“Como aliados a través de los siglos, nos unimosa nuestros hermanos franceses para asegurarles quese hará justicia y que nuestra forma de vida será defendida”BARACK OBAMA (libro de pésame de la embajada francesa en EE.UU.)
A propósito del terrible atentado contra la revista satírica francesa Charlie Hebdo,
los medios de comunicación occidentales, esos que presumen de una tan
ficticia como manoseada libertad de prensa, parecen más interesados en
polemizar sobre si se puede o no publicar dibujos satíricos sobre Mahoma
que en tratar de contextualizar, de investigar las causas, de exponer
las contradicciones, de resolver los muchos enigmas (más que certezas)
que nos proporciona esta tragedia que ha conmocionado a la hipócrita
sociedad occidental y que paradójicamente va a traer consigo más medidas
represivas y, sin duda, más racismo.
Como refiere la escritora persa Nazanín Armanian, “muchos
de los que hoy, tras el vil atentado, se desgarran las vestiduras por
la “libertad de expresión”, se callaron cuando los soldados de EE.UU.
mataron al cámara José Couso en Irak o bombardearon las estaciones de la
TV pública en Bagdad, Belgrado y Trípoli; ni tampoco protestaron por el
despido del dibujante Maurice Sinet en 2008 de esta misma revista por
haber comentado la relación del hijo de Sarkozy con una empresaria
judía.”
Los agujeros de la versión oficial
Tanto el atentado en sí
mismo como el relato ofrecido por los medios de masas ofrece, cuanto
menos, llamativas contradicciones en las que conviene detenerse. Como
señala Tomás F. Ruiz (diario-octubre.com), “las circunstancias en que
se ha desarrollado el atentado contra el semanario galo no encajan para
nada con un supuesto ataque islamista”. Así, llama la atención, en primer lugar, la indumentaria
de los asaltantes, más propia de un cuerpo de élite o comando militar
que de una célula yihadista, pues en ningún momento exhiben banderas o
cualquier otra prenda o símbolo de su ideología, al mismo tiempo que
muestran una pericia profesional en el manejo de las armas. Por otra
parte, la forma de actuar
en la matanza tampoco es la propia de yihadistas. Estos, una vez en la
redacción, hubiesen empezado por destruir los archivos de la publicación
–los objetos que ofenden a Alá-, cosa que no hicieron, antes de
proceder a la aniquilación de todos los presentes (parece ser que
quedaron algunos supervivientes) y, por último, en lugar de replegarse y
huir de la policía para acabar acorralados en una imprenta, hubiesen
completado su misión en el edificio hasta inmolarse. Ese es el modus operandi que suelen utilizar este tipo de terroristas.
Otro aspecto que llama la atención es la asombrosa huida
de los autores de la matanza sin apenas obstáculos ni testigos en pleno
distrito 11 de París, una zona céntrica de denso tráfico a cualquier
hora del día. En un video dado a conocer una semana más tarde se aprecia
como los terroristas, tras el atentado, exhiben sus armas en mitad de
una calle desierta, exclaman que han vengado al profeta, se suben
tranquilamente a su coche, se toman un tiempo antes de arrancar, se
encuentran un coche de la policía que les impide el paso y al que hacen
retroceder y, luego, salen del centro de la ciudad en un tiempo record
para alcanzar la periferia sin que ningún control policial les detenga,
dándoles tiempo a abandonar un coche y robar otro.
Pero hay aún otra circunstancia más grotesca, si cabe, y es que uno de los terroristas curiosamente se deja “olvidado” su DNI en el asiento trasero
de su vehículo. Este hecho guarda un extraño paralelismo con el
atentado del 11-S, cuando las autoridades afirmaron haber encontrado el
pasaporte intacto de uno de los presuntos secuestradores… ¡entre las
ruinas de las torres gemelas!
