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lunes, 15 de septiembre de 2014

LUCHA DE LINEAS Y LUCHA DE CLASES EN EL CAMPO ANTI-IMPERIALISTA


Escrito por  Benito García Pedraza

La lucha de líneas es la expresión política de la lucha de clases en la sociedad burguesa. Mientras el capitalismo no haya sido definitivamente destruido, la concepción de la línea política define la estrategia en la lucha de clases para el triunfo de la revolución proletaria. 
 
Comenzaba el año 2014 con buenos augurios, se anunciaba la celebración de la Cumbre Ginebra 2 sobre Siria y las negociaciones de Occidente con Irán sobre su programa nuclear iban por buen camino, lo que redundaba en una reducción de la presión de EE.UU. para sancionar a ese país.

La crisis militar en Siria había desescalado, tras la amenaza de EE.UU. de intervenir directamente en septiembre, y que fue hábilmente sustituida por la diplomacia rusa que asesoraba a Siria por una entrega de este país de sus armas químicas a la Comunidad Internacional para su destrucción.
La “intelligentsia” occidental llegó a la conclusión a lo largo del otoño de 2013 que la crisis de seguridad siria se resolvería con la participación del Gobierno sirio y no a sus espaldas.

Sin embargo, esos buenos augurios con los que comenzaba 2014 se vieron pronto empañados. La Cumbre de Ginebra 2, a la que finalmente no asistió Irán por presiones de la oposición armada siria, se enredó en la cuestión de la responsabilidad del terrorismo en Siria, cuestión que si no se resolvía no se podía pasar a la siguiente que era la central de la Cumbre, es decir, cómo combatirlo. La Cumbre se diluyó en un diálogo de sordos y, finalmente, se canceló.

Paralelamente al escenario de Oriente Medio, en Europa del Este, la crisis política ucraniana, provocada a partir de sus negociaciones para establecer un acuerdo de asociación con la Unión Europea, amenazaba con convertirse en una crisis de seguridad en Europa.

Las protestas sociales y políticas en Kiev, que tenían como detonante el acuerdo de asociación con la Unión Europea, tenían como fondo la crisis económica del país. Las protestas, de forma intermitente, se extendieron desde finales de noviembre de 2013 a febrero de 2014. Las protestas fueron acaparadas por el movimiento de ultra-derecha ucraniano a partir de un partido con representación parlamentaria, Svoboda.

A partir de diciembre de 2013, las protestas comenzaron a militarizarse y el escenario donde se realizaban, la plaza de Maidan, se transformó en un campamento militar atrincherado donde sus componentes se organizaban en escuadrones de combate, se aprovisionaban de armas y recibían instrucción militar.

El punto culminante de estas protestas, convertidas en una “revolución de color” diseñada desde las agencias de inteligencia occidentales, fueron las Olimpiadas de Invierno celebradas en Sochi (Rusia).

¿Por qué las Olimpiadas de Invierno de Sochi? Porque durante esas olimpiadas, el gran aliado del poder ucraniano en esos momentos, Rusia, estaría ocupado en un gran evento de carácter internacional como no se había celebrado en el gigante euroasiático desde 1980.

Tres días antes de que las Olimpiadas de Sochi se clausuraran, el viernes 21 de febrero, se firmó un acuerdo de entendimiento entre el Gobierno ucraniano y la oposición para solucionar políticamente la crisis ucraniana, con presencia de embajadores de Rusia, EE.UU. y la Unión Europea. Al día siguiente, ese acuerdo era papel mojado, la oposición expulsaba al presidente legítimo del parlamento ucraniano y nombraba a uno nuevo, aprobaba la destitución del presidente legal y legítimo del país, enmendaba la Constitución y pasaba a elegir nuevos funcionarios del Gobierno y del Estado ucranianos, deshaciéndose del poder judicial, además del ejecutivo, y poniendo a otro en su lugar.

El día de la clausura de los juegos de Sochi, el 23 de febrero, el presidente ucraniano estaba en paradero desconocido, una asamblea de gobernadores del Este de Ucrania no reconocían los cambios legales que había realizado el parlamento el día anterior, y comenzaba la huida y, en algunos casos, el secuestro de parlamentarios opuestos al golpe de Estado que los neoliberales y la ultraderecha habían producido con el apoyo de Occidente.

Prácticamente después del golpe de Estado en Kiev, comenzaba la movilización de los ciudadanos del Este de Ucrania en contra del golpismo. La organización había comenzado con anterioridad, dirigida por militantes del partido comunista y del partido de las regiones, pero tras la caída del edificio constitucional de Kiev la movilización de los ciudadanos del Este se produjo, en primer lugar, para defender los monumentos de la época soviética que habían sido objeto de los ataques de los ultras de Maidan.

