A comienzos de 2014 la revista «Espineta Amb Caragolins» del colectivo
Amigos del Che, de Tarragona, caracterizada por su militancia comunista
e internacionalista, me pidió una serie de muy breves anotaciones sobre
la evolución de la situación sociopolítica vasca. Hasta ahora la
prestigiosa revista ha publicado los tres concisos análisis enviados
--febrero, abril y agosto-- que presento a la lectura crítica en estos
momentos. ¿Por qué ahora y no más adelante? Porque están confluyendo
diversos procesos parciales en una gran corriente caracterizada por la
ebullición de, al menos, cuatro contradicciones estructurales del
imperialismo en el presente: su notoria incapacidad para abrir una nueva
larga fase expansiva y la permanencia de una crisis nunca vista; la
polarización de las diferencias y de los antagonismos a diversos
niveles; la militarización imparable de la política, de la economía y de
la cultura a escala mundial; y la tendencia al aumento de las
resistencias de los pueblos a la ofensiva del capital con su correlato
interno de la tendencia al aumento de la lucha de clases dentro de estos
pueblos.
Las cuatro grandes contradicciones nos remiten a otra
más básica y elemental en la que no podemos detenernos pero que sí hay
que citarla siempre: las irracionales relaciones sociales de producción
capitalistas están frenando como nunca antes el desarrollo racional y
consciente de las fuerzas productivas potenciales. Cada zona o región
del planeta sufre de manera específica esta explosiva tensión
subterránea, sísmica, creciente. La Unión Europea es un ejemplo, y
dentro de ella las naciones escocesa, catalana, vasca, etc., se
enfrentan a esta dinámica incontrolable a la vez que la padecen
internamente porque también ellas existen poderosos bloques burgueses
euroimperialistas.
El resultado del referéndum escocés, el cada vez más
perceptible pliegue a las exigencias españolas de una parte fundamental
del bloque burgués soberanista en el Principat Catalá, la eterna postura
claudicante de la burguesía vascongada y el contenido reformista
explícito de EH Bildu, estas y otras «novedades» son ahora más palpables
que a comienzos de 2014, pero sobre todo interactúan más estrecha e
intensamente con las crisis sociopolíticas y económicas que azotan a la
UE y en especial a Gran Bretaña y al Estado español. A pesar de las
diferencias entre estas naciones oprimidas, hay tres constantes que las
unifican: una, la opción de sus burguesías asumiendo la lógica del
capital imperialista, negándose a ir más allá de lo permitido por sus
aparatos de poder; otra, el agotamiento definitivo de la «vía política,
democrática y pacífica de la sociedad civil y de la ciudadanía»; y por
último, las advertencias contundentes de la UE y del capital financiero
transnacional de que no es posible ninguna real y efectiva independencia
dentro de sus dominios, sino sólo grados de dependencia según sea la
inserción de cada una de sus burguesías en la jerarquía interna del
euroimperialismo. Es muy significativa la experiencia de Quebec entre
1995, 2006 y la actualidad, que confirma lo fundamental en el
comportamiento de las burguesías escocesa, catalana y vasca.
Pienso que antes de seguir es conveniente leer los tres articulitos publicados en «Espineta Amb Caragolins» para, mediante su crítica, aceptar o rechazar total o parcialmente el método que se va a emplear en lo que sigue:
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Desde la perspectiva independentista y socialista, el proceso de liberación de Euskal Herria se encuentra en otro nivel de avance diferente al de los Països Catalans. Ni más avanzado ni menos avanzado, sino diferente en lo cualitativo. La izquierda independentista y en gran medida el soberanismo y el resto de fuerzas progresistas vascas, saben ya por experiencia propia lo que realmente es capaz de hacer el imperialismo español para aplastar o congelar los derechos elementales. Lo sabemos porque hemos llegado al punto crítico, esencial, de choque entre el imperialismo español y Euskal Herria, y ese punto crítico desencadenó una sistemática represión generalizada que no permite ya esperanzas reformistas de ningún tipo, por cuanto la realidad cotidiana ha destrozado todas las nebulosas y ambigüedades posibles.
