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viernes, 16 de noviembre de 2012

SOBRE LA NECESIDAD DE QUE EL MIEDO CAMBIE DE BANDO

16.11.2012.




EDITORIAL

Tras lo vivido hace unas horas en decenas de manifestaciones, con policías atrincherados en su anonimato pegando a diestro y siniestro, algunos vestidos de robocop y otros de paisano, pero todos ellos con una ira y un odio desmedido, deberíamos abordar una reflexión. Pegan porque tienen órdenes y les falta miedo, quieren extender la idea que el que protesta corre peligro, que lo mejor es estar en casita viendo como la crisis del capitalismo te consume pero, como un ser obediente, sintonizando con algún partido de fútbol en televisión. Es una obviedad que su trabajo (vamos a llamarlo así) consiste en preservar el poder de los de siempre y actúan en consecuencia, un ejemplo real es este: un grupo de jóvenes (unos 40) esperan en una esquina el paso de la manifestación el pasado miércoles, cuando ésta pasa a su altura con banderas de CC.OO y UGT, los jóvenes les gritan traidores, que no queremos liberados, que el problema es el capitalismo y basta ya de complicidades y negociaciones. De un modo inmediato aparece la policía y defiende a los que portaban las banderitas de los dos sindicatos, los jóvenes deben correr para que ningún palo los alcance. Pudo tratarse de un acto de provocación (con policías infiltrados incluidos), pero la actuación de la policía permitió a todos los que presenciaron la escena a sospechar más bien que la policía tiene orden de castigar a la disidencia del sistema, a los que han entendido que, tal como gritaban, dentro del capitalismo ya no hay solución. Y –lamentablemente- las direcciones de los dos grandes sindicatos no van a hacer nada para socavar el régimen, de hecho, su famosa Cumbre Social no quiere otra cosa que un capitalismo con rostro humano (que recibe, eso sí el ostentoso nombre de “estado de bienestar”. Ahí es nada).

Los cuerpos represivos han salido, definitivamente, a las calles; y esto exige a las fuerzas anticapitalistas una nueva forma de encarar los actos, las manifestaciones, la organización, y hasta la defensa. No es un tema menor porque en cualquier momento, en el guión de la represión, puede aparecer un muerto y eso sería un cambio radical en cómo tratar este ciclo histórico, dominado por un falso gandhismo, según el cual, las cosas se consiguen con meditación, amor al prójimo y manos moviendo dedos al son de la canción infantil “cinco deditos….”. Puede que no, y puede también que esté siendo superado el discurso que lo único que se puede hacer es que aparezca en escena un valeroso parlamentario, para dar una rueda de prensa donde anuncie que pedirá explicaciones en la Cámara por la violencia desmedida de la policía y hasta la dimisión del ministro del Interior. Todo un acto “revolucionario”, pero ya de una época anterior.

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