A continuación, esa movilización se organizó para exigir la autodeterminación de las provincias del Este. La Península de Crimea, que había previsto un referéndum para finales de mayo, paralelo a las elecciones presidenciales que había decidido el parlamento de Kiev, lo adelantó a finales de abril.

Antes de que terminara febrero, Crimea se militarizó, aparecieron soldados “vestidos de verde” (sin insignias) controlando el aeropuerto y los edificios administrativos, también aparecieron unidades de autodefensa populares, pero estas no visibilizaban la disciplina castrense de los “soldados de verde”. Los cosacos también hicieron notar su presencia, apoyando en muchas ocasiones a los “soldados de verde”.

A nivel internacional, se planteó la cuestión de la legitimidad del referéndum crimeo. El nuevo poder fascista de Kiev se opuso (aunque sus políticos tuvieron libertad para ir a Crimea y arengar a la población contra la secesión y el “peligro ruso”), EE.UU. y la Unión Europea también se opusieron. Rusia dijo respetar el derecho de autodeterminación del pueblo ucraniano y a decidir sobre su futuro, lo dijeron los parlamentarios rusos, lo dijo el Partido Comunista ruso y el ucraniano.

Sin embargo, el Partido Comunista griego estuvo en desacuerdo con sus homólogos ruso y ucraniano.

De entrada, decía que no era ni legal ni legítimo el referéndum de autodeterminación de una parte del país, a pesar del golpe de Estado que se había producido y del “terror fascista” que amenazaba a los habitantes de Crimea, además decía que era un mal ejemplo para el resto de provincias del Este del país, rusófilas o pro-rusas, y que podía introducir a Ucrania en un escenario (de guerra) balcánico.

El debate de fondo al estatus político y legal de Ucrania, el Partido Comunista griego lo abordaba como un enfrentamiento entre dos imperialismos, el norteamericano-occidental y el ruso. Sin embargo, sus colegas rusos y ucranianos tenían una visión algo distinta: Si bien había un enfrentamiento de capitalismos, ellos preferían estar del lado ruso, ellos preferían contribuir al forjamiento de la Unión Aduanera del espacio postsoviético, frente a la Unión Europea, porque era el más respetuoso con la industria de Rusia y de Ucrania, y con el porvenir y bienestar de sus conciudadanos. La lucha entre “dos imperialismos” para los comunistas rusos y ucranianos era, en realidad, la lucha del pueblo ucraniano para no caer engullido y expoliado por el imperialismo capitalista occidental, y en esa lucha querían contar con la solidaridad de todos los pueblos de la antigua URSS, especialmente del ruso.

En torno a la crisis de seguridad que se desató en Ucrania entre Oriente y Occidente, había variaciones en torno a los argumentos de los Partidos Comunistas griego, ruso y ucraniano del lado prorruso. Borotva, por ejemplo, una organización comunista que comenzó a destacar, desconfiaba, como el Partido Comunista griego, de las intenciones de los Estados y de los capitalismos ruso y ucraniano, y decía que la lucha debía ser, en primer lugar, antifascista, para derivar, luego, en una revolución socialista. Los nacionalistas pan-rusos, por otro lado, planteaban la “rusificación” del territorio junto con la nacionalización de la industria, en último término se podría derribar al Gobierno de Kiev por medios militares. Los políticos pro-rusos más moderados, en cambio, querían seguir el camino de Crimea (integrarse en Rusia) negociando con Kiev.

Conforme la crisis ucraniana se ha profundizado, se ha alejado la posibilidad de federalizar el país, planteada a su comienzo. La crisis económica ucraniana también se ha agudizado, el país se está endeudando hasta límites insoportables, y vive del gas ruso a expensas de la Unión Europea, ya no lo recibe directamente de Rusia.

La situación política y económica ucraniana es insostenible (y, aún así, firma acuerdos con la Unión Europea que lo pintan todo de color de rosa), por no hablar de la crisis social, de derechos humanos, y de seguridad tanto del país en su conjunto como de sus provincias).

Para nosotros, una cuestión que no está sujeta a discusión es que el Gobierno de Kiev debe irse, por las buenas o por las malas, por métodos pacíficos mejor que por violentos, el Gobierno ucraniano no puede estar en manos de golpistas que han hecho una Constitución y unas leyes a su medida, que firman acuerdos internacionales que violentan la soberanía de su país, que reprimen de forma terrorífica y terrorista a su propia población y que, en definitiva, han puesto al frente del país a una panda de asesinos y ladrones.

