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domingo, 24 de marzo de 2013

SOCIALDEMOCRACIA: HOY COMO AYER, LA "CARA AMABLE" DE LA CONTRARREVOLUCIÓN




Yelena Nájera.

Esta nueva crisis estructural supone un rápido empeoramiento de las condiciones de vida de las y los trabajadores, pues es esta clase la que paga y seguirá pagando el precio que cuesta asegurar la continuidad del capitalismo, asegurar que se mantengan los privilegios de la clase dominante a costa de la miseria de la clase a la que explota. Esta tesitura trae consigo, inevitablemente, la desesperación de los trabajadores y su búsqueda desorientada de una solución que frene este descarado expolio.

Ante este panorama no tardan en aparecer múltiples voces que se presentan como la salvación necesaria, voces que piden el voto porque sin él, dicen, no pueden hacer nada. Entre estas voces se encuentran, como siempre a lo largo de la historia, las peligrosas y populistas promesas huecas de la ultraderecha que esconden tras su chovinismo, su falso “apoliticismo” y sus hipócritas berridos anticapitalistas un profundo ideario fascista, con todo lo que ello supone.

Es, sin duda, tarea básica de los comunistas denunciar y desenmascarar al fascismo como lo que es en realidad, la cara más reaccionaria del capitalismo, pero no por ello lo es menos denunciar los peligros de lo que se dibuja como “la cara amable del capitalismo”: la socialdemocracia.

La actual situación está permitiendo que la socialdemocracia se presente como una alternativa en auge que está consiguiendo una gran acogida entre la clase trabajadora. No es de extrañar si se analiza a qué ha quedado reducido el movimiento obrero, casi desarticulado por completo en Europa, con más suerte en unos países que en otros. Y no podemos olvidar que esta desarticulación es responsabilidad, precisamente, de esa socialdemocracia que se encarga de “idiotizarnos” para que no luchemos, concediéndonos unos cuantos derechos para mantener callada la boca de la llamada “clase media”.

Es imposible, al contrario de lo que predican los oportunistas, que finalice la explotación del hombre por el hombre mientras siga existiendo el capitalismo. Es infame engañar a la población con retóricas interclasistas que predican que pueden legislarse medidas que, dentro de este sistema, permitirán mejorar la situación de los obreros.

La socialdemocracia “olvida” explicar el funcionamiento del capitalismo como sistema y “obvia” exponer, asimismo, que aunque se consiguiesen ciertas mejoras, estas tan solo afectarían a las capas altas de la clase trabajadora condenando a la miseria a un enorme porcentaje de la población cuyas condiciones empeorarían y que se vería relegado al olvido mientras aquellos que consiguieran mejorar sus condiciones volverían a la pasividad previa a la actual crisis. Y es que la socialdemocracia se sirve del individualismo y las promesas a corto plazo, prometiendo supuestas mejoras para los obreros de hoy, que son quienes darán de comer a los oportunistas, obviando la suerte de futuras generaciones. Ya denunciaba Lenin esta tendencia del reformismo antes incluso de la escisión del PSDR en mencheviques y bolcheviques, y ya entonces se encargaban estos oportunistas, como ahora, de tachar de “ortodoxos” a quienes luchaban por el socialismo.
En sus intentos de hacer de la “gestión” el problema los socialdemócratas se llenan la boca hablando de neoliberalismo, obviando todo lo posible la palabra capitalismo y, por supuesto, ignorando y haciendo ignorar a la población que en el Estado español no hay vuelta atrás dentro de este sistema ni, por tanto, dentro de la estructura imperialista de la UE, algo que IU no plantea ni remotamente en sus discursos, en los que pretende dar a entender que puede construirse una Unión Europea de “rostro humano”, incluso, se atreven a decir “la Europa de los pueblos”, todo ello dentro del capitalismo. La realidad es que el sistema se recupera convirtiendo este Estado en un país dependiente que sólo servirá como colonia europea al servicio de los intereses privados, lo que imposibilita recuperar siquiera muchos de los derechos que ahora se nos expolian, pues ya tenemos un nuevo papel asignado en el juego del libre mercado.

El reformismo se “olvida”, además, de explicarle a los trabajadores que la actual crisis no es financiera ni de gestión, sino que es estructural. Se “olvida” de contar que no existe capitalismo sin crisis, de contar que estas crisis son cíclicas. Así obvia, deliberadamente y apelando al cortoplacismo que se nos ha inculcado, que aunque se consiguieran legislaciones que mejoraran una u otra cuestión, el capitalismo volverá a entrar, más pronto que tarde, en una nueva crisis estructural y necesitará, para recuperarse, llevar a cabo medidas como las actuales, si no más duras todavía, tumbando de nuevo todo aquello que se lograse dentro del mismo sistema, si es que se llegase siquiera a lograr. Sólo hay que observar cómo lo han hecho en la actualidad con el llamado “Estado de bienestar”, que permitió -ante el avance de los Estados socialistas del Bloque del Este y su influencia en los movimientos obreros y revolucionarios occidentales en auge- concesiones que no eran más que espejismos y que nos han robado en cuanto han tenido que resolver otra de sus crisis. Sería un grave error no haber aprendido de esto y dejar que se construyan, de nuevo, oasis en el desierto.

Decía Lenin, en 1902, que la conciencia obrera ha de venir dada desde fuera, es decir, que la vanguardia obrera ha de hacer que la clase trabajadora supere las uniones espontáneas – meramente “tradeunionistas”- que piden un derecho concreto u otro, para que adquieran conciencia y luchen por derrocar el sistema que les explota. Esta tarea corresponde, por tanto, a los comunistas y no puede hacerse, como no pudo haberse hecho en 1917, sin denunciar los peligros y engaños de la socialdemocracia a la que no le interesa pasar de ese espontaneísmo de las masas, sino aprovecharse de este para recabar votos uniéndose a estas protestas sin elevar ni un ápice el nivel político y tachando de “sectarios” y demás adjetivos ya conocidos a quienes sí pretenden hacerlo. Ejerce así la socialdemocracia -con IU o la pretendida nueva cara del PSOE a la cabeza- de cortafuegos al servicio de la clase dominante ante el peligro de que la los trabajadores acaben adquiriendo conciencia de clase y entiendan, finalmente, que no hay cambio sin revolución, ni salida sin socialismo.

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