En los alrededores del lago Eyasi, en las proximidades de la llanura del
Parque Nacional Serengueti en Tanzania vive una de las últimas tribus
de cazadores-recolectores de la Tierra: los Hadza.
Quizás estemos en el punto de mayor comodidad de la sociedad. Pero hay
valores y principios que se han ido perdiendo con los que aún cuenta una
tribu africana que lleva una vida sin cambios desde hace más de 10.000
años.
En los alrededores del lago Eyasi, en las proximidades de la llanura del
Parque Nacional Serengueti en Tanzania vive una de las últimas tribus
de cazadores-recolectores de la Tierra: los Hadza.
El mundo de los hadzas es uno de completa libertad, algo que la sociedad
moderna apenas se puede imaginar. Este pueblo vive sin reglas ni
calendario. No saben lo que es Facebook, ni un smartphone ni la TV ni
siquiera la radio, ni de ninguna otra clase de tecnología: apenas tienen
los conocimientos necesarios para la recolección y la caza, que son
transmitidos en forma oral, detalla el Daily Mail.
La tribu no tiene ceremonias de carácter religioso, no tiene leyes y
tampoco cuentan con una moneda, lo más parecido a una actividad
económica actual es el comercio ocasional por un par de pantalones
cortos o sandalias con una tribu vecina.
Un equipo del diario británico compartió con la tribu la experiencia de
vivir la caza de mandriles, una actividad realizada diariamente por los
hombres del pueblo bajo un calor sofocante, entre espinosos arbustos,
serpientes venenosas y leones. Pero de la caza depende la posibilidad de
comer o pasar de hambre.
Al menos un millar hadzas aún viven en cuevas alrededor del lago Eyasi,
justamente cerca de esa zona se encontraron las primeras evidencias
fósiles más antiguas de los primeros homínidos.
El pueblo Hadza no participa en conflictos y no tiene ningún recuerdo de
brotes de enfermedades infecciosas o malnutrición. Su población no ha
superado nunca los números que no podría sostenerse de la caza o la
recolección. Su régimen alimenticio es simple, depende de la caza de
casi todos los animales de la zona, a excepción de las serpientes, que
se capturan con arcos y flechas hechas a mano.
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