La conjunción de la crisis económica y social de un lado, y de la
política de otro, convierten en muy volátil a la situación española con
la posibilidad de diferentes escenarios impensables hace escasamente
algunos meses.
Jesús Sánchez Rodríguez[
Los cinco años de crisis financiera y
económica en España han provocado toda una batería de recortes en
derechos económicos y sociales, en paralelo a la agravación de la
situación económica, cuyo objetivo es la voladura del Estado de
Bienestar, la reducción de los costes salariales y el disciplinamiento
de las relaciones laborales para apuntalar un sistema financiero
arruinado y recuperar las tasas de beneficios del capital.
La intensa degradación de las
condiciones de vida de una gran parte de la población, el insoportable
nivel de paro y el desmantelamiento de los pilares básicos del Estado de
Bienestar - educación, sanidad, seguro de desempleo, pensiones -, han
llevado de un lado a una creciente movilización popular, cuyas cotas más
altas se alcanzaron durante el primer año de gobierno del PP, en 2012,
y, de otro, a consecuencias políticas inevitables que se traducen en el
desprestigio y rechazo del actual régimen político. Desprestigio
reforzado por una situación de corrupción generalizada que afecta
especialmente a la monarquía y el partido en el gobierno.
Este último aspecto se concreta en la
crisis de tres de los principales pilares de dicho régimen salido de la
transición española a la democracia en los años 70 del siglo pasado.
Crisis de la monarquía, desgastada por los casos de corrupción que la
rodean y el comportamiento nada edificante del monarca. Crisis del
sistema bipartidista, sustentado en la alternancia en el poder de la
socialdemocracia y los conservadores, debido al fuerte deterioro de los
dos grandes partidos y el ascenso de otros partidos hasta ahora
minoritarios. Y crisis de la arquitectura territorial construida en la
transición, con el proceso puesto en marcha en Cataluña con el objetivo
de alcanzar su independencia manteniendo su pertenencia a la UE. A ello
se debe añadir el desapego de la opinión pública española respecto a UE,
vista en estos momentos más como parte del problema que como la
solución, debido sobretodo a las exigencias asfixiantes provenientes de
la troika y la actitud soberbia e insolidaria de Alemania.
La conjunción de la crisis económica y
social de un lado, y de la política de otro, convierten en muy volátil a
la situación española con la posibilidad de diferentes escenarios
impensables hace escasamente algunos meses. Algunos de estos escenarios
aislados o mezclados son la transición a una forma de Estado
republicana, la independencia de Cataluña y el impulso en el mismo
sentido en Euskadi, la salida de España del euro y posiblemente de la
UE, y la llegada al gobierno de fuerzas genuinamente de izquierdas con
un programa representativo de los objetivos de las clases populares.
Estos escenarios están claramente
interconectados entre sí, y la profundización en cualquiera de ellos
tendría una clara repercusión en los otros, generando a su vez la
movilización de fuerzas favorables y contrarias a su consecución. Si las
movilizaciones se han intensificado y las clases populares han superado
el miedo y han roto con la apatía, si la opinión pública ha roto con
certezas sociales y políticas consideradas irreversibles como eran la
monarquía, la pertenencia a la UE, la existencia del capitalismo o la
estructura autonómica del Estado; por otro lado la derecha está
reforzando su aparato mediático y represivo para contener la ola de
desafección, indignación y protestas de la clases populares. Toda una
campaña de desinformación, de amenazas y de criminalización se ha
orquestado en torno a las movilizaciones sociales y al proceso abierto
en Cataluña, y veremos la extensión de la misma si se profundizan las
tendencias hacia la república, la salida del euro o la llegada de un
gobierno de izquierdas.
Un último escenario no es descartable,
si la situación social, económica y política continúa degradándose y las
tendencias presentes en las clases populares consiguen ser bloqueadas
de alguna manera por las fuerzas conservadoras, la posibilidad de un
estallido social como los que han conocido América Latina hace apenas
una década o, más recientemente, el mundo árabe, puede hacerse presente
en cualquier momento. Y no solamente en España.
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