Cualquier “acuerdo” con el Gobierno de facto de Kiev que no contemple la vuelta a la situación política del país previa al golpe de Estado es inútil e inservible.

Pero este verano también ocurrió otro hecho que nos llamó la atención sobre lo que pasa en el Campo Anti-Imperialista: la carta del ex-ministro venezolano Jorge Giordani.

En paralelo al inicio de la crisis de seguridad en Ucrania, apareció el fenómeno de las “guarimbas” o barricadas en Venezuela. Desde el principio vimos el paralelismo y denunciamos que se gestaba una “revolución de color” en Venezuela. El Gobierno de Venezuela reencauzó con éxito la crisis por la vía del diálogo político con la oposición, a diferencia de lo que pasó en Ucrania, donde ese diálogo no evitó el recrudecimiento de la oposición militarizada y, finalmente, el golpe de Estado.

Sin embargo, la carta del ex–ministro Giordani en junio desechaba el país del “todo va bien” en Venezuela. Luego, las críticas del Presidente-Obrero Nicolás Maduro a los críticos como agentes de la “pequeña-burguesía” todavía empañaba más el debate sobre las fallas de la Revolución Bolivariana que, de haberlas hecho otra persona, no le hubiéramos dado más importancia y hasta puede que le hubiéramos dado la razón al Presidente-Obrero Nicolás Maduro.

Las críticas de Giordani nos revelan una lucha de clases y de líneas en torno a la Revolución Bolivariana que, en vida del Presidente-Comandante Hugo Chávez, era más solapada o, en todo caso, más ocultada por la gigantesca personalidad del Presidente Chávez: la pelea entre los que quieren conciliar más, con los poderes fácticos internacionales, y los que no quieren conciliar nada, entre aquellos que ponen el énfasis en la distribución y los que lo ponen en la producción, entre los que quieren construir el poder obrero y los que creen que sin la burguesía nacionalista no se puede caminar.

Las razones que expone Giordani en su carta son de peso y nos llevarían a abordar la situación interna del país, baste decir que en esta discusión nosotros nos ponemos del lado de los críticos que, sin faltar al respeto a los presidentes Hugo Chávez y Nicolás Maduro y a la obra de la Revolución, proponen profundizarla siendo fieles a sus postulados nacionalistas, socialistas y anti-imperialistas de partida.

 Un repaso a la actualidad del campo anti-imperialista de este año no puede cerrarse sin volver a la región del mundo con la que empezábamos: a Oriente Medio.

A finales de junio se desataba una ofensiva militar en el Norte de Irak que tenía, fundamentalmente, dos frentes, uno sirio-irakí y otro jordano-irakí, a la cabeza del primero se situaban yihadistas sectarios, a la cabeza del segundo sufíes de tendencia baasista.

Este frente de guerra se complicó con una “quinta columna” interna al régimen de Irak que conspiraba para desestabilizar al país, esta “quinta columna” estaba compuesta por funcionarios corruptos y kurdos autonomistas. Esta quinta columna había dado apoyo a los yihadistas sirios para que actuaran en Irak, luego se declaraban víctimas de la ofensiva pero también del Gobierno de Bagdad.

La ofensiva del Norte de Irak se justificaba a sí misma políticamente de varias maneras. Entre ellas:
-        Decían que el Gobierno de Bagdad era corrupto, represor y sectario.

-        Decían que Irak era víctima del expansionismo de Irán.

Pero el presunto frente anti-bagdadí, anti-iraní y anti-chiita pronto se sub-dividió en tres partidos o frentes bien diferenciados: el kurdo quería caminar a su independencia completa de Irak, el yihadistas quería formar su propio Estado entre Siria e Irak, y el sufí-baasista, que todavía aspiraba a reunificar el país y devolverlo a la época de Saddam Hussein.

Contra el frente yihadista sirio-irakí se han organizado dos coaliciones internacionales diferentes: por un lado Siria, Irak, Irán y Rusia llevan mucho tiempo colaborando a diversos niveles para acabar con la amenaza yihadista establecida al Norte de Siria e Irán; por otro lado, EE.UU. ha preparado una coalición regional que cuenta con sus tradicionales aliados (las petromonarquías). Se da la circunstancia de que EE.UU. en este caso como en otros, actúa a la vez como pirómano y como bombero. EE.UU., y sus aliados en Oriente Medio, entregan armas a los “rebeldes” islamistas, los entrenan y los asesoran, pero luego se ofrecen para combatirlos cuando una de las facciones “rebeldes” se muestra demasiado poderosa y no les conviene.

