13.05.2015
Josemari Lorenzo Espinosa
Los datos sobre huelgas y conflictos laborales, en 2014, están
pasando casi desapercibidos en el fragor burgués de las elecciones. Casi
sin darnos cuenta, hemos pasado de la huelga "revolucionaria" a la
no-huelga. O, si se quiere, a la huelga negociada y controlada. Huelga
de buenos chicos con buenos modos. Las crisis anteriores, con sus
convulsiones sociales, sus huelgas "revolucionarias" etc. eran
"antesalas de la caída del capitalismo". O eso, decían los líderes
sindicales y otros estudiosos de la época. Hoy la huelga ha pasado de
ser un arma para negociar, a ser una negociación en si. Y este paso es
clave para su fosilización y la reducción de su eficacia.
La crisis actual, dura, larga y perniciosa se está convirtiendo en
un certificado de defunción del movimiento obrero. Tal como lo
conocíamos. Los Pactos de la Moncloa, la Constitución, el Estatuto de
los Trabajadores y otras leyes o reglamentaciones, junto a la
legalización domesticada de los sindicatos, prepararon el camino desde
1978. Han sido el cauce perfecto para esta muerte.
El sindicalismo de integración, el único que conoce la actual
generación de parados, no tiene ninguna intención revolucionaria. Es
evidente. Pero tampoco está en condiciones de responder a una crisis,
como la que se abrió en 2007-8. El capitalismo, en cambio, ha demostrado
que si lo está. Y que toda la parafernalia legislativa de la
transición, por la que tanto brindaron los trabajadores de entonces,
servía en el fondo para rearmar a un sistema "moribundo" desde crisis
anteriores. Tenía un inspiración y una intención capitalista. Con lo que
se desmonta todas la leyenda de los "derechos conquistados".
En 2014 no han llegado ni a mil las huelgas legalizadas, vale decir
domesticadas, en el Estado. Casi un 25 % menos que en 2013. Y siguen
bajando... Las huelgas "revolucionarias", por su parte, han sido...cero.
Como siempre. Las horas de trabajo afectadas y las conflictividad
laboral, han descendido también por encima del 30%. Esto no quiere decir
en absoluto que no haya motivos de queja, indignación y huelga. Los hay
mas que nunca. Quiere decir que la huelga, tal y como la conciben hoy
las leyes y los sindicatos, se ha convertido en un arma de la patronal.
Una buena mayoría de los obreros se come su indignación y sus derechos.
Desconfía de la huelga y la teme. Por las consecuencias que puede tener
en sus salarios, en su situación profesional o en su empleo. Muchos
temen ser despedidos, trasladados, sancionados, relegados...por ejercer
un derecho (?) legalizado. Incluso demandados ante los tribunales
penales, por su intervención en piquetes. Y los sindicatos no están
siendo muy solventes para reducir esta situación.
Hay toda una teoría casera sobre la huelga y los conflictos. Que
viene de tiempos mejores. Sobre su posibilidad como arma obrera o sobre
su domesticación por el Capital. Los trabajadores de los países
"democráticos" saben que por un día o dos de no asistencia a trabajar no
les van a encarcelar ni despedir. Si se portan bien. Todo lo mas les
descontarán del sueldo la parte correspondiente. Mientras que el
empresario con abundantes stocks, y suficientes servicios mínimos,
saldrá beneficiado. Se ahorrará un montón en la nómina. Su cartera de
pedidos no sufrirá.
Todos los sindicatos saben que si negocian ¨bien" una huelga, con
calma y servicios no tan mínimos, con llamadas al orden, con asambleas
autorizadas y reguladas, manifestaciones civilizadas, y su buen hacer de
gestión delegada, en laboriosas jornadas de discusión..No les va a
pasar nada. Todo lo mas aparecerán como buenos representantes y mejores
gestores. Indispensables en una clase que hace tiempo ha delegado en
otros la defensa de sus intereses de clase. Nada de esto sería demasiado
malo en si. Salvo por el hecho de que no arregla las cosas. Y porque es
algo que se viene repitiendo desde hace mas de treinta y cinco años. O
sea, que va a durar mas que Franco. Y que al final de cada túnel
huelguístico solo se ve mas crisis.
El movimiento obrero ya no existe. Existe la profesionalización
sindical. La regulación amistosa de conflictos. Existen las clases. La
lucha de clase. El odio de clase. Existen el Trabajo y el Capital. El
robo de plusvalía. O sea, las cosas de toda la vida. Que ya estaban en
el franquismo y antes. Pero no existe la revolución. Es un concepto y
una palabra, para las batallitas del abuelo. La superdemocracia y el
supersindicalismo han acabado con todo. Han matado al movimiento obrero.
Los empresarios han pagado el funeral, de buena gana. Y lo han
enterrado en el museo de la Historia.
En una sociedad en crisis, todo necesita un debate. Y mas que todo
el sindicalismo actual de gestión y delegación. Que todavía no nos ha
dicho a dónde nos lleva...Porque no solo es el capitalismo el que nos ha
dejado cinco millones de parados y no se cuántos de pobres...También
los sindicatos estaban por ahí, haciendo o mas bien... no haciendo nada.
odiodeclase
No hay comentarios:
Publicar un comentario