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martes, 21 de abril de 2015

CUBA REAFIRMA EL CARÁCTER SOCIALISTA DE SU REVOLUCIÓN

21 de abril de 2015

Por Nuriem de Armas. Cuba Hoy.

Cuba ratifica el carácter socialista de su Revolución a 54 años de haberlo declarado empeñada hoy en tener un socialismo próspero y sostenible. 

Con un modelo económico y social que se actualiza, Cuba ejecuta un proceso en el que participa toda la sociedad y para el que se implementan nuevas formas de producción y nuevas regulaciones que posibiliten el desarrollo.
Esta nación no olvida los sucesos que marcaron el mes de abril en la historia.
El sábado 15 de ese mes, pero de 1961, aviones enemigos camuflados con insignias de las Fuerzas Armadas Revolucionarias bombardearon el aeropuerto de Ciudad Libertad (en la capital), la base aérea de San Antonio de los Baños, al sureste, y el aeródromo de la oriental ciudad de Santiago de Cuba.



Los ataques de las aeronaves constituyeron un escalón superior en el cúmulo de acciones hostiles que el gobierno de Washington había organizado y financiado con el objetivo declarado de eliminar la Revolución.
Las agresiones planificadas desde suelo norteamericano habían incluido la voladura del barco mercante La Coubre el año anterior, la quema de cañaverales, ataques piratas con lanchas a poblados en el litoral cubano, atentados contra instalaciones gubernamentales y sociales, lo cual provocó la muerte de numerosas personas.
Hasta ese momento el gobierno cubano había dictado importantes leyes, entre ellas la de la Reforma Agraria, a la vez que un verdadero ejército de jóvenes y adolescentes enseñaban a leer y a escribir a los iletrados, incluso en los lugares más intrincados del archipiélago.
El 16 de abril, durante el sepelio de los caídos durante los bombardeos del día anterior, el pueblo se movilizó hacia las cercanías del cementerio de Colón. Desde los balcones colgaban las banderas cubanas y caían flores.
El cortejo fúnebre y la marcha de miles de persona se detuvo en la, desde entonces, histórica esquina habanera de 23 y 12, donde el líder de la Revolución Fidel Castro hizo uso de la palabra.
Definía que "esta es la Revolución socialista y democrática de los humildes, con los humildes y para los humildes".
"Y por esta Revolución de los humildes, por los humildes y para los humildes, estamos dispuestos a dar la vida", sentenció.
En alusión al gobierno de Washington el líder expresó: "Eso es lo que no pueden perdonarnos, que estemos ahí en sus narices, ¡Ay! que hayamos hecho una Revolución socialista en las propias narices de Estados Unidos!".
De esa forma la Revolución cubana declaraba al mundo, y a Washington, su carácter socialista, horas antes de que una invasión organizada por la administración estadounidense llegara a las arenas de Playa Girón (Bahía de Cochinos), en la occidental provincia de Matanzas.
Acusó entonces a la administración estadounidense de entorpecer la marcha pacífica de la nación cubana, destruir los recursos económicos de su pueblo y las vidas de sus ciudadanos, y demandó que ese país asumiera la responsabilidad de la agresión.
Estos hechos nos van a enseñar, estos hechos dolorosos nos van a ilustrar y nos van a mostrar, quizás con más claridad que ningún otro de los ocurridos hasta hoy, lo que es el imperialismo, afirmó.
La imagen de los fusiles en alto en manos de hombres y mujeres inmortalizó el total respaldo al giro que tomaría en lo adelante el proceso revolucionario que continúa hoy en la isla caribeña.
Volver a jurar
Cuando en la tarde del 16 de abril de 1961 Fidel proclamó el carácter socialista de la Revolución, ya se había iniciado una historia de caminos emancipatorios que vendría a refundarse en sus esencias con aquella declaración de hace 54 años
Yoelvis L. Moreno Fernández - Juventud Rebelde.- Se cuenta que fue un domingo triste, de sol a intervalos. Muchas personas en la calle comentaban con ira lo sucedido. Las noticias daban cuenta de un hecho aciago. Con desconcierto se supo que el sorpresivo ataque del día anterior había causado muertos y no pocos heridos, por lo que no fue casual entonces que una multitud, en poco tiempo, se reuniera para el último adiós a las víctimas.
