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martes, 26 de agosto de 2014

¿ NO ERA NICOLÁS MADURO EL QUE MASACRABA A SU PUEBLO? A PROPÓSITO DE LA ACTUAL REPRESIÓN A LOS NEGROS EN EE.UU



 26.08.2014

Nacho Dueñas.

Decía Robespierre que se sabe cómo comienzan las insurrecciones, pero nunca cómo terminan. Desde el pasado febrero, y durante varios meses, Venezuela se ha visto sacudida por unos terribles disturbios que han dejado 43 muertos, centenares de heridos y otros tantos detenidos.

 En dichos altercados se han podido ver imágenes de policías disparando gas lacrimógeno, jóvenes lanzando cócteles molotovs, edificios ardiendo, estudiantes heridos, manifestantes gritando en contra del gobierno, gente con impactos de bala, barricadas, y otros elementos semejantes.
Inmediatamente, y de un modo acrítico y poco fundamentado, buena parte de la prensa mundial ha insistido una y otra vez acerca de que Maduro masacra a su pueblo, de que la policía es altamente represora, de que los jóvenes son víctimas de un sistema totalitario, y de que en ese país
no se respetan los derechos humanos. De modo reiterado, la prensa libre (es decir, la sometida a las grandes empresas y bancos) ha repetido imágenes de heridos y muertos, y de policías disparando y agrediendo a los manifestantes. A la vez, desde el establishment estadounidense se ha amenazado
con todo tipo de represalias y sanciones contra “el gobierno represor de Maduro” en el caso de que éste continuase con su postura.

Sin embargo, no en vano dice el Evangelio que no es honesto mirar la paja en el ojo ajeno y no viga en el propio. De repente, en la ciudad norteamericana de Ferguson, y debido al enésimo asesinato de un negro desarmado por parte de la policía, se han sucedido unos terribles altercados
que se han extendido a varias ciudades y que ya llevan varios días de duración.

En este caso, las imágenes no dejan de ser atroces: imágenes de la policía y la Guardia Nacional armados con ametralladoras, con el dedo en el gatillo apuntando desde sus tanquetas, agrediendo y golpeando a los manifestantes, algunos de los cuales lanzan bombas incendiarias y
presentan un perfil de aparente violencia.

No obstante, el tratamiento que buena parte de la prensa mundial le está dando a estos altercados es completamente distinto: no es que el gobierno reprima, es que debe aplicarse a fondopara mantener el orden; no es que la policía se extralimite, es que debe garantizar la propiedad privada; y no es que los negros se hayan rebelado, es que los violentos son delincuentes llegados de otras partes del país. Y, sin embargo, las imágenes de uno y otro país, tal y como las muestran las cadenas de televisión, no son muy distintas, salvo el aspecto de la policía y de la Guardia Nacional del país norteño, bastante más intimidantes que el del país caribeño. No en vano decía Ortega y Gasset que “no vemos con los ojos, sino a través de ellos”. Y es que no hay más ciego que el que no quiere ver.

Se podrá objetar que en el caso de los actuales disturbios de EEUU sólo ha habido el muerto inicial que detonó las protestas y otro posterior, y que durante éstas, y al menos hasta la fecha, no ha habido ningún muerto más. Sin embargo, si se tira de bibliografía y hemeroteca, se verá que el país
anglosajón ha vivido mayores o semejantes altercados que los sufridos en Venezuela hace sólo unos meses. He aquí algunos ejemplos:

En 1964, la detención de dos negros a manos de la policía causó unos disturbios que dejaron
34 muertos y más de 3.500 detenidos.

Unos años después, en 1968, el asesinato de Martin Luther King desencadenó unos disturbios y una acción policial que dejaron 46 muertos, 2.800 heridos y unos 26.000 detenidos. Más adelante, en 1992, la paliza de 4 policías al negro Rodney King provocó una espiral de
violencia y brutalidad represiva que dejó 55 muertos. Y, sin embargo, estos y otros casos, que se repiten con menor intensidad con una cierta
periodicidad, no han sido merecedores del hostigamiento mediático que el gobierno de Venezuela ha sufrido (“gobierno dictatorial”, “policía represiva”, “pueblo amordazado”, “libertades cercenadas...”). Cabe preguntarse, no obstante, ¿es cierto o no que ha habido represión en
Venezuela en los altercados de este año que han dejado 43 muertos? Porque es cierto que los excesos de unos no son eximentes para los excesos de otros.


