08.06de 2014
La cobarde respuesta del "líder mediático" ante un artero ataque de la extrema derecha a Venezuela
Las campañas electorales, cuando son la expresión de proyectos políticos endebles y oportunistas, cuyo objetivo fundamental es captar los votos de los electores a cualquier precio, ocultando si fuera preciso incluso los principios que se dice defender, pueden jugar malas pasadas.
Algo de eso le sucedió hace un par de semanas al "líder mediático" de la plataforma electoral "Podemos", Pablo Iglesias, cuando un repulsivo representante de la extrema derecha de los mass media, Alfonso Rojo, le tendió la trampa, poniéndolo entre la espada y la pared para que se viera obligado a defender a la Revolución Bolivariana de Venezuela.
Pero Iglesias, como
puede verse en el vídeo, en lugar de afrontar la situación defendiendo
los principios en los que dice creer, se acoquinó y, achantado y
balbuceante, eludió hacer lo que correspondía en una coyuntura como esa:
aprovechar la oportunidad para aclarar lo que realmente está sucediendo en Venezuela, donde las clases sociales dominantes tratan de liquidar un proceso político revolucionario y liberador. Claro que con esa actitud Pablo Iglesias podía, ciertamente, haber perdido algunos votos de ese electorado "ni de izquierdas ni de derechas", al que la Plataforma a la que representa está reclamando su voto.
Este tipo de situaciones no son
nuevas. Se les presentan a aquellos políticos electoreros cuyo objetivo
es instalarse cómodamente en las poltronas institucionales del sistema
que simulan atacar. Sin ir más lejos, un destacado representante de Izquierda Unida, Gaspar Llamazares, llegaba incluso a permitirse atacar a Cuba cuando la Isla se encontraba en una difícil situación de aislamiento en la década de los 90, después del desplome de la Unión Soviética, y enfrentaba un redoblamiento del acoso de su poderoso vecino del Norte. Llamazares no
deseaba por nada del mundo que su electorado lo asociara con un proceso
revolucionario que no pocos pronosticaban que iba a durar solo unos
meses. Son precios, miserables precios que, a causa de su naturaleza
fraudulenta, el electoralismo se ve obligado a pagar.
VÍDEO:
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