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lunes, 15 de abril de 2013

EL PROBLEMA DEL ESTANCAMIENTO EN LA ECONOMÍA CAPITALISTA MONOPOLISTA








15.04.2013.







La tendencia al estancamiento es una realidad objetiva del capitalismo monopolista. Las crisis de sobreproducción son básicamente crisis de sobreproducción de plusvalía. La mayor parte de la plusvalía obtenida regresa al proceso productivo, convirtiéndose en capital, configurando así el proceso de acumulación de capital. Esto se repite una y otra vez, siempre que se completa el ciclo productivo, concentrándose de manera creciente el capital. La competencia por las oportunidades de inversión es tan inclemente como la competencia por vender los productos y servicios, que a su vez es el medio de realización del capital. La explotación de la clase obrera es tan feroz, sobre todo en condiciones monopolistas, que ingentes cantidades de ganancias se apilan en las arcas capitalistas, en búsqueda de volver a obtener más ganancias con el trabajo del obrero. Pero llega un momento en que estas “oportunidades” de inversión se van haciendo escasas, sobre todo en la fase imperialista del capitalismo, donde no es suficiente cualquier ganancia, sino la ganancia máxima. La crisis capitalista es “una crisis nacida de la superabundancia”, decía Engels, en la que estalla “en explosiones violentas la contradicción entre la producción social y la apropiación capitalista… El conflicto económico alcanza su punto de apogeo: el modo de producción se rebela contra el modo de cambio”. En la que se produce una “rebelión de las fuerzas de producción cada vez más imponentes, contra su calidad de capital, esta necesidad cada vez más imperiosa de que se reconozca su carácter social”.





Ante esa inminente reducción de las “oportunidades” de inversión, el capital ha encontrado formas de prolongar la agonía, de alejar el momento de la “explosión”. La mayor participación del gasto público y la estimulación de la demanda, que encontraron su expresión doctrinaria en el keynesianismo, entraron a formar parte de las “herramientas” a mano del capital para salir o evitar la crisis. La carrera armamentista, los presupuestos militares y las guerras focalizadas constituyen una de las alternativas más recurridas por el capital monopolista de Estado para postergar la crisis y estimular la actividad empresarial (…y lo sigue siendo en la actualidad). Así por ejemplo, algunos estudios económicos han demostrado que sin la Segunda Guerra Mundial, la Guerra de Corea y la Guerra de Vietnam, la economía norteamericana, la principal potencia mundial, no habría crecido como lo hizo. El sojuzgamiento, la explotación, el saqueo y la depauperación de los países semicoloniales y dependientes es, con la explotación de la clase obrera del propio país, la principal fuente de ganancias del capital imperialista. Pero los movimientos populares y de liberación nacional se las están poniendo difíciles al imperialismo y a las grandes burguesías locales.





En su esfuerzo por encontrar alternativas que absorban los capitales disponibles, se crearon “burbujas” especulativas en diversos sectores de la economía. Ni las “burbujas” ni la especulación son características propias del capitalismo moderno; la historia conoce muchas de ellas, en diversas épocas y lugares, y todas han seguido el mismo patrón. Desde la década de 1970, han adquirido especial importancia las que se han presentado en el sector financiero, que cuando se “desinflaron”, se manifestaron como crisis de las bolsas de valores o crisis bancarias. La mayor injerencia del capital financiero en las distintas actividades económicas y la sofisticación de sus formas operativas han llevado a algunos a encontrar un “nuevo” capitalismo, a considerar que se vive en una nueva fase, sino del capitalismo, del imperialismo. Sin embargo, la teoría leninista del imperialismo permanece incólume porque no hay nada nuevo donde algunos estudiosos ven “nuevo” capitalismo o imperialismo. Asimismo, el papel de los mercados financieros y bursátiles en la economía sigue siendo, en esencia, aquel estudiado por Marx, Engels y Lenin, a pesar de que cuando escribieron al respecto, las características y formas operativas de estos mercados no auguraban las dimensiones, en amplitud y profundidad, que iban a alcanzar. La bolsa, con todos sus instrumentos y derivados, sigue siendo –como decía Engels– el lugar “donde los capitalistas se arrebatan unos a otros sus capitales”, donde se arrebatan unos a otros la plusvalía ya obtenida, donde no se genera plusvalía y donde las ganancias obtenidas siguen la fórmula D-D’.





