09.04.2015
Alineados frente a
los pupitres y ataviados con el uniforme azul y pañuelo rojo al cuello,
los chiquillos repetían a coro la cantinela. "¡Somos la nueva
generación del Ejército Rojo! ¡Tenemos que mantener el espíritu de la
Larga Marcha! ¡La escuela Roja, la esperanza Roja!".
Después tocaba
recitar uno de los poemas de Mao Zedong. La pizarra daba paso a una
pantalla que mostraba imágenes en blanco y negro de aquella era.
En realidad nada
inusual para un recinto donde se multiplica las estatuas y carteles que
aluden a los iconos e ideario instituidos por el llamado Timonel de la
Revolución como el soldado "modélico" Lei Feng.
"Nuestros
alumnos tienen que aprenderse el Libro Rojo de Mao, la historia Roja,
canciones Rojas... Deben impregnarse del espíritu del Ejército Rojo. Mi
opinión personal es que hay que volver a Mao. El camino de Deng Xiaoping
nos hará acabar como la Unión Soviética, con una dictadura fascista
como la de Franco", aclara Peng Faren, uno de los responsables de la Escuela del Ejército Rojo de Tangshang.
Al paso de los
visitantes, Peng señala hacia los chiquillos de 6 años que se esmeran en
limpiar los baños con cepillos mayores que su estatura. "Aquí se aprende disciplina", dice.
Desde que el centro
sito en la provincia de Hebei -a dos horas de Pekín- se unió al
programa educativo apoyado por ex generales del Ejército chino y sus
familiares, sus 2.500 alumnos se instruyen bajo un sistema que pretende
emular el espíritu marcial de las academias militares comunistas y la
ortodoxia maoísta.
La página web del proyecto deja clara su intención. "Hoy en día, cuando la codicia lo ha invadido todo, inculcar un espíritu revolucionario es más importante que nunca",
aseguran sus promotores, entre los que se cuentan la viuda del mariscal
He Long -un antiguo compañero de Mao Zedong- o la propia madre del
presidente Xi Jinping.
"Sí, realmente nos sentimos soldados. Nos educamos en la cultura Roja",
apunta Lin Yingjie, una estudiante de 14 años. "Eso nos refuerza
nuestra conciencia social", le secunda Wang Jiaqi, de la misma edad.
Las cerca de 150
escuelas del Ejército Rojo que han proliferado por el país en los
últimos años se inscriben en la recuperación de la dialéctica maoísta y
el modelo de "educación patriótica" que ha resucitado en China bajo los
auspicios del citado Xi Jinping.
Una política
apadrinada, según muchos expertos, por la influencia que la Revolución
Cultural (1966-76) tuvo sobre el actual liderazgo de la nación asiática
donde tanto Xi Jinping como el influyente responsable de la comisión
anti-corrupción, Wang Qishan, tuvieron que someterse a la "reeducación"
preconizada por Mao.
"En 1980 el
Partido dictaminó que la Revolución Cultural fue un fracaso. No lo creo.
Xi Jinping o Wang Qishan son el fruto de la reeducación", asegura
Hang Deqiang, un profesor de la Universidad de Pekín y uno de los
ideólogos más conocidos de la corriente maoísta más rígida que persiste
en China.
El regreso de los
principios de Mao constituye uno de los giros más imprevistos del
escenario político chino. Meses antes del acceso al poder de Xi Jinping,
Bo Xilai, una "estrella" ascendente del Partido Comunista que intentó
promover una campaña para recuperar el espíritu de la Revolución
Cultural cayó en desgracia y terminó condenado a prisión perpetua.
El eclipse político
de Bo Xilai estuvo acompañado de una razzia contra muchas de las
páginas webs defensoras de la llamada "nueva izquierda" maoísta,
incluida Utopía, el espacio virtual que apadrinaba Hang Deqiang. Sin
embargo, la égida de Xi Jinping ha permitido que los pensadores de la
"nueva izquierda" hayan regresado con preeminencia al escenario político
chino y con ellos toda una cohorte de medidas y eslóganes que para
algunos evoca la "reeducación" comunista que propició Mao.
El pasado mes de
diciembre la agencia oficial Xinhua anunció que cineastas y artistas
tendrían que trasladarse a convivir con los campesinos como ocurrió
durante la Revolución Cultural para adquirir "una visión correcta del arte". En enero el ministro de Educación Yuan Guiren pidió públicamente que se prohibieran en los colegios locales los "libros que promovieran los valores occidentales".
Toda una serie de
alusiones a la retórica maoísta que personajes como Deqiang consideran
necesarios para "rectificar" el camino que ha adoptado China en las
últimas décadas. "El ideario socialistas ha sido secuestrado por el pensamiento occidental. Tenemos que recuperar los valores de Mao", dice quien se ha atrevido a afirmar que China ya no es un país comunista.
Para predicar con
el ejemplo, cerca de 80 alumnos universitarios liderados por el
economista maoísta inauguraron en el 2012 -coincidiendo con el inicio
del mandato de Xi Jinping- una comuna agrícola a la usanza de las que
ideó Zedong en la década de los 50, también en la provincia de Hebei.
Allí se afanan en cultivar desde fresas a patatas o albaricoques y en expandir su rebaño de ovejas.
Un experimento que
según Deqiang intenta emular a los Zhiqing, la "juventud educada" que
fue forzada por los Guardias Rojos de Mao a dejar las ciudades para
instalarse en la campiña.
"Los últimos 30
años han estado dominados por un pacto entre el dinero y el poder. Sólo
ahora nos damos cuenta de los errores que cometimos. Xi Jinping
preconiza como Mao la necesidad de servir al pueblo frente al
materialismo que ha llevado a que los funcionarios opten por la
corrupción", añade Deqiang.
En la llamada
Granja del Tercer Camino, 80 "maoístas" de nuevo cuño -todos
veinteañeros como Luo Shaoxuan- se dividen las tareas: un grupo recoge
fertilizante para los sembrados; otros recolectan fresas que apilan en
cajas y un tercer grupo aprende Tai-Chi.
Luo Shaoxuan reconoce que abandonó Pekín tras concluir la carrera de Farmacia porque allí "sólo impera el interés material". "Hemos vuelto al campo pero no obligados como durante la Revolución Cultural", observa.
Los chavales
comparten habitáculos para dormir y almuerzan en una cantina común.
Antes de sentarse a la mesa redonda, cada uno de ellos recita un poema
del profesor Deqiang, su gurú político. "¡Hay que dar las gracias al sol, a la tierra, a la cultura! ¡Dar las gracias a los seres humanos que nos inspiran!", claman.
Para Li Jun Liang,
un ingeniero que estudió diseño de misiles, el objetivo final de esta
comuna no estriba sólo en la producción de alimentos orgánicos. "China
no crecerá gracias a su desarrollo científico sino gracias a los
valores. Aquí no defendemos la democracia formal (la occidental) sino la
real", asevera.
No hay comentarios:
Publicar un comentario