Por la habanera calle 23 transitó el cortejo fúnebre. Desde los balcones las banderas cubanas y las flores lanzadas al paso de los siete coches confirieron solemnidad y conmoción. Al llegar a la esquina de 12 se detuvo la silenciosa marcha. Y desde una improvisada tribuna un orador, convencido de lo crucial de aquel período, se dispuso a expresar mucho más que dolor por los caídos en los bombardeos del aeropuerto Antonio Maceo, de Santiago de Cuba, y los de Ciudad Libertad y San Antonio de los Baños. Junto a las palabras de tributo, Cuba se declaraba ante el mundo.
Cuando en la tarde de aquel 16 de abril de 1961 Fidel proclamó el carácter socialista de la Revolución, el Gobierno que había triunfado dos años antes ya había dictado importantes leyes como la de Reforma Agraria, y un grupo bastante numeroso de jóvenes y adolescentes de todo el país enseñaban a leer y a escribir a los iletrados, incluso en los lugares más intrincados del archipiélago.
Se había iniciado una historia de caminos emancipatorios, que vendría a nutrirse de nuevas esencias con aquella declaración de principios de hace 54 años. A juicio de historiadores y estudiosos del tema, el discurso de Fidel en aquella hora de pesar constituyó un adelanto del camino futuro de la Revolución, con la anuencia de miles de hombres que, enardecidos, alzaron sus fusiles como confirmación del apoyo del pueblo al rumbo escogido.
Por la inédita ruta de la construcción del socialismo ha andado Cuba por más de cinco décadas. Y en ese bregar de constantes experimentaciones, sirviéndonos la mayoría de las veces como terreno de prueba y error, se ha preservado, como razón de cabecera, la soberanía popular.
El proyecto de país socialista hacia el que esta Isla sigue enrumbándose en las complejas coordenadas del siglo XXI no deja de afincarse sobre aquellas palabras de Fidel en las que concretaba que el nuevo proceso era de los humildes, para contar y hacer por ellos.
En medio de una actualización económica que implica grandes transformaciones estructurales, funcionales y jurídicas al socialismo cubano, orientado hoy hacia lo próspero y lo sostenible, le cabe el mayúsculo desafío de apostar con fuerza por una institucionalidad cada vez más fortalecida y coherente, capaz de dar respuesta a las necesidades y los condicionamientos que van de la mano de los nuevos tiempos.
Cuba se abre a una economía y a una sociedad más horizontal, menos vertilicalizada, con un mejor balance entre las atribuciones nacionales, locales y territoriales. Impulsa formas más socializadas de gestión de la propiedad, amplía el trabajo por cuenta propia o la pequeña propiedad personal o familiar, la apertura de cooperativas en el sector no agropecuario, la entrega de tierras ociosas en usufructo, el arrendamiento de locales estatales de servicios, y no ceja en dinámicas mejores para la empresa estatal socialista.
Con estas nuevas reconfiguraciones se alivian sobrecargas que por años pesaron sobre el Estado, que —vale decirlo con énfasis— sigue conduciendo, en nombre de la nación y del pueblo, los principales medios de producción.
Decía Fidel en el aniversario 40 de la proclamación del carácter socialista de la Revolución, al referirse a la Declaración de aquel día de abril de hace 54 años: «Era necesario y era posible. Lo hicimos en el momento histórico exacto y preciso, ni un minuto antes ni un minuto después, y fuimos lo suficientemente audaces para intentarlo».
Y es esta otra hora precisa para darle cuerpo y vida a cuanto toca hacer o cambiar. La actualización económica de hoy es garantía de la irreversibilidad y continuidad de nuestro socialismo y de la búsqueda de un mayor nivel de vida de la población, se expuso con fuerza en el VI Congreso del Partido.