Son muchas las interrogantes
que quedan sin contestar: ¿no resulta extraño que, cuando miles de
policías de militares les estaban asediando, tanto los hermanos Kouachi
como el secuestrador del supermercado sintiesen la imperiosa necesidad
de hacer saber a las emisoras francesas quiénes les habían financiado?
O, como apunta Nazanín Armanian, en Público, “¿por qué en vez
de atacar a la sede de la ultraderecha –enemiga férrea de los
inmigrantes y de los musulmanes-, se asaltó a una revista izquierdista,
siendo la izquierda la única fuerza que defiende a las minorías
étnico-religiosas? ¿por qué los terroristas llevaban kalashnikov en vez
de FAMA, el fusil de asalto francés? ¿para que nadie sospeche que las
armas que Francia envía a los terroristas en Siria pueden volver para
matar a los franceses?” Y, por último, ¿por qué llevar a cabo el
asalto al supermercado judío, que convierte a Israel en el principal
beneficiario de la “guerra contra el terrorismo”, cuando hacía tan sólo
unas semanas que la Asamblea Nacional francesa pidió al Gobierno el
reconocimiento del Estado palestino?
Si, además de todas estas circunstancias
y puntos negros, tenemos en cuenta que los autores estaban
perfectamente fichados por los servicios secretos franceses y
norteamericanos (si no, para que tantas agencias de inteligencia, tantos
millones de dólares y tantos Guantánamos), podemos llegar a sospechar
que quiénes ordenaron dicho atentado bien pudieran ser dichos servicios
secretos, como señala Paul Craig Roberts, exsubsecretario del Tesoro de EE.UU.: “los
sospechosos pueden ser tanto culpables como chivos expiatorios. Basta
recordar todos los complots terroristas creados por el FBI que sirvieron
para hacer la amenaza terrorista real para los estadounidenses”.
Roberts afirma que las agencias estadounidenses han planeado las
operaciones de falsa bandera en Europa para crear odio contra los
musulmanes y reforzar la esfera de influencia de Washington en los
países europeos.
La autoría de los atentados.
No importa tanto
quiénes fueron los ejecutores como el saber quién está detrás de ellos.
Ha sido la misma Hillary Clinton quien ha admitido que fue EE.UU. quién
reclutó, armó y entrenó a miles de delincuentes, lumpen proletariado y
extremistas de unos 40 países creando la organización de Muyahedines
afganos (luego Al Qaeda, rebeldes iraquíes-libios-sirios, Estado
Islámico, etc.), autores de asesinatos en masa.
No es, pues, en El Cairo, en Riad ni en Kabul donde se predica el “choque de civilizaciones”, sino en Washington y en Tel Aviv. Thierry Meyssan, periodista y activista político francés, creador de la Red Voltaire, sostiene que “quienes
dieron la orden que llevó al atentado contra Chralie Hebdo no estaban
interesados en contentar a yihadistas o talibanes sino a los
neoconservadores o los halcones liberales”. Asimismo, recuerda
Meyssan, que desde el desmembramiento de Yugoslavia, el estado mayor
estadounidense ha experimentado y puesto en práctica en numerosos países
su estrategia conocida como “pelea de perros”, que consiste en
matar miembros de la comunidad mayoritaria y matar después miembros de
las minorías para lograr que ambas partes se acusen entre sí y que cada
una de ellas crea que la otra está tratando de exterminarla. Fue así
como Washington provocó la guerra de Yugoslavia y, más recientemente, la
de Ucrania.
Por otra parte, Tomás F. Ruiz,
periodista conquense obligado a exiliarse fuera de España por amenazas
de muerte, cuestionando el papel de los medios de comunicación, se
pregunta “¿es que ni un solo [periodista] se va a atrever siquiera a
sugerir que este atentado no presenta el sello fundamentalista sino que,
mucho más claro y evidente, tiene toda la pinta de haber sido
planificado por los servicios secretos norteamericanos?”
