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domingo, 2 de septiembre de 2012

TERROR Y MUERTE EN LAS MINAS DE AFRICA.

Las minas africanas: esclavitud, violaciones y niños bajo tierra


 



Javier Brandoli, desde Maputo. En El Confidencial 
Foto: Un policía dispara contra un grupo de mineros a las afueras de una mina en Sudáfrica. (Reuters).

Surafrica Matanza minas Las minas africanas: esclavitud, violaciones y niños bajo tierra La matanza de la mina de Lonmin, en Marikana, Sudáfrica, donde han perdido la vida a manos de la Policía 34 mineros que protestaban por sus bajos salarios, ha destapado la realidad de la vida de los mineros africanos. En esta localidad, el país más rico de África (tiene casi el 25% del PIB total del continente) ha conocido la vergüenza por mostrar a miles de trabajadores que viven hacinados en barracas o chozas de hojalata y cartón, sin luz ni agua, con unas letrinas comunitarias que consisten en un simple agujero en el suelo, sin posibilidad de ver a sus familias en muchos casos ni llevar, los que tienen la fortuna de convivir con ellos, a sus hijos a la escuela. Y todo por un sueldo medio mensual para los picadores de roca de 400 euros (aunque la compañía mantiene que con los suplementos se llega casi a los 1.100).
El conflicto sindical comenzó porque los trabajadores exigían 1.250 euros de sueldo fijo. Las condiciones sociales de estos trabajadores son moralmente lacerantes; las económicas, 400 euros fijos, también respecto a los beneficios de la empresa. Sin embargo, unas y otras, serían un sueño dorado para cualquier minero en los países del entorno. Sobran ejemplos para llenar las páginas de varios periódicos.
En Zimbabue las denuncias por los bautizados como diamantes de sangre han desatado una guerra entre moralidad y dinero que ha puesto en la cuerda floja al único organismo creado para evitar las reiteradas violaciones de derechos humanos originadas por el tráfico de piedras preciosas. En 2003 se creó el llamado Proceso de Kimberley (PK), una institución que vigila que el comercio de diamantes no financie conflictos armados y que los derechos de los mineros no sean pisoteados en un régimen de semiesclavitud. En 2009, el PK prohibió el comercio de las minas de diamantes de Marange, en Zimbabue. Entonces se constató que en 2008 habían muerto al menos 200 personas y que otras habían sufrido palizas y violaciones por parte de soldados de Zimbabue, que tomaron la mina para acabar con una revuelta de sus trabajadores.
En 2011, sorprendiendo a todas las ONG que trabajan en la zona, el organismo permitió de nuevo el comercio de esas minas ante la presión de países como China, que cuenta con jugosos contratos en estas explotaciones, participadas al 50% por el Gobierno de Zimbabue. “Los trabajadores son golpeados reiteradamente, obligados a trabajar en la explotación y viven en condiciones casi animales“, denuncian las organizaciones sociales. Los relatos de muertes y palizas han sido constantes por parte de los trabajadores que han conseguido huir de allí. Ninguna de las quejas de ONGs como Global Witness ha conseguido paralizar el beneficioso negocio.
En la riquísima Angola, donde el petróleo y los diamantes brotan del suelo con tanta velocidad como aumentan las cuentas bancarias de sus dirigentes, la ONG italiana CISP denuncia el trato vejatorio y las condiciones de esclavitud que padecen los congoleños que trabajan en una mina fluvial de diamantes. Los empobrecidos vecinos congoleños pasan la frontera y trabajan recolectando a mano piedras preciosas del río. Su día a día incluye palizas constantes, cuerpos que aparecen tiroteados en las aguas por los soldados angoleños que vigilan la explotación y denuncias reiteradas de violaciones a las mujeres por parte de los vigilantes. “Nos llegan personas arrastrándose por el suelo, heridos, con malaria. Hay tiroteos en los campos y a los detenidos se les lleva unos cientos de kilómetros, lejos de sus casas para que tengan que volver andando a su hogar“, explica Antonio Mangia, cooperante de CISP. El ministro de Asuntos Exteriores de Angola, Jose Fernandes, replicaba que “son inmigrantes ilegales que vienen a robar nuestros recursos. Ningún país del mundo lo permitiría“.
Los grandes del sector, implicados
Por su parte, el recién creado sindicato minero mundial, Industri All Global Union, lanzaba el pasado junio un informe que denunciaba a uno de los grandes gigantes del sector minero, la todopoderosa Rio Tinto, cuyos beneficios son de 15.000 millones de dólares al año. “Las operaciones de Rio Tinto en África son una historia de comunidades desplazadas, abusos de los derechos humanos, promesas incumplidas, arreglos muy ventajosos con dictadores locales y la opresión de los sindicatos que intervienen“, explicaba el secretario general del sindicato, Jyrki Raina.
En Mozambique se ha desplazado por una explotación de carbón a comunidades indígenas a las que se ha dejado sin acceso al agua ni alimentos. Por supuesto, no se les ha pagado la compensación pactada. En Namibia, en la mina de uranio de Rössing, las condiciones salubres son pésimas para los trabajadores y no se les da una formación mínima“, ponía como ejemplos Raina.
Los niños son también parte de los grandes damnificados de las minas africanas. En la región del África occidental del Sahel se estima que hay cerca de 200.000 menores trabajando en explotaciones mineras. Sólo en el Congo se cree que la cifra llega a 40.000. Los niños tienen una gran virtud para trabajar en las minas, su tamaño les permite introducirse en agujeros en la roca donde no caben los mayores. Allí pueden pasar horas tragando gases tóxicos, encerrados en piedra, enterrados vivos a la edad de 5 años.
Todo este panorama es parte de la realidad minera africana. Lo ocurrido en Sudáfrica, vergonzante e inhumano, es un sueño para el resto de un continente que necesita cámaras de televisión y unos cuantos muertos para agitar las conciencias del resto del planeta. Nada que no se vea a simple vista paseando por sus ciudades.
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