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lunes, 18 de agosto de 2014

EL MOVIMIENTO SOCIALISTA Y LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL

 



Hoy en día es evidente que en la Europa capitalista, los partidos socialistas se han instalado en el gobierno. Tienen primeros ministros, comisarios europeos e incluso presidentes de la Comisión Europea. Pero difícilmente podemos considerarlos apóstoles de la paz, pues destacados miembros de los partidos socialistas belgas dirigieron la OTAN y los partidos socialistas apoyan casi todas las guerras libradas por Estados Unidos y la OTAN: la primera guerra de Irak, las guerras en Yugoslavia, Libia, Afganistán, Mali… Al hacerlo, se posicionan a años luz de sus raíces marxistas y sus documentos fundacionales. Como en el caso de Bélgica fue la declaración política de la Carta Quaregnon (1894). El 8 de junio de 2013, la SP.a (partido socialista flamenco, Ndt) renunció a la carta, mientras que el Partido Socialista (partido socialista walón, Ndt) en teoría la mantiene. Pero desde el 5 de agosto de 1914 carece de significado político práctico. Dicha carta pide “la desaparición del sistema capitalista” y su “transformación en un sistema colectivista” y declara solemnemente: “los socialistas de todos los países deben estar unidos, porque la emancipación de los trabajadores no es un problema nacional, sino internacional”. Sobre esta base en 1889, trece años después de la liquidación de la Primera Internacional (1876), los socialistas de la época habían creado una segunda organización internacional, la “Internacional obrera Socialista” cuyo líder del Partido Obrero belga (el partido socialista eb la época, Ndt), Emile Vandervelde, se convertiría en presidente y otro conocido socialista belga, Camille Huysmans, secretario.1

Durante veinte años dentro de la Internacional, tuvo lugar un encarnizado debate entre el ala revolucionaria y el ala reformista. Las tácticas de los consistía en camuflar las contradicciones con un discurso revolucionario. Su argumentación lo prueba: las resoluciones que aprobaban haciéndolas pasar de puntillas – en lo que Vandervelde era un auténtico maestro – siempre empezaban con una posición de principios izquierdas para dar lugar a una decisión práctica claudicante. En 1914, al estallar la guerra, este distanciamiento gradual entre las palabras y los actos llevaría al paso de todos los partidos socialistas hacia el campo de su propia burguesía, enfrentándose a todas las declaraciones de principios.

La Segunda Internacional dividida en todos los asuntos importantes
Los socialistas se dividieron en temas como la participación de los socialistas en el gobierno y la alianza con los grupos burgueses. El problema surgió en Francia con la entrada por primera vez, del socialista Millerand en un gobierno burgués. En el congreso de la Internacional en 1900 en París, la mayoría se inclinaba por rechazar la participación en el gobierno; pero, en la resolución, sin embargo, se reconocía la posibilidad de la participación en circunstancias extremas, cuando fuese necesario en una situación de coacción y, por tanto, se reducía a una cuestión meramente táctica. Sin embargo, era la pregunta más fundamental para el movimiento socialista: integrarse o no en el sistema. La experiencia francesa con Millerand refleja esta reducción a la táctica. Y seguiría mostrándose más tarde en cada participación socialista en los gobiernos burgueses. En 1904, en la conferencia de Amsterdam, esta situación dio lugar a un debate entre Jaures y Bebel, que tuvo un gran impacto: el socialista francés Jaurès recurrió al tema de la República Francesa, “tierra de revoluciones gloriosas”… y a las enormes posibilidades parlamentarias en Francia. Para el líder del partido alemán, Bebel, no había especificidad distintiva en el sistema parlamentario de la República Francesa: “Una república burguesa o una monarquía burguesa, ambos son estados de clases; como lo fueron otros creados para mantener el orden capitalista. Los dos regímenes políticos se esfuerzan al extremo para mantener todo el poder en manos de la burguesía.” Sin embargo, en general, el parlamentarismo había ganado terreno. En 1909-1910, el asunto fue discutido en el POB (Partido Obrero Belga) cuyo liderazgo estaba listo para formar un gobierno junto con los liberales, pero los resultados de las elecciones no permitieron esta combinación.

También apareció la cuestión de la huelga general política. Se daban cuenta de que incluso la mayoría absoluta en el parlamento no sería suficiente para forzar un cambio fundamental en la sociedad, por lo que contaban con la acción extraparlamentaria de la clase obrera, con la huelga política general. El tema surgió varias veces en el tapete en los congresos de la Internacional. En Bélgica, hubo grandes huelgas en 1891, 1893 y 1902, huelgas políticas gigantes en favor del sufragio universal demostrando que era un arma muy poderosa. En abril de 1902, la huelga terminó en un fracaso: iniciado por la base fue rota por la dirección en cuanto la lucha se convirtió en un movimiento muy intenso. En Alemania, el congreso del partido en 1906 desestimó esta arma. La posición a favor de la huelga general fue combatida de una manera particularmente obstinada por Karl Legien, secretario general del sindicato.

