Escrito por Adrián Alvarado
El derrocamiento violento del gobierno de Salvador Allende en septiembre
de 1973, deja importantes lecciones para el movimiento obrero y
revolucionario en América Latina.
El derrocamiento violento del gobierno de Salvador Allende en septiembre
de 1973, deja importantes lecciones para el movimiento obrero y
revolucionario en América Latina.
El cacareado discurso del respeto a la democracia y sus instituciones
emanado desde Washington y repetido por las oligarquías locales, esconde
tras de si el monopolio que ejercen sobre las decisiones políticas y
económicas un puñado de grandes empresarios; cuando estos sienten
amenazados sus privilegios no dudan en transgredir a las mismas
instituciones y la misma democracia les importa poco o nada, tal es el
caso del golpe de Estado en Chile en 1973, pero también lo demuestran
los recientes acontecimiento en nuestro continente.
Una visión general del proceso chileno de los años 70
Salvador Allende triunfó electoralmente el 4 de Septiembre de 1970, fue
postulado por la Unidad Popular, coalición de partidos que incluía al
Partido Socialista y al Partido Comunista de Chile; después de tres
intentos por llegar a la presidencia ese año triunfa con el 36.6% de los
votos.
Desde su inicio de gobierno se enfrentó a una férrea oposición por
parte los partidos de la derecha y el imperialismo mediante la
intervención de la CIA, cuyo objetivo era evitar la llegada de Allende a
la presidencia, todo a pesar de la demostración conciliadora y su
visión de la vía parlamentaria al socialismo o como se denominó, la vía
chilena al socialismo.
Allende asumió la presidencia el 4 de noviembre del mismo año, el
resultado tan cerrado de la elección del 4 de Septiembre fue aprovechado
por la burguesía chilena para imponer una serie de condiciones al
gobierno de Salvador Allende, sin embargo se enfrentó a la fuerte
presión de las masas para imponer un programa, que incluso fue más allá
del propuesto en su plan de gobierno.
Para la reforma agraria se tomaron medidas como las de expropiar dos
millones de hectáreas a finales de 1971, debido a la presión de las
masas, la ocupación de tierras por parte de los campesinos se llevaba a
cabo en todo el país. En realidad la reforma agraria no representa una
medida de carácter socialista, es una tarea de la revolución
democrática-burguesa que en teoría debió ser realizada por los
capitalistas en Latinoamérica, sin embargo al estar plenamente vinculada
como clase social a los terratenientes en los respectivos países, estas
tareas fueron postergadas, impulsadas de manera parcial o simplemente
ignoradas; Chile no fue la excepción, nunca se realizó una reforma
agraria seria durante el siglo XX y era una de las tareas pendientes que
el gobierno de la Unidad Popular tenía que resolver.
Otro punto nodal fue la nacionalización de la minería que se llevó a
cabo en junio de 1971, está rama de la industria era y es fundamental
para el desarrollo de la economía chilena. La industria estaba en manos
de grandes empresas extranjeras que durante años saquearon los recursos
naturales de Chile, tan sólo las dos grandes empresas estadounidenses
habían obtenido ganancias de más de 4 mil millones de dólares en la
década anterior al gobierno de la Unidad Popular.
La nacionalización de la minería y la reforma agraria reflejan la
presión popular al que fue sometido el gobierno de la Unidad Popular,
pero también demuestra la incapacidad de la clase dominante chilena para
modernizar el país o generar un capitalismo independiente producto de
su plena vinculación con el capital extranjero y su incapacidad para
impulsar la reforma agraria por sus múltiples hilos con las que se unía
con la clase terrateniente.
A parte de estas dos grandes acciones el gobierno desarrolló una serie
de reformas sociales en beneficio de la clase trabajadora y del pueblo
en general. Las medidas arriba mencionadas que tomó el gobierno de
Allende, pero sobre todo la activa participación del movimiento obrero,
los campesinos sin tierra y la juventud revolucionaria en el proceso
político que desató su elección, levantaron voces de alarma entre la
clase dominante chilena y el imperialismo estadounidense.
