La monarquía española ha vivido en la noche de hoy uno de sus peores momentos de los últimos años. El borbón heredero y el himno fueron recibidos en el Vicente Calderón, estadio del Atlético de Madrid, con una estruendosa pitada por los aficionados del Athletic de Bilbao y del Fútbol Club Barcelona, equipos que jugaron la final de la Copa.
Fue el primer acto público masivo de la corona tras el viaje a Bostwana del rey Juan Carlos y su amiga Corina a cazar elefantes, y la repulsa popular ha sido tan unánime que ni el himno a todo volumen (al mejor estilo de las dictaduras) pudo acallar la protesta.
Tal y como se había comentado, no hay forma democrática de manifestar el rechazo a esta institución, que recibe millones de euros para su mantenimiento de los Presupuestos Generales del Estado, y que el ciudadano medio considera perfectamente prescindible. Esta enorme pitada contrasta con la ovación que hace unas semanas los parlamentarios del PP y del PSOE dieron a sus majestades en el Congreso de los Diputados ante el bochornoso silencio de los que se autodenominan partidos republicanos.
La casta política patria hace tiempo que está de espaldas a la sociedad, apenas preservando sus negocios y su status quo. Vendrán ahora declaraciones de los políticos del sistema explicando que estamos ante una minoría independentista y radical, pero ellos saben que la cuenta atrás de la institución ha comenzado, y que hoy en el partido de fútbol se le ha dado un fenomenal puntapié.
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