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sábado, 7 de julio de 2012

HISTORIA DE TRABAJADORES: SONIA




Zarzuelo Cabañas
Sonia llevaba siendo maestra de escuela desde hace treinta años, durante esos años había enseñado en Tenerife, en Zaragoza, en Barcelona, en Alicante y los últimos diez años en Cuenca, lugar donde por fin consiguió su plaza en un colegio de la capital. Sonia era una gran estudiosa, tenía tres carreras y sabía 5 idiomas, y no había día en el que no estuviese leyendo nuevas técnicas de aprendizaje o estuviese impartiendo distintos cursos, a su vez era una profesora muy querida por la mayoría de sus alumnos y profesores, “un poco estricta” podrían decir cualquiera de ellos, pero sin olvidar que también lo era sobre ella.
También había quien decía que tenía “un don especial” pues conseguía que aquellos alumnos que empezaban a pasar de estudiar, recuperasen esa necesidad y placer por el estudio. Además, su forma de dar las clases era muy cercana y participativa, y en ella los malos alumnos desaparecían. Las únicas discusiones en las que entraba en la sala de profesores con gran parte de sus compañeros era por causa ideológica, pues Sonia era pro palestina, pro saharaui, pro cuba, era muy pro, muy progresista.

Sonia en el 2011 cumplió 50 años, fue al final de su celebración cuando comentó a sus cercanos amigos, que hace una semana la habían ofrecido un cargo directivo en el instituto para el próximo curso y que había aceptado. Las sufridas palabras fueron contestadas de distintas maneras pero con igual sentido por sus amigos que además eran compañeros. Paula, “Me alegro, pero ya sabes que no es un buen momento”, José, “Te va a resultar muy complicado el poder cambias cosas.
Ánimo.”, Soledad, “Yo esperó que no te impliques tanto en ello y que te afecté en demasía” y Jorge. Jorge con rostro grave y tras una breve y cordial discusión sobre el hecho, dijo finalmente, “Tú consideras que las cosas solo se pueden cambiar desde dentro y yo creo que ello es imposible y mucho menos ahora. La razón nos la dará el paso del tiempo.”

Sonia no había pedido consejo a sus amigos, solo les explicó la razón de porque había accedido justo ahora, “Una no puede quejarse y quejarse, y luego, cuando te dan un puesto donde poder hacer algunos cambios, decir no”. Jorge la replicó que, “los cambios, y más ahora, los realiza el ministro de educación o la consejera, pero una jefa de estudios.”, pero Sonia argumentó, “que podía solucionar todas aquellos problemas que no había solucionado su antecesor y del que tanto se quejaban todos ellos.” Fue en esta ocasión José el que indicó, “Pero en estos momentos de recortes salariales y de personal, esos problemas son secundarios y su solución pocos se lo van agradecer cuando sean despedidos o les aumenten el número de alumnos”, “Pero no por mi causa” le espetó Sonia, “Pero si con tu parte” murmulló Jorge.

El curso académico 2011-2012 resultó ser uno de los mas moviditos en décadas: asambleas de profesores, concentraciones, manifestaciones, encierros, dos huelgas generales, una regional y una general y mientras tanto mas recortes y recortes: desaparición de interinos, eliminación de escuelas rurales, no sustitución de las bajas por enfermedad y más y más.

De todo ello no fue ajena Sonia, que a la vez que mejoraba aspectos de organización y de recursos, veía como las clases de sus compañeros se llenaban de alumnos, que cuando enfermaban no eran sustituidos, que los pocos interinos que aún quedaban tenían como único futuro el paro, que la educación iba en camino de una total privatización y etc, etc. Sonia durante el mes de octubre se vistió con la camiseta verde y mostró el punto de vista de sus compañeros en las reuniones de dirección, pero poco a poco se fue callando en dichas reuniones y repitiendo a sus compañeros las distintas y diversas justificaciones: la crisis, la deuda, la prima, el pasado despilfarro y finalmente la manoseada frase, “es que no hay dinero”. En la sala de profesores hubo un día quién dijo, “Se ha cambiado de bando”, fue Paula la que salió en su defensa, otro día alguien manifestó que “se ha vendido”, fue Jorge el que intentó explicar las razones de su amiga.
 
Pero no había duda alguna que cada día que pasaba se distanciaban las posturas esgrimidas por unos y por otros y que ya no había manera de defender lo indefendible, “Lo que no se puede hacer es decir una cosa y luego estar donde se hace otra. Dice que ella no es la culpable de mi no renovación, ¿pero por qué pertenece a una dirección que lo permite, que no se subleva? ¿qué la obliga a estar ahí? Yo solo sé que ella puede elegir entre ser jefa de estudios o volver a las aulas, pero tú no puedes elegir tener cuarenta alumnos o desplazarte a otro pueblo o como en mi caso, el irme al paro sin ninguna perspectiva futura de trabajo.”

Fue Jorge el que a finales de curso le habló de que la próxima semana iban a empezar hablar sobre una futura Huelga Indefinida, “Estáis locos. ¿Qué pretendéis conseguir con ello?” le respondió Sonia, “¿Estamos? ¿pretendemos? Con esas palabras lo has dicho todo.”, le contestó Jorge, “No me entendéis ni lo entendéis. ¡No se puede hacer nada!”, esgrimió Sonia de manera acolorada que contrastaba con la serenidad de la respuesta de Jorge, “Desde dentro. Pero ahora que ha llegado nuestra hora. ¿de qué lado estás?”

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