Acerca de la cuestión colonial, los principios fundamentales de la Internacional eran el principio de igualdad de derechos de todos los pueblos y razas, su igual derecho a la dignidad, la justicia, la libertad y la independencia Nacional y el principio de solidaridad entre los oprimidos de todas las naciones y razas. El Congreso de Londres (1896) había puesto el requisito de “plena autodeterminación para todas las naciones” y el colonialismo era condenado como una “manifestación del capitalismo.” Pero la práctica de muchos partidos era muy diferente. Algunos en Gran Bretaña defendían la colonización con el argumento de que ningún pueblo podía mantener los tesoros de la tierra (como el oro y los diamantes) a expensas de otros pueblos; la tierra es el bien común de toda la humanidad y el deber común de todas las naciones compartir los recursos naturales, lo que debía prevalecer sobre los intereses de la población local. En Alemania, los reformistas Bernstein, Noske y otros abundaban en la misma dirección. Los socialistas alemanes votaron la siguiente posición: “como el socialismo aumentará las fuerzas productivas del mundo y elevará todas las personas al más alto nivel cultural, el Congreso no rechaza, por principios, cualquier política colonial, ya que, en el socialismo puede tener un efecto civilizatorio”.

En el POB sin embargo se puso en la picota la rapacidad colonial del rey belga Leopoldo II. Dentro del partido, había una corriente anticolonialista: para Louis Brouckère quien en ese momento era parte del ala radical izquierdas, la colonización no traía ningún desarrollo o progreso. El proteccionismo, el militarismo, el imperialismo y el colonialismo fueron considerados síntomas de la podredumbre de una clase descendente convertida en codiciosa y parasitaria que no podía dirigir la producción … Pero muchos, como Vandervelde, abogaron por una política colonial reformista, mientras que otros apoyaban acríticamente al capital colonial.Cuando, en 1908, el Congo se convirtió en una colonia belga, Jules Destrée en nombre del POB afirmó: “Vamos a discutir la cuestión colonial cuando abordamos el capitalismo. Denunciamos el mal esencial y buscamos calmantes directos.” El miembro Terwagne dijo que sin los bienes coloniales, la economía se detendría y agregó que la tarea de los socialistas era “llevar a cabo una política colonial con un mínimo de atrocidades”.