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La derecha española ubicada en nuestro país, representada por PP/UPN, no acepta cambio alguno que no sea el del la rendición incondicional del independentismo de izquierdas y del soberanismo socialdemócrata y eurocomunista. El españolismo de centro-derecha, representado por las sucursales del PSOE, sólo está dispuesto a que esa rendición fuera menos humillante. La derecha autonomista representada por el PNV busca que sea «honrosa» pero dentro de la ley española. En cuanto a la parte de Euskal Herria bajo dominación francesa, el panorama es básicamente idéntico al de Hegoalde.
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No podemos exponer todas las razones que explican por qué no existen en Euskal Herria sectores burgueses dispuestos a presionar un poco a Madrid, y por qué son tan reducidos los sectores pequeño burgueses que sí lo hacen, comparado con el Principat Catalá, Sólo enumeraremos cuatro: la diferencia entre el capitalismo vasco y el catalán; la diferencia del independentismo político de sus pueblos trabajadores; la diferencia en sus niveles de organización y lucha; y la diferencia abismal, por ahora, entre el independentismo socialista vasco y el catalán. Como resultado, la burguesía vasca y gran parte de la pequeña burguesía tienen más miedo al pueblo trabajador vasco que al imperialismo español. El bloque social burgués catalán tiene, por tanto, más margen de maniobra, por ahora, y lo utiliza.
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La compleja y rica izquierda vasca debe atender a muchos frentes en un contexto de crisis nunca conocida antes. Hablamos de rica y compleja izquierda vasca porque es necesario reivindicar estas cualidades decisivas. Será difícil encontrar en el capitalismo imperialista, mal llamado Centro o Norte, un movimiento de izquierda tan amplio y a la vez tan cohesionado en lo esencial en este período histórico. Al ser amplio, múltiple y diversificado en sus campos de lucha, también lo son sus grados de radicalidad política, social, cultural, clasista, etc., como no podía ser menos. Pero al tener una cohesión sustantiva elemental que le enfrenta irreconciliablemente con el Estado burgués español, en esta medida las diversas intensidades se vuelven secundarias ante la unidad de objetivos históricos que la cohesiona.
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La apreciable fuerza electoral e institucional de la izquierda vasca es sólo una parte de su fuerza real, de masas, cultural, socioeconómica, moral, política…, parte importante desde luego pero sólo eso, una porción supeditada a la totalidad. No se trata sólo de Amaiur en el Parlamento español, de EH Bildu en las instituciones de Hegoalde y de otras fuerzas en las de Iparralde, tampoco se trata únicamente de SORTU, o del sindicato LAB, o de los medios de prensa critica, o de los movimientos populares y sociales, y un largo etcétera; no es únicamente esto, aun siendo importante. Además, y sobre todo, hay que tener en cuenta a las decenas de miles de personas explotadas, el pueblo trabajador en sí mismo con sus múltiples arraigos concretos en la nación vasca en su conjunto, con sus mediaciones diarias y sus redes cotidianas de todo tipo.
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El núcleo duro de esta polifacética izquierda vasca es el independentismo socialista y antipatriarcal, euskaldun e internacionalista, la históricamente conocida como izquierda abertzale. Pero no comprenderíamos nada de su situación presente, de sus perspectivas, si antes no la hubiéramos ubicado en su lugar correcto, como fuerza directriz en lo básico de esa amplia izquierda más general. Por esto necesitamos otro articulito para terminar de explicarlo.
2.- SOBRE LA SITUACION VASCA (2 de Abril de 2014)
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En la actualidad, la izquierda independentista está sufriendo la peor desorientación estratégica y táctica de su historia y se encuentra al borde de una crisis interna de consecuencias muy graves porque, en primer lugar, carece de un proyecto revolucionario básico que unifique a toda la izquierda en el actual contexto de crisis generalizada del capitalismo en su conjunto; en segundo lugar, todo indica que no se va a organizar un debate colectivo intenso y profundo para elaborar esa alternativa más imprescindible cada segundo que pasa; en tercer lugar, mientras tanto sólo se ofrece ese «monumento a la nada» que es el documento oficial sobre la llamada «Vía Vasca» que es la vía a la integración en el sistema; y en cuarto lugar, mientras tanto sigue ampliándose la distancia que separa a crecientes sectores de la izquierda abertzale de Sortu, o de su dirección. Hasta ahora nunca en la historia del independentismo socialista se había producido tanto distanciamiento.
