El fallecimiento de Emilio Botín ha
monopolizado los titulares de los principales rotativos e informativos,
así como ha conquistado los debates de activistas y militantes del
movimiento obrero y popular. En apenas unas horas los rotativos de los
periódicos, los distintos informativos y las redes sociales han
configurado un discurso dual respecto a la figura del otrora presidente
del Banco Santander ¿Cómo se configuran las claves de este discurso?,
¿qué intereses de clase encierra cada uno de ellos?, ¿cuál debe ser el
análisis comunista ante esta cuestión?
Por un lado los medios de comunicación
nos intentan dibujar un hombre trabajador, emprendedor y campechano.
Algo así como un ejemplo de todas las virtudes del desarrollo económico
español condensadas en ese señor con traje y corbata roja. Los medios
definen a Botín como un hombre excepcional que cogió un banco de
Santander y consiguió levantarlo hasta la arena internacional (¡Los
éxitos del banco que presidía el señor Botín llegarían a nuestros
“antiguas colonias” e incluso habrían conquistado las calles de nuestros
antiguos enemigos ingleses!). Esto convertiría a Botín en un “gran
embajador” de nuestro país, así como una escenificación viva de esta tan
mentada “marca España”.
Contrariamente muchísimos activistas,
militantes o dirigentes de movimientos sociales, sindicales o partidos
se han lanzado a las redes y a la conversación pública a entonar cierta
alegría por el fallecimiento de este señor. En ocasiones esta alegría es
matizada respecto al drama humano que cualquier muerte genera y, en
otros casos simplemente se limita a señalar los enormes perjuicios que
Botín generó a la clase obrera y el pueblo. Las críticas recorren muchos
aspectos de su vida, desde cuestionar el principio de su éxito mediante
la especulación financiera y el control de un banco que logró a
expoliar a magnitudes internacionales, hasta su complicidad directa con
las políticas antiobreras y antipopulares que los diferentes gobiernos
han ejecutado para beneficiar a los intereses de la gran banca y el gran
empresariado. Lo que se desprende de esta posición crítica es que
Emilio Botín, indudablemente, no era uno de los nuestros y que su muerte
debería ser motivo de alegría.
Dentro de esta posición hay un grupo
que disiente, lamentando que Botín haya sido uno de tantos oligarcas que
haya podido disfrutar de una plácida muerte natural sin pagar por los
crímenes cometidos contra el grueso de la clase obrera.
El primero de los discursos, emitido por
los partidos de la oligarquía y por los grandes medios de comunicación
(así como, lamentablemente, cacareado por algún dirigente sindical)
tiene una intención ideológica clara. Busca reconciliar al oligarca con
la clase obrera, haciendo creer a ésta que si se pone bajo la tutela de
“ingeniosos emprendedores” recogerán los mejores frutos como colectivo.
Este discurso busca hacer creer a la clase obrera que los éxitos del
Banco Santander de alguna manera serían suyos, llamándoles a practicar
la unidad con la oligarquía y abandonar la lucha por sus intereses como
clase, en favor de un destino común que, de alguna manera, estaría
bordado en oro en eso que tantos reclaman como la “Marca España”. La
oligarquía llama a que los obreros lloren a uno de los grandes
exponentes de su explotación y lo sitúen como un hombre cercano. Querría
convertir a los obreros en algo así como una nueva camada de “Tíos
Tom”[1], de buenos chicos dóciles que lloren y lamenten la muerte de su
amo.
Este discurso también busca tener un
efecto determinado sobre determinadas capas intermedias de la población.
El acento puesto en la figura de un hombre emprendedor que además
actuaba de manera campechana construye el imaginario de un sinfín de
posibilidades para pequeños empresarios o trabajadores con posibilidad
de invertir que crean que, con esfuerzo y audacia, algún día podrían
llegar a convertirse en nuevos “Emilios Botines”. Este hecho impulsaría a
estas capas intermedias a sentirse identificadas con este relato
construido con la oligarquía y dejar de lado a la clase obrera, a la
cual no verían como un aliado potencial sino como a futura mano de obra a
la que explotar y en base a la que enriquecerse cuando llegaran a la
cima de la cumbre.
