Sindicato:
Asociación de trabajadores constituida para la defensa y promoción de
intereses profesionales, económicos o sociales de sus miembros. El
sindicato tiene el deber de representar los intereses de sus afiliados, negociando con el empresario los aumentos salariales y las condiciones laborales durante la negociación colectiva.
Si no es posible llegar a un acuerdo, el sindicato podrá convocar una
huelga o llevar a cabo cualquier otro tipo de acción para presionar al
empresario. En algunos países, los sindicatos participan en la vida
política, ejerciendo presión para que se promulguen determinadas leyes, o
apoyando a algún candidato que defienda los intereses de los
trabajadores. Muchos sindicatos también ofrecen servicios de asesoría jurídica para resolver problemas de empleo, seguros y otro tipo de atenciones para los miembros y sus familias.
Comienzo con una definición esta columna
porque resulta que me canso de ver, entusiasmarme, creer y luego morir
de pena y de rabia, día a día por los movimientos sociales que son
pisoteados, por particulares o por el Estado. Sólo por nombrar algunos
voy a decir Cruz Verde, Aguas Andinas, Hogar de Cristo, Ripley, Hospital
Salvador, Aguas Vital, Rendic, Sociedad pro ayuda del niño lisiado,
Subaru, Sociedad de Escuelas Católicas Santo Tomás de Aquino,
Universidad Arcis, Supermercados Montserrat, Hoffens, Artplast, Club de
Golf Los Leones, Clínica San Carlos de Apoquindo, AFP Capital, Nueva
Clínica Cordillera, Cervecería CCU, Industrias Campo Lindo y tantas
otras.
Siempre estamos ahí, en la medida de lo
posible, tratando de cubrir, de investigar, de acompañar; porque sabemos
que el ejercicio cansa, desmoraliza, y al final resulta aterrador
porque el código del trabajo es implacable con el trabajador y todas las
garantías son para esos pocos que tienen la sartén por el mango. Quizás
lo más terrible que me h tocado ver es el caso de Cruz Verde que,
siendo más de 800 trabajadores luchando, tuvieron que volver al trabajo
con una mano por delante y la otra por detrás, acogiéndose al código 365
que congela los contratos. No consiguieron absolutamente nada de sus
demandas. Con cuea y los dejaron volver a sus pegas miserables, con sus
sueldos de hambre, teniendo que generar millones de millones para una
empresa satánica que no les pagan una mierda si no consiguen vender los
medicamentos de los laboratorios asociados. Y eso me da pánico, porque
los mismos que vi luchar con fuerza y garra, con entereza y con corazón,
por ir a comprar un parche curita me van a ofrecer una caja de
mierdanol por 990, y por cada una que vendan saben que venden su
dignidad, pero ya sabemos: La necesidad tiene cara de hereje y
el que esté libre de deudas, que tire la primera piedra. Y eso se repite
con otros nombres de compañías que terminan en S.A. para que no
podamos enterarnos de que los apellidos detrás de esas empresas son
siempre los mismos. Para que los inmolados no decidan terminar con sus
vidas, ya no con parafina, sino con bombas amarradas a la cintura en los
jardines de las casas de sus verdugos, o en los Apumanques o en los
Parques Araucos, a los que llevan a sus hijitos para entrenarlos en lo
que deben gastar sus futuros millones, porque es lo que dicta el buen
gusto.
Pero en esta oportunidad no quiero
sindicar a los de siempre por nuestras desgracias eternas, porque ya no
es nada nuevo e históricamente ya sabemos que no hemos podido hacer nada
al respecto y que no lo haremos nunca. En esta oportunidad quiero
hablar de otra vía posible, de aquello que falla en nosotros, de eso en
lo que somos culpables. Quiero hablar de los sindicatos, porque
surgieron, justamente para atacar los efectos más terribles de la
indistrialización y como reacción al desarrollo del capitalismo con el
que tanto nos llenamos la boca. Estos grupos tuvieron que enfrentarse a
la oposición de gobiernos y patronos, que los suponían asociaciones
ilegales o conspiradores que buscaban restringir el desarrollo
económico. Durante el siglo XIX se fueron eliminando estas barreras
legales gracias a resoluciones judiciales y a la promulgación de leyes
favorables a la sindicación y con ello, a los derechos laborales, pero
los primeros sindicatos no lograron superar las grandes depresiones
económicas de la primera mitad del siglo XIX y desaparecieron.