Guerra a la guerra
Para casi todo el congreso de la Internacional, la cuestión de la guerra y la paz figuraba en el orden del día. Sobre la causa fundamental de la guerra, se estaba de acuerdo: muy pronto, se declaró que el capitalismo conducía inevitablemente a la guerra. En el Congreso de París (1900), el carácter de la guerra estaba claro con experimentos recientes: es la puesta en común y la redistribución de las colonias y por lo tanto se han convertido en las guerras imperialistas. En la solución fundamental para poner fin a la guerra también hubo un acuerdo general. El Congreso de Zurich (1893) ya había llegado a la siguiente conclusión: “La caída del capitalismo significa la paz mundial.” Respecto a lo que se debe hacer en tiempos de paz, es decir, la propaganda contra el chovinismo y el militarismo y la negativa a votar los créditos de guerra, prácticamente no había diferencias de puntos de vista. ¿Pero lo que si estallaba la guerra? ¿La huelga general? ¿La negativa general a servir en el ejército? ¿El estallido de la revolución?
La conferencia más importante sobre la paz y la guerra fue la de Stuttgart en 1907. Una resolución francesa de Jaures, Vaillant y Guesdes propuso: “Para evitar la guerra, hay que organizar acciones nacionales e internacionales de la clase obrera, desde la intervención parlamentario y la agitación pública, hasta la huelga de masas incluyendo la insurrección.” Para los socialistas alemanes, obviamente, era inaceptable porque los términos” huelga de masas” e “insurrección” empujarían al partido a la ilegalidad. Por tanto, los socialistas alemanes aceptan la limitación del Kaiser de la libertad de acción del Partido Socialista y Bebel presentó un texto completamente diluido. Lenin y Mártov lograron, a través de la mediación de Rosa Luxemburgo, a añadir una conclusión que iba más lejos de lo que planteaba Bebel: “Si la guerra amenaza con estallar, la tarea en todos los países [...] es la de prevenir, por todos los medios que consideren oportunos y que, naturalmente, difieren de un país a otro, dependiendo de la intensidad de la lucha de clases y la situación política general.” El compromiso de Lenin decía: “Se trata de utilizar la crisis económica y política provocada por la guerra con el fin de remover las capas más profundas del pueblo y acelerar la caída de la hegemonía capitalista.” Pero estaba claro en aquel momento que la voluntad de poner en práctica esta idea no estaba presente entre los socialistas alemanes.
En 1910, el Congreso de Copenhague, decidió que los parlamentarios socialistas votarían en contra de todos los créditos de guerra. En un congreso extraordinario en Basilea en 1913, se adoptó una resolución por unanimidad contra la “absurda” carrera armamentista de la época y la amenaza de guerra. La resolución veía dos garantías esenciales para la paz: la colaboración de los trabajadores de todos los países y el temor de las clases dominantes frente a una revolución que sería el resultado de la guerra. El texto también incluye un llamamiento a los trabajadores alemanes, franceses e ingleses para continuar su lucha por la paz y no dejarse arrastrar a una guerra general. El texto explica que los trabajadores consideraron que era un crimen dispararse los unos a los otros en beneficio de los capitalistas o por el orgullo de dinastías o por los tratados secretos.
El 29 de julio 1914 se celebró en Bruselas la última sesión del secretariado de la Internacional. Austria ya había declarado la guerra y en París y Berlín, se habían organizado manifestaciones a favor de la guerra. Los delegados rusos y británicos dijeron que iban a resistir. Los alemanes dijeron que iban a cumplir con su deber. Se referían a las protestas a gran escala contra la guerra. Jaurès asegura a los presentes la voluntad de paz del gobierno francés. Los británicos proponen una huelga general en caso de guerra, pero resultó que no había nadie a favor. Después de la reunión, hubo una gran manifestación pacífica nacional en el Cirque Royal de Bruselas. Jaurès, socialista opuesto a la guerra, habló rodeado de Rosa Luxemburg y Haase (Alemania), Viktor Adler (Austria), Vaillant (Francia) y Keir Hardie (Inglaterra). Todos estaban todavía unidos fraternalmente. Al día siguiente, se envió un comunicado de prensa pidiendo más acciones anti-militares y negociaciones internacionales. Poco después de la última reunión del secretariado de la Internacional, Jean Jaurès fue asesinado.
El 1º de agosto, Alemania y Francia se movilizaron. Para los socialistas alemanes, la acción revolucionaria estaba fuera de cuestión: el 4 de agosto, votaron los presupuestos de guerra. Los socialistas franceses invocaron este desarrollo para colocarse a su vez detrás de su gobierno. Del mismo modo, los socialistas belgas, dirigidos por Vandervelde, votaron a favor de los créditos de guerra. Sólo los bolcheviques rusos, socialdemócratas húngaros, búlgaros e italianos y el Partido Socialista de los Estados Unidos, se aferraron a las resoluciones contra la guerra. Convocaron una conferencia por separado en la ciudad suiza de Zimmerwald. La Internacional había muerto.
La perspectiva de una guerra europea se cernía desde hacía muchos años y los principales líderes sindicales dudaban de las devastadoras consecuencias de esta guerra, no sólo para la vida y la salud de millones de europeos, sino también para el movimiento obrero. En una carta con fecha del 22 de diciembre de 1882, Friedrich Engels, colaborador de Marx y destacado miembro del Partido Socialdemócrata Alemán, escribió:
“Yo consideraría una guerra europea como un desastre; esta vez sería terriblemente grave, exacerbaría por todas partes el chovinismo durante años, porque cada pueblo lucharía por su existencia. [...] Nuestro partido en Alemania se vería abrumado por una oleada de chovinismo, al igual que en Francia. [...] Creo que esa guerra retrasaría la revolución diez años […]“ 3
Engels, como posteriormente Lenin, Rosa Luxemburg y Karl Liebknecht, estudiaron los motores económicos del capitalismo y descubrieron que el capitalismo conduce necesariamente a la guerra. La competencia de los principales países capitalistas europeos, no sólo en Europa, sino en todos los continentes, luchando por mantener o expandir sus colonias y para obtener una mayor proporción de los mercados globales, era el principal factor de desarrollo que se acompañaba de una carrera armamentista, llamada militarismo en la época. Esta carrera armamentista era inevitable, tanto para los que querían defender su participación en el mercado mundial como para los que querían conquistar nuevos mercados. De ello se desprende que el militarismo y el capitalismo están inextricablemente unidos y el derrocamiento del capitalismo conduciría al fin de la guerra. Este análisis distingue dentro del movimiento socialista, el ala revolucionaria del ala pacifista y más aún del ala derechista.