El entusiasmo de la reforma agraria, la nacionalización del cobre y la
participación política activa de las masas generó el triunfó en las
elecciones municipales en abril de 1971, los votos para la Unidad
Popular aumentaron considerablemente, a su vez las ocupaciones de
tierras y el movimiento obrero sindical daba muestras de fortaleza
generando un proceso de formación de comités obreros y de poder popular
en distintas empresas y barrios obreros: consejos de administración de
empresa, de abastecimiento y asambleas populares se multiplicaban por
todo el país.
Sin embargo los campesinos y la clase obrera se vieron frenados por las
direcciones de sus respectivos partidos, imbuidos el Partido Comunista y
el Partido Socialista, de la teoría de la colaboración de clases y de
la teoría de las dos etapas “primero la revolución democrática, después
la revolución socialista”, aunado en eso a una confianza casi ciega al
Estado, a la vía parlamentaria y la confianza a las instituciones
burguesas; el proceso se vio paralizado una y otra vez por los
dirigentes de los principales partidos de la clase trabajadora.
Ya vimos que la burguesía chilena era incapaz de llevar a cabo el
desarrollo de un capitalismo independiente en Chile, la modernización,
la reforma agraria y la independencia económica fueron postergados,
debido a su fuerte vínculo con el capital extranjero y a los
terratenientes. Como clase social la burguesía estaba imposibilitada
para esta tarea, por lo que la teoría de las dos etapas adoptada
particularmente por los dirigentes del Partido Comunista fue un gran
freno y un gran crimen para el proceso chileno, en realidad la clase
obrera, junto a los campesinos pobres y el pueblo chileno eran los que
llevarían a sus espaldas las tareas democráticas pendientes, pero a su
vez era importante para completar el proceso. Medidas de carácter
socialista como la expropiación de la burguesía chilena, en realidad no
había dos etapas en la revolución chilena, era un proceso continuo entre
las reformas democráticas y las tareas socialistas.
La confianza que profesaban algunos dirigentes principalmente el
Partido Comunista, pero también a lo interno del Partido Socialista, de
la vía parlamentaria y en las instituciones y el Estado no sólo frenó el
proceso sino que paralizó completamente a la clase trabajadora frente a
los intentos golpistas del imperialismo y la derecha. El Estado y sus
instituciones, no son neutrales frente a los conflictos de las clases
sociales, el Estado actual es una herramienta de la clase dominante para
mantener el control político y económico de la sociedad, no es sino en
última instancia “un grupo de hombres armados en defensa de la
propiedad”; así lo demostró los acontecimientos posteriores en Chile.
Los llamados a respetar la legalidad y las instituciones sirvieron de
poco para frenar los intentos golpistas, pero sí paralizó la acción de
las masas populares, las cuales no fueron movilizadas para respetar esa
legalidad e institucionalidad.
El primer intento de la burguesía para desestabilizar al gobierno de
Allende, fue el paro de camioneros que se impulsó en octubre de 1972,
previamente en los grandes medios de comunicación, bajo el control de la
burguesía se desató una campaña propagandista del gobierno; la clase
trabajadora respondió con movilizaciones masivas en contra del paro y
lograron derrotarlo, sin embargo la visión legalista de los
acontecimientos políticos nuevamente pone su sello al llamar a las
fuerzas armadas como un árbitro entre los conflictos de las clases
sociales. De ese “arbitro” era de donde surgiría el nuevo intento para
derrocar al gobierno de Allende.
El 29 de Junio el intento de un golpe de Estado es derrotado por las
masas, las cuales nuevamente salieron masivamente a las calles a luchar,
bastaba con un llamado serio por parte del gobierno para acabar de una
vez por todas con el poder de la burguesía, poner bajo el control de los
comités de administración obrera las grandes empresas, completar la
reforma agraria mediante los comités campesinos, armar a la población en
defensa del gobierno, purgar el ejército mediante comités de soldados y
oficiales leales al gobierno; pero nuevamente los dirigentes y Allende
hicieron un llamado a las masas a regresar a sus casas y confiar en las
instituciones.
