A pesar de la barbarie nazi en la
Segunda Guerra Mundial, muchos dirigentes occidentales, entre ellos el
primer ministro conservador británico Winston Churchill, estaban
convencidos que habría que luchar primero contra el comunismo soviético y
promovían una alianza con los nazis de Adolf Hitler. Archivos
históricos recientemente abiertos a los investigadores.
La Red Voltaire sigue presentando al
público latinoamericano y español, en colaboración con la agencia RIA
Novosti un ciclo de documentos y testimonios con motivo de los 60 años
conmemorativos de la Victoria sobre el fascismo y la finalización de la
Segunda Guerra Mundial. A continuación la charla sostenida entre
Valentín Falin, Doctor en Historia, y Víctor Litovkine, comentarista en
temas militares de la agencia, en las que se elucidan aspectos antes
poco conocidos de este Segundo Conflicto Mundial (Gran Guerra Patria
para los rusos).
La apertura reciente de archivos
históricos inéditos demuestran mecanismos que han permanecido
desconocidos para un vasto público, así como los móviles de la toma de
unas u otras decisiones al más alto nivel político en esa época, los
cuales ejercieron una influencia decisiva sobre el desarrollo y
desenlace de la Segunda Guerra Mundial.
Víctor Litovkine: La
historiografía [1] contemporánea de la Segunda Guerra Mundial ofrece
diversas valoraciones de su etapa final. Unos expertos afirman que la
guerra podía haber terminado mucho antes. De ello escribió, por ejemplo,
en sus memorias el mariscal Chuikov. Otros sostienen que podía
alargarse un año más, como mínimo. ¿Quién está más cercano a la verdad y
en qué consiste ésta? ¿Cuál es el punto de vista de usted?
Valentín Falin: Los
debates al respecto se desarrollan no solamente en la historiografía
contemporánea. De cuánto iba a durar la guerra en Europa y cuándo
terminaría se discutía ya en el transcurso de la guerra, y a partir de
1942, ello se hacía sin cesar. Para ser más exactos, se debe reconocer
que ese problema interesaba a los políticos y los militares desde 1942.
En aquel entonces la mayoría de los
estadistas, incluidos Roosevelt y Churchill, creían que la Unión
Soviética podría resistir durante cuatro o seis semanas, al máximo. Tan
sólo Benes afirmaba que la URSS resistiría la invasión nazi y, en fin de
cuentas, derrotaría a Alemania.
V.L.: Eduard Benes
era, si no lo recuerdo mal, presidente de Checoeslovaquia en emigración.
Después del complot de Munich de 1938 y la ocupación del país, él
residía en Gran Bretaña.
V:F.: Sí. Pero más
tarde, cuando dichas valoraciones, o tasaciones, si usted permite de
nuestra capacidad de resistir no se justificaron, cuando Alemania sufrió
la primera, quiero recalcarlo, derrota estratégica en la batalla de
Moscú, muchos cambiaron bruscamente de opinión. En Occidente empezaron a
expresar recelos de que la Unión Soviética pudiese salir demasiado
fuerte de la guerra, y como tal, comenzase a determinar la faz de la
futura Europa.
Lo decía, por ejemplo, Berle,
secretario de Estado adjunto de EE.UU y coordinador de los servicios de
inteligencia estadounidenses. De este mismo parecer eran los allegados
de Churchill, incluidas una personas muy influyentes, que antes de
empezar la guerra y en su transcurso elaboraban la doctrina de las
acciones a desarrollar por las Fuerzas Armadas británicas y también la
política de Gran Bretaña.
Con ello se explica en mucho grado la
resistencia que Churchill oponía a la apertura del Segundo Frente en
1942 [2] . Aunque Beaverbrook y Cripps en la dirigencia británica, y
especialmente Eisenhower y otros elaboradores de los planes militares
estadounidenses, suponían que existían premisas técnicas y otras para
asestar una derrota a los alemanes precisamente en 1942, utilizando la
circunstancia de que el grueso de las fuerzas alemanas estaban
concentradas en el Este y que había una costa de dos mil kilómetros de
largo de Francia, Holanda, Bélgica, Noruega y de la propia Alemania,
abierta para la incursión de los Ejércitos de los aliados. Los nazis no
tenían fortificaciones permanentes en la costa atlántica.
Es más, los militares estadounidenses
procuraban persuadir a Roosevelt (existen varios memorándums de
Eisenhower al respecto) de que el Segundo Frente era necesario, que era
posible abrirlo y que su apertura acortaría la guerra en Europa y haría
capitular a Alemania, si no en 1942, en 1943 a más tardar.
Pero esos cálculos no le convenían a Gran Bretaña ni a los conservadores de la cúpula estadounidense.
V.L.: ¿A quién se refiere usted?
V.F.: Por ejemplo, el
Departamento de Estado, con Hall a la cabeza, mantenía una actitud muy
adversa con respecto a la URSS. Es por ello que Roosevelt no lo llevó
consigo cuando se dirigía a la Conferencia de Teherán. El secretario de
Estado recibió los protocolos de las reuniones del «gran trío» sólo al
cabo de seis meses de haberse celebrado la conferencia. Lo curioso es
que la inteligencia política del Reich haya informado de su contenido a
Hitler pasadas tres o cuatro semanas. La vida está llena de paradojas.
Después de la batalla de Kursk de
1943, que culminó con la derrota de la Wehrmacht, en Québec (Canadá) se
reunieron el 20 de agosto los jefes de los Estados Mayores de EE.UU y
Gran Bretaña, así como Churchill y Roosevelt. En el orden del día estaba
el tema de un eventual abandono por Estados Unidos y Gran Bretaña de la
coalición antihitleriana y la formación de una alianza con los
generales nazis con el fin de librar guerra conjunta contra la Unión
Soviética.
No hay comentarios:
Publicar un comentario