Karl Liebknecht y Rosa Luxemburgo estudiaron los nuevos desarrollos del militarismo alemán, sobre todo los debates sobre la flota alemana que se estaba desarrollando muy rápidamente. Esta flota iba a poner Alemania en condiciones de desplazar al Reino Unido como principal potencia colonial y marítima. En 1916, Rosa Luxemburgo decía sobre la ley sobre la flota: “El proyecto de ley sobre la flota de 11 de diciembre 1899 era una declaración de guerra de Alemania a la que Inglaterra respondió 04 de agosto 1914.”4
Los dirigentes socialistas eran conscientes de las decisiones de la última conferencia de paz antes de la guerra, de la Internacional Socialista, que se celebró en Basilea el 24 y 25 de noviembre de 1912, y conocían también su manifiesto: “Las grandes naciones de Europa están en todo momento en el punto de tomar las armas unos contra otros. Sin embargo, una agresión tal contra la humanidad no puede ser justificada con ningún argumento de interés nacional alguno.”
A diferencia de los más destacados líderes de la época de los partidos socialdemócratas y de la Internacional Socialista, Lenin planteó la pregunta: ¿quién tiene interés en esta guerra? ¿Qué clase social? Fue el punto de partida para evaluar las actividades militares y diplomáticas de los Estados capitalistas, que no se conocían a través de los discursos y argumentos de las fuerzas políticas de la burguesía. Apenas tres semanas después del estallido de la guerra, con motivo de la primera reunión de un grupo de bolcheviques en Berna, Lenin presentó un proyecto de resolución que posteriormente se distribuiría rápidamente ampliamente en Rusia por canales ilegales. Desde la primera frase, podemos leer: “La guerra europea y mundial tiene todas las características de una guerra burguesa, imperialista, dinástica. La lucha por los mercados y el saqueo de otros estados, la voluntad para detener el movimiento revolucionario del proletariado y la democracia dentro de los países beligerantes, el intento de engañar, dividir y diezmar a los proletarios de todos los países enfrentando a los esclavos asalariados de una nación contra los de otra, en beneficio de la burguesía, este es el único contenido real de la guerra, tal es su importancia.”5
Lenin condenó severamente el colapso ideológico de la socialdemocracia alemana e internacional:
“La actitud de los dirigentes del Partido Socialdemócrata alemán – el partido más fuerte y más influyente de la segunda Internacional (1889-1914) – que votaron el presupuesto de guerra y que recogen la fraseología chovinista y burguesa de los Junkers prusianos y la burguesía, es una traición pura y simple al socialismo. Esta actitud no se puede justificar de ninguna manera, aun suponiendo que el Partido Socialdemócrata alemán sea extremadamente débil y esté forzado temporalmente a plegarse a la voluntad de la mayoría burguesa de la nación. De hecho, en la situación actual, el partido se ha involucrado en una política nacional-liberal.
La actitud de los líderes de los partidos socialdemócratas belgas y franceses que han traicionado al socialismo al entrar los gobiernos burgueses, merece ser condenado de la misma manera.
La traición al socialismo por la mayoría de los líderes de la 2º Internacional (1889-1914) significa la bancarrota ideológica y política de esta última.”6
Algunos, como Kautsky, principal teórico marxista de la época, adoptaron una posición llamada centrista. Defendieron la “paz” sin poner en cuestión el sistema existente. Lenin escribió: “La consigna “paz” no es correcta,7 la transformación de la guerra entre naciones en guerra civil debe convertirse en nuestra consigna.” Esto concordaba con las opiniones de Karl Liebknecht: “¡El enemigo principal está en el mismo país! “
A partir de este enfoque de la cuestión de la guerra y la paz, Lenin participó también, en  los años posteriores, en favor de la formación de un fuerte movimiento socialista revolucionario, más tarde llamado comunista, tanto en su propio país como a nivel internacional, cuyos aspectos más destacados fueron la revolución comunista de octubre y la formación de la Internacional Comunista, y en Alemania, la Revolución 1918 y la fundación del KPD (Partei Deutschlands Kommunistische, partido comunista de Alemania) en el entre 1918 y 1919.
Dos importantes etapas intermedias ya habían tenido lugar: la conferencia de Zimmerwald en Suiza en septiembre de 1915 y la Conferencia de Paz de la izquierda radical, Kienthal, también Suiza en abril de 1916. En Zimmerwald, hubo 38 representantes de 11 países. El grupo de opositores a la guerra más fuerte era el de los alemanes. Karl Liebknecht, encarcelado, envió sus saludos. Por el Partido Social Demócrata de Rusia, estaban presentes dos tendencias: la de los bolcheviques revolucionarios, Lenin y Zinoviev; y la de los mencheviques, Mártov y Axelrod. Durante esta conferencia, Lenin se confirma cada vez más como portavoz y representante de la izquierda revolucionaria en Europa.
Lenin sabía que en algunas cuestiones importantes, la mayoría de la conferencia adoptó un enfoque dubitativo. Sin embargo, estaba a favor de la participación de los bolcheviques en la discusión. La izquierda revolucionaria presentó un proyecto de resolución que fue rechazado por 19 votos frente a 12. En su lugar fue adoptado el documento conocido como el “Manifiesto de Zimmerwald”, escrito por Trotsky. No incluía la necesidad de transformar la guerra imperialista en guerra civil, ni el “trabajo por derrotar a su propio gobierno” y la ruptura total con los dirigentes socialdemócratas que cooperaron en la guerra. Sin embargo, los bolcheviques firmaron el manifiesto. La conferencia instala una Comisión Internacional Socialista, con sede en Berna y y la izquierda de Zimmerwald forma un secretariado liderado por Lenin. Menos de un año después, en abril de 1916 en la Segunda Conferencia Internacional, celebrada en Kienthal, asistieron 43 delegados de 12 países, y en las votaciones clave, casi la mitad votó a favor de las posiciones de la izquierda revolucionaria.
Por tanto en Zimmerwald y Kienthal se colocaron las primeras piedras de la futura Internacional Comunista, la Tercera Internacional (Comunista).

