Silvio Diderot
El descubrimiento de la militancia en el Partido
Popular del ahora Presidente del Tribunal Constitucional, Pérez de los
Cobos, ha generado un profundo revuelo mediático y ha orientado todos
los focos hacia el debate de si es ético o no pertenecer a este
“supertribunal” portando el carnet de un partido político.
Los argumentos en este estéril debate son varios:
desde que el Tribunal Constitucional no es parte del poder judicial y
por lo tanto la lógica de la “división de poderes” debe interpretarse de
otra manera, hasta juegos calendarísticos en los que el propio Pérez de
los Cobos intenta minimizar el impacto de este hecho demostrando que
dejó de pagas las cuotas allá por 2011. De nuevo la espiral mediática ha
vuelto a encerrarnos en la trampa de sus sesgados y, en la mayoría de
ocasiones, formalistas análisis. Nos vuelven a perder en la simpleza de
determinar si lo particular es o no ético y nos alejan de un análisis
más profundo que nos permita discernir la raíz del problema y su posible
solución.
Un supertribunal por encima de los “ tres poderes” pero por debajo de empresas y bancos
El Tribunal Constitucional es un órgano
constitucional independiente cuyos doce miembros son elegidos por el
Congreso de los diputados (4), el Senado (4), el Gobierno (2) y el
Consejo General del Poder Judicial (2). Los 8 miembros elegidos en las
dos cámaradas de las Cortes deben contar con el aval de 3/5 de sendas
cámaras lo que convierte el proceso de elección en un mercadeo de
intereses, favores y juegos ocultos con vistas a colocar en el órgano,
que tendrá plena capacidad para interpretar los dictados
constitucionales, a personas más o menos afines a los intereses de cada
grupo político. Los dos miembros elegidos por el gobierno son
consecuencia del partido político que haya logrado imponer su mayoría en
el Congreso de los diputados en la investidura, bien mediante mayoría
absoluta o diferentes pactos que posibiliten el gobierno. Así pues los
dos miembros elegidos por el gobierno pueden corresponde a la
unilateralidad de los intereses del partido en el gobierno o al mercadeo
tras el proceso de investidura que hizo posible ese gobierno. 1
No hace faltar recordar que los diferentes partidos
políticos tienen importantes vínculos con empresas y bancos que imponen
clausulas en sus programas políticos, leyes ordinarias u orgánicas a
debatir, si tienen capacidad para ello, e incluso principios rectores de
su hacer ejecutivo. Todos los Partidos Políticos del hemiciclo tienen
vínculos con empresas a las que deben el desarrollo, bien económico o
bien mediático, de su imagen corporativa y su campaña electoral. Los
vínculos llegan a ser tan evidentes que algunos casos como los de los
expresidentes Aznar como asesor de Endesa2 o el expresidente González fichando por Gas Natural3.
Por otro lado, los dos miembros elegidos por el CGPJ
responden al corporativismo desarrollado en el seno del mundo judicial.
Recordemos que la composición de este mundo corresponde a una realidad
social emancipada de la mayoría, que combina desde familias pequeñas
propietarias a la de obreros bien remuneradas, incluyendo, por supuesto,
a familias propietarias de empresas y bancos, que pueden liberar
económicamente a familiares para dedicarse a esta ardua tarea de pugnar
por un puesto relevante en el poder judicial. La presencia de capas o
clases identificadas con la realidad de la mayoría del pueblo son
producto de la excepción o de la más reducida particularidad y queda
reducido prácticamente a la nada.
Finalmente llegamos a la conclusión de que la
elección de los miembros del Tribunal Constitucional corresponde al
mercadeo de favores, concesiones e intereses, de los principales poderes
empresariales y bancarios en nuestro país que, mediante su control de
los principales partidos políticos y su capacidad de influencia sobre
las capas privilegiadas de la clase obrera, se aseguran un “superórgano”
que pueda enmendar, derogar o interpretar a su libre antojo, cualquier
avance logrado por las mayorías populares que supusiera un
sobrepasamiento de la delgada “línea roja” que marcan los intereses de
los principales poderes financieros de nuestro país.
