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domingo, 18 de enero de 2015

PARÍS 7-E. MUERTE, MENETIRAS Y CINTAS DE VIDEO





“Como aliados a través de los siglos, nos unimos
a nuestros hermanos franceses para asegurarles que
se hará justicia y que nuestra forma de vida será defendida”
BARACK OBAMA (libro de pésame de la embajada francesa en EE.UU.)
paris
A propósito del terrible atentado contra la revista satírica francesa Charlie Hebdo, los medios de comunicación occidentales, esos que presumen de una tan ficticia como manoseada libertad de prensa, parecen más interesados en polemizar sobre si se puede o no publicar dibujos satíricos sobre Mahoma que en tratar de contextualizar, de investigar las causas, de exponer las contradicciones, de resolver los muchos enigmas (más que certezas) que nos proporciona esta tragedia que ha conmocionado a la hipócrita sociedad occidental y que paradójicamente va a traer consigo más medidas represivas y, sin duda, más racismo.
Como refiere la escritora persa Nazanín Armanian, “muchos de los que hoy, tras el vil atentado, se desgarran las vestiduras por la “libertad de expresión”, se callaron cuando los soldados de EE.UU. mataron al cámara José Couso en Irak o bombardearon las estaciones de la TV pública en Bagdad, Belgrado y Trípoli; ni tampoco protestaron por el despido del dibujante Maurice Sinet en 2008 de esta misma revista por haber comentado la relación del hijo de Sarkozy con una empresaria judía.”

Los agujeros de la versión oficial

Tanto el atentado en sí mismo como el relato ofrecido por los medios de masas ofrece, cuanto menos, llamativas contradicciones en las que conviene detenerse. Como señala Tomás F. Ruiz (diario-octubre.com), “las circunstancias en que se ha desarrollado el atentado contra el semanario galo no encajan para nada con un supuesto ataque islamista”. Así, llama la atención, en primer lugar, la indumentaria de los asaltantes, más propia de un cuerpo de élite o comando militar que de una célula yihadista, pues en ningún momento exhiben banderas o cualquier otra prenda o símbolo de su ideología, al mismo tiempo que muestran una pericia profesional en el manejo de las armas. Por otra parte, la forma de actuar en la matanza tampoco es la propia de yihadistas. Estos, una vez en la redacción, hubiesen empezado por destruir los archivos de la publicación –los objetos que ofenden a Alá-, cosa que no hicieron, antes de proceder a la aniquilación de todos los presentes (parece ser que quedaron algunos supervivientes) y, por último, en lugar de replegarse y huir de la policía para acabar acorralados en una imprenta, hubiesen completado su misión en el edificio hasta inmolarse. Ese es el modus operandi que suelen utilizar este tipo de terroristas.

Otro aspecto que llama la atención es la asombrosa huida de los autores de la matanza sin apenas obstáculos ni testigos en pleno distrito 11 de París, una zona céntrica de denso tráfico a cualquier hora del día. En un video dado a conocer una semana más tarde se aprecia como los terroristas, tras el atentado, exhiben sus armas en mitad de una calle desierta, exclaman que han vengado al profeta, se suben tranquilamente a su coche, se toman un tiempo antes de arrancar, se encuentran un coche de la policía que les impide el paso y al que hacen retroceder y, luego, salen del centro de la ciudad en un tiempo record para alcanzar la periferia sin que ningún control policial les detenga, dándoles tiempo a abandonar un coche y robar otro.

Pero hay aún otra circunstancia más grotesca, si cabe, y es que uno de los terroristas curiosamente se deja “olvidado” su DNI en el asiento trasero de su vehículo. Este hecho guarda un extraño paralelismo con el atentado del 11-S, cuando las autoridades afirmaron haber encontrado el pasaporte intacto de uno de los presuntos secuestradores… ¡entre las ruinas de las torres gemelas!

