Sostiene Bauman, con abundantes números al apoyo, que la riqueza de
unos pocos beneficia a esos pocos y no redunda en beneficio de los demás
que son por otra parte la mayoría.
La fama del sociólogo polaco Zygmunt Bauman viene asociada a su
diagnóstico de nuestras sociedades como << líquidas >>. En
la presente ocasión desciende de la abstracta teoría al mundo material
del día a día y se centra en la enorme liquidez que unos acumulan ,
creciendo en la medida en que decrece la liquidez de los otros (<<
¿ La riqueza de unos pocos nos beneficia a todos?
>>. Paidós, 2014 ); de la <<sociología heraclieana>> a
la << pitagórica >> en donde los números cobran una
importancia primordial. La respuesta a la pregunta que da título al
libro parece de una supuesta obviedad aplastante: “ pues, claro” , se
sentirá tentado a responder espontáneamente más de uno guiado por
aquello de que a más desarrollo( económico) más reparto de riqueza entre
los ciudadanos del primer mundo al menos, que viven del estrujamiento
de los del llamado Tercer Mundo. Las cosas, no obstante, no son lo que a
primera vista parecen y así, con la fuerza de las cifras se desmontan
las falacias estadísticas( el manido ejemplo de la ingesta de
pollos-yo dos, tu ninguno = uno cada- para medir el nivel de la cantidad
de pollos que traga el personal) e ideológicas que tienden a hablar de
mismo barco en el que estamos todos mteidos… falacias que recuerdan a
aquel reclamo publicitario de hace unos años que decía << cuando
un bosque se quema , algo suyo se quema…>>, al que un certero
humorista añadió la coletilla, <<señor marqués >>.
Los números cantan, desde las primeras páginas de la obra, y así se puede observar que la concentración de la riqueza aumenta en unas pocas manos mientras que las diferencias aumentan hasta límites que rozan la infamia, y hacen que otras manos no puedan aprehender más que el vacío creciente. No se puede establecer una relación causal entre miseria y revuelta pero sí que es cierto que las desigualdades que se señalan son el escenario en el que los estallidos tienen absoluto sentido; como se diría hace algún tiempo: se dan las condiciones objetivas. Son varias las caras que se pueden detectar en la actualidad en lo que hace a las preocupaciones de los ciudadanos -según algunas encuestas de cualificados institutos de opinión- que están escamados ante la corrupción de la clase política, que en algunos países parece haberse convertido en verdadero deporte nacional que alcanza hasta la coronilla por hablar en diminutivo, otro problema que origina descontento es la creciente desigualdad entre ricos y pobres ( añadiré que a los primeros, pobrecitos los banqueros, se les choja , mientras que a lo segundos se les abandona a la buena de dios); por último el temor al desempleo es otro de los temas que provocan tembleques en el personal.
En el mejor de los mundos posibles que habitamos gracias al neoliberalismo-apoyado tanto por las derechas como por la supuesta izquierda mayoritaria - se pretende vender la economía que marcan los poderosos como la única posible, como si su marcha respondiese a leyes de la naturaleza a las que no se puede contradecir…es lo que hay, y no hay otra. Bauman niega este modo de pensar y pone el dedo en la llaga de que el problema reside en la esfera de la distribución y en la carencia de la más mínima conciencia, nada digamos exigencia, de la solidaridad entre los humanos, que sabido es -al menos desde George Orwell- que todos son iguales pero unos más iguales que otros.
¿ Quién dijo que las clases habían desaparecido? Si se exceptúan quienes consideran tal lenguaje como pura antigualla, o quienes consideran que pertenecen a una <<raza de señores>> por encima de ese invento foráneo, la realidad es tozuda y a lo más quizá pueda afirmarse que se ha dado una distinta estratificación en las diferentes capas sociales y una integración de ciertas profesiones en el grupo de los poderosos ( los que ayudan a que la máquina << capital-parlamentaria>> siga funcionando, los políticos, y los que la engrasan con sus coplas ideológicas, periodistas, que no hacen sino entonar un mero karaoke de la voz de su amo, que al fin y al cabo es el que paga).
La denuncia de la obra es clara, los valores propuestos también( aunque se dejen en manos de cada cual, como ejemplo el análisis de Canetti); lo que sin embargo se echa en falta es la responsabilización de quienes dejan que las decisiones populares se sitúen más allá de la voluntad de la ciudadanía y no hacen nada por interferir en la autonomía de los poderes económicos y financieros que no hacen sino imponer sus intereses por encima de las urnas y otras gaitas…
Los números cantan, desde las primeras páginas de la obra, y así se puede observar que la concentración de la riqueza aumenta en unas pocas manos mientras que las diferencias aumentan hasta límites que rozan la infamia, y hacen que otras manos no puedan aprehender más que el vacío creciente. No se puede establecer una relación causal entre miseria y revuelta pero sí que es cierto que las desigualdades que se señalan son el escenario en el que los estallidos tienen absoluto sentido; como se diría hace algún tiempo: se dan las condiciones objetivas. Son varias las caras que se pueden detectar en la actualidad en lo que hace a las preocupaciones de los ciudadanos -según algunas encuestas de cualificados institutos de opinión- que están escamados ante la corrupción de la clase política, que en algunos países parece haberse convertido en verdadero deporte nacional que alcanza hasta la coronilla por hablar en diminutivo, otro problema que origina descontento es la creciente desigualdad entre ricos y pobres ( añadiré que a los primeros, pobrecitos los banqueros, se les choja , mientras que a lo segundos se les abandona a la buena de dios); por último el temor al desempleo es otro de los temas que provocan tembleques en el personal.
En el mejor de los mundos posibles que habitamos gracias al neoliberalismo-apoyado tanto por las derechas como por la supuesta izquierda mayoritaria - se pretende vender la economía que marcan los poderosos como la única posible, como si su marcha respondiese a leyes de la naturaleza a las que no se puede contradecir…es lo que hay, y no hay otra. Bauman niega este modo de pensar y pone el dedo en la llaga de que el problema reside en la esfera de la distribución y en la carencia de la más mínima conciencia, nada digamos exigencia, de la solidaridad entre los humanos, que sabido es -al menos desde George Orwell- que todos son iguales pero unos más iguales que otros.
¿ Quién dijo que las clases habían desaparecido? Si se exceptúan quienes consideran tal lenguaje como pura antigualla, o quienes consideran que pertenecen a una <<raza de señores>> por encima de ese invento foráneo, la realidad es tozuda y a lo más quizá pueda afirmarse que se ha dado una distinta estratificación en las diferentes capas sociales y una integración de ciertas profesiones en el grupo de los poderosos ( los que ayudan a que la máquina << capital-parlamentaria>> siga funcionando, los políticos, y los que la engrasan con sus coplas ideológicas, periodistas, que no hacen sino entonar un mero karaoke de la voz de su amo, que al fin y al cabo es el que paga).
La denuncia de la obra es clara, los valores propuestos también( aunque se dejen en manos de cada cual, como ejemplo el análisis de Canetti); lo que sin embargo se echa en falta es la responsabilización de quienes dejan que las decisiones populares se sitúen más allá de la voluntad de la ciudadanía y no hacen nada por interferir en la autonomía de los poderes económicos y financieros que no hacen sino imponer sus intereses por encima de las urnas y otras gaitas…
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