Veamos: según informes de organizaciones de Derechos Humanos, como Amnistía Internacional y Provea, la mayoría de los muertos son chavistas, entre policías (nueve) y ciudadanos progubernamentales. Los antichavistas, por tanto, han puesto la minoría de cadáveres.

Según investigaciones periodísticas publicadas y no desmentidas por nadie, pero silenciadas (esto es, censuradas) por la prensa libre, se han detenido a unos 50 francotiradores y paramilitares infiltrados entre los manifestantes opositores. Así se comprende que, según datos de la Fiscalía venezolana, tanto entre policías como entre chavistas y antichavistas, se hayan producido muertos y heridos que presentaban heridas de bala en la cabeza y en línea de disparo descendente, modus operandi de los francotiradores.

El hecho de este paramilitarismo opositor se corresponde con las investigaciones publicadas, entre otros, por Eva Golinger, Luis Britto García o Pascual Serrano, que han demostrado la actuación de estos asesinos, financiados por la CIA, la NED y la USAID, al menos en 2002, 2008 y
2013.

Además, desde el bando de los opositores, y de esto hay todo tipo de documentos gráficos (que la prensa libre de nuevo ha censurado), se han atacado sedes de periodicos con cócteles molotovs, y se ha tratado de incendiar guarderías con niños en su interior, así como autobuses y
oficinas ministeriales. Y hasta una universidad fue casi reducida a cenizas.

Con respecto a la actuación de las fuerzas de seguridad, cuyo responsable es el gobierno, según reconoce Amnistía Internacional todos, absolutamente todos los acusados por extralimitarse en el uso de la fuerza, han sido apartados del cuerpo, investigados y, llegado el caso, procesados e
imputados. Además, se ha destituido a altos cargos civiles y policiales a tenor de estas acusaciones.
No en vano, Maduro aseguró que no permitiría excesos por parte de las fuerzas de seguridad, y queinvestigaría los casos aislados de represión policial. En este contexto, la propia Fiscalía ha abierto una línea telefónica para denuncias anónimas al respecto. Contrasta todo esto con la casi total
impunidad con que en el país estadounidense se suceden los abusos policiales a los negros.
Y, además, en Venezuela jamás se ha decretado el toque de queda ni el estado de excepción (lo que sí se ha hecho en EEUU) e, incluso, todas las manifestaciones pacíficas están garantizadas por ley, de iure y de facto.

Así, el pueblo venezolano es libre para echarse a la calle a denunciar las carencias de la revolución, pero también para celebrar sus éxitos: el descenso de la pobreza del 70 al 23% (The World Factbook), la erradicación del analfabetismo (Unesco), la casi erradicación del hambre (Fao), la total libertad de prensa (Ramonet / Chomsky / Serrano), el disfrute del mejor sistema electoral del planeta, siendo un ejemplo de democracia para el mundo (Centro Carter); el haber descendido el paro del 15 al 7%, y la precariedad en un 50% (Ine), o el hecho de que no sólo no haya desahucios,
sino que en los últimos 10 años se hayan concedido gratis unas 400.000 viviendas no precarias, mientras que en España, en los últimos 7 años, se han expropiado unas 600 casas diarias a beneficio de los bancos, lo que ha provocado unos 3.000 suicidios.

En efecto, no se sabe cómo acaban las revoluciones. Pero la de Venezuela está dando numerosos ejemplos al mundo entero. ¿Qué por qué casi nadie es consciente de ello? Porque nos seguimos empeñados en no ver, con permiso de Ortega, con los ojos, sino a través de ellos. No en vano, como dijo Saint Exupery, “lo esencial es invisible a los ojos”. Entre otras razones porque, según afirmó Hegel, “el esclavo acaba pensando con la cabeza del amo”.
Nacho Dueñas.