Son muchas las interrogantes que quedan sin contestar: ¿no resulta extraño que, cuando miles de policías de militares les estaban asediando, tanto los hermanos Kouachi como el secuestrador del supermercado sintiesen la imperiosa necesidad de hacer saber a las emisoras francesas quiénes les habían financiado? O, como apunta Nazanín Armanian, en Público, “¿por qué en vez de atacar a la sede de la ultraderecha –enemiga férrea de los inmigrantes y de los musulmanes-, se asaltó a una revista izquierdista, siendo la izquierda la única fuerza que defiende a las minorías étnico-religiosas? ¿por qué los terroristas llevaban kalashnikov en vez de FAMA, el fusil de asalto francés? ¿para que nadie sospeche que las armas que Francia envía a los terroristas en Siria pueden volver para matar a los franceses?” Y, por último, ¿por qué llevar a cabo el asalto al supermercado judío, que convierte a Israel en el principal beneficiario de la “guerra contra el terrorismo”, cuando hacía tan sólo unas semanas que la Asamblea Nacional francesa pidió al Gobierno el reconocimiento del Estado palestino?

Si, además de todas estas circunstancias y puntos negros, tenemos en cuenta que los autores estaban perfectamente fichados por los servicios secretos franceses y norteamericanos (si no, para que tantas agencias de inteligencia, tantos millones de dólares y tantos Guantánamos), podemos llegar a sospechar que quiénes ordenaron dicho atentado bien pudieran ser dichos servicios secretos, como señala Paul Craig Roberts, exsubsecretario del Tesoro de EE.UU.: “los sospechosos pueden ser tanto culpables como chivos expiatorios. Basta recordar todos los complots terroristas creados por el FBI que sirvieron para hacer la amenaza terrorista real para los estadounidenses”. Roberts afirma que las agencias estadounidenses han planeado las operaciones de falsa bandera en Europa para crear odio contra los musulmanes y reforzar la esfera de influencia de Washington en los países europeos.

La autoría de los atentados.

No importa tanto quiénes fueron los ejecutores como el saber quién está detrás de ellos. Ha sido la misma Hillary Clinton quien ha admitido que fue EE.UU. quién reclutó, armó y entrenó a miles de delincuentes, lumpen proletariado y extremistas de unos 40 países creando la organización de Muyahedines afganos (luego Al Qaeda, rebeldes iraquíes-libios-sirios, Estado Islámico, etc.), autores de asesinatos en masa.

No es, pues, en El Cairo, en Riad ni en Kabul donde se predica el “choque de civilizaciones”, sino en Washington y en Tel Aviv. Thierry Meyssan, periodista y activista político francés, creador de la Red Voltaire, sostiene que “quienes dieron la orden que llevó al atentado contra Chralie Hebdo no estaban interesados en contentar a yihadistas o talibanes sino a los neoconservadores o los halcones liberales”. Asimismo, recuerda Meyssan, que desde el desmembramiento de Yugoslavia, el estado mayor estadounidense ha experimentado y puesto en práctica en numerosos países su estrategia conocida como “pelea de perros”, que consiste en matar miembros de la comunidad mayoritaria y matar después miembros de las minorías para lograr que ambas partes se acusen entre sí y que cada una de ellas crea que la otra está tratando de exterminarla. Fue así como Washington provocó la guerra de Yugoslavia y, más recientemente, la de Ucrania.

Por otra parte, Tomás F. Ruiz, periodista conquense obligado a exiliarse fuera de España por amenazas de muerte, cuestionando el papel de los medios de comunicación, se pregunta “¿es que ni un solo [periodista] se va a atrever siquiera a sugerir que este atentado no presenta el sello fundamentalista sino que, mucho más claro y evidente, tiene toda la pinta de haber sido planificado por los servicios secretos norteamericanos?”