El 4 de Septiembre, cientos de miles de obreros desfilan en las calles
de Chile pidiendo mano dura contra los golpistas y nuevamente en defensa
del gobierno de Allende.
El 11 de Septiembre se consuma el golpe de Estado encabezado por uno de
los generales del gobierno de Allende, Augusto Pinochet, durante el
desarrollo del golpe miles de trabajadores exigían armas al gobierno
para la defensa, las cuales no les fueron otorgadas.
Pinochet inauguró una de las dictaduras más sangrientas en América
Latina, respaldada por la clase dominante Chilena y el imperialismo
norteamericano.
América Latina: La revolución en la encrucijada
Desde el inicio del presente siglo hemos tenido importantes
movilizaciones populares y obreras en América Latina; años de saqueo,
privatizaciones, ajustes económicos, y pobreza han tenido como
consecuencia grandes rebeliones e insurrecciones populares que han
puesto en jaque no sólo a los regímenes latinoamericanos, sino al
capitalismo mismo.
Durante años las burguesías locales y las empresas trasnacionales
gozaron de jugosas ganancias producto de las contrarreformas, durante
los regímenes denominados neoliberales. Sin embargo el proceso en los
últimos años se ha balanceado favorablemente hacia los trabajadores y
los pueblos latinoamericanos, no quiere decir que eso será eterno, una
de las grandes tareas de cada uno de los movimientos y procesos en
Latinoamérica es culminar la tarea que se comenzó al inicio del siglo en
varios países y eso pasa por la lucha abierta contra el capitalismo e
impulsar un proyecto en beneficio de los trabajadores y el pueblo, para
algunos las ideas del socialismo representadas por el marxismo
revolucionario, siguen siendo vigentes para culminar estos procesos.
Argentina inauguró el nuevo proceso revolucionario latinoamericano con
el maravilloso movimiento de 2001, la clase obrera y los pobres en
Argentina derribaron en cuestión de una semana a 5 presidentes. El
movimiento fue precedido por importantes movimientos huelguísticos y de
trabajadores desempleados contra las políticas de ajustes de los
llamados gobiernos neoliberales; al no existir una organización
importante con un programa y perspectiva en la lucha por el socialismo,
arraigada entres las masas populares, que planteara la toma del poder
por parte de los trabajadores y el pueblo y pusiera fin al capitalismo
en Argentina, el proceso derivó en la elección de los gobiernos de los
Kirchner.
Los dos últimos gobiernos en Argentina se han sometido a presiones
importantes por parte de los sectores más reaccionarios de la sociedad
argentina, enfrentando paros patronales y de los sectores acomodados del
campo.
Bolivia. La
lucha contra la privatización del agua y del gas en Bolivia adquirió un
carácter insurreccional, mediante la huelga general impulsada por la
Central Obrera Boliviana y donde los mineros jugaron un papel
importante, la huelga seguida multitudinariamente por las agrupaciones
campesinas y sectores populares del país. El régimen se hizo agua en
Bolivia, no una sino en dos ocasiones, en 2003 y en 2005, las masas
derribaron a dos gobiernos y pudieron haber tomado el poder que
realmente estaba en las calles y en las agrupaciones obreras y populares
y solo faltaba echar a un lado al viejo régimen y a su estado. Al dejar
pasar esas oportunidades históricas, debido a los titubeos y errores de
la dirección de la COB y la claudicación de la dirección del MAS, el
proceso se orientó al frente electoral y culminó en la elección de un
gobierno de izquierdas, encabezado por Evo Morales.
El gobierno de Evo Morales ha dado algunos pasos importantes, incluso
ha nacionalizado algunas empresas, pero no ha acabado con el sistema
capitalista y se ha enfrentado a movilizaciones de la derecha y a
intentos de golpes de Estado, en donde la mano de Estados Unidos sin
duda está presente.
Venezuela.