Decía Robespierre que se sabe cómo comienzan las insurrecciones, pero nunca cómo terminan. Desde el pasado febrero, y durante varios meses, Venezuela se ha visto sacudida por unos terribles disturbios que han dejado 43 muertos, centenares de heridos y otros tantos detenidos. En
dichos altercados se han podido ver imágenes de policías disparando gas lacrimógeno, jóvenes lanzando cócteles molotovs, edificios ardiendo, estudiantes heridos, manifestantes gritando en contra del gobierno, gente con impactos de bala, barricadas, y otros elementos semejantes.
Inmediatamente, y de un modo acrítico y poco fundamentado, buena parte de la prensa mundial ha insistido una y otra vez acerca de que Maduro masacra a su pueblo, de que la policía es altamente represora, de que los jóvenes son víctimas de un sistema totalitario, y de que en ese país
no se respetan los derechos humanos. De modo reiterado, la prensa libre (es decir, la sometida a las grandes empresas y bancos) ha repetido imágenes de heridos y muertos, y de policías disparando y agrediendo a los manifestantes. A la vez, desde el establishment estadounidense se ha amenazado
con todo tipo de represalias y sanciones contra “el gobierno represor de Maduro” en el caso de que éste continuase con su postura.

Sin embargo, no en vano dice el Evangelio que no es honesto mirar la paja en el ojo ajeno y no viga en el propio. De repente, en la ciudad norteamericana de Ferguson, y debido al enésimo asesinato de un negro desarmado por parte de la policía, se han sucedido unos terribles altercados
que se han extendido a varias ciudades y que ya llevan varios días de duración.

En este caso, las imágenes no dejan de ser atroces: imágenes de la policía y la Guardia Nacional armados con ametralladoras, con el dedo en el gatillo apuntando desde sus tanquetas, agrediendo y golpeando a los manifestantes, algunos de los cuales lanzan bombas incendiarias y
presentan un perfil de aparente violencia.

No obstante, el tratamiento que buena parte de la prensa mundial le está dando a estos altercados es completamente distinto: no es que el gobierno reprima, es que debe aplicarse a fondopara mantener el orden; no es que la policía se extralimite, es que debe garantizar la propiedad privada; y no es que los negros se hayan rebelado, es que los violentos son delincuentes llegados de otras partes del país. Y, sin embargo, las imágenes de uno y otro país, tal y como las muestran las cadenas de televisión, no son muy distintas, salvo el aspecto de la policía y de la Guardia Nacional del país norteño, bastante más intimidantes que el del país caribeño. No en vano decía Ortega y Gasset que “no vemos con los ojos, sino a través de ellos”. Y es que no hay más ciego que el que no quiere ver.

Se podrá objetar que en el caso de los actuales disturbios de EEUU sólo ha habido el muerto inicial que detonó las protestas y otro posterior, y que durante éstas, y al menos hasta la fecha, no ha habido ningún muerto más. Sin embargo, si se tira de bibliografía y hemeroteca, se verá que el país
anglosajón ha vivido mayores o semejantes altercados que los sufridos en Venezuela hace sólo unos meses. He aquí algunos ejemplos:

En 1964, la detención de dos negros a manos de la policía causó unos disturbios que dejaron
34 muertos y más de 3.500 detenidos.

Unos años después, en 1968, el asesinato de Martin Luther King desencadenó unos disturbios y una acción policial que dejaron 46 muertos, 2.800 heridos y unos 26.000 detenidos. Más adelante, en 1992, la paliza de 4 policías al negro Rodney King provocó una espiral de
violencia y brutalidad represiva que dejó 55 muertos. Y, sin embargo, estos y otros casos, que se repiten con menor intensidad con una cierta

periodicidad, no han sido merecedores del hostigamiento mediático que el gobierno de Venezuela ha sufrido (“gobierno dictatorial”, “policía represiva”, “pueblo amordazado”, “libertades cercenadas...”). Cabe preguntarse, no obstante, ¿es cierto o no que ha habido represión en
Venezuela en los altercados de este año que han dejado 43 muertos? Porque es cierto que los excesos de unos no son eximentes para los excesos de otros.