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En situaciones similares a las presentes la izquierda vasca siempre dispuso de dos o más documentos estratégicos, teóricos y políticos que presentaban perspectivas diferentes. La militancia y los amplios sectores que la ayudaban accedían así a una riqueza de debate decisiva para su correcta orientación y su praxis. Muchas de esas discusiones se realizaron en la dura clandestinidad franquista, y las posteriores, hasta el presente, en la muy vigilada y recortada democracia que padecemos. No sirven por tanto las excusas al uso según las cuales las ilegalizaciones y detenciones, y el cerco de la prensa, han imposibilitado la realización de un debate colectivo. Por el contrario, llevamos varios años en los que el independentismo socialista está mostrando una muy peligrosa indiferencia teórica si tenemos en cuenta la excepcional gravedad de las crisis que nos azotan.
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Lo malo radica en que semejante despreocupación estratégica y teórica se simultanea con pasos prácticos de largo calado en modo alguno argumentados a la militancia compleja y diversa. Por argumentar entendemos lo que se entiende por argumentar: dar razones coherentes, asentadas en análisis rigurosos y abiertos a la crítica. Por ejemplo, el documento que habla de la «Vía Vasca» carece de todo argumento ya que sus pocas páginas están repletas de hueras vaciedades al gusto de la palabrería pequeño burguesa. Otro tanto podemos decir, en lo básico, sobre el programa a llevar a la UE, programa que debe sustentar la campaña electoral de EH Bildu para la UE. Si exceptuamos la muy poca información que se ha pasado, la única opinión sistematizada disponible para la generalidad de la izquierda abertzale y para las bases más amplias de EH Bildu es una entrevista al candidato oficial.
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Lo peor radica en que Euskal Herria se enfrenta ahora a un futuro que exige respuestas diferentes a las acostumbradas en el pasado: por un lado, el definitivo alto el fuego de ETA ha espoleado el triunfalismo prepotente de la burguesía multiplicando sus exigencias de rendición incondicional; por otro lado, las diversas crisis que confluyen en una total, sinérgicamente superior a las precedentes, plantean interrogantes específicos que exigen debates más profundos; además, dado que el ataque burgués es contra todo el pueblo trabajador, las preguntas e inquietudes populares conciernen a la totalidad de la existencia social, lo que supone un tremendo reto intelectual a la izquierda vasca; por último, este panorama se enrarece y complejiza por el hecho de que dentro del independentismo se habían generado expectativas sobre la recuperación del tiempo perdido en lo teórico-político, esperanzas que se diluyen rápidamente.
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Los tiempos de crisis son tiempos de preguntas y debates. No estar a la altura de las necesidades psicopolíticas del pueblo trabajador, de sus preocupaciones por el futuro, que no sólo por el presente, esta incapacidad abre un abismo entre la izquierda y sectores de sus bases y del pueblo más concienciado. Esta es la experiencia histórica, y Euskal Herria no una excepción. El abismo es recortado en la medida de lo posible por la iniciativa de colectivos y grupos que organizan sus propias conferencias con asistencia superior a lo esperado. Una autoorganización intelectual muy creativa pero que, a la vez, muestra también el distanciamiento entre un sector de la izquierda vasca y las necesidades político-teóricas de otro sector.
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La desafección intelectual es mala siempre, pero es más dañina cuando se ha iniciado una fase política caracterizada por dos niveles: agudización de la lucha de clases interna y de la opresión nacional y ciclo electoral con tres consultas importantes en muy poco tiempo, lo que tiende a exacerbar las tensiones vistas. Pero hemos acabado el espacio disponible para hoy así que tal vez en un futuro podamos seguir analizando la situación vasca.
3.- SOBRE LA SITUACIÓN VASCA (14 de Agosto de 2014)
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Las elecciones europeas del pasado mes de mayo mostraron que la llamada «izquierda soberanista» sufre una creciente tensión interna: por un lado, el reformismo de EH Bildu y Amaiur, pese a la radicalidad verbal de algunos de sus portavoces y a logros de la acción municipal e institucional, choca con el empeoramiento objetivo de la realidad; por otro lado, el clamoroso silencio público de Sortu en muchas cuestiones y su incapacidad para llegar a ser y significar lo que fue y significó HB en condiciones represivas cualitativamente más duras, choca con las críticas de mucha militancia independentista y socialista combativa que, sin embargo, valora la importancia de la unidad pese al mal trato que recibe por parte de la burocracia; por último, el mensaje reformista de la coalición electoral en la que ha participado, EH Bildu, agudizó estos y otros problemas, entre ellos el distanciamiento creciente entre Sortu como proyecto no consumado y el malestar de amplias bases independentistas y socialistas, que no «soberanistas», felices estosúltimos por el chollo propagandístico y político que han encontrado teniendo en cuenta su enana base militante y popular.
