Pese al asombro por los resultados de
las elecciones griegas en los medios de comunicación, la realidad es que
no ha ocurrido nada que no se esperara desde hacía meses: la victoria
de Syriza, la consolidación de los nazis de Amanecer Dorado y el
desplome del PASOK, los “socialistas” griegos.
Siempre que aparecen movimientos
políticos presentados como progresistas y populares aunque no
revolucionarios, como es el caso de Syriza o Podemos, surge un debate
entre los que apostamos por la superación del capitalismo: ¿Estos
movimientos actúan de una forma progresista acercando ese desplome del
capitalismo o de una forma reaccionaria desmovilizando las protestas con
migajas para el pueblo? Creemos que los dos escenarios son posibles y
nuestro apoyo o no a estos movimientos deberá basarse en la respuesta a
esta pregunta (nada fácil de responder, por cierto) y no en el simple
hecho de que, en principio, no sean puramente revolucionarios.
El papel de los comunistas tiene que ser
el de analizar cuidadosa y económicamente las medidas tomadas y
presionar porque se lleven a cabo aquellas que acentúen las
contradicciones entre las clases sociales porque eso es lo que acerca la
revolución. Es decir que un, por ejemplo, impuesto o expropiación que
verdaderamente moleste a la clase dominante, o que sea inasumible para
una parte de la burguesía, la obligará a sacar los dientes y ponerse a
la defensiva. En este escenario es probable que en un intento por
conservar sus intereses la burguesía fuerce una situación de
inestabilidad social aprovechándose de grupos reaccionarios e,
involuntariamente, estaría invitando a los miembros de los movimientos
progresistas y populares a tomar una vía revolucionaria.
Si estos ataques a la burguesía se
acompañan de reformas que mejoren las condiciones de vida de la mayoría
del pueblo éste podrá entender de una forma directa la relación de
incompatibilidad entre su bienestar y el de la clase dominante. Por el
contrario, si solo se dan las segundas medidas es muy probable que el
efecto sea desmovilizador y aunque se lleve a cabo un plan de
“emergencia social” (como se le llama por aquí) puede traducirse en pan
para hoy y hambre para mañana al estar esas reformas colgadas de un
hilo. Hasta las medidas más beneficiosas e imprescindibles para el
pueblo están colgadas de un hilo mientras la burguesía siga manteniendo
la capacidad no de influir, sino de controlar a los medios de
comunicación que nos informan, a los gobiernos que legislan y a la
policía que nos reprime.
Ahora es el momento de observar
atentamente lo que ocurra en Grecia porque la inclinación o
radicalización de Syriza frente a la oligarquía europea, pero sobre todo
frente a la griega, repercutirá de una forma directa en las fuerzas de
izquierdas de nuestro país. No debemos exigirle poco al partido heleno y
caer en la emoción irracional por reformas tímidas, más aún si
advertimos que la situación griega no es igual que la española. Las más
de 30 huelgas generales desde el comienzo de la crisis o los 40
edificios públicos (ayuntamientos incluídos) ocupados en solidaridad con
Nikos Romanós hace menos de un mes deberían ayudarnos a entender que el
capitaismo en Grecia no pasa por su mejor momento, aunque la situación
no pueda calificarse aun de prerrevolucionaria.
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