Publicamos a continuación una sección del ensayo de John Bellamy Foster y Fred Magdoff, “Implosión financiera y estancamiento. El regreso a la economía real”, referente al tema del estancamiento de la economía capitalista monopolista. Los autores son connotados economistas, exponentes de la llamada “escuela Montlhy Review”, cuyo análisis combina marxismo con keynesianismo, con especial énfasis en la variante moderna y de izquierda de éste último. Su tesis más representativa consiste en la llamada “financiarización” de la economía del capitalismo monopolista, a tal punto que es mejor llamar a esta fase del imperialismo, “capitalismo monopolista-financiero”. (Una brevísima crítica de las tesis de esta escuela se pueden leer en “Entendiendo la crisis”). Los supuestos teóricos del que parten y las conclusiones políticas a las que se llega con el análisis de Monthly Review los sitúan en la “izquierda” del sistema, no en la izquierda contra el sistema. Es importante, sin embargo, el seguimiento que hacen de la economía norteamericana y mundial, analizando temas concretos y específicos, con una base de datos y estadísticas bastante útiles e ilustrativos.





Notas: Todas las citas de Engels, proceden de su obra divulgativa “Del socialismo utópico al socialismo científico”.













De vuelta a la economía real:


el problema del estancamiento


John Bellamy Foster y Fred Magdoff





Paul Baran, Paul Sweezy y Harry Magdoff sostuvieron infatigablemente desde la década de 1960 a la de 1990 (muy notoriamente en El capital monopolista) que el estancamiento era el estado normal de la economía monopólico-capitalista, a menos que concurran factores históricos especiales. La prosperidad que caracterizó a la economía en las décadas de 1950 y 1960, insistían, era atribuible a ese tipo de factores históricos temporales, como por ejemplo: (1) la acumulación de ahorros de los consumidores durante la guerra; (2) una segunda gran ola de automovilización en los Estados Unidos (que incluyó la expansión de las industrias del vidrio, el acero y el caucho, la construcción del sistema de autopistas y el desarrollo de las zonas residenciales en el exterior de las ciudades); (3) la reconstrucción de las economías europeas y japonesa, devastadas por la guerra; (4) la carrera de armamentos de la Guerra Fría (y dos guerras regionales en Asia); (5) el desarrollo de las campañas de ventas, marcado por el surgimiento de Madison Avenue; (6) la expansión de las finanzas, los seguros y el sector inmobiliario (FIRE en sus siglas inglesas); y (7) la preeminencia del dólar como divisa hegemónica. En cuanto decayó el estímulo de todos esos factores, la economía empezó a descender de nuevo hacia el estancamiento: crecimiento lento y aumento del exceso de capacidad y del desempleo/subempleo. Al final, fueron el gasto militar y la explosión del endeudamiento y la especulación los que pasaron a constituir el principal estímulo que mantuvo a la economía fuera del bache. Sin embargo, estos no bastaron para evitar la reaparición en general de las tendencias al estancamiento, y con el tiempo el problema no hizo más que empeorar.[31]





La realidad de ese estancamiento cerniente se aprecia en la tabla 2, que muestra las tasas de crecimiento real de la economía década a década en los últimos ochenta años. La baja tasa de crecimiento de la década de 1930 refleja el fuerte estancamiento de la Gran Depresión. A esta siguió el extraordinario avance de la economía estadounidense en la década de 1940 bajo el impacto de la Segunda Guerra Mundial. En el periodo 1950-1969, al que ahora solemos referirnos como una «edad dorada» económica, la economía, impulsada por el conjunto de factores históricos especiales al que antes hacíamos referencia, pudo lograr un fuerte crecimiento económico aun siendo una economía de «tiempos de paz». Sin embargo, todo eso resultó ser demasiado temporal. El acusado descenso de las tasas de crecimiento en la década de 1970 y subsiguientes señala una tendencia persistente a una menor expansión de la economía, ya que las fuerzas principales que impulsaron las tasas de crecimiento en las décadas de 1950 y 1960 habían perdido fuerza, lo que impedía que la economía regresara a su antigua prosperidad. En las décadas posteriores, en lugar de recuperar la anterior tendencia de la tasa de crecimiento, la economía decreció lentamente.





