GA VRO CHE
11.04.2013.
En la anterior Ficha de formación política,
explicamos que la estrategia de la clase obrera cambia al pasar la
revolución de una etapa –determinada por el carácter de las fuerzas
productivas, las relaciones de producción y la correlación fundamental
entre las clases sociales- a otra, y que permanece, en lo fundamental,
invariable a lo largo de cada etapa en cuestión
La estrategia debe determinar no
solamente los objetivos y las fuerzas decisivas en cada etapa de la
revolución, sino también los apoyos con que cuenta ésta y las
contradicciones entre sus enemigos: esto es lo que Stalin denomina reservas
de la revolución. El proletariado debe aprovechar estos factores para
imponerse en la lucha de clases, conquistar el Poder político y
transformar radicalmente la sociedad.
Los factores secundarios de la revolución
“Las reservas de la revolución pueden ser:
Directas: a) el
campesinado y, en general, las capas intermedias del país; b) el
proletariado de los países vecinos; c) el movimiento revolucionario de
las colonias y de los países dependientes; d) las conquistas y las
realizaciones de la dictadura del proletariado, a una parte de las
cuales puede el proletariado renunciar temporalmente, reservándose la
superioridad de fuerzas, con objeto de sobornar a un adversario fuerte y
conseguir una tregua.
Indirectas: a)
las contradicciones y conflictos entre las clases no proletarias del
propio país, contradicciones y conflictos que el proletariado puede
aprovechar para debilitar al adversario y para reforzar las propias
reservas; b) las contradicciones, conflictos y guerras (por ejemplo, la
guerra imperialista) entre los Estados burgueses hostiles al Estado
proletario, contradicciones, conflictos y guerras que el proletariado
puede aprovechar en su ofensiva o al maniobrar, caso de verse obligado a
batirse en retirada”.[1]
En cuanto al primer tipo de reservas
indirectas, es necesario hacer algunas aclaraciones para evitar algunas
desviaciones graves que se han hecho fuertes en el movimiento obrero
internacional y español. En la etapa imperialista de desarrollo del
capitalismo, la burguesía se escinde en dos fracciones, pasando a
dominar la fracción monopolista u oligarquía financiera sobre la
fracción no monopolista o burguesía media.
La primera de estas desviaciones
consiste en aferrarse a las denominaciones y a ciertas formas
superficiales para confundir a la oligarquía financiera con la
oligarquía feudal, es decir, con la clase terrateniente o nobleza (la
reivindicación de un medioevo idealizado es lo que, en el extremo
contrario, utiliza el fascismo para servir, de hecho, al imperialismo
capitalista). La naturaleza de la oligarquía financiera es enteramente
burguesa, capitalista. Esta confusión lleva a equivocar la estrategia
revolucionaria que debe aplicar el proletariado en los países
imperialistas, reforzando los prejuicios que le infunde la democracia
pequeñoburguesa.
La segunda de estas desviaciones
consiste en prescindir de la naturaleza capitalista del imperialismo
para elevarlo a la categoría de nuevo modo de producción. Así, la
oligarquía financiera cobra independencia como clase y su contradicción
con la burguesía media y las clases trabajadoras (el pueblo) se vuelve
fundamental. Se abre entonces la posibilidad de una “revolución
democrática, antimonopolista y antiimperialista”, distinta de la
revolución socialista proletaria y que se constituye en etapa intermedia
previa a ésta. El revisionismo moderno de Jruschov y posteriormente el eurocomunismo defendieron con nitidez esta tesis.
Anteriormente, fue la socialdemocracia la que la esgrimió, siendo criticada por Dimitrov en su Informe al VII Congreso de la Internacional Comunista: “…los oportunistas de derecha intentaban establecer una ‘fase democrática intermedia’,
especial, entre la dictadura de la burguesía y la dictadura del
proletariado, para sugerir a la clase obrera la ilusión de un pacífico
paseo parlamentario de una dictadura a otra. ¡Esta ‘fase intermedia’
ficticia la llamaban también ‘forma de transición’ e invocaban incluso
el nombre de Lenin! Pero no fue difícil descubrir el fraude, pues Lenin
hablaba de una forma de transición y de acercamiento a la ‘revolución proletaria’, esto es, al derrocamiento de la dictadura burguesa y no de una forma transitoria cualquiera entre la dictadura burguesa y la proletaria”.