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Viendo esto, los resultados de las elecciones europeas son lógicos: la «izquierda soberanista» mantuvo el tipo pese a su mensaje reformista gracias a la fidelidad del «voto crítico» interno de la izquierda independentista y a que no se le fue más voto de esta izquierda. El europeísmo de EH Bildu es muy preocupante por tres razones fundamentales: porque reflejó una visión errónea del euroimperialismo, lo que desmovilizó a mucha militancia; porque confirmó su lejanía de la lucha de liberación nacional de clase y de una estrategia socialista, lo que explica en parte, que no en todo, la fuerza inicial del reformismo nacionalista español de Podemos e IU al tocar problemas sociales abandonados por la «izquierda soberanista»; y porque muestra lo dañino de la política de Sortu de no dar a conocer públicamente los resultados del debate fundacional, ocultándolos al Pueblo Vasco.
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La afirmación de que en las próximas elecciones municipales y forales la «izquierda soberanista» recuperará e incluso ampliará su fuerza institucional --avance deseado por todos y todas-- no anula las tres razones vistas sino que puede agudizarlas al tenor de la evolución posterior. Si bien algunos comentarios de Sortu y de EH Bildu fueron incluso ligeramente autocríticos con los resultados, el mensaje general y la dinámica subsiguiente fueron triunfalistas y orientadas hacia la creación de algo parecido a un partido de masas electoralista y pacifista. Ya ha surgido el siempre necesario debate sobre las posibles identidades entre el menchevismo y la socialdemocracia de la II Internacional y el por ahora borroso, ambiguo e impreciso «proyecto organizativo» de la «izquierda soberanista». Lo cierto es que la indiferencia de la dirección de Sortu por la formación teórico-política de su militancia, y en especial por la readecuación del socialismo y del marxismo inherente a la identidad histórica del independentismo desde mediados de la década de 1960, esta dejadez, está aumentando la distancia entre las contradicciones objetivas y subjetivas y la capacidad de respuesta y de explicación por parte de Sortu.
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Entre los muchos ejemplos disponibles vamos a poner sólo cuatro: uno, ante el posible cierre de 111 locales de la izquierda independentista, la versión oficial ha sido cierta pero muy superficial al centrarse casi en exclusiva en la tesis del «botín de guerra» y del debilitamiento económico del movimiento abertzale, sin aportar una perspectiva global, histórica y revolucionaria del proceso represivo en su conjunto. Dos, la ausencia total de un estudio riguroso de la composición clasista vasca y de la existencia o no de una supuesta «burguesía nacional vasca» con la que hay que aliarse táctica o estratégicamente. Tres, la ausencia total de un estudio de la inserción objetiva y estructural del capitalismo vasco en el mundial, europeo y franco-español. Y cuatro, la importancia cualitativa que tiene la industria político-cultural imperialista y sus ramales en Euskal Herria, como armas de desnacionalización y aburguesamiento que deben ser combatidas diariamente, en especial durante la capitalidad cultural europea de Donostia en 2016.
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Frente a esta situación del reformismo soberanista y de parte del independentismo socialista, los Estados español y francés y sus fuerzas colaboracionistas empezando por las medianas burguesías regionalistas y autonomistas, dan forma en secreto a varías alternativas sociopolíticas de «salida de la crisis» que tienen una unidad básica que se plasma en cuatro puntos elementales: fortalecer el imperialismo occidental liderado por EEUU; aceptar la supremacía euroalemana y moverse siempre dentro de sus cauces; reformar aspectos secundarios de la unidad estatal franco-española dentro de los dos puntos anteriores; y derrotar al independentismo socialista. El reformismo nacionalista franco-español no cuestiona radicalmente esta unidad básica, sino sólo sus formas más duras e inadmisibles desde eso que llaman la «ciudadanía democrática». Las fuerzas socialdemócratas, eurocomunistas y democristianas de la «izquierda soberanista» avanza en esta crítica: la defensa de los «derechos nacionales vascos».