La Cumbre Ginebra 2 fracasó, entre otras cosas, porque EE.UU. volvió a apoyar militarmente a los “rebeldes” sirios (que sean sirios es un decir, en realidad la nacionalidad siria se diluye por la aparición de muchos extranjeros y por el control que de su lucha ejercen Turquía, Arabia Saudí y Catar) en medio de las negociaciones. Hoy, la coalición a la que no dudamos en calificar “anti-imperialista” de Oriente Medio (Siria, Irak, Irán y Rusia) se enfrenta a la amenaza de que EE.UU. y sus aliados regionales actúen directamente en Oriente Medio sin pedir permiso a los respectivos países soberanos en los que lo hagan.

Creo que hay pocas dudas de que lo que hemos expuesto hasta aquí es el escenario de una guerra mundial entre países soberanos y libres, que quieren decidir sobre su propio futuro, y países colonizados a diferentes niveles por EE.UU. y el capitalismo imperialista y que tienen poca o ninguna capacidad para resistir a sus órdenes y obedecerles.

Esta guerra mundial se desarrolla a un nivel medio, “templado”, pero en cualquier momento existe la amenaza de que se recaliente y pase a un nivel alto o “cálido”, hasta el punto de que nos coloque de nuevo enfrente del peligro de una guerra nuclear.

Los análisis marxistas no se ponen de acuerdo a la hora de ubicar esta guerra mundial en el marco de la lucha de clases: Unos dicen que es una nueva guerra entre capitalistas e imperialistas y que, por tanto, las luchas populares deben estar al margen de ellas. Otros dicen que las luchas populares deben aprovecharse de este enfrentamiento entre capitalistas e imperialistas pero que, a la larga, deben independizarse de él. Por último, estamos aquellos que decimos con claridad que este enfrentamiento no es un enfrentamiento entre imperialistas sino entre imperialismo y anti-imperialismo, y el hecho de que existan países “capitalistas” en el campo anti-imperialista no pueden hacernos dejar de ver que el movimiento general de los países que integran el campo anti-imperialista es hacia la democratización y la socialización, un movimiento que puede ser a veces más lento y a veces más rápido pero que, en todo caso, depende del enfrentamiento y correlación de fuerzas entre el campo imperialista y el anti-imperialista.

Es verdad que en el resumen de la actualidad anti-imperialista de 2014 no hemos tocado la guerra de la Franja de Gaza  (de comienzos de julio de 2014 hasta finales de agosto de ese año), tampoco he tocado el proceso de paz en Colombia, la amenaza yihadista en el África subsahariana, la irrupción del Ébola en África Occidental (¿una crisis imperialista?, sí), la querella territorial entre Vietnam y China, la instrumentalización de Japón por parte de EE.UU. para sus planes imperialistas en el Sudeste asiático, el golpe de Estado en Tailandia, etc.

Es verdad, de todo esto no hemos hablado, hemos hablado de las crisis que, a nuestro juicio, son claves para entender la crisis del sistema geo-político capitalista e imperialista y cuáles son los elementos que se pueden aprovechar para ampliar el campo anti-imperialista y profundizar en la democracia y el socialismo.

El mundo bipolar, a juicio de quien suscribe este escrito, murió en 1991 sino antes, volver a él, aparte de contraproducente, es innecesario y gratuito. Si queremos que la paz, el socialismo y lo que venga después crezcan y se amplíen en el mundo, debemos trabajar a nivel internacional en las coordenadas que nos dio el movimiento socio-político de oposición a la guerra de Irak, en las coordenadas de la reivindicación de la segunda independencia (de una independencia real) de América Latina, y en las coordenadas del renacimiento económico y social de los pueblos eslavos y euroasiáticos.
Todo esto se debe hacer, desde luego, sin renunciar a las identidades de partida, políticas, sociales y nacionales, pero sabiendo trabajar juntos, sin ofrecer soluciones milagrosas, sabiendo que la única solución proviene de la cooperación duradera y sostenida en el tiempo.

¡Chávez vive y la lucha sigue! ¡Que nadie separe a los ucranianos de sus hermanos rusos!, ¡Corea reunificada y socialista!, ¡Siria libre de injerencias, Irak libre de sectarismos, Palestina libre del sionismo!, ¡que vuelva a ondear la bandera verde de Gadhafi en Libia y que el recuerdo de Nelson Mandela se paseé por toda África!, ¡que la intolerancia, la discriminación y el racismo sean finalmente desterrados de todo el mundo y que los pueblos puedan elegir libremente su propio futuro!
(Que así sea)

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