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domingo, 22 de marzo de 2015

DOBLE MORAL OCCIDENTAL


Publicado en: 22 marzo, 2015

Por Jorge Cappa Fernández
 
Este artículo aborda la cuestión del doble rasero que hay en Occidente para medir la importancia mediática que se le da a las víctimas de masacres, en función de si son del 1º o del 3º mundo, cuando todas deberían tener la misma consideración.

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 Esllamativo observar cómo, en las sociedades occidentales actuales, la cobertura mediática en relación con los actos terroristas varía enormemente según afecte a unos países u otros. Un ejemplo muy claro lo podemos encontrar al ver cómo cada año se conmemora a nivel mundial (como es lógico) la terrible matanza que se produjo en Estados Unidos el 11 de septiembre de 2001. El mundo se paraliza en esa fecha y se recuerda a las víctimas de aquellos atentados. 

En cambio, no ocurre lo mismo, ni muchísimo menos, con relación a las numerosísimas víctimas civiles muertas en múltiples atentados cometidos en países como Irak, Siria o Afganistán, lugar donde, por ejemplo, el 1 de julio de 2002 un helicóptero de Estados Unidos bombardeó sobre una aldea de la provincia de Uruzgan, en un sitio donde solamente se estaba celebrando una boda, lo que ocasionó varias decenas de muertos entre los asistentes al enlace. Esa atroz matanza quedó en el olvido. El mundo no se paraliza cada 1 de julio, ni se recuerda a sus víctimas.

Esa doble vara para calibrar la repercusión mediática de la importancia de los muertos se ha utilizado en numerosísimas ocasiones. Hace poco pudimos observar otro ejemplo muy claro. El mismo día en que se produjo el cruel y condenable asesinato de 12 personas en la sede de la revista Charlie Hebdo en París, la milicia islamista Boko Haram llevó a cabo su 2ª matanza en una semana en la localidad nigeriana de Baga. Entre ambas, se estima que murieron en torno a 2.000 personas.

Ante los asesinatos de París, se movilizaron todos los medios de comunicación occidentales y acudieron muchos líderes políticos europeos a la posterior manifestación multitudinaria que se celebró en esa ciudad, como condena de esos crímenes y en defensa de la llamada “libertad de expresión”. Curiosamente, muchos de los líderes políticos que estuvieron allí presentes aplican en sus países medidas restrictivas sobre la libertad de expresión, como es el caso de Rajoy, que aprobó hace pocos meses en España la llamada `Ley Mordaza´, que, entre otras cosas, limita derechos fundamentales como la libertad de manifestarse en la calle. La magnitud que alcanzó el acto criminal en París contrasta con la que tuvieron en cambio los terribles asesinatos en Baga, cuya noticia apenas ocupó unas líneas en los periódicos y no desembocó en una concentración masiva de gente en alguna ciudad europea y, ni mucho menos, provocó la presencia de algún líder político mundial en Nigeria como apoyo de condena a la matanza allí cometida.

Esta doble moral, que se aplica de forma tan palpable, lleva a poder plantearnos una incómoda cuestión: ¿Por qué vivimos en una era donde, tristemente, parece que en Occidente mucha gente considera que hay muertos de 1ª (los suyos) y muertos de 3ª (los demás)?

Existe en la actualidad un peligroso etnocentrismo en los países occidentales, donde da la sensación de que, como es lógico, asumimos como normal escandalizarnos por el asesinato de 12 personas si ocurre en uno de los grandes países de nuestro entorno, pero por el contrario pasamos de puntillas, sin preocuparnos ni removernos, al conocer la matanza de 2.000 personas en un país del 3º mundo (lo cual debería ser intolerable).

En este contexto, donde está instalada esta doble moral en nuestras sociedades, es lógico que hoy en día el concepto de “libertad de expresión” parezca significar que públicamente se pueda decir cualquier cosa, admitiéndose como válido siempre que, eso sí, no nos afecte a nosotros. En Occidente se llega a asumir como normal la portada del número 1099 de la revista Charlie Hebdo, en julio de 2013, donde se trivializaba la matanza en Egipto de más de mil personas por parte de la dictadura militar de ese país. Su titular decía: “Matanza en Egipto. El Corán es una mierda. No detiene las balas”, y la caricatura que lo ilustraba era la de un hombre musulmán acribillado mientras sujetaba el Corán. Una viñeta completamente burda e irrespetuosa, que debería ser considerada inadmisible, pero en Occidente parece que mientras se hable de otros no nos importa que un medio de comunicación al satirizar cruce la línea y llegue a burlarse de la muerte de personas, porque, al fin y al cabo, esa gente es de un país lejano y tiene otra religión.

Se debe potenciar en la sociedad un espíritu crítico y contestatario, pero este queda devaluado si olvidamos que todos los seres humanos merecemos respeto, porque todos somos personas. No deberían existir categorías de vivos, ni deberían existir categorías de muertos. Todas las víctimas de matanzas merecen el respeto a su memoria y la condena de sus asesinos, y es por esto que no deberíamos olvidar que en la libertad de expresión no vale todo, ya que esta libertad existe si primero se parte del respeto en cuestiones tan básicas como es la muerte, sea de quien sea. Se puede alentar que los medios de comunicación utilicen la sátira, pero para ello no es necesario ofender groseramente. Es aquí cuando conviene recordar las recientes y muy acertadas palabras del máximo representante de la religión católica en el mundo, el papa Francisco, en relación al comentado caso de Charlie Hebdo. Aclarando que “tanto la libertad de expresión como la religiosa son derechos fundamentales del ser humano”, seguidamente remarcó que “no puedes jugar con la religión de los demás. No puedes insultar su fe o reírte de ella. En la libertad de expresión hay límites”.

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