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domingo, 28 de septiembre de 2014

PACHECO FUE CASTA

<em>Pacheco fue casta</em>

El exalcalde de Jerez, Pedro Pacheco. FORO CIUDADANO DE JEREZ


Cataclismo en Jerez. Indignación entre los ciudadanos, reacción virulenta de los sectores afines a Pacheco y silencio entre quienes saben que hablar de corrupción puede ser un boomerang mortal. Pedro Pacheco, exalcalde de Jerez, condenado a pasar en prisión los próximos cinco años y medio, simboliza de forma “ejemplar” la degeneración de la democracia y la clase política en España. De la mano, Pacheco, la transición y la generación del 78 han ido perdiendo la estela que les rodeaba y su relato ha terminado dejando un poso de decepción y de miseria moral, que nos afecta a mayores y jóvenes y que sólo servirá ya de aprendizaje de cara al futuro.
De un comienzo arrollador e ilusionante, de una época de prosperidad donde se avanzó en terrenos inéditos e inimaginables hasta entonces, hasta el momento de anclarse en el poder, creerse invencible y usar y abusar de lo público en el beneficio de lo privado. Una historia de gloria y fracaso en el que, en algún momento del relato, alguien se traicionó y terminó traicionando a todos.
Pedro Pacheco, con cada acto que hacía a favor de los suyos, con cada consejero que premiaba y cada técnico de su confianza que terminaba en un puesto en el Ayuntamiento o trabajaba para empresas externas que gozaban de la complicidad del Ayuntamiento, se alejaba del pueblo y de la democracia y de la ejemplaridad que debe simbolizar un máximo gobernante, justificando así cada centímetro de la distancia que separa hoy a la sociedad de los políticos. Los indignados de hoy, sufridores de nuestros déficits democráticos, señalarían sin dudar al Pacheco de entonces.
Por otro lado, los defensores de Pacheco, que se escudan comparando otras condenas de la justicia para situar en la condición de mártir a su protegido, obvian que al vergonzoso acto de “enchufar” a sus amigos, se le suma la traición a la sociedad jerezana y el ejemplo que debió dar y no dio. El Ayuntamiento se convirtió en un coto privado donde la caza era llevarse un pellizco de lo que era de todos (por encima de las ideologías).
Uno reflexiona, y siente un pudor desmesurado, viendo cómo personas cultas, con titulación, conocimientos y cultura suficientes para desmarcarse de apegos ideológicos o personales, son capaces de escudarse en argumentos de escaso calado intelectual, cuanto no demagógicos, para justificar lo que ha probado un profesional de la justicia: Que Pedro Pacheco delinquió, que lo hizo a sabiendas de que cometía una estafa al conjunto de la ciudadanía, que aprovechó su situación privilegiada para beneficiar a sus amigos y que estos, aún conocedores de lo que es legal e ilegal, eligieron delinquir.
Sonroja el provincianismo y la poca amplitud de miras de Foro Ciudadano no sólo con su presente, sino, sobre todo, con la credibilidad de su proyecto futuro, reaccionando enérgicamente ante la condena de Pacheco y calificando de “supuesto delito” lo que ya está probado ante un juez (por tanto, se pierde su condición de “supuesto” para convertirse en “delito” y sitúa a Pacheco como lo que es, un delincuente). Además, cuestionan la potestad de un juez para encarcelar a Pacheco, al coordinador de Foro Ciudadano, José López Benítez, y a Manuel Cobacho, con lo que esto supone para el conjunto de la sociedad. Cualquier persona pues, podría rebatir lo que diga la justicia y habría tantas justicias como personas existen. La regeneración de la democracia jerezana será imposible si no somos capaces de aceptar nuestras miserias, de reconocer las prácticas ilegítimas que se han practicado en torno al Ayuntamiento en los últimos años y de condenar a todo aquel que aproveche su condición privilegiada para obtener favores y beneficios. Pacheco sabía mejor que nadie “que la justicia es un cachondeo” y por eso aprovechó sus puntos débiles en su propio beneficio y el de sus amigos. No quiero imaginar la reacción de los mismos si condenaran, pongamos, a María José Pelayo por su supuesta relación con la trama Gürtel o a Pilar Sánchez por sus supuestos casos de enchufismo.
Para que el lector entienda, los propios magistrados del caso Pacheco, personas expertas en su materia, comentaron: “La tesis causa sonrojo”. A lo que suman: “El recurrente tiene un nivel de conocimientos propio del nivel universitario, además ha sido jefe de un partido político, ha desempeñado durante largos años el cargo de alcalde de una ciudad tan importante como Jerez de la Frontera, en este escenario cuestionar el conocimiento y consentimiento del recurrente en la patente arbitrariedad que supuso la contratación de los otros dos condenados bajo la apariencia de unos contratos que solo tenían la finalidad de dar una apariencia a la salida del dinero público sin justificación en favor de los dos beneficiados es algo que repugna el sentido común y que carece del menor rigor jurídico, la alegación de que el recurrente desconocía la patente antijuridicidad penal de su actuación y que creía que obraba correctamente, y que por tanto carecía de culpabilidad y del reproche de su actuación, es algo que se agota en su sola expresión.”
Dicen quienes defienden a Pacheco que hay que tener memoria (aunque desde que tengo memoria, he visto mi ciudad ir más hacia abajo que hacia arriba). Conozco gente muy respetable que asegura que Pacheco ha sido muy importante para nuestra ciudad. Es más, que sin Pacheco, Jerez no sería lo que hoy es (¿un pozo de lamentaciones?). Cuando uno acepta un cargo político, sucede lo que les sucede a los futbolistas, aceptas que el pasado es pasado y que la sociedad se construye en presente continuo. La política exige un pacto diario de inviolabilidad democrática y una exigencia total de principios. De nada vale haber metido 50 goles si terminas agrediendo a un rival en la final, el comité de competición te sancionará igual.
Para bien o para mal, soy de la generación que cree que otra política es posible, que lo público no es un pececillo a la espera del tiburón de lo privado, sino un terreno en barbecho para el futuro aprovechamiento colectivo. Se puede ser político sin delinquir y sólo los grandes que ponen su vida, su cartera y su corazón siempre a disposición de lo público terminan siendo recordados a lo largo de los años. Llámenme ingenuo, pero hasta que no exista ni una persona dedicada a la política sin necesidad de corromperse, seguiré creyendo que otra política es posible. Hasta que no se convierta en un terreno inmaculado, tendrá sentido la lucha y la exigencia del ciudadano.
Y es que el problema de la condena no es lo que ha hecho Pedro Pacheco, suficientemente grave de por sí, sino el ejemplo que ha dado a la sociedad. La desconfianza que ha sembrado, los imitadores que han traído detrás y la devaluación que ha provocado en el crédito que la gente le otorga a las instituciones. Eso costará años regenerarlo y será difícil de convencer al ciudadano de que si ve un político no está viendo un ladrón. Una herencia que no sólo nos deja Pacheco, pero de la que Pacheco, es en gran parte responsable. Son los políticos de ahora los encargados de restaurar la confianza y los ciudadanos de ahora los que debemos exigir trasparencia y honestidad. No hay otro camino para salir del lodo.
De sus trifulcas políticas, de sus guerras de despachos, de sus batallas de egos, de echarle jeta y casta, Pacheco terminó convertido en casta. Jerez merece mucho más que eso. 

OTRA HUMANIDAD ES NECESARIA

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