Fue la realidad del estancamiento económico que se inició en 1970 lo que, como han resaltado recientemente los economistas heterodoxos Riccardo Bellofiore y Joseph Halevi, provocó la aparición del «nuevo régimen capitalista financializado», una especie de «paradójico keynesianismo financiero » en el que fundamentalmente la demanda en la economía se estimuló «gracias a burbujas de valores». Además, fue el papel principal jugado por los Estados Unidos en la producción de dichas burbujas —a pesar (y también a causa) del debilitamiento de la acumulación de genuino capital—, junto con la condición de divisa de reserva del dólar, lo que convirtió al capital monopolista-financiero estadounidense en el «catalizador de la demanda efectiva mundial» a partir de la década de 1980.[32] Sin embargo, ese patrón de crecimiento financializado fue incapaz de generar un rápido avance económico durante un periodo sostenido y, además, resultaba insostenible, producía burbujas más grandes que estallaban periódicamente y hacían el estancamiento cada vez más evidente.








Tabla 2: Crecimiento del PIB real de Estados Unidos, 1930-2007












Década Porcentaje anual medio






1930 1,3


1940 5,9


1950 4,1


1960 4,4


1970 3,3


1980 3,1


1990 3,1


2000-2007 2,6









Fuente: National Income and Products Accounts, tabla 1.1.1. Cambio porcentual del PIB con respecto al periodo anterior, Bureau of Economic Analysis.








Un elemento clave para la explicación de toda esa dinámica hay que buscarlo en el descenso de la ratio de sueldos y salarios como porcentaje de la renta nacional estadounidense. El estancamiento de la década de 1970 llevó al capital a lanzar una acelerada guerra de clase contra los trabajadores a fin de incrementar las ganancias mediante la reducción de los costes laborales. El resultado consistió en varias décadas de aumento de la desigualdad.[33] El gráfico 3 muestra el marcado descenso de la proporción del PIB que representan sueldos y salarios entre finales de la década de 1960 y el presente. Es un reflejo del hecho de que los salarios reales de los trabajadores no-agrícolas del sector privado estadounidense (en dólares de 1982) alcanzaron su máximo en 1972 con 8,99 dólares por hora, y para el año 2006 habían caído hasta 8,24 dólares (el equivalente al salario por hora de 1967), a pesar del enorme aumento de la productividad y de las ganancias en las pocas últimas décadas.[34]








Gráfico 3: Gasto en sueldos y salarios como porcentaje del PIB













Fuentes: Economic Report of the President, 2008, tabla B-1 (PIB), tabla B-29 (Fuentes de renta personal, 1959-2007). Porcentaje del PIB








Todo ello fue parte de una masiva redistribución de la renta y la riqueza hacia las capas superiores. Entre 1950 y 1970, por cada dólar adicional que percibían las personas de la franja del 90% inferior de los perceptores de rentas, las personas que pertenecían a la franja del 0,01% superior percibían 162 dólares adicionales. En contraste, desde 1990 a 2002, por cada nuevo dólar que sumaban las personas de la franja del 90% inferior, las del 0,01% superior (unas 14.000 familias en la actualidad) percibían 18.000 dólares adicionales. En los Estados Unidos de 2001, el 1% superior de los dueños de la riqueza poseía conjuntamente más del doble de lo que poseía el 80% inferior de la población. Si se tiene en cuenta únicamente la riqueza financiera, es decir, si se excluye el patrimonio en forma de primera vivienda, el 1% superior poseía más de cuatro veces lo que poseía el 80% inferior. Entre 1983 y 2001, el 1% superior acaparó el 28% del incremento de la renta nacional, el 33% de las ganancias netas totales y el 52% del incremento total del valor financiero.[35]





Lo realmente notable en tales circunstancias era que el consumo de las familias continuara creciendo desde poco más del 60% del PIB a principios de la década de 1960 hasta en torno al 70% en 2007. Eso solo fue posible debido al aumento del número de familias con dos perceptores de renta (con la entrada de las mujeres en el mundo laboral en mayor número), a que la gente trabajaba más horas y tenía múltiples empleos y a un aumento constante del endeudamiento de los consumidores. El endeudamiento familiar se vio alentado, sobre todo en las últimas fases de la burbuja inmobiliaria, por el drástico aumento de los precios de la vivienda, lo que permitía a los consumidores tomar más préstamos apoyados en su patrimonio (el llamado «efecto riqueza» de la vivienda), un proceso que finalizó de repente cuando la burbuja estalló y los precios de la vivienda empezaron a caer. Tal y como muestra el gráfico 1, el endeudamiento familiar creció del 40% del PIB en 1960 al 100% del PIB en 2007, con un aumento especialmente pronunciado a partir de finales de la década de 1990.[36]