Pero la base teórica de esta desviación
de derecha surge en el Séptimo Congreso del Partido Comunista
(bolchevique) de Rusia, en 1918, de la mano de Bujarin. Frente a ella,
Lenin advierte: “Me parece que sería teóricamente incorrecto eliminar el
viejo programa que analiza el desarrollo desde la producción mercantil
hasta el capitalismo. Nada hay de incorrecto en él. Así fueron las
cosas, y así son ahora, pues la producción mercantil engendró el
capitalismo, y el capitalismo condujo al imperialismo. Esta es la
perspectiva histórica general y no debemos olvidar los fundamentos del
socialismo. No importa cuáles puedan ser las complicaciones posteriores
de la lucha, no importan los zigzags ocasionales que debamos enfrentar
(…); para no extraviarnos en estos zigzags, en estos virajes violentos
de la historia, para conservar la perspectiva general, para poder
distinguir el hilo rojo que une todo el desarrollo del capitalismo y
todo el camino hacia el socialismo, el camino que imaginamos,
naturalmente, recto, y que debemos imaginar recto para poder ver el
comienzo, la continuación y el final –en la vida jamás será recto, sino
increíblemente enmarañado-, para no extraviarnos en estos virajes y
vueltas, para no extraviarnos cuando retrocedemos, en los períodos de
repliegue y de derrota transitoria o cuando la historia o el enemigo nos
empuja hacia atrás, para no extraviarnos es, en mi opinión, importante y
teóricamente lo único correcto, no desechar nuestro viejo programa
básico.”[2]
La dirección estratégica de la revolución
La dirección estratégica de la
revolución exige utilizar acertadamente todas las reservas para alcanzar
el objetivo estratégico. Las principales condiciones para ello son:
“Primera.
Concentrar contra el punto más vulnerable del adversario las principales
fuerzas de la revolución en el momento decisivo, cuando la revolución
ha madurado ya, cuando la ofensiva marcha a todo vapor, cuando la
insurrección llama a la puerta y cuando acercar las reservas a la
vanguardia es una condición decisiva del éxito”. Stalin cita el ejemplo
del período de abril a octubre de 1917 en que el punto más vulnerable
del enemigo era la continuación -muy impopular- de la guerra
imperialista y, centrándose en ello, la estrategia del Partido
Bolchevique consistió en entrenar a la vanguardia en acciones en la
calle, por medio de manifestaciones y demostraciones de fuerza, y, al
mismo tiempo, en acercar las reservas a la vanguardia, a través de los
Soviets en la retaguardia y de los comités de soldados en el frente.
Segunda. Descargar el golpe decisivo, comenzar la insurrección, cuando se den las condiciones que indica Lenin a continuación:
“Se puede considerar completamente maduro el momento de la batalla decisiva si
`1º) todas las fuerzas de clase que nos son adversas están
suficientemente sumidas en la confusión, suficientemente enfrentadas
entre sí, suficientemente debilitadas por una lucha superior a sus
fuerzas´; si `2º) todos los elementos vacilantes, volubles,
inconsistentes, intermedios, es decir, la pequeña burguesía, democracia
pequeñoburguesa, que se diferencia de la burguesía, se han
desenmascarado suficientemente ante el pueblo, se han cubierto
suficientemente de oprobio por su bancarrota práctica´; si `3º)
en las masas proletarias empieza a aparecer y a extenderse con poderoso
impulso el afán de apoyar las acciones revolucionarias más resueltas,
más valientes y abnegadas contra la burguesía. En ese momento es cuando
la revolución está madura, en ese momento nuestra victoria está
asegurada, si hemos sabido tener en cuenta… todas las condiciones
indicadas más arriba y hemos elegido acertadamente el momento”. (2)
El incumplimiento de esta condición
conduce a un error peligroso que Stalin llama “perder el ritmo”: “cuando
el partido queda a la zaga de la marcha del movimiento o se adelanta
demasiado, exponiéndose al peligro de fracasar”.
“Tercera. Seguir
firmemente el rumbo tomado, por encima de todas y cada una de las
dificultades y complicaciones que se interpongan en el camino hacia el
fin perseguido. Esto es necesario para que la vanguardia no pierda de
vista el objetivo fundamental de la lucha y para que las masas, que
marchan hacia ese objetivo y se esfuerzan por agruparse en torno a la
vanguardia, no se desvíen del camino. El incumplimiento de esta
condición conduce a un enorme error, bien conocido por los marinos, que
lo llaman `perder el rumbo´”.
Cuarta. Saber maniobrar con las reservas con vistas a un repliegue ordenado cuando así lo exijan las circunstancias.
“Los partidos revolucionarios -dice
Lenin- deben completar su instrucción. Han aprendido a desplegar la
ofensiva. Ahora deben comprender que esta ciencia hay que completarla
con la de saber retirarse acertadamente. Hay que comprender -y la clase
revolucionaria aprende a comprenderlo por su propia y amarga
experiencia- que no se puede triunfar sin aprender a desplegar la
ofensiva y a retirarse con acierto”. (2)
El objetivo es aquí ganar tiempo, desmoralizar al adversario y acumular fuerzas, para luego pasar a la ofensiva.
No hay comentarios:
Publicar un comentario