La división de poderes es una fantasía nostálgica de
aquellos tiempos pasados de la burguesía revolucionaria que les merece
la pena sostener como bandera del acuerdo democrático-liberal de los
diferentes grupos financieros. Sin embargo es de imposible existencia
real y pragmática al ser más profunda y de mayor importancia la brecha
que se abre entre los que poseen fábricas, empresas y bancos y aquellos
que se ven obligados a vender su capacidad de trabajar para sobrevivir.
¿Tribunales al servicio de los monopolios o tribunales al servicio del pueblo?
Habiendo aclarado algunas cuestiones se abre entonces
la verdadera polémica que subyace tras la enrarecida arena mediática.
El debate no debe darse únicamente alrededor de si es ético o no que el
presidente del tribunal constitucional tenga filiación política. Como
hemos podido ver el hecho de que Pérez de los Cobos demostrara su
vínculo con el PP es producto de una mera formalidad como es registrar
el pago de cuotas. De manera menos brusca y evidente se trazan
diariamente cientos, si no miles o millones de vínculos que conectan los
intereses de los grandes monopolios bancarios y empresariales con los
miembros de las diferentes instituciones del Estado. Lo cual nos lleva a
la conclusión de que debemos denunciar este vínculo partidario de
Pérez de los Cobos con el Partido Popular porque supone la evidencia del
vínculo de este señor con los intereses de los grandes grupos
financieros que gobiernan este país. Sin embargo no podemos quedarnos ahí.
Debemos ser capaces de arrancar de esta indignación
parcial la reflexión más profunda. Este Tribunal Constitucional es un
órgano de blindaje estatal para asegurar el reforzamiento del imperativo
por parte de los grandes poderes, sus vínculos son, si cabe, más
evidentes incluso que en otras tantas instituciones dónde puede haber
mayor pie a filtraciones. Las iras de la mayoría deben orientarse ya no
en el sentido de pedir responsabilidades políticas a Pérez de Cobos,
sino en exigir la disolución de esta antidemocrática institución que
concentra en su unilateralidad la capacidad de decidir lo que es o no
constitucional.
Pero ni si quiera con esas habríamos empezado a
andar. No podemos exigir dimisiones, responsabilidades políticas y
disoluciones y quedarnos sólo allí. Es necesario abrir un profundo
debate sobre qué tipo de justicia debemos articular para satisfacer los
intereses de la mayoría y plantear esta misma como una alternativa
programática a la construcción estatal de los grupos de los poderosos.
Es necesario abrir el debate sobre qué herramientas y procedimientos
articularemos para que la gran mayoría dirigida por los trabajadores
puedan construir una justicia para sí, para sus intereses, sobre qué
formas de elección y control popular debemos proponer para
contraponerlas a las actualmente existentes. No podemos simplemente
denunciar el parcial funcionamiento de las estructuras construidas por
los que tienen el poder, sino en nuestro ataque a esas injusticias ir
fraguando las propuestas de la Nueva Justicia que permitirá que la ley
se haga efectiva por y para el conjunto del pueblo y no para un puñado
de empresarios y banqueros que sólo aspiran a continuar aumentando sus
ganancias mientras perpetúan, en este caso mediante su régimen político y
jurídico, la explotación del ser humano por el ser humano.
Notas
1Todo este proceso se encuentra plasmado en la Constitución española de 1978. Recomendable leer los títulos III, IV, V, VI y IX
2El Confidencial; Endesa contrata a Aznar como asesor de la cúpula directiva por más de 200.000 euros al año
http://www.elconfidencial.com/mercados/endesa-contrata-aznar-asesor-cupula-20110111-63562.html
http://www.elconfidencial.com/mercados/endesa-contrata-aznar-asesor-cupula-20110111-63562.html
3Público; Felipe González ficha por Gas Natural http://www.publico.es/dinero/352202/felipe-gonzalez-ficha-por-gas-natural
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