Antecedentes y algunas consideraciones geoestratégicas

Quizás las caricaturas de Charlie Hebdo no fueran tan sangrantes para la comunidad musulmana si no viniesen acompañadas de bombardeos y ocupaciones militares en los países pertenecientes a este credo. Quizá se podría perdonar la carga etnocentrista y la arrogancia colonialista de la mencionada revista si, al mismo tiempo, los árabes no fuesen uno de los sectores más marginados, empobrecidos y explotados de la sociedad francesa.

Nada justifica el asesinato de civiles, pero es necesario recordar que actualmente Francia lleva a cabo misiones de ocupación y bombardeo en tres países musulmanes: Malí, República Centroafricana e Irak. Francia mantiene más de 3.000 soldados en estos países. En Irak, Francia combate al Estado Islámico, apoyando al Kurdistán iraquí para que logre una mayor autonomía de Bagdad y pueda ser un proveedor de gas y petróleo hacia Europa. Sin embargo, al otro lado de la frontera, en Siria, el gobierno francés no combate sino que apoya al Estado Islámico, junto con Turquía y Qatar. Parece increíble, pero es Europa quien exporta yihadistas al Sur y no al revés. Allí sí hay trabajo: Turquía y EE.UU. acaban de llegar a un acuerdo para entrenar y equipar a 15.000 mercenarios, durante tres años, para conquistar Siria y algo más.

Por otra parte, es necesario recalcar que la enorme mayoría de las víctimas del terrorismo islámico son musulmanes. Como señala Maximiliano Sbarbi Osuna (actualidad.rt.com), “esto no suele ser publicado ni conocido por el común de la gente, que sometida al manejo de la información sostiene que el mundo musulmán está en contra de la Europa libre y cristiana”. Libia, Irak, Siria y Yemen sufren a diario las consecuencias de los grupos integristas, muchas veces armados y entrenados por la OTAN.

Consecuencias o el destino de Europa

Ni que decir tiene que, tras toda la hipócrita y florida retórica a favor de la libertad de expresión, estamos abocados, en nombre de la lucha contra el islamismo radical (más bien, habría que decir reaccionario), a nuevas restricciones a las “garantías democráticas”, ya en vías de extinción, con Internet en el punto de mira, más intervencionismo militar y, por supuesto, más racismo.
El ataque en París va a ser aprovechado por el gobierno de Hollande, acosado como estaba por los escándalos de corrupción, la rebelión de sus ministros y las tensiones sociales, pero también por Le Pen y hasta por Nicolás Sarkozy, que, en 2011 ayudó a llegar al poder, en connivencia con la OTAN, a los islamistas radicales que derrocaron a Gadafi en Libia. Europa se consume en una espiral de odio xenófobo y de islamofobia y el odio hacia todo lo extranjero florece como en la década de los años 30 en los países del Eje. Si a esto se suma la progresiva decadencia política, económica y cultural de Europa, inmersa en una atávica crisis de identidad, los resultados son previsibles.

Al igual que ocurrió tras los atentados del 11-S, este otro va a servir para que haya un auge político del fascismo en Europa, pues sus postulados se ven legitimados tras estos sucesos y la islamofobia sigue creciendo en Francia, Alemania, Suecia y Gran Bretaña. Los musulmanes se han convertido ya en los judíos de la Europa del siglo XXI y los partidos neonazis se están haciendo nuevamente respetables como si en este último siglo nada hubiese cambiado.
El destino de Europa es cada vez más incierto. Convertida en el nuevo patio trasero de EE.UU., alejada por igual del bloque progresista de América Latina y del poderoso bloque euroasiático (Rusia y China) llamado a liderar el nuevo orden mundial y, siempre al dictado de EE.UU. y la OTAN, enfrentada abiertamente al mundo árabe en Oriente Próximo, sin una política común y con una crisis de deuda que se prolonga en el tiempo, haciendo oídos sordos al holocausto palestino, Europa se encamina sin freno hacia una especie de suicidio colectivo.
Emiliano G.

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