El segundo de los discursos es el de la
respuesta más típica ante el primero ya analizado, de naturaleza
reaccionaria. Supone cierta reacción espontánea de alegría ante la caída
del que ha sido uno de los principales representantes de la oligarquía
española durante este periodo histórico. Botín ha sido para el
movimiento obrero y popular la personificación del “enemigo” durante el
auge de las luchas acontecidas en nuestro país en los últimos años, su
muerte genera, inevitablemente, cierto alivio y alegría ante la caída
del más “temido villano que parecía casi imbatible por el pueblo”. Si
bien es comprensible esta actitud, deberíamos analizar como comunistas
si realmente es suficiente para ayudar a las masas a comprender la
naturaleza de clase que hacía a Emilio Botín tan temido y odiado por la
clase obrera. Es más, sería necesario que llegáramos a reflexionar si
tras esta alegría generalizada no se esconde cierta concepción errónea
que confunda qué es la oligarquía, asimilando esta no como un producto
inseparablemente unido del desarrollo monopolista del capitalismo sino
como un producto ético consecuente de las malas prácticas de una banca
irresponsable. ¿Debemos alegrarnos porque haya muerto un banquero o más
bien aprovechar su fallecimiento para denunciar su posición como
explotador de la clase obrera, a la vez que lamentarnos que no basta con
matar el perro para acabar con la rabia?
Los banqueros vienen y van, pero los bancos permanecen
Tal vez la actitud más adecuada de los
comunistas consista en ser capaces de ir más allá del discurso
espontáneo esgrimido por el movimiento popular y convertir el ánimo
caldeado por la muerte de Emilio Botín como herramienta para desarrollar
nuestra propaganda y explicar la naturaleza del poder de este banquero.
Para ello es necesario apoyarnos en dos aspectos positivos de la
crítica a la posición reaccionaria para poder explicar el resto de
cuestiones: Lo primero que Botín pertenecía a una clase social que no
era la nuestra y la segunda la lamentación de cierto sector que llora
que el banquero se hubiera sumado a la larga lista de “no juzgados por
sus crímenes al pueblo español”. Apoyándonos en estos dos aspectos
podemos postular también dos verdades que es necesario explicarles a la
clase obrera.
La primera de ellas es que Emilio Botín
no es una excepción de nuestro sistema económico, sino el producto de su
desarrollo más parasitario y destructivo. “Nuestro” capitalismo ha
alcanzado una fase de desarrollo monopolista dónde la gran banca y la
gran industria encuentran un punto dónde se fusionan. Este control de la
principal actividad económica de los países desde los despachos de los
directivos de la banca engendra una nueva capa social: la de la
oligarquía financiera. Ésta es la fracción de la burguesía que se hace
dinero en base a la especulación y el control de las inversiones desde
los diferentes bancos invirtiendo en los sectores más beneficiosos y
haciendo caer aquellos que no les ofrece el rédito esperado. Así esta
oligarquía hace de la especulación su modo de vida y de existencia como
capa social determinada, y no una mala práctica que bajo un sistema de
leyes “justo” sería éticamente reprobable. Así el oligarca financiero
ya no sólo se contenta con explotar a los obreros en su puesto de
trabajo, sino que en su privilegiada posición para controlar el flujo de
dinero invierte libremente en uno u otro sector, arrebatando las
riquezas del trabajo producido a millones de personas a lo largo y ancho
de todo el globo terráqueo.
La segunda de ellas es que Emilio Botín
jamás pudo haber sido juzgado plenamente por sus perjuicios contra la
clase obrera porque las estructuras del Estado, ante los que muchos
quieren hacerle responder, están diseñadas para beneficiar a oligarcas
como él. Las personas que se lamentan que Botín no responda ante la
justicia lo hacen desde una actitud honesta, sin embargo, para que esto
pueda transformarse en una propuesta política viable sería necesario que
matizaran que lo hiciera “frente a una justicia constituida por y para
la clase obrera”. Posiblemente, pese a las ilegalidades que haya
cometido, gran parte de los crímenes de este señor y el resto de su
clase sean a día de hoy legales en la inmensa mayoría de países del
mundo. Este Estado español no solamente no tuvo nunca la intención de
juzgarle, sino que además se ha convertido en uno de los grandes
defensores de los monopolistas que se han enriquecido alrededor de la
gran banca. Cuando antes decíamos que los oligarcas financieros podían
arrebatar las riquezas del trabajo producido a millones de personas a lo
largo y ancho de todo el globo terráqueo no exagerábamos,
particularmente el Banco Santander ha contado con el aval, la protección
y la cobertura del Estado español para abrir millonarias inversiones en
otros países como, por ejemplo, América Latina[2]. Si antes hablábamos
de la fusión entre la banca y la industria ahora podríamos hablar de la
fusión entre los oligarcas y los Estados. Parece claro que un hombre tan
poderoso como Emilio Botín no veía en las estructuras de nuestro Estado
un enemigo, sino una poderosa herramienta con la que garantizar sus
beneficios en España y abrir nuevos acuerdos internacionales de mercado a
lo largo y ancho del mundo[3].