En la céntrica esquina de 23 y 12, testigo de aquel domingo de abril, triste pero histórico, hace 54 años, y hoy de una ciudad en pleno ajetreo, que se mueve con pulso rápido por los entresijos de esta cotidianidad compleja, se aseveró lo que sería, y sigue siendo, camino y meta del hombre nuevo del que habló el Che. Y es esta fecha una invitación para volver a encontrarnos, como afirmara Fidel en abril de 1981: Hoy no venimos a conmemorar el 40 aniversario de la proclamación del carácter socialista de la Revolución; hemos venido a ratificarlo, hemos venido a volver a jurar». Ese ha de ser entonces el mejor acto de fe por nosotros mismos.
Lo más dulce de mi vida
María Dolores Morales Mena, de 12 años de edad, el 16 de abril de 1961, día del sepelio a los caídos en el bombardeo mercenario a tres aeropuertos cubanos como preludio de la invasión de Girón, se inscribió en las Brigadas de Alfabetización Conrado Benítez
Luis Hernández Serrano - Juventud Rebelde.- «Mi padre, el 16 de abril de 1961, me dijo lo que Mariana Grajales le pidió a uno de sus muchachos: “¡Empínate!, para que seas maestra y enseñes a leer y a escribir a los que lo necesiten”».
Esto nos confesó en su casa del municipio habanero de San Miguel del Padrón, hace solo unas cuantas horas, María Dolores Morales Mena. «Mi padre enseguida me pidió que me fuera a alfabetizar».
Sobre la participación de esta niña en la Campaña de Alfabetización nos habló el colega Tubal Páez Hernández, ex presidente de la UPEC, quien conoció su expediente en el Museo de la Alfabetización en Ciudad Escolar Libertad, en ocasión de una visita suya allí con una delegación hermana de Argentina.
María hoy está enferma. La han operado varias veces. El día de la entrevista no se sentía nada bien, y de todos modos accedió a contarnos su modesta, pero fiel historia, porque nunca la ha olvidado.
Nació el 21 de septiembre de 1948, en San Juan y Martínez, Pinar del Río. Tenía cuatro hermanos, hoy tres. Primero estuvo unos días en Arroyo de Mantua, pero su familia le pidió que se acercara más a la casa y se trasladó hacia el lugar denominado Galope. Tenía solamente 12 años. Con ella fueron su tía, Soledad Morales Barreto, de 45 años; y su prima, Nora Falcón Morales, de 14. Las tres alfabetizaron juntas.
«Cuando mi padre, Giraldo Morales Barreto, supo que habían bombardeado tres aeropuertos desde Estados Unidos, me dijo: “Empínate, que tienes que ser maestra y salir a enseñar a los más pobres”. Y fui con él a inscribirme como alfabetizadora. Los dos firmamos la planilla de solicitud, porque —me dijo— que algo yo tenía que hacer también a favor de la Revolución, ¿no? Y mi madre, Claudina Mena Montano, estuvo de acuerdo con eso. Les agradezco mucho que me hayan fotocopiado en el Museo de la Alfabetización esa planilla y me la hayan regalado en un marco.
«Yo siempre fui muy atrevida y valiente. Me hubiera quedado en Arroyo de Mantua, pero mi familia insistió mucho y tuve que trasladarme, para que no sufrieran por mí. De todas maneras iba a cumplir mi tarea, ¿verdad?
«Mi padre vive todavía allá en San Juan y Martínez; tiene 91 años y se alegrará cuando vea esta entrevista que ustedes me hacen ahora por haber hecho lo que me pidió. A él le rindo mi homenaje. Y de paso rindo también tributo a mis queridos alumnos y sobre todo a las niñas y niños que alfabetizaron entonces y a sus padres que los estimularon, en particular a los jóvenes que alfabetizaron en la Ciénaga de Zapata y a los que se enfrentaron a los invasores pagados por el Gobierno de Estados Unidos y la CIA».
El padre de Mary se dedicó siempre al cultivo del tabaco y está lúcido y fuerte todavía. Ella lo recuerda siempre como un paradigma de trabajador agrícola y de buen padre.
«No pensé nunca que alguien me entrevistara solo por hacer lo que cien mil jóvenes hicimos hace 54 años. Pero ahora que hablan conmigo debo mencionar aquella modesta historia, evocar a mis compañeros brigadistas y aprovechar la ocasión para agradecer la ayuda que a nosotras nos dio el doctor Juan Castellanos, el presidente de la Junta Municipal de Educación entonces, una persona muy noble y buena».