Beben del cáliz de la traición hasta el final
El movimiento socialista no era lo suficientemente potente, ni numérica ni sobre todo ideológicamente, para evitar el estallido de la guerra imperialista. La cuestión no era, ¿podemos evitar la guerra o no? Se había convertido en: ¿la resistencia a las atrocidades de la guerra puede convertir esta guerra en una insurrección? El único que llega a esta conclusión fue Lenin. Abogó por la “derrota de su propio gobierno” y “transformar la guerra imperialista en guerra civil.”

Lenin previó que su lema no iba a materializarse de la noche a la mañana. Los trabajadores aún no habían sentido en lo más profundo de sí mismos lo que significaba esta guerra global. Pero todos los actos de los socialistas deberían estar encaminados a esa línea. Cuando el parlamento votase el presupuesto militar, los socialistas deberían negarse a votarlo, ya sea en Alemania, Bélgica o Francia. Al hacerlo, ellos proclamarían: “Nosotros los trabajadores no tenemos nada que ver con esta guerra y no queremos pagar por esta criminal guerra.” En Francia, Bélgica, Alemania, los revolucionarios deberían desenmascarar los argumentos utilizados por la burguesía para llevar a la gente a esta guerra; tenían que defender los intereses de los trabajadores, defender el pan y el empleo, ya que la guerra causaría inevitablemente una miseria sin precedentes en Europa. Para ello tendrían que trabajar ilegalmente, porque ya no sería posible ninguna legalidad, y difundir su propaganda mediante la prensa clandestina, no en la prensa legal, como podían hacer antes de la guerra. Con este fin, Lenin continuó en su carta a Chliapnikov:
“(Esta transformación puede ser larga, puede requerir y requerirá una serie de requisitos previos, pero se debe efectuar todo el trabajo en la dirección de precisamente esta transformación, en su espíritu y en su dirección.) No un sabotaje a la guerra, no,intervenciones no aisladas individuales en este espíritu, sino una propaganda de masas (y no sólo entre los “civiles”), que conduzca a la transformación de la guerra en una guerra civil [...]“8
[...] Sería un error motivar actos individuales: disparar a los funcionarios, etc, así como admitir argumentos del tipo: no queremos ayudar al kaiser. La primera es una desviación hacia el anarquismo; la segunda hacia el oportunismo. En cuanto a nosotros, tenemos que prepararnos para la acción de masas (o al menos colectiva) en el ejército, no sólo de una nación, y llevar a cabo todo el trabajo de propaganda y agitación en esta dirección. Orientar el trabajo (obstinada y sistemáticamente, durante un largo periodo tal vez) en el sentido de una transformación de la guerra entre naciones en guerra civil, esa es la clave. En cuanto a cuándo se producirá este cambio, es otra cuestión, imprecisa por ahora. Tenemos que dejar que madure ese tiempo y “obligarlo a madurar” sistemáticamente”9
Pero esta no era la preocupación de los líderes de la socialdemocracia. Ellos no sólo se habían rendido, también comenzaron a justificar la guerra e incitaron a los trabajadores de sus países a “defender a su país.”

Por supuesto, el gran capital alemán y la nobleza alemana tratarían de ocultar lo más posible sus verdaderos objetivos de guerra y disfrazarse de defensores de la civilización o de víctimas forzadas a una “guerra defensiva”. La Primera Guerra Mundial fue la primera en la que la dimensión psicológica jugó un papel. En todos los países, se creó una psicosis: “el país está en peligro”, y bajo su influencia, la mayoría de la gente realmente lo creyó. Y con el pretexto de no separarse de la masa cuando ésta es favorable a la guerra, los líderes socialistas deliberadamente se acomodaron en el campo de la burguesía belicista de su país.