En el mundo de los capitalistas es legal
fundar un banco, atesorar el dinero de los depositantes y utilizar el
mismo para realizar inversiones millonarias que permitan controlar
sectores económicos enteros. Es también legal mover el dinero de una
inversión a otra, así como aprovechar el poder de influencia de tu banco
mediante tu peso en la economía nacional – o también mediante la
adquisición de deuda pública para financiar el déficit estatal – para
convencer a los gobiernos de que intermedien por ti en los foros
internacionales para abrirte mercados de inversión a nuevos países donde
existen bolsas millonarias de clientes y una mano de obra muchísimo más
rentable de explotar. Posiblemente juzgado por un tribunal al uso Botín
respondería escasamente por el 5% de sus delitos contra la humanidad.
Sin embargo si entendemos que estos oligarcas deben responder ante una
nueva estructura estatal fundada por y para la clase obrera, tal vez
pudieran empezar a temer las consecuencias.
Porque los comunistas debemos explicarle a
la clase obrera que en las actuales circunstancias a lo que más podemos
aspirar es a que estos oligarcas respondan, en el mejor de los casos,
por sus violaciones a los normas comunes fijadas por el conjunto de los
capitalistas. Como mucho podemos lograr que responda ante cuentas
irregulares o la no declaración de determinado dinero al Estado. Si bien
esto está bien, sería necesario preguntarse, ¿sería esto suficiente
para reparar el enorme daño social que ha generado esta gente?
Emilio Botín ha muerto. El más poderoso
de los banqueros españoles ya no se encuentra entre nosotros. Sin
embargo mañana nos levantaremos y descubriremos que en esencia, todo
sigue igual. Porque en el mundo de la banca, a “presidente muerto hay un
presidente puesto” y el Estado que tanto ha velado por sus intereses le
hará un último favor ejecutando las respectivas leyes de herencia y
haciendo que nuevos oligarcas ocupen su trono en el reino de los
poderosos. No esperemos a que muera tal o cual villano, para que un
relato pueda tener un verdadero final feliz son los héroes los que deben
ganarse el derecho a escribir su epílogo. En este cuento, que es la
realidad, el villano no gobernaba desde un castillo sino desde un banco,
y el héroe no es un hombre o una mujer, sino una gran colectividad de
obreras y obreros que sufren la tiranía del oligarca. Para esta batalla
no valen armas mágicas ni poderes surgidos de otros mundos, sólo la
organización de la clase trabajadora, la lucha y la convicción
ideológica de que para que no existan más tiranos es imperativo
construir una nueva sociedad.
David Comas, protavoz del Partido del Trabajo Democrático
Notas
[1] Malcolm X sitúa a “Tom” como el negro
doméstico que quería a su amo y que servía de intermediario frente al
resto de negros para evitar que se rebelaran contra su señor, lo
comprendieran e incluso pudieran llegar a quererlo como a un padre.
[2] El informe de Sostenibilidad del
Banco Santander en 2012 asegura que la entidad tiene más de 10 millones
de clientes en México, más de 27 en Brasil, más de 3 en Chile y algo más
de 2 en Argentina. También el banco de Emilio Botín tenía presencia en
países considerados como del “occidente desarrollado”, particularmente
algo más de un millón y medio de clientes en EE.UU, más de 26 millones
en Reino Unido, más de 6 en Alemania, más de 4 en Polonia y algo más de 2
en Portugal. El carácter internacional de este banco puede verse con el
número de clientes, al contraponerse estos millones en varios en países
con algo más de 14 millones de clientes en España.
[3] Y no hemos analizado las inversiones
que los oligarcas del Banco Santander pudieran llegar a tener en
diferentes sectores económicos en los países antes mentados o en los
otros tantos en los que tiene también presencia.
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