8 de noviembre de 2014
7 de noviembre de 2014, se cumplen 97 años de la toma del Palacio de Invierno en aquella Rusia de 1917. Aquel
hecho supuso el inicio de una de las experiencias más revolucionarias
en la historia de la humanidad. Desde la rebelión de Espartaco contra
Roma, pasando por la Revolución Francesa o la comuna de París, no
existen precedentes a un salto evolutivo tan colosal en la historia de
nuestra especie. Aún hoy, los objetivos de la Revolución Socialista de
Octubre no se han conseguido, pero eso no significa que su obra esté fracasada, sino que está por terminar. En vísperas del 4º aniversario de la toma del Palacio de Invierno, en 1921, Vladimir Lenin escribía en Pravda:
"Se avecina el cuarto aniversario del 25 de octubre (7 de noviembre).
Cuanto más tiempo nos separa de esta gran jornada, tanto más claro
aparece el significado de la revolución proletaria en Rusia y tanto más
hondo reflexionamos sobre la experiencia práctica, en conjunto, de
nuestro trabajo. (...)
Este significado y esta experiencia podrían exponerse brevemente de forma, muy distante de ser completa y exacta:
La tarea directa e inmediata de la revolución en Rusia era democrática burguesa: acabar con los restos de todo lo medieval, barrerlos
hasta el fin, limpiar a Rusia de esa barbarie, de esa vergüenza, de ese
inmenso freno para toda la cultura y todo el progreso en nuestro país.
Y nos enorgullecemos con razón de haber llevado a cabo esa limpieza con mucha más energía,
rapidez, audacia, éxito, amplitud y profundidad, desde el punto de
vista de la influencia sobre las masas del pueblo, sobre el grueso de la
nación, que la Gran Revolución Francesa hace más de ciento veinticinco
años.
¡Estos cobardes, charlatanes, fatuos Narcisos y Hamlets de sainete
blandían una espada de cartón y ni siquiera destruyeron la monarquía!
Nosotros hemos echado fuera como nadie y como nunca toda la basura
monárquica. No hemos dejado piedra sobre piedra ni ladrillo sobre
ladrillo en el edificio secular de la división estamental (¡los países más adelantados, como Inglaterra, Francia y Alemania, no se han desembarazado todavía de los vestigios de esa división!) Hemos arrancado definitivamente las raíces más hondas de los estamentos, a saber: los restos del feudalismo y de la servidumbre en la propiedad de la tierra. (...)
El régimen soviético es precisamente una de las confirmaciones o
manifestaciones evidentes de esta transformación de una revolución en
otra. El régimen soviético es el máximo grado de democracia para los obreros y los campesinos
y, a la vez, significa la ruptura con la democracia burguesa y el
surgimiento de un nuevo tipo de democracia, de alcance histórico
universal: la democracia proletaria.
No importa que los perros y los cerdos de la moribunda burguesía y la
democracia pequeñoburguesa que los sigue nos cubran de improperios,
maldiciones y burlas a montones por los desaciertos y los errores que
hemos cometido al construir nuestro régimen soviético. No olvidamos un
momento que, en efecto, hemos tenido y tenemos aún muchos desaciertos y
errores. ¡Y cómo no íbamos a tenerlos en una obra tan nueva, nueva en
toda la historia mundial, como es la de crear un tipo de régimen estatal
sin precedente! Lucharemos sin cesar para corregir nuestros desaciertos
y nuestros errores, para mejorar la forma en que aplicamos los
principios soviéticos, que dista aún mucho, muchísimo, de ser perfecta.
Pero podemos estar y estamos orgullosos de que nos haya caído en suerte
la felicidad de iniciar la construcción del Estado soviético, de iniciar
así una nueva época de la historia universal, la época de la
dominación de una clase nueva, oprimida en todos los países
capitalistas, de la clase que avanza por doquier hacia una vida nueva,
hacia la victoria sobre la burguesía, hacia la dictadura del
proletariado, hacia la liberación de la humanidad del yugo del capital y
de las guerras imperialistas.
Por primera vez después de siglos y milenios, esta consigna ha dejado de
ser una espera vaga e impotente para convertirse en un programa
político claro y preciso, en una lucha enérgica de millones de oprimidos
dirigida por el proletariado; se ha convertido en la primera victoria del proletariado,
en el primer triunfo en la obra de acabar con las guerras, en un
triunfo de la alianza de los obreros de todos los países sobre la
alianza de la burguesía de las distintas naciones, de la burguesía que
hace unas veces la paz y otras la guerra a costa de los esclavos del
capital, a costa de los obreros asalariados, a costa de los campesinos, a
costa de los trabajadores.
Nosotros hemos empezado la obra. Poco importa saber cuándo, en qué plazo y en qué nación culminarán los proletarios esta obra. Lo esencial es que se ha roto el hielo, que se ha abierto el camino, que se ha indicado la dirección."
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