Por supuesto, casi nadie había oído hablar del altamente secreto “Plan de septiembre” sobre los objetivos de guerra del canciller aleman von Bethmann-Hollweg, cuyo preámbulo dice inequívocamente: “[...para] la seguridad del imperio alemán [...], Francia debe ser debilitada tanto que no pueda renacer de nuevo como una gran potencia. Rusia tiene que ser empujada lo más lejos posible de la frontera oriental de Alemania y su dominio sobre los pueblos no rusos deben ser roto”10
Y, por supuesto, muy pocas personas sabían los detalles desconcertantes y concretos de cómo los líderes alemanes querían debilitar a sus rivales imperialistas, Francia e Inglaterra, ni tampoco conocían la anexión de partes de Francia y países vecinos más pequeños al oeste. Para los países del Benelux actuales, la nota incluía la eliminación de hecho. En la misma nota, Bethmann-Hollweg señaló a este respecto: “2 o Bélgica. Anexión de Lieja y Verviers a Prusia; cancelación de parte de la provincia belga de Luxemburgo en el Gran Ducado de Luxemburgo. La anexión de Amberes y un corredor de acceso que conecte la ciudad de Lieja es incierto. De todos modos, si Bélgica aparentemente sigue siendo independiente, se convertirá en un estado vasallo [...] 3 o Luxemburgo se convierte en un Estado confederado alemán, recibe una porción del Luxemburgo belga y posiblemente el triángulo Longwy. [...] 6º Holanda. También se deberá explorar las formas de vincular más estrechamente a los Países Bajos a Alemania. [...] Asimismo, mantendrá su aparente independencia, pero convertido en dependientes de nosotros en realidad. Tal vez se podría pensar en un pacto de alianza ofensiva y defensiva que incluya colonias, en cualquier caso, la unión aduanera estrecha, eventualmente la venta de Amberes a Holanda con el reconocimiento del derecho de ocupación de Alemania de las fortificaciones de Amberes y la desembocadura del Escaut.”11 Del mismo modo, Alemania quería un pedazo más grande del pastel en las colonias: “5 oLa cuestión de las adquisiciones coloniales, en particular la creación de un imperio centro africano alemán, [...]“12 (a expensas de Francia).

Estos objetivos de guerra no se discuten abiertamente, pero no eran hasta entonces totalmente desconocidos: una serie de notas similares eran públicas y en gran parte en el mismo sentido que la nota Bethmann-Hollweg. Pero, oficialmente, antes de la guerra, el gobierno ocultaba sus planes de anexión detrás de consignas sobre una “guerra de defensa”.

Y en sus congresos, los socialistas estaban discutiendo desde hacía años la naturaleza de la próxima guerra y qué hacer para contrarrestarla.

La “traición” del SPD no fue ninguna sorpresa…
El 8 de agosto de 1914, en el Reichstag, fue la socialdemocracia alemana la primera que rompió con los principios de la lucha contra el militarismo votando a favor de conceder al Kaiser los presupuestos necesarios para la guerra. Esto estaba en contradicción con el principio del líder del partido, August Bebel, que murió un año antes, el 13 de agosto 1913, que decía: “¡Para este sistema, ni un centavo, ni un hombre!” Internamente, el SPD ya había sufrido una transformación tal que el apoyo a los créditos de guerra no fue realmente una sorpresa. Es cierto que durante los meses previos a la guerra, estuvo de nuevo en diferentes lugares de las protestas socialdemócratas contra la guerra. Pero la determinación de usar la guerra para movilizar contra el sistema capitalista y para pedir su derrocamiento fue ampliamente insuficiente. En sus escritos, veteranos del partido como Carl y Alfred Litkes Mühls hablan de una reunión con el eminente parlamentario del SPD Otto Wels, a finales de julio de 1914 en Berlín. “En un mitin de protesta masiva contra la amenaza de guerra en los últimos días de julio, el camarada Otto Wels describió los horrores de la guerra en todas sus variantes. Pero lo que nos sorprendió es que no dijo lo que debería suceder para evitar el estallido de la guerra. Nos preguntamos: ¿nos está tomando por tontos? La asamblea de la dirección, que tuvo lugar posteriormente confirmó nuestros temores. Wels explicó que nada podía evitar el estallido de la guerra. Este anuncio provocó una tormenta de protestas. Le dijimos a Wels lo que esperábamos: una discusión de medidas contra la guerra. El camarada Hornig acusa a Wels de traición. En lugar de responder, se levantó indignado Wels y dijo que no podía discutir con nosotros sobre esta base.”13
Y el 4 de agosto de 1914, el miembro del SPD del Reichstag, Hugo Haase, catalogado de izquierdas, justifica de la siguiente manera el apoyo de los presupuestos de guerra por parte del SPD: “Las consecuencias de la política imperialista, toda una época de carrera de armamentos y agudización de las contradicciones entre los pueblos, se extendieron por toda Europa como un maremoto. La responsabilidad recae en los autores de esta política y nosotros la rechazamos. La socialdemocracia ha luchado con todas sus fuerzas contra esta evolución catastrófica. Hasta el último momento, organizó en todos los países de importantes manifestaciones por la paz, especialmente con nuestros hermanos franceses. Sus esfuerzos fueron en vano.”

