Etiquetas

miércoles, 15 de mayo de 2013

CRIMEN CAPITALISTA





Emiliano Gómez Peces

Aunque ya no sea noticia de portada, dada la vertiginosa rapidez con la que digerimos sin empacho las más trágicas noticias, sobre todo cuando se trata de países alejados geográficamente de nuestro entorno, lo cierto es que ya son más de 1.127 las trabajadoras y trabajadores muertos, cuando aún no ha concluido las tareas de desescombro del Rana Plaza, el edificio comercial que el pasado 24 de abril se incendió y derrumbó, situado en el distrito de Savar, a las afueras de Dacca, la capital de Bangladesh, uno de los países más pobres del mundo. Dicho edificio albergaba varios talleres textiles que forman parte del paisaje globalizador de este siglo, que se extiende por Haití, Sri Lanka o la frontera entre México y Estados Unidos. Se trata de refugios miserablemente construidos para un proceso de producción orientado a largos días de trabajo, máquinas de pésima calidad y trabajadores cuyas vidas están sometidas a los imperativos de la producción puntual.

Es en los años noventa cuando los grandes productores de prendas de vestir deciden “deslocalizar” sus centros de producción en Occidente y utilizar el régimen de subcontratación que les permite a estas firmas gozar del beneficio de productos baratos sin que sus conciencias se vean perturbadas por el sudor y la sangre de los trabajadores, aprovechando la negligencia de gobiernos poco preocupados por la seguridad y los derechos laborales de sus ciudadanos.

La situación de los trabajadores en Bangladesh es lo más cercano a la esclavitud moderna, trabajando más de 10 horas en edificios precarios e inseguros, con los salarios más bajos del mundo (apenas superan los 30 € mensuales) y sin derecho a organizarse, con persecuciones y torturas contra los organizadores sindicales. En abril de 2012, Aminul Islam, uno de los dirigentes del Centro Bangladesí por la Solidaridad de los Trabajadores, fue secuestrado y apareció asesinado unos días después con evidentes signos de tortura. Sólo en el área de Dacca, hay cerca de 100.000 fábricas. Este no es el primer accidente de estas carcterísticas, aunque sí el más grave. En los últimos 15 años ha habido más de 600 muertos y de 300 heridos en accidentes ocurridos en fábricas textiles, incendios o derrumbes en Bangladesh.

Estos terribles sucesos demuestran crudamente que el capitalismo actual, en esta segunda década del siglo XXI es más que nunca un sistema basado en la “esclavitud asalariada”, como planteó Marx, y pone de manifiesto, por un lado, la responsabilidad directa de las grandes compañías textiles occidentales, como El Corte Inglés, Mango, Benetton o Primack, destinatarias de algunos de los talleres de este último edificio derrumbado y, por otro lado, la insolidaridad de la sociedad occidental, siempre dispuesta a consumir esas prendas de vestir sin cuestionarse las terribles condiciones laborales de las personas que las manufacturan.
Los trabajadores y trabajadoras de todo el mundo no deberíamos de olvidar nunca este 24 de abril ni el significado de este holocausto, para que la muerte de estas 1.127 personas anónimas no resulte del todo inutil.

No hay comentarios:

Publicar un comentario