Ese aumento del consumo, basado en la expansión del endeudamiento familiar, resultaría ser el tendón de Aquiles de la economía. La burbuja inmobiliaria se apoyó en un fuerte incremento de la deuda de base hipotecaria, mientras que los salarios reales estaban esencialmente estancados desde hacía décadas. Los impagos que se produjeron entre los nuevos propietarios marginales provocaron un descenso de los precios de la vivienda. Eso provocó que un número de propietarios cada vez mayor debiera más por su vivienda de lo que esta valía, lo que dio lugar a nuevos impagos y a un descenso aún mayor de los precios de la vivienda. Los bancos, que querían reforzar sus balances, empezaron a restringir la concesión de nuevas ampliaciones del crédito de las tarjetas. El consumo descendió, se perdieron empleos, el gasto de capital se aparcó y dio comienzo una espiral descendente de duración desconocida.





A lo largo de los últimos treinta años aproximadamente, el excedente económico controlado por las corporaciones y en manos de inversores institucionales, como compañías de seguros y fondos de pensiones, ha vertido un flujo cada vez mayor de capital en una exótica gama de instrumentos financieros. Ha sido escasa la parte de ese enorme excedente económico que se ha utilizado para expandir la inversión, que se ha mantenido en una situación de reproducción simple, destinada a la mera sustitución (si bien en cierto que con nuevas tecnologías mejoradas), en lugar de estar en una situación de reproducción ampliada. Con empresas incapaces de encontrar demanda para su producción —realidad que se refleja en el declive a largo plazo de la utilización de la capacidad en la industria (véase el gráfico 4)— y, por lo tanto, enfrentadas a una escasez de oportunidades de inversión provechosa, el proceso de formación de capital neto se fue volviendo cada vez más problemático.








Gráfico 4: Porcentaje de utilización de la capacidad industrial












Fuente: Economic Report of the President, 2008, tabla B-54 (Tasas de utilización de capacidad, 1959-2007).








Por ello, las ganancias se fueron apartando cada vez más de la inversión en la expansión de la capacidad productiva para destinarse a la especulación financiera, mientras que el sector financiero, por su parte, parecía generar tipos ilimitados de productos financieros diseñados para utilizar todo ese capital dinerario. (El mismo fenómeno se dio globalmente, lo que llevó a Bernanke a hablar en 2005 de una «superabundancia global de ahorro », con enormes cantidades de capital en busca de inversiones que circulaba por el mundo y que cada vez se veía más atraído hacia los Estados Unidos debido a su papel pionero en la financialización.)[37] Las consecuencias de todo ello se pueden apreciar en el gráfico 5, que muestra la drástica disociación entre los beneficios y la inversión neta en porcentaje del PIB en años recientes, con una significativa disminución de la inversión fija privada no-residencial neta en términos de porcentaje de la renta nacional, a pesar de que los beneficios en porcentaje del PIB estaban próximos a niveles no vistos desde finales de la década de 1960 y principios de la de 1970. Eso significaba, en términos de Marx, el paso de la «fórmula general del capital» D(inero)-M(ercancía)-D’ (dinero original más plusvalía), en la que las mercancías eran centrales para la producción de beneficios, a un sistema cada vez más orientado tan solo hacia el circuito de capital dinerario, D-D’, en el que el dinero simplemente engendra más dinero sin relación alguna con la producción.





Dado que la financialización puede entenderse como la respuesta del capital a la tendencia al estancamiento de la economía real, una crisis de la financialización significa inevitablemente el afloramiento del estancamiento endémico subyacente en la economía capitalista avanzada. El desapalancamiento del enorme endeudamiento acumulado en décadas recientes está contribuyendo en la actualidad a una profunda crisis. Además, con la financialización detenida, no existe otra salida a la vista para el capital monopolista-financiero. Así pues, el pronóstico es que, aun después de que se estabilice la crisis inmediata de devaluación, la economía se caracterizará, en el mejor de los casos, por un tiempo de crecimiento mínimo con desempleo y subempleo elevados y exceso de capacidad.





