron un proceso que llevó al pueblo portugués a
la conquista de la democracia.
Resulta indispensable señalar
algo más: el eurocomunismo en su polémica contra el marxismo-leninismo
no se reducía a cuestiones abstractas, sino muy concretas con la lucha
de los trabajadores en el mundo: la renuncia a la vía revolucionaria
para integrarse al sistema. En el caso de España y Portugal son dos
caminos diferentes para afrontar una generalidad que expresaban Franco y
Caetano. Álvaro Cunhal y el PCP enfrentaron ya en los años inmediatos
al XX Congreso del PCUS (1956) ese problema de las ilusiones de la
democratización de la dictadura fascista pero superándolo inmediato pues
se consideró: “que el gobierno fascista, que respondía por la fuerza y
violencia a los reclamos populares, solo por la fuerza podría ser
derrocado. El PCP apunto así el camino de la insurrección armada y el
levantamiento nacional popular y militar, admitiendo la simultaneidad de
estos dos elementos.”
Agrega Álvaro Cunhal: “La
línea del levantamiento nacional armado era frecuentemente señalada como
irreal e 'izquierdista'. Dirigentes de otros partidos decían a los
dirigentes del PCP 'Esperen la caída de Franco, después será para
ustedes más fácil.' El PCP tenía abierta confianza en sí mismo y en el
pueblo portugués en cuya lucha desempeñaba un papel determinante.
Detectó correctamente la crisis revolucionaria que se aproximaba y
apuntó justamente el camino. La revolución antifascista en Portugal tuvo
lugar en Abril de 1974 con transformaciones profundas en la realidad
económica y social. La caída de la dictadura de Franco tuvo lugar por su
muerte en 1975 manteniéndose intacto el poder del gran capital.[6]”
Esto nos da un retrato del gran cuadro comunista Álvaro Cunhal, revolucionario ejemplar, hombre de Partido, hijo del pueblo.
Álvaro Cunhal es para muchos
comunistas del mundo, de la generación a la que pertenezco, un referente
de firmeza en los duros años de la perestroika y la contrarrevolución.
Pero ello será motivo de otro artículo.
* Pavel Blanco es Secretario General del Partido Comunista de México
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