Antecedentes y algunas consideraciones geoestratégicas
Quizás las caricaturas
de Charlie Hebdo no fueran tan sangrantes para la comunidad musulmana si
no viniesen acompañadas de bombardeos y ocupaciones militares en los
países pertenecientes a este credo. Quizá se podría perdonar la carga
etnocentrista y la arrogancia colonialista de la mencionada revista si,
al mismo tiempo, los árabes no fuesen uno de los sectores más
marginados, empobrecidos y explotados de la sociedad francesa.
Nada justifica el asesinato de civiles,
pero es necesario recordar que actualmente Francia lleva a cabo misiones
de ocupación y bombardeo en tres países musulmanes: Malí, República
Centroafricana e Irak. Francia mantiene más de 3.000 soldados en estos
países. En Irak, Francia combate al Estado Islámico, apoyando al
Kurdistán iraquí para que logre una mayor autonomía de Bagdad y pueda
ser un proveedor de gas y petróleo hacia Europa. Sin embargo, al otro
lado de la frontera, en Siria, el gobierno francés no combate sino que
apoya al Estado Islámico, junto con Turquía y Qatar. Parece increíble,
pero es Europa quien exporta yihadistas al Sur y no al revés. Allí sí
hay trabajo: Turquía y EE.UU. acaban de llegar a un acuerdo para
entrenar y equipar a 15.000 mercenarios, durante tres años, para
conquistar Siria y algo más.
Por otra parte, es necesario recalcar que la enorme mayoría de las víctimas del terrorismo islámico son musulmanes. Como señala Maximiliano Sbarbi Osuna (actualidad.rt.com), “esto
no suele ser publicado ni conocido por el común de la gente, que
sometida al manejo de la información sostiene que el mundo musulmán está
en contra de la Europa libre y cristiana”. Libia, Irak, Siria y
Yemen sufren a diario las consecuencias de los grupos integristas,
muchas veces armados y entrenados por la OTAN.
Consecuencias o el destino de Europa
Ni que decir tiene que,
tras toda la hipócrita y florida retórica a favor de la libertad de
expresión, estamos abocados, en nombre de la lucha contra el islamismo
radical (más bien, habría que decir reaccionario), a nuevas
restricciones a las “garantías democráticas”, ya en vías de extinción,
con Internet en el punto de mira, más intervencionismo militar y, por
supuesto, más racismo.
El ataque en París va a ser aprovechado
por el gobierno de Hollande, acosado como estaba por los escándalos de
corrupción, la rebelión de sus ministros y las tensiones sociales, pero
también por Le Pen y hasta por Nicolás Sarkozy, que, en 2011 ayudó a
llegar al poder, en connivencia con la OTAN, a los islamistas radicales
que derrocaron a Gadafi en Libia. Europa se consume en una espiral de
odio xenófobo y de islamofobia y el odio hacia todo lo extranjero
florece como en la década de los años 30 en los países del Eje. Si a
esto se suma la progresiva decadencia política, económica y cultural de
Europa, inmersa en una atávica crisis de identidad, los resultados son
previsibles.
Al igual que ocurrió tras los atentados
del 11-S, este otro va a servir para que haya un auge político del
fascismo en Europa, pues sus postulados se ven legitimados tras estos
sucesos y la islamofobia sigue creciendo en Francia, Alemania, Suecia y
Gran Bretaña. Los musulmanes se han convertido ya en los judíos de la
Europa del siglo XXI y los partidos neonazis se están haciendo
nuevamente respetables como si en este último siglo nada hubiese
cambiado.
El destino de Europa es cada vez más
incierto. Convertida en el nuevo patio trasero de EE.UU., alejada por
igual del bloque progresista de América Latina y del poderoso bloque
euroasiático (Rusia y China) llamado a liderar el nuevo orden mundial y,
siempre al dictado de EE.UU. y la OTAN, enfrentada abiertamente al
mundo árabe en Oriente Próximo, sin una política común y con una crisis
de deuda que se prolonga en el tiempo, haciendo oídos sordos al
holocausto palestino, Europa se encamina sin freno hacia una especie de
suicidio colectivo.
Emiliano G.
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