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Ahora comprendemos que una parte muy significativa del independentismo socialista histórico haya leído con alivio y esperanza el anuncio de ETA en su último Agiri de que estaba tomando las medidas adecuadas para intervenir como fuerza política activa en el devenir de Euskal Herria. Todavía es pronto para valorar en su justo alcance este comunicado, pero la realidad palpable es que podemos encontrarnos ante una serie de aportaciones vitales que ayuden a dar cuerpo por fin a la estrategia nacional de clase, antipatriarcal, euskaldun e internacionalista que necesita urgentemente el pueblo trabajador vasco. Sabemos que la represión hará lo imposible por destruir este proyecto imprescindible, pero también sabemos que la represión fracasará.
La euforia con la que el capital financiero y la UE
han recibido su victoria en Escocia es tanto más significativa cuanto
que sabemos que el la reivindicación soberanista escocesa no era
radicalmente independentista, si por tal entendemos el proceso de
independización socialista de la dominación capitalista, es decir, que
las fuerzas productivas materiales y culturales pasasen al manos del
pueblo trabajador escocés, y que éste pudiera crear un Estado obrero.
Era inicialmente una reivindicación de mayor autogobierno dentro de las
estructuras existentes, con la salvedad de que Inglaterra forzó el
órdago para poder aplicar sin cortapisas la pedagogía del miedo según
las tácticas de la manipulación psicopolítica inserta en las doctrinas
de contrainsurgencia. La gran experiencia histórica de la burguesía
británica, cualitativamente superior a la ceguera miope de la española,
le ha permitido mantener la suficiente sangre fría como para no tener
que pasar de la pedagogía del miedo a su siguiente fase en las doctrinas
de la contrainsurgencia: el uso preventivo del terror potencial
aplicable si llegase el caso.
La diferencia entre las dos fases consiste en que la
primera «explica» públicamente, en los debates abiertos de la campaña,
por medios de prensa «democrática», mediante informes asépticos y fríos
de la gran banca y grandes corporaciones transnacionales, etc., explica
los duros efectos negativos sobre la calidad de vida, el empobrecimiento
social y el aislamiento internacional que sobrevendrán si el pueblo
vota por mayores libertades. La pedagogía del miedo integra el chantaje
colectivo y el egoísmo individual al prometer al pueblo que se le
concederán mejoras y derechos si acepta seguir dentro del marco legal
establecido, si limita sus reivindicaciones a lo posible dentro de unas
conversaciones con el poder: el palo y la zanahoria. Los grupos sociales
conformistas, alienados por la forma burguesa de vida aun
considerándose a sí mismos como progresistas con una visión política
basada en el mero posibilismo democraticista y legalista, es decir la
«mayoría silenciosa», son especialmente receptivos a la zanahoria que
evita el golpe del palo: querrían dos zanahorias o incluso angulas con
kokotxas, pero se contentan con la promesa de una zanahoria.
La segunda fase advierte que el Estado aplicará
represiones cada vez más duras hasta llegar al terror si fuera
necesario. Un ejemplo lo tenemos en la escalada de advertencias del PP
contra el Principat Catalá: desde la prohibición de la consulta hasta la
suspensión de la Autonomía, pasando por el control desde Madrid de
áreas decisivas como educación, hacienda, etc. Una de las cualidades del
terror potencial preventivo es que muchas de sus advertencias no tienen
por qué salir de estamentos oficiales del Estado sino que provienen de
poderes para-estatales y extra-estatales como asociaciones de militares u
organizaciones de extrema derecha con lo que se multiplica el efecto
paralizante del terror aleatorio preventivo: «grupos incontrolados»
golpeando a placer a la población mentalmente paralizada e indefensa. La
advertencia del terror potencial aplicable puede ir de la amenaza
difusa a la concreta, forzando a la imaginación que se desplome de la
incertidumbre al pánico: el comunicado del General Mola de verano de
1936 emitido por radio y lanzado por decenas de millares desde aviones
militares, y reeditado y difundido por los golpistas la noche del 23 de
Febrero de 1981.
Que nadie crea que la burguesía británica no estaría
dispuesta en caso extremo a pasar de la pedagogía del miedo a la
advertencia del terror potencial, y en caso desesperado a su aplicación.