Donde el proceso ha ido más lejos sin duda es en Venezuela, previo a la
elección de los gobiernos bolivarianos, encabezados primeramente por
Hugo Chávez, sucedieron importantes movilizaciones populares, como fue
el denominado Caracazo de 1989, donde miles de pobladores se lanzaron a
las calles, la rebelión fue aplastada de manera brutal por el régimen de
Carlos Andrés Pérez.
Esta rebelión tuvo un impacto profundo en la mente de algunos oficiales
del ejército, quienes se sensibilizaron ante las legítimas aspiraciones
del pueblo, lo que provocó la rebelión militar contra los regímenes
denominados de la IV República, en esos acontecimientos jugó un papel
importante Hugo Chávez, quien tras salir de la cárcel, fue electo
presidente en 1998.
Venezuela durante años fue dominado por dos partidos tradicionales
representantes de la oligarquía y el imperialismo, realmente no
cambiaban en lo fundamental los gobiernos provenientes de Acción
Democrática o el socialcristiano COPEI. Hugo Chávez, una vez electo como
presidente, planteó la necesidad de resolver las demandas de los
sectores populares y elevar el nivel de vida de los pobres en general
con profundas reformas sociales y económicas pero en el marco del
capitalismo; sin embargo se encontró con la reacción violenta de los
sectores privilegiados de Venezuela y el imperialismo norteamericano,
los cuales intentaron de una u otra manera, incluso mediante la vía de
un golpe de Estado, derrocar a su gobierno; esto provocó una
profundización del proceso venezolano y donde se planteó abiertamente la
necesidad de superar al capitalismo y luchar por el socialismo. Se han
tomado medidas contra la burguesía pero ella sigue teniendo el control
de la mayor parte de la economía y boicotea constantemente a la
revolución con su guerra económica que se deriva en escases e inflación.
El Estado capitalista sigue en pié en Venezuela, la burocracia se
convierte en un freno para la profundización del proceso. Es decir que
al igual que en Chile, en Venezuela se ha hecho solo media revolución,
no se ha completado la revolución socialista y eso la mantiene en un
peligro permanente de retroceso.
Ecuador: La
elección de Rafael Correa, y la conformación de la “revolución
ciudadana” ha generado una serie de reformas en beneficio de los
trabajadores y pobres en Ecuador, sin embargo, también los intentos de
golpes de Estado han Estado presentes en ese país.
Paraguay y Honduras. Incluso
gobierno un poco moderados, como los de estos países muestran la
actitud de la clase dominante ante reformas mínimas, el acercamiento de
Manuel Zelaya al proyecto de la Alternativa Bolivariana para las
Américas, y el intento por implementar reformas mínimas desató una
respuesta furiosa por parte de la burguesía Hondureña, lo mismo sucedió
con el gobierno Paraguayo. Las masas han jugado un papel activo, en el
caso Hondureño formaron el Frente Nacional de Resistencia Popular.
Brasil la
“izquierda modelo”. Los gobiernos de Lula y el PT en Brasil, durante
mucho tiempo fueron presentados como el buen ejemplo de la izquierda en
Latinoamérica, en contraposición a Venezuela u otro país. Los proyectos
para terminar con la pobreza, el hambre; fueron presentados como un
modelo a seguir en toda la región. El crecimiento económico y el ser un
país emergente abono a esa imagen, sin embargo la crisis del capitalismo
a nivel mundial también ha afectado a Brasil, y en la sociedad
brasileña se movían fuerzas de manera subterránea que salieron a la luz
hace un año, millones de brasileños han salido a las calles para tomar
el rumbo de sus vidas, protestas y huelgas multitudinarias contra
decisiones de gobiernos del PT, terminaron de un plumazo con el sueño
brasileño. Demostrando nuevamente los límites de la visión desarrollista
y de reformas sin romper con el capitalismo.
