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viernes, 15 de junio de 2012

SALIR DE LA DESMOVILIZACION CON ESPIRITU MINERO


Algo que estamos confirmando en estas fechas, es lo bien que hizo la burguesía su trabajo en los últimos años. Una transición ejemplar para sus intereses, donde el movimiento popular y la resistencia de izquierdas fueron, derrotados en algunos casos y comprados en otros muchos. Contaron, es cierto, con la aquiescencia de organizaciones que renunciaron a la revolución incluso en vida de Franco para convertirse en una mera caricatura al servicio del viejo/nuevo régimen, y con la socialdemocracia europea, que puso todos los recursos para que no se cuestionase ni por asomo el sistema capitalista.

Nunca ha tenido mejor certeza la frase de que esos polvos trajeron estos lodos. Y convengamos que los lodos resultantes no son los mejores para afrontar esta crisis del capitalismo que no va a dejar nada en pie. La burguesía sabe que el tejido asociativo esta lo suficientemente resquebrajado como para que ellos tomen medidas represivas, recortes de derechos y quita de conquistas, sin apenas resistencia social. Cuando la hay, no tiene la contundencia que merecería la violencia que se practica desde el otro lado. Son destellos que, en algunas ocasiones, sólo obedecen a la estrategia electoralera del cuarteto (PSOE, IU, CCOO y UGT), y no a la construcción de una potente barricada contra el sistema capitalista.

Ellos lo saben, inocularon individualismo, miedo, desazón, apatía y que la política no iba con la gente normal, y los resultados están a la vista. Echaron a la gente a sus casas, y ahora cuesta un mundo movilizarse. Por si fuera poco, no parece que a la gravedad de lo que está ocurriendo deba oponérsele el tradicional método de lucha de: manifestación, pancarta, dos gritos contra la derecha y una rueda de prensa con un titular ingenioso. Habrá que articular boicots, ocupaciones, caceroleos ante las casas de los responsables del desastre, seguimiento y pitadas a la casta política del régimen, desprecio a sus instituciones, movilizaciones con otros objetivos que las repetidas y poco productivas concentraciones de siempre que tienen más que ver con tranquilizar conciencias que con acumular fuerzas. En suma, estamos ante la necesidad de acciones destinadas a agudizar las contradicciones del régimen y a derrumbar el sistema, no a mantener las condiciones de tal o cual gremio enarbolando constantemente la bandera de la paz entre las clases para que no se asuste nadie.

Llegado este punto, es obvio decir que tanto los trabajadores de Astilleros como los mineros tienen mucho que enseñar, ellos acumulan la experiencia histórica de enfrentamientos y saben en su piel que los que siempre mandan no regalan nada. Un viejo anarcosindicalista decía en una movilización en Barcelona hace unos días, que empezaba a ver gente masticando rabia e ira, e ilustraba la afirmación con la idea de que ya estaba bien de contestar a despidos salvajes y a sueldos de 600 euros diciendo, simplemente, que estamos muy indignados. Habrá que traducir ese más que justificado estado de ánimo en algo más, por mucho que le pese al sindicalismo del régimen y a los profetas de legalidades que siempre fueron hechas por la burguesía.

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