El hecho de que el consumo estadounidense (facilitado por el enorme déficit de cuenta corriente del país) haya proporcionado la demanda efectiva crucial para la producción de otros países conlleva que la ralentización de los Estados Unidos esté teniendo ya efectos desastrosos en el extranjero y la liquidación financiera esté globalmente en auge. Las economías «emergentes» y subdesarrolladas están atrapadas en un desconcertante conjunto de problemas. Entre estos figuran la caída de las exportaciones, el descenso de los precios de las materias primas y las repercusiones de los altos niveles de financialización sobre una base económica inestable y altamente explotadora; todo ello mientras dichos países se ven sometidos a renovadas presiones imperiales por los Estados del centro.








Gráfico 5: Beneficios e inversión neta en la economía norteamericana en porcentaje del PIB desde 1960 hasta el presente















Fuentes: Bureau of Economic Analysis, National Income and Product Accounts, tabla 5.2.5. Inversión interior bruta y neta por principales tipos (en miles de millones de dólares); tabla B-1 (PIB), y tabla B-91 (Ganancias industriales nacionales), Economic Report of the President, 2008. Bureau of Economic Analysis, National Income and Product Accounts, tabla 5.2.5. Inversión interior bruta y neta por principales tipos, datos anuales 1929-2006.








Los propios Estados del centro también tienen problemas. Islandia, a la que se ha comparado con el canario de la mina de carbón, ha sufrido un colapso financiero completo que ha requerido rescate desde el exterior y que posiblemente requiera un asalto masivo a los fondos de pensiones de la población. Durante más de 17 años, Islandia ha tenido un Gobierno de derechas, liderado por el ultraconservador Partido de la Independencia, en coalición con los partidos socialdemócratas de centro. Bajo dicha dirección, Islandia adoptó incondicionalmente la financialización y la especulación neoliberales y experimentó un crecimiento excesivo de los sectores bancario y financiero en el que los activos totales de sus bancos pasaron del 96% del PIB a finales del año 2000 a nueves veces el PIB en 2006. Ahora a los contribuyentes islandeses, que no son responsables de tales acciones, se les pide que carguen con el endeudamiento especulativo de sus bancos, lo que producirá un drástico descenso del nivel de vida.[38]





Notas:





31. Véase Paul A. Baran y Paul M. Sweezy, Monopoly Capital, Monthly Review Press, Nueva York, 1966 (El capital monopolista, Siglo XXI, Madrid); Harry Magdoff y Paul M. Sweezy, The Dynamics of U.S. Capitalism, Monthly Review Press, Nueva York, 1972, The Deepening Crisis of U.S. Capitalism, Monthly Review Press, Nueva York, 1981, y Stagnation and the Financial Explosion, Monthly Review Press, Nueva York, 1987.





32. Bellofiore y Halevi, «A Minsky Moment?».





33. Véase Michael Yates, Longer Hours, Fewer Jobs, Monthly Review Press, Nueva York, 1994; Michael Perelman, The Confiscation of American Prosperity, Palgrave Macmillan, Nueva York, 2007.





34. Economic Report of the President, 2008, tabla B-47, p. 282.





35. Corresponsales del New York Times, Class Matters, Times Books, Nueva York, 2005, p. 186; Edward N. Wolff (ed.), International Perspectives on Household Wealth, Edward Elgar, Cheltenham, 2006, pp. 112-115.





36. Para un desglose del endeudamiento familiar por clases, véase John Bellamy Foster, «The Household Debt Bubble», capítulo 1 de John Bellamy Foster y Fred Magdoff, The Great Financial Crisis: Causes and Consequences, Monthly Review Press, Nueva York, 2009.





37. Ben S. Bernanke, «The Global Savings Glut and the U.S. Current Account Deficit», Conferencia Sandridge, Virginia Association of Economics, Richmond (Virginia), 10 de marzo de 2005, http://www.federalreserve.gov.




38. Steingrimur J. Stigfússon, «On the Financial Crisis of Iceland», MRzine.org, 20 de octubre de 2008; «Iceland in a Precarious Position», New York Times, 8 de octubre de 2008; «Iceland Scrambles for Cash», Wall Street Journal, 6 de octubre de 2008.








Fragmento tomado de John Bellamy Foster y Fred Magdoff, “Implosión financiera y estancamiento. El regreso a la economía real”, en Monthly Review Selecciones en Castellano nº 10.

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