Podríamos pensar que, sobre la base de las resoluciones contra la guerra de las anteriores conferencias internacionales, los socialdemócratas llamarían a un fortalecimiento de la oposición a la guerra, a una huelga general, al sabotaje, a una ola de protestas que implicasen a toda la población. Podríamos pensar que desde el Reichstag, protestarían contra la pena de cárcel dictada contra Rosa Luxemburgo, quien, en febrero y junio de 1914, fue condenado a un año de prisión por llamar a asambleas populares de trabajadores a no dirigir las armas contra sus hermanos de clase de otros países. Pero Haase y el SPD hicieron precisamente lo contrario. Capitularon, alegando la necesidad de “adaptarse a la realidad” y “tratar de evitar que esto empeore.” Esta voluntad de plegarse al “al fin y al cabo no podemos cambiar nada” dominaba desde los últimos diez años, en el ala derecha de la dirección del SPD y la Federación General de Sindicatos Alemanes (ADGB).14

Del mismo modo, Hugo Haase declara en su discurso sobre los préstamos de guerra, “Ahora nos enfrentamos con la realidad brutal de la guerra y los horrores de las invasiones enemigas. No tenemos que decidir ahora si estamos a favor o en contra de la guerra, sino sobre la cuestión de la financiación para la defensa del país. Ahora debemos pensar en los millones de compatriotas que, sin saberlo, se encuentran inmersos en esta catástrofe. Son ellos los que se ven más afectados por los estragos de la guerra.” Haase habla de “defensa”. Pero sabía que no era la “defensa” de un país invadido por una todopoderosa nación adversaria. Y SPD habla exactamente de la misma manera que el Kaiser Guillermo II, que no conocía “partidos, sólo alemanes”: ya no habla de comunidad de clase e los intereses de clase, sino de “compatriotas”.

Un partido marxista no puede caer más bajo. Haase: “Nuestros mejores deseos van sin importar el partido a nuestros hermanos que han sido llamados a filas. También creemos que las madres que deben ser separadas de sus hijos, las mujeres y los niños que se ven privados de los que les dan de comer, que temen por sus seres queridos y la amenaza del hambre. En poco tiempo habrá decenas de miles de heridos y soldados mutilados. Creemos que es nuestro deber urgente ayudar a aliviar su difícil situación, ayudar a sus incontables dificultades.” ¡Vaya cinismo! El SPD despeja el camino que conduce al “hambre” y a “incontables dificultades” a “decenas de miles de heridos y mutilados”, y luego habla de “deber”.


Una nueva imagen del enemigo aparece. “Para nuestra nación y un futuro de libertad, una victoria sobre el despotismo ruso, manchado con la sangre de su propio pueblo, significará muchas cosas, significará todo. Debemos asegurarnos que este peligro se evita, que protegemos la cultura y la independencia de nuestro país. A la hora del peligro, no vamos a permitir que nuestro país se retire. [...] Guiados por estos principios, estamos de acuerdo con los presupuestos de guerra necesarios.”15
Vandervelde, líder del Partido Obrero Belga, envía a los trabajadores belgas a la masacre en estas palabras: “Esta es una guerra santa por los derechos, la libertad y la civilización, por el derecho de los pueblos a la libre determinación.” “La civilización se salvará el día que la Alemania de terratenientes, militares profesionales y fabricantes de armas de fuego sea derrotada.” En el campo de Vandervelde en el lado de la libertad y de la civilización, estaba el zar, es decir, el sistema más feudal, más reaccionario y más atrasado de Europa. Y los defensores belgas, franceses e ingleses de la civilización someterán después a la derrotada Alemania a un yugo económico: deberá pagar cincuenta mil millones de marcos oro y perder la mitad de su industria y de su producción agrícola para sobrevivir. Todo en nombre del “derecho” detrás del cual se esconde el saqueo y el pillaje colonial incluso del oponente derrotado, Alemania.

Guerra por la “libertad”, decía todavía Vandervelde, y “derecho de los pueblos a la libre determinación”: pero evidentemente esto no se aplicaba al Congo, Ruanda o Burundi, en nombre de la “libertad” y “derecho a la autodeterminación”, Bélgica los colocó bajo su control después de la guerra. Del mismo modo, Inglaterra conserva la India y el resto de sus colonias. También en Francia, la “defensa de la patria” se convirtió en la nueva perspectiva de los socialistas. Jean Jaurès, aunque se opuso a la guerra, ya había hecho declaraciones similares a los socialistas franceses. El argumento principal era que los trabajadores franceses tenían conquistas que defender, como el sufragio universal simple.