Veamos: según informes de organizaciones de Derechos Humanos, como Amnistía Internacional y Provea, la mayoría de los muertos son chavistas, entre policías (nueve) y ciudadanos progubernamentales. Los antichavistas, por tanto, han puesto la minoría de cadáveres.
Según investigaciones periodísticas publicadas y no desmentidas por nadie, pero silenciadas (esto es, censuradas) por la prensa libre, se han detenido a unos 50 francotiradores y paramilitares infiltrados entre los manifestantes opositores. Así se comprende que, según datos de la Fiscalía venezolana, tanto entre policías como entre chavistas y antichavistas, se hayan producido muertos y heridos que presentaban heridas de bala en la cabeza y en línea de disparo descendente, modus operandi de los francotiradores.

El hecho de este paramilitarismo opositor se corresponde con las investigaciones publicadas, entre otros, por Eva Golinger, Luis Britto García o Pascual Serrano, que han demostrado la actuación de estos asesinos, financiados por la CIA, la NED y la USAID, al menos en 2002, 2008 y
2013.

Además, desde el bando de los opositores, y de esto hay todo tipo de documentos gráficos (que la prensa libre de nuevo ha censurado), se han atacado sedes de periodicos con cócteles molotovs, y se ha tratado de incendiar guarderías con niños en su interior, así como autobuses y
oficinas ministeriales. Y hasta una universidad fue casi reducida a cenizas.

Con respecto a la actuación de las fuerzas de seguridad, cuyo responsable es el gobierno, según reconoce Amnistía Internacional todos, absolutamente todos los acusados por extralimitarse en el uso de la fuerza, han sido apartados del cuerpo, investigados y, llegado el caso, procesados e
imputados. Además, se ha destituido a altos cargos civiles y policiales a tenor de estas acusaciones.
No en vano, Maduro aseguró que no permitiría excesos por parte de las fuerzas de seguridad, y queinvestigaría los casos aislados de represión policial. En este contexto, la propia Fiscalía ha abierto una línea telefónica para denuncias anónimas al respecto. Contrasta todo esto con la casi total
impunidad con que en el país estadounidense se suceden los abusos policiales a los negros.
Y, además, en Venezuela jamás se ha decretado el toque de queda ni el estado de excepción (lo que sí se ha hecho en EEUU) e, incluso, todas las manifestaciones pacíficas están garantizadas por ley, de iure y de facto.

Así, el pueblo venezolano es libre para echarse a la calle a denunciar las carencias de la revolución, pero también para celebrar sus éxitos: el descenso de la pobreza del 70 al 23% (The World Factbook), la erradicación del analfabetismo (Unesco), la casi erradicación del hambre (Fao), la total libertad de prensa (Ramonet / Chomsky / Serrano), el disfrute del mejor sistema electoral del planeta, siendo un ejemplo de democracia para el mundo (Centro Carter); el haber descendido el paro del 15 al 7%, y la precariedad en un 50% (Ine), o el hecho de que no sólo no haya desahucios,
sino que en los últimos 10 años se hayan concedido gratis unas 400.000 viviendas no precarias, mientras que en España, en los últimos 7 años, se han expropiado unas 600 casas diarias a beneficio de los bancos, lo que ha provocado unos 3.000 suicidios.

En efecto, no se sabe cómo acaban las revoluciones. Pero la de Venezuela está dando numerosos ejemplos al mundo entero. ¿Qué por qué casi nadie es consciente de ello? Porque nos seguimos empeñados en no ver, con permiso de Ortega, con los ojos, sino a través de ellos. No en vano, como dijo Saint Exupery, “lo esencial es invisible a los ojos”. Entre otras razones porque, según afirmó Hegel, “el esclavo acaba pensando con la cabeza del amo”.

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