Como todos los demás capitalismos, el británico se ha construido sobre
masacres atroces internas y externas ¿o tenemos que releer la
escalofriante descripción del «terrible terror inglés» hecha por un
eminente historiador? ¿Tenemos que olvidar sus brutalidades en Irlanda, o
las acciones invisibles de sus servicios secretos por medio mundo? ¿O
las represiones policiales de la lucha de clases en la segunda mitad de
los 80 y la imparable militarización policial actual? De hecho, el poder
británico ha recurrido a la pedagogía del miedo contra el pueblo
escocés al comprobar la ineficiencia de los métodos propagandísticos
comunes para contener el ascenso del voto independentista: es
peligrosamente iluso, es suicida, creer que la burguesía británica
respetará la «democracia» en una situación crítica en la que Escocia o
el mismo pueblo inglés, por no hablar de Irlanda del Norte o Gales,
estén al borde de acabar con la propiedad privada de las fuerzas
productivas. Ha recurrido a la pedagogía del miedo para evitar una
pequeña crisis que no amenazaba al sistema imperialista, ¿y en el
futuro? Todo dependerá de factores como el cumplimiento de las promesas
realizadas, el agravamiento de la crisis global británica y mundial, la
fuerza del independentismo socialista escocés, etc.
Catalunya empieza a sufrir advertencias suaves por
ahora de terror potencial, dosis que recuerdan a muchas personas cómo se
inició el sistema represivo ascendente aplicado a finales de los 80 y
comienzos de los 90 contra Terra Lliura y el independentismo socialista.
Pero entonces la burguesía catalanista y el reformismo estatalista no
sufrían el desprestigio actual, ni tampoco el pueblo padecía la dura
crisis sistémica, por lo que la decapitación de la lucha fue
relativamente fácil. Ahora mismo el PP no tiene tantos colaboracionistas
como entonces para facilitarle la tarea represiva. Hablamos del
Gobierno del PP y no del Estado en sí mismo: este matiz es importante
porque entra dentro de lo probable que después de no realizarse la
consulta el próximo 9 de Noviembre se inicie un pulso de ofertas y
contraofertas entre Madrid y Barcelona sobre todo si el Estado ha
elaborado un plan entre el PP y el PSOE, dinámica que puede ir
acompañada de represiones contra el independentismo socialista y de
amenazas contra Catalunya. La militancia independentista catalana está
más fogueada y organizada que la escocesa, el Estado español no tiene
los recursos de consenso e integración que todavía le quedan al
británico, además de que la quiebra económica española no permite apenas
concesiones significativas que mermen las arcas del Estado, y el
panorama se complejiza al encontrarnos en pleno calendario electoral.
En cuanto a Hego Euskal Herria es ya un hecho
reconocido incluso hasta por los defensores de la «movilización
ciudadana» que no ha cuajado el proyecto presentado alrededor de hace
dos años, y que hay que desbloquear el impasse mediante un «Frente
Amplio» reformista al estilo del uruguayo, de Syriza y de Die Linke, con
la participación destacada de la prensa, de la burocracia académica, de
la «élite política», de la patronal y de los sindicatos, etc.: del
lenguaje del soberanismo ha desaparecido incluso el viejo concepto
eurocomunista de «fuerzas del trabajo y de la cultura» lo cual nos da
una idea de su deriva. Se busca convencer a la mediana burguesía
vascongada, al PSOE y probablemente al reformismo estatalista de Podemos
para que apoyen al «Frente Amplio» tal cual ha sido diseñado sin debate
serio alguno en las amplias bases militantes. Mientras tanto, la crisis
golpea con interminable fuerza al pueblo trabajador, a las mujeres y a
la juventud, a la tercera edad lo que hace que se refuerce la tendencia a
la formación en red o de manera específica de grupos y colectivos de
izquierda independentista.
Para concluir, una lección que hay que extraer de las
recientes luchas nacionales es que crece la importancia de la
organización de vanguardia tal cual empezó a tomar cuerpo en la segunda
mitad del siglo XIX a nivel internacional y dio un salto decisivo en el
debate entre la forma organizativa amplia y amorfa de la
socialdemocracia y el menchevismo, y el partido marxista de cuadros
experimentados y formados que militan en el interior de los múltiples
campos de batalla del capitalismo contemporáneo. La irrupción de Podemos
como nueva fuerza estatalista a costa del PSOE y con el apoyo
entusiasta de sectores del reformismo duro desgajados de la izquierda
abertzale hace mucho tiempo, agudiza la necesidad de un debate práctico
sobre el sistema organizativo y el programa socialista del
independentismo.
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