A lo largo de la guerra, el SPD concluirá con el imperialismo alemán un Burgfrieden, una paz social, paz ciudadana. Hasta julio de 1917, su grupo parlamentario en el Reichstag aprueba cualquier enmienda del gobierno imperial a favor de los presupuestos de guerra. La recompensa no se hizo esperar. Antes de la guerra, las autoridades se negaron a nombrar en los consejos municipales a cargos del SPD, entidades organizadoras de las escuelas y otras actividades de los servicios municipales. Ahora en más de 100 ciudades y pueblos,las instrucciones ministeriales confirman oficialmente a socialdemócratas en sus funciones. El SPD se convirtió en una parte integral de la estructura de poder.

Hasta qué punto la decisión de apoyar la guerra fue sorprendente y chocante, lo podemos ver en un discurso de Karl Liebknecht, a mediados de febrero de 1915. Había “hecho todo posible antes del 4 de febrero de 1914, para convencer a la fracción parlamentaria de votar en contra de los presupuestos”, escribe a un destinatario desconocido, pero había sido capaz de cambiar de opinión a la mayoría de izquierdas. “No me parecía indicado, en aquel momento, aislarme por completo de mis mejores amigos en el campo radical. Nadie podía prever la traición del partido. El 3 y 4 de agosto, todo cambió al revés. Tuvimos sólo unas pocas horas, minutos, y nosotros estábamos, a nuestro gran pesar, frente a un colapso total del ala radical. Haase, miembro de la minoría en el partido, ¡fue persuadido para presentar la declaración de la mayoría! Y con el crujir de mis dientes me conformé con la mayoría. Me arrepentí de inmediato y con amargura, en razón de esta actitud, estoy dispuesto a asumir las críticas.”16

En la siguiente votación, el 2 de diciembre, y en una tercera, 20 de Marzo de 1915, Liebknecht corrigió este error. Por lo tanto, está en el origen de la izquierda revolucionaria en Alemania, y salvó el honor del movimiento socialista alemán.
Notas
1. Leo Michielsen. Geschiedenis van de Europese arbeidersbeweging. Chap. 11, http://www.marxists.org/nederlands/michielsen/1976/geschied/11.htm.
2. Sobre este debate ver http://digital.amsab.be/pubs_serials/De_Verbroedering_1899_1936/1907/mts…
3. F. Engels : carta a A. Bebel (22-12-1882). Citado en una contribución de H.P. Brenner en una conferencia internacional de los partidos PTB, NCPN, DKP y KPL
4. Rosa Luxembourg, La crisis de la socialdemocracia (« panfleto Junius »), capitulo 3. Esta ley adoptada el 14 junio de 1900, decidia doblar la flota.
5. Lenin, Las tareas de la socialdemocracia revolucionaria en la guerra europea.
6. Ibid
7. Lenin, carta del 17 octubre 1914 a A. G. Chliapnikov, Obras completas, tomo 35, p. 158.
8. Ibid
9. Ibid
10. « Septemberprogramm » du 9 septiembre 1914. Citado en Fritz Fischer, Germany’s Aims in the First World War, W.W. Norton & Company, Inc., 1967,http://www.wwnorton.com/college/history/ralph/workbook/ralprs34.htm.
11.Idem. En Francés :http://uia95.com/Carteshistoire/Allemagne/Hegemonie%2014%2018/Programme%…
12. Ibid
13. Berlin 1917-1918. Parteiveteranen berichten über die Auswirkungen der Großen Sozialistischen Oktoberrevolution auf die Berliner Arbeiterbewegung, Berlin 1957, pp. 13 et 14-15. Citation dansGeschichte der deutschen Arbeiterbewegung, Band 2, p. 429.
14. De « Handbuch zur Geschichte der deutschen Arbeiterbewegung », Band 2. Berlin/DDR 1987, p.782
15. « Erklärung der Sozialdemokratischen Partei zum Kriegsausbruch abgegeben vom Fraktionsvorsitzenden Haase im Reichstag (4 Augustus 1914) », Verhandlungen des Reichstags, XIII. LP., II. Sess., 1914, Bd. 306, pp. 8 et suivantes. Cité dans Ernst Rudolf Huber, Dokumente zur deutschen Verfassungsgeschichte. 2
16. K. Liebknecht : « Brief an einen Unbekannten. 18 februari 1915 », Gesammelte Reden und Schriften, Bd. VIII, pp. 195 et suivantes.

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