Hoy hace 21 años
que nos dejo el mas Grande de todos los tiempos, la última gran voz del
Pueblo Trabajador. Están los que dicen cantar para el pueblo, mientras
solo son escuchados por círculos cerrados y endogamicos. Mientras que
hay otros que nacieron en ese pueblo, y cada acorde de su voz, cada
canto era la expresión máxima de la cultura del mismo. Menos escuchar a
aquellos que dicen cantar para el pueblo, y mas a los que vienen del
pueblo. Siempre vivo en nuestra memoria MAESTRO.
Borja G Rey,
Camarón
de la Isla, José Monge Cruz , ha sido el último gran suceso del
flamenco: Mil años pasarán sin que otro igual salga, dicen muchos de
sus coetáneos. Su entierro fue lisa y llanamente una pasada, asombro de
políticos, envidia de bien pensantes. En un país con alma de portera, y
con los media pisando a fondo en la carrera de los números, los rankings
y los shares, que Camarón estuviera enfermo era un buen pan para unas
buenas tortas. Sin embargo el isleño se fue sin alboroto: “Omaíta, qué
es esto que tengo”.
Camarón tenía un cáncer de pulmón, consecuencia del
destino y de una vida quizá no muy saludable, pero Camarón ha dejado
una huella en el flamenco que crece por minutos.
No le dieron la llave de oro del cante, no llegaron a
tiempo, pero él ha hecho, en los últimos tiempos, más por el cante que
todos los expertos juntos con sus libros y sus conferencias.
Es curioso, porque si se analizan los datos oficiales
de ventas -en los que ni por asomo figuran las cintas de carretera,
verdadero filón de ventas que nadie se ha encargado de poner en orden
por aquello de “es muy poco el dinero que dejan”, si se analizan los
números se ve que Camarón es un artista muy minoritario, con discos
históricos -La leyenda del tiempo por ej. sólo cifra en ventas en julio
del 92 unos cinco mil ejemplares. Y esto no es compatible con el hecho
sabido de que Camarón llegó a tener un caché elevado, llegó a los 3
millones, lo cual es una suma fuerte para un artista solo, el guitarra
era pagado aparte. Y ello es porque, aunque la entrada fuera elevada era
seguido, especialmente por los gitanos, cuyo instinto musical es el
juez final y supremo del flamenco.
La muerte de Camarón sobrecogió al país, al corazón de la gente caminante y la despedida tuvo el olor de la de Bienvenida.
Por encima de todo, el gran mérito de Camarón es
artístico, sobre todo en sus grabaciones, que es al fin y al cabo lo que
el pueblo escucha. Asistir a sus conciertos en la época de los 80 era
más una liturgia que algo conforme a los cánones mas ancestrales del
cante. No por él, que solía situarse de forma tímida, sino por la gente.
Daba igual que estuviera bien o mal, con frecuencia acortaba el
recital, o no acababa de romper, o se hacía esperar mas de la cuenta.
“Vamos a cantar un poquito por alegrías y luego por
lo que ustedes quieran”. Ese era, invariablemente, el soniquete de
Camarón al comenzar sus cantes. Paco de Lucía, el gran guitarrista,
decía que tenía que estar, siempre, muy concentrado porque José Monge
era una caudal permanente de inspiración. Para quienes no hayan tenido
la fortuna de escucharle en directo quedaron dos joyas grabadas, y
cuidadas por la técnica, empalmando incluso diferentes conciertos. En
dichas grabaciones Camarón supera a sus propios discos.
La rebeldía de Camarón comienza desde muy joven, él
no quiso permanecer tiempo en las ventas gaditanas, mendigando unas
monedas y recibiendo algún desprecio: la relación con Caracol es harto
significativa.
Supo aprender de los viejos, la admiración de Perla
de Cádiz es elocuente: me ha cogido los cantes y los ha puesto por
encima, supo dejarse llevar: “como tú lo veas, Paco”, era una forma
corriente de zanjar posibles polémicas artísticas.
Y, además creador, “donde unos metían un ay yo miraba
la forma de meter tres”. Unido todo ello a un fuerte carisma personal, a
una dulzura muy gaditana y a su pertenencia a una etnia milenaria
siempre nómada y perseguida, Camarón conforma el momento cumbre del
flamenco del final de milenio, hay hoyo que cavar. Al tiempo.
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