María Dolores, a quien todos conocen por «Mary», cuando enseñó a leer y a escribir a los primeros analfabetos se fue a un lugar llamado la Laguna de Sapo Toro, a cinco kilómetros de Galope. Allí alfabetizó a otros, en total a 18 personas,».
«A pesar de su ignorancia eran personas muy nobles y muy cariñosas y respetuosas con nosotros y en particular conmigo, la más niña de todas las maestras de la zona. Aquellos campesinos no sabían leer ni escribir, pero sabían respetar, trabajar duro y querer, tres hermosas virtudes».
Dice ella que algunas personas, cuando se fue para Galope, un sitio abrupto alejado de su casa, la alertaron por ser tan niña, pero respondió: «Es verdad, pero con el corazón grande. Y cumplí 13 alfabetizando en la Laguna de Sapo Toro, donde había más sapos que mosquitos y los mosquitos eran nubes. A los sapos yo les tenía terror y me cuidaba mucho de los mosquitos. Pero ambas plagas no me hicieron renunciar a ser maestra como las que me enseñaron a mí en la escuela primaria Tranquilino Sandalio de Noda, en San Juan y Martínez».
Ella cuenta que no obstante ser muy niña, era despierta y «un poquito inteligente. En eso salí a mi padre; esa es la verdad. Recuerdo que yo me sentía muy feliz como maestra de los campesinos aquellos que no sabían ni poner su firma. Y ellos me trataban como si yo fuera de su familia y los ayudé de alguna manera en sus trabajos agrícolas.
«Mi tía y mi prima vivían cerca de Galope. Las tres alfabetizamos juntas. Y a cada rato un tal Félix Barredo iba a inspeccionar nuestro trabajo. Nos preguntaba qué necesitábamos y estaba al tanto de nuestra labor allí».
Tuvo, según dice, que convencer a varios campesinos para que asistieran a sus clases. Y expresa: «Lo que más me gustaba como maestra era examinar a mis alumnos y ver cómo iban progresando, y la alegría que se veía en sus caras… como en los casos de Roberto Trujillo y Rosa Dámaso, por ejemplo. No, no me tiré fotos, para mí era muy normal lo que yo estaba haciendo y no pensé en dejar constancia de mi labor ni en Galope ni en la Laguna».
Después Mary, en 1964, se mudó para el reparto Mantilla, en La Habana, y estudió Enfermería en el hospital Calixto García, pero por no tener una verdadera vocación ejerció solo un año. Luego se casó y fue a trabajar a la fábrica de medias Casino, donde estuvo poco tiempo, y pasó después a una cafetería cercana al hospital Hermanos Ameijeiras.
Su primer esposo había sido también alfabetizador y acababa de venir de la Unión Soviética. Después se divorció. Con él tuvo una niña, Tatiana Judith, que hoy es colaboradora en Venezuela como licenciada en Laboratorio Clínico. «Tatiana era delegada de nuestra circunscripción, la número 80, y ahora ese cargo lo tiene su esposo.
«Vivo orgullosa de lo que hice como niña estudiante, que me convertí en maestra en unos días duros del país, cuando los mercenarios nos atacaron por Playa Girón. Cumplí con la Revolución y con mi padre, que me impulsó a que lo hiciera. Él siempre me habló de los tiempos de la dictadura batistiana y del sufrimiento del pueblo en esa época. Recuerdo que para mí no había ni lluvia, ni sol, ni mosquitos ni sapos que me detuvieran en mi empeño. Y aprendí con mis analfabetos muchas cosas más de lo que yo les enseñé, estoy segura de eso».
Después Mary se casó con un destacado dulcero que le enseñó esa especialidad gastronómica.
Mary tiene dos nietos: Ernest Eusmeydi y Ernesto Julián Castro González.
«Recuerdo que para mí ser maestra alfabetizadora fue como tener en mis manos mi última muñeca. Y con el tiempo, luego de convertirme en dulcera, sigo pensando que lo más dulce de mi vida fue que unos maestros me enseñaran a enseñar y poder alfabetizar a 18 personas en 1961».

Nota: Agradecemos a Tubal Páez Hernández, ex presidente de la UPEC y jefe de Comunicaciones y Divulgación de la Asamblea Nacional del Poder Popular, por darnos la pista para este trabajo.

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