La vigencia del socialismo en el siglo XXI
El proceso revolucionario en Venezuela ha puesto en la orden del día,
nuevamente, en el movimiento obrero, popular y en la izquierda el debate
del socialismo en América Latina; lo cual ha sido positivo, sin embargo
hay personas que se han encargado de maquillar este tipo de ideas, tal
es la idea que algunos intelectuales se han encargado de difundir con el
nombre del Socialismo del Siglo XXI, cuyas propuestas económicas,
sociales y su visión respecto al Estado, no rompen con el sistema
capitalista. Usando una fraseología radical no hacen más que regresar a
ideas pre marxistas de la prehistoria del movimiento obrero. Hablan de
socialismo con propiedad privada de los medios de producción y sin
necesidad de destruir al Estado burgués, es decir un “socialismo” que se
parece mucho al capitalismo explotador de siempre. Por el contrario las
ideas del marxismo siguen siendo la herramienta necesaria que nos
explica, basándonos en la realidad concreta, el funcionamiento de esta
sociedad y nos indica cómo transformarla.
La mayor parte de los gobiernos de izquierda en Latinoamérica se han
visto acechados por el imperialismo estadounidense y por las burguesías y
oligarquías locales; los sucesos en Bolivia, Venezuela, Ecuador e
incluso Argentina, demuestran que estos, no están dispuestos a ceder en
lo más mínimo respecto a las demandas sociales de los trabajadores y los
sectores populares.
La burguesía latinoamericana, ha demostrado su carácter reaccionario en
la oposición férrea a las reformas sociales que los gobiernos han
intentado implantar, para esto no han dudado en optar por el
financiamiento de grupos paramilitares de derecha o golpes de estado.
Los discursos por el respeto a la democracia y sus instituciones han
caído en el vacío, para la burguesía y el imperialismo democracia
significa el sometimiento total a sus voluntades de cualquier tipo de
gobierno.
Las reformas sociales en Latinoamérica debe ir acompañadas por medidas
que tiendan a romper el control económico y político de las burguesías y
el imperialismo, cualquier intento por coexistir, ha demostrado ser
ineficaz, por lo tanto la perspectiva para la lucha por el socialismo se
mantiene en la ruta por la expropiación de los medios de producción de
la burguesía (las grandes empresas), la banca y las grandes
concentraciones de tierra en cada país en Latinoamérica, a la vez que se
implementan las reformas sociales, la lucha por el fortalecimiento del
proyecto de los trabajadores y las masas populares debe implicar la
lucha contra el Estado y sus instituciones que representan los intereses
de la oligarquía y la burguesía, para potenciar el poder político de
los trabajadores y el pueblo, debemos avanzar en el control democrático
de la economía que se encuentra en manos de un punado de capitalistas.
Algunos dirán, cualquier intento en ese sentido, podría desencadenar
una reacción furiosa por parte del imperialismo y las burguesías
locales, nosotros decimos, cualquier intento por impulsar las reformas
sociales en el marco del capitalismo latinoamericano se encontrará (y ha
encontrado) por la oposición más furiosa y violenta por el imperialismo
y la burguesía local, los cuales no están dispuestos a ceder ni un peso
en sus ganancias.
El avance de cualquier país en la región hacia una auténtica revolución
socialista con la expropiación de las burguesía y las empresas
trasnacionales bajo el control democrático de los trabajadores y la
sociedad sobre la economía, el derrocamiento político del poder de la
clase dominante se encontrará con el entusiasmo y el apoyo de miles de
jóvenes y trabajadores en Latinoamérica y el mundo. El apoyo y la
simpatía hacia la revolución Venezolana se ha dado por miles en
Latinoamérica y el mundo, imaginemos la perspectiva así, el apoyo se
profundizaría.
Las revoluciones no se pueden quedar a medio camino, o terminamos con
control económico y el poder político de la burguesía, o tarde o
temprano encontraran la forma para volver y retomar la situación, los
golpes de Estado en Honduras, Paraguay, los intentos en Venezuela,
Bolivia y Argentina, debemos aprender de la experiencia histórica propia
del continente, de Chile en 1973, que cualquier proceso que no culmine
la tarea de derrocar el capitalismo puede ser reversible.
