Domingo, 6 de enero de 2013
/Al-Manar
Cientos de saudíes se manifestaron el 2 de enero contra el régimen de la
familia Al Saúd en la ciudad santa de Meca y en la ciudad de Buraidah,
en el centro del país. Al día siguiente, 3 de enero, otra manifestación
fue celebrada en la región de Al Qassim, al norte de Riad.
Los manifestantes tomaron las calles de ambas ciudades el martes
cantando eslóganes en los que pedían la caída del régimen saudí. Ellos
también demandaron la liberación de los presos políticos. Estas
manifestaciones suponen la extensión de las manifestaciones desde la
Provincia del Este a otras zonas del reino.
El 31 de diciembre, decenas de miles de ciudadanos saudíes llevaron a
cabo una protesta en la Provincia del Este, rica en petróleo, para
condenar el reciente asesinato por las fuerzas de seguridad saudíes de
un adolescente que se estaba manifestando.
La manifestación en la Provincia del Este tuvo lugar tras el funeral de
Ahmad al Matar, que falleció cuando las tropas del régimen abrieron
fuego contra un grupo de manifestantes en la región de Qatif el 27 de
diciembre.
Desde febrero de 2011, los manifestantes han llevado a cabo protestas de
forma regular en Arabia Saudí, principalmente en Qatif y en la ciudad
de Awamiyah, en la Provincia del Este, para pedir la liberación de todos
los presos políticos, libertad de expresión y reunión y el fin de la
discriminación política, económica y religiosa contra los ciudadanos de
la provincia.
Sin embargo, las manifestaciones se han convertido en protestas contra
el régimen saudí, especialmente desde noviembre de 2011, cuando las
fuerzas de seguridad mataron a cinco manifestantes e hirieron a muchos
otros en la provincia. Más recientemente, las fuerzas de seguridad han
arrestado a estudiantes universitarios así como al conocido activista
Sheij Suleiman al Rashudi, y al líder religioso Nimr al Nimr.
Según Human Rights Watch, el régimen saudí “reprime rutinariamente toda expresión crítica del gobierno”. Mohsen Saleh, profesor de la Universidad Libanesa, considera en este sentido que “por
primera vez los saudíes, en la Provincia del Este, en Riad y en Damman
están saliendo a la calle para condenar las acciones del régimen saudí,
que ha edificado su gobierno sobre la sangre y el terror y que siente
temor a esta ola de adolescentes que sale a la calle con el fin de
cambiar la situación, en especial en la Provincia del Este”.
Saleh señala que el régimen saudí no puede ya permitirse continuar con
la represión en ausencia de cualquier medida política dirigida a reducir
el descontento político y social, y considera las protestas van a
continuar e intensificarse en favor de un cambio.
A esto contribuye también el hecho de que la generación gobernante esté
compuesta por individuos extremadamente ancianos e incapaces de
funcionar durante varias horas al día. La elección del rey y de los
puestos de gobierno tiene lugar en cónclaves secretos de miembros de la
familia real, donde existen tensiones y peleas por la elección de dichos
puestos. El pueblo no tiene ninguna influencia sobre la elección de sus
dirigentes políticos en un país donde no existe un parlamento, una
constitución o unas elecciones ni tampoco formas en que la población
pueda expresar su voluntad.
Esto contradice cualquier pensamiento religioso o racional, que indica
que una posición del gobierno no pertenece a una persona o a una
familia, sino al pueblo. Esta mentalidad de la familia Al Saúd de que es
la dueña del país será, en la práctica, una de las razones del
hundimiento de su régimen, señalan los analistas que esperan que 2013
sea en este sentido un año decisivo para la extensión de las protestas.
El riesgo no es sólo para la familia Al Saúd, sino para los gobiernos
occidentales, y en primer lugar para el estadounidense, que son vistos
con hostilidad por la población saudí debido a su apoyo al régimen, al
igual que sucede con otras monarquías árabes del Golfo Pérsico.
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