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miércoles, 22 de abril de 2015

EL SUEÑO DEL CAPITALISMO PRODUCE RATOS


Resultado de imagen de FOTOS DE RODRIGO RATO CON LA POLICIA
Rodrigo Rato ha cometido delito fiscal durante años y el hecho de que ahora haya sido detenido, y poco después liberado, sirve para que muchos digan que las instituciones del Estado funcionan. La justicia funciona porque se está investigando a ilustres presuntos delincuentes como Urdangarín o encierra en prisión a delincuentes sin presuntos como Granados. La prueba es que se investiga, se enjuicia y se sentencia. El Estado parece que escapa sin mácula porque resuelve eficazmente los problemas causados por individuos egoístas, avariciosos y sin escrúpulos. Una vez resuelto el problema (identificado, investigado, juzgado y sentenciado), todo sigue su curso.

En realidad, los casos protagonizados por sujetos concretos como Urdangarín, Rato, Bárcenas o tramas como la Púnica o la Gürtel, su simple y recurrente existencia en diferentes formas, lo que vienen a decir es que las instituciones del Estado no funcionan. Han permitido [y permiten] durante años que unos individuos delincan impunemente, ante la indiferencia de las propias instituciones. Es más, son las propias instituciones las que han sido deformadas para convertirse en el campo de juego perfecto para los personajes deshonestos y sin escrúpulos. Lo cual no implica que dentro de las mismas no haya personas honestas y escrupulosamente respetuosas ante la ley.

En una ocasión una paciente acudió a un médico a pedir una baja por ansiedad. El médico le preguntó en qué empresa trabajaba. Cuando escuchó la respuesta de la paciente, asintió con la cabeza y le dijo que hay empresas que enferman. También hay instituciones y partidos políticos que ayudan a delinquir lo cual, evidentemente, no sustrae al delincuente de ser responsable de sus actos pero, si la medida correctora se dirige únicamente al delincuente, las probabilidades de que otros delincuentes se reproduzcan en ese contexto favorable seguirán siendo muy elevadas.

Tanto el Partido Popular como el PSOE, cada uno de ellos con casi una treintena de casos de corrupción, insisten en culpar a la persona en cuestión, a aquel que metió la mano donde no debía, pero la cuestión no está solo en la persona sino en el contexto en el que se han producido los hechos. Los dirigentes del Partido Popular que han cobrado sobresueldos son culpables pero también el sistema de entrega de sobresueldos, institucionalizado en el partido. A veces la manera de hacer las cosas pasa por hacerlas de manera ilegal.

Si subimos un escalón más, nos deberíamos preguntar cuál es el contexto global en el que estos partidos se desenvuelven y qué implicación tiene en la comisión de delitos. Cuál es la responsabilidad de las instituciones que deberían velar por el cumplimiento de la ley y, lejos de hacerlo, permitieron que las prácticas delictivas se extendieran sin freno, animadas por una impunidad escandalosa. Los numerosos casos de corrupción vienen a demostrar que las instituciones no han funcionado y, por lo tanto, su continuidad en las mismas condiciones solo aventuran la misma delincuencia que hasta el momento.

Las instituciones han sido la coartada. Se ha podido delinquir con luz y taquígrafos sin que los poderes del estado hayan movido un solo dedo para aplicar justicia. Los delincuentes se han sentado en el trono de las diputaciones, comunidades, ayuntamientos, senado y parlamentos durante décadas en esa normalidad democrática que no tenía nada de normalidad ni de democracia. Y en muchos casos a sabiendas de la ciudadanía que les ha apoyado en las elecciones.

Rodrigo Rato deberá asumir su responsabilidad pero si no se plantean cambios en las instituciones del Estado tendremos Ratos para aburrir. Parece que no estamos en el momento de poner boca abajo al Estado y que caiga toda la miseria política y económica que han alimentado al sistema pero, al menos, que no nos tomen por tontos. Si Rato existe es porque el sistema capitalista lo ha creado. 

OTRA HUMANIDAD ES NECESARIA

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