Los recientes procesos en el continente nos demuestran que no puede
existir un capitalismo con rostro humano, hoy más que nunca la
perspectiva y el camino que se abre para América Latina para concluir
todos los procesos que han comenzado es el derrocamiento del capitalismo
y la implantación del socialismo en la región.
Conclusiones generales
Podemos hacer algunos paralelismos entre el proceso de Chile y la
revolución latinoamericana actualmente, para sacar algunas conclusiones:
La burguesía latinoamericana está plenamente vinculada con el capital
internacional, en particular con el estadounidense, es incapaz de
desarrollar un capitalismo independiente y modernizar a la sociedad.
Queda a la clase obrera, junto a los pobres en Latinoamérica impulsar
las reformas pendientes, para lograr la independencia económica del
imperialismo, modernizar el país, y realizar en los países la reforma
agraria y reformas en beneficio de la mayoría de la población; sin
embargo para mantener esas conquistas y que sean irreversibles debemos
avanzar en la tareas socialistas, terminar con el capitalismo
expropiando a la burguesía, para hacer avanzar a nuestra sociedad.
La burguesía latinoamericana no tiene ningún rasgo de progresista, se
ha opuesto a cualquier tipo de reforma en beneficio de los trabajadores y
los pobres latinoamericanos y ha recurrido a medidas extralegales y
violentas para derrocar a los gobiernos de izquierda electos por la
mayoría de la población. Para la burguesía democracia es sinónimo de su
dictadura.
Para hacer avanzar los procesos latinoamericanos no se debe pactar con
la burguesía y sus partidos, a ellos les interesa derrocar los actuales
gobiernos y sustituirlos por algunos que representen más fielmente sus
intereses. Se debe confiar en los verdaderos protagonistas de la
transformación y la revolución actual: los obreros, los campesinos, la
juventud revolucionaria y las capas oprimidas de la sociedad. Cualquier
pacto con la burguesía significa un retroceso en el proceso.
La mejor manera de hacer avanzar los procesos latinoamericanos, es
tomando medidas para el desmantelamiento del Estado Burgués y sus
instituciones, sustituyéndolo por los órganos de poder obrero y popular,
comités de empresa, asambleas populares, comités de barrio; el
armamento de milicias populares para la defensa de la revolución
latinoamericana, no podemos quedar indefensos ante los intentos
violentos de la oligarquía para derrotar nuestras luchas. La clave
fundamental para rechazar los intentos reaccionarios está en confiar en
la fuerza de la clase obrera y demás pobres latinoamericanos.
Bajo el capitalismo no hay salida para las sociedades latinoamericanas,
los procesos revolucionarios deben acabar con el actual sistema
económico o social, expropiando a la burguesía y a los grandes
propietarios, poniendo las palancas fundamentales de la economía bajo el
control democrático de los trabajadores y la sociedad, o la burguesía
buscará la forma de revertir el proceso. Es verdad que una revolución
triunfante en un país se enfrentaría al acoso constante de la burguesía
local y el imperialismo, pero también contaría con el apoyo de los
trabajadores de américa y el mundo. Un triunfo revolucionario en líneas
socialistas hoy, tendría un impacto muchísimo mayor al que tuvo la
revolución cubana de 1959 o incluso la Rusa de 1917, sería un polo de
atracción para las masas de américa y el mundo señalándoles el camino a
seguir. En realidad a la larga es inviable la revolución en un solo
país, pero nos encontraríamos en las condiciones de extenderla y
construir una federación socialista de América Latina. El sueño de
Bolívar podrá ser realizado, pero no bajo las bases del actual sistema
capitalista.
El capitalismo no se regula ni se reforma, se le destruye. La desgracia
de la revolución chilena fue que solo hicieron media revolución. El
camino para el desarrollo pleno de la sociedad latinoamericana está en
la lucha por una federación socialista. El mejor homenaje a los que
lucharon y a los que cayeron en ese heroico proceso que fue la
Revolución Chilena es sacar las lecciones pertinentes y completar las
tareas pendientes.
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