Hoy, la principal función de los
sindicatos debería radicar en conseguir acuerdos, mediante la
negociación colectiva, con los empleadores. Los temas tratados en las
negociaciones son muchos más que la mera negociación de horas de trabajo
y sueldos, lo que refleja la complejidad creciente de las sociedades
industriales, la mayor fuerza de los sindicatos y el aumento de las
exigencias de los trabajadores. En algunos casos, los acuerdos
colectivos especifican con gran detalle cuáles serán los salarios, el
número de horas por jornada laboral, días de vacaciones, las condiciones
de trabajo y otras ventajas. En otras ocasiones, los sindicatos
utilizan su poder para forzar la promulgación de leyes a favor de todos
los trabajadores, mayores pensiones de jubilación un mejor seguro de
desempleo, regulaciones sobre seguridad en el trabajo, más vacaciones,
bajas por maternidad, viviendas de protección social, seguro médico
obligatorio e incluso la creación de tribunales especializados en temas
laborales y procedimientos conciliatorios que protejan a los
trabajadores de decisiones arbitrarias. Todo esto es lo que debiera ser.
Y sin embargo no pasa.
En Chile existió el poder sindical,
existieron villas y poblaciones en donde las empresas tenían
participación y las cajas velaban por el bienestar de sus afiliados.
Pero la dictadura hizo un trabajo muy bien hecho. Nos hizo recagarnos de
miedo al extremo de anular en nosotros el instinto de agruparnos, de
conocernos, de confiar en el otro que vemos más horas que a nuestras
propias familias. Nos enseñó que hay que decir “sí patrón” incluso para
“sentarnos a negociar en una mesa de diálogo”.
Eso no es diálogo, a partir del momento
en el que te dicen cómo tienes que dialogar. Por favor, dense cuenta de
que no es verdad eso de que “deponiendo las huelgas y los paros podemos
sentarnos a conversar” porque son justamente las huelgas y los paros la
única medida de presión que tenemos y si renunciamos a eso ya fracasamos
rotundamente.
Aprendan a quererse entre ustedes, los
que conviven (en el mejor de los casos) de lunes a viernes por diez
horas diarias. Saquen el cálculo de cuántas horas ven a sus hijos y se
van a dar cuenta de que conocen mejor los gestos de sus compañeros de
trabajo que los de sus familias. Que eso debiera ser suficiente para que
se tomen más en cuenta, para que se ayuden más y mejor, para que se
decidan a conversar de sus problemas y se van a encontrar con que están
con la mierda hasta el cuello. Que en la misma semana les cortaron la
luz, el agua o que les van a embargar el auto. Que tienen a los hijos
enfermos, que va a jubilar con la misma mugre de sueldo y que van a
tener la misma vejez espantosa de AFP mirando la tele y sabiendo que
nunca llegó el terrenito en el campo o en la playa. Y entonces ahí,
recién, van a ver la importancia de sindicalizarse en serio; de morir en
la rueda gritando, ya no sólo por sus derechos, sino también por los
del compañero que está igual o peor. Dejen de aparentar entre ustedes,
porque la unidad es urgente. Imprescindible para conseguir una meta.
Entonces las asambleas serán unánimes y dejarán de tener el sabor amargo
del “se hizo lo que se pudo” de “lo importante no es ganar, sino saber
que fuimos capaces de decir algo”. No se engañen. Los triunfos morales
no existen en la lucha por mejores condiciones laborales, cuando se
pierden. Todo es pérdida cuando decimos nuevamente Si patrón.
AngelaBarraza
Angela Barraza Risso
OTRA HUMANIDAD ES NECESARIA
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