13 de noviembre de 2014
Estos análisis sí que son esclarecedores y no las sopas de letras ni esa especie de urraca parlanchina (léase "debate made in Errazkin", whisky incluido) de Santiago Alba Rico e Iñaki Errazkin respectivamente. Claro que esos dos tuercebotas no le llegan al francés Thierry Meyssan ni a la suela de los patucos de su mascota si es que la tiene: La coalición estadounidense está dividida en materia de objetivos, por Thierry Meyssan.
Washington ya no desea
derrocar la República Árabe Siria porque considera que la Coalición
Nacional de la oposición externa siria es incapaz de gobernar el país y
también porque no quiere que Siria se hunda en la anarquía. A diferencia
de Libia y de Irak, Siria tiene fronteras con Israel, así que sembrar
el caos en Siria podría resultar fatal para el ahijado sionista de
Estados Unidos.
Poco a poco, el estado
mayor estadounidense ha venido revisando la definición que dio en 2001
de su proyecto de «Medio Oriente ampliado» o (Greater Middle East
Initiative), cuyo mapa había publicado el coronel Ralph Peters durante
los debates de la Comisión Baker-Hamilton. Dentro de la administración
Obama existe una facción que milita por la aplicación de un nuevo plan
que consistiría en el rediseño simultáneo de Irak y Siria bajo la forma 5
Estados, 2 de ellos transfronterizos.
En julio de 2013, el
neoconservador alemán Martin Kobler, representante en Irak del
secretario general de la ONU Ban Ki-moon, había anunciado
sorpresivamente al Consejo de Seguridad la fusión de los campos de
batalla de Irak y de Siria.El mapa de este nuevo plan fue publicado en
septiembre de 2013 por la periodista Robin Wright, en aquel entonces
investigadora en el United States Institute of Peace, el think tank del
Pentágono.
El nuevo mapa prevé una
drástica reducción de Siria, que perdería el 75% de su territorio. Ese
plan ya cuenta con el respaldo de Israel, como indicó el ministro
israelí de Defensa Moshe Yaalon durante su visita a Estados Unidos.
El nuevo objetivo de
Washington sería mantener la República Árabe Siria al menos en la parte
del actual territorio sirio que limita con Israel, o sea en Damasco y en
la costa del Mediterráneo. Pero Francia y Turquía, por el contrario, no
quieren una fusión del Kurdistán iraquí con el norte de Siria, variante
que acabaría provocando inevitablemente la división de Turquía.
Francia y Turquía
tampoco desean la aparición de un gran Sunnistán, que abarcaría el
territorio iraquí actualmente ocupado por el Emirato Islámico (también
designado como Daesh y anteriormente como EIIL) y el desierto sirio y
que escaparía a la influencia de París y Ankara en una variante que sólo
beneficiaría los intereses de Estados Unidos y de Arabia Saudita.
Es por eso que París y
Ankara se han esforzado, en primer lugar, por eliminar o por lograr que
otros eliminen a los kurdos del PYG (aliados del PKK), favorables a la
creación de un Kurdistán en Turquía y por consiguiente hostiles al
proyecto estadounidense de creación de un falso Kurdistán, que abarcaría
el actual Kurdistán iraquí y casi todo el norte de Siria incluyendo
territorios no habitados por poblaciones kurdas pero sin tocar el
territorio de la actual Turquía) y por obligar a Washington a volver al
proyecto inicial de «primavera árabe» en Siria: tendiente a poner a la
Hermandad Musulmana en el poder en Damasco.
Dada la resistencia del
pueblo sirio y las continuas victorias de su ejército desde hace más de
un año, Washington perdió confianza en la posibilidad de concretar su
plan. Al mismo tiempo, Obama entrevió la posibilidad de asociarse con
Irán. Ahora se sabe que incluso escribió en secreto al Guía de la
Revolución iraní –el ayatola Ali Khamenei– proponiéndole una alianza
para aplastar a Daesh. Pero con la condición de que Khamenei apruebe el
acuerdo con Washington ya negociado en Viena por el presidente iraní
Hassan Rohani.
Ahora bien, «aplastar a
Daesh» podría significar liberar las poblaciones iraquíes y sirias que
ahora se hallan bajo el dominio del Emirato Islámico y volver al statu
quo ante bellum, o instalar –en nombre del realismo– un gobierno más
legítimo en el espacio que hoy ocupa ese grupo yihadista, lo cual
equivaldría a realizar el plan Wright.
En clara reacción ante
el proyecto de creación de un Sunnistán en territorios pertenecientes a
Irak y Siria, el secretario general del Hezbolla, Hassan Nasrallah,
aprovechó la celebración de la Ashura para denunciar la responsabilidad
de Arabia Saudita en el desarrollo del takfirismo. Con esa denuncia,
Hassan Nasrallah designó por primera vez el wahabismo como la matriz de
un proyecto que perjudica el islam, lo cual significa que el wahabismo
no es una rama del islam sino una herejía que pone a todos los
musulmanes en una situación embarazosa y perjudicial para toda su
comunidad y para la religión que practican.
Considerando que si el
Guía de la Revolución iraní rechaza la proposición estadounidense
Washington pudiera decidir atacar el Ejército Árabe Sirio para obligarlo
a replegarse hacia Damasco y Latakia, la República Árabe Siria decidió
adelantarse a los acontecimientos solicitando urgentemente a la
Federación Rusa que le entregue la última generación de misiles
antiaéreos S-300, los únicos capaces de mantener a raya los aviones de
la US Air Force. Moscú ya confirmó que la entrega de esos misiles
antiaéreos se concretará en cuanto se completen algunos trámites
administrativos.
Por su parte, el
ministro francés de Relaciones Exteriores Laurent Fabius publicó, el 3
de noviembre, un artículo de opinión que apareció en 3 diarios de
Francia, Estados Unidos y Arabia Saudita. En ese artículo, Fabius llama a
«salvar Alepo» del «régimen» de Damasco. El texto, muy bien escrito,
trata de convencer a los aliados de Francia para que renuncien a la
ofensiva contra el Emirato Islámico y lo ayuden más bien a derrocar la
República Árabe Siria. Pero es poco probable que ese artículo de opinión
sea suficiente para lograr ese objetivo, sobre todo porque quienes
saben lo que realmente sucede en el terreno deben haberse quedado muy
negativamente impresionados por la increíble mala fe del jefe de la
diplomacia francesa.
Por otro lado, Francia y
Arabia Saudita finalmente firmaron el contrato que Riad había anunciado
hace cerca un año, para la compra de armamento para el ejército
libanés. Oficialmente, el rey Abdallah regala 3 000 millones de dólares
en armamento francés al ejército libanés para que esa institución armada
pueda modernizarse y defender su país. Pero en realidad se trataba de
una muestra de agradecimiento a los militares libaneses por no haber
grabado la confesión del terrorista Majed el-Majed. En todo caso, dado
que el único objetivo posible de esa entrega de armas es convertir al
ejército libanés en rival del Hezbollah, es poco probable que ese trato
llegue a concretarse. Es posible que los sauditas proporcionen, cuando
más, los medios necesarios para acabar con los yihadistas en la región
de Qalamun ya que, si se aplica el plan Wright, esos individuos dejan de
ser útiles. Incluso podemos apostar a que pronto dejarán a libaneses y
franceses a solas con sus sueños.
Lo que ya resulta más
que evidente es que una coalición profundamente dividida en cuanto a sus
objetivos tiene muy pocas probabilidades de alcanzar la victoria.
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