Puede que a día de hoy exista gente que crea que los futbolistas juegan el Mundial solo por convicciones deportivas e incluso patrióticas, pero está la realidad tiene muchas más cosas que ofrecernos.
Esa
es la cifra, 720.000 euros que ganará cada jugador de la selección
española de fútbol por ganar el mundial, cifra que iría desembolsándose
según en número de rondas superadas (pasar a octavos, semifinales, la
propia final y la victoria). Es un 20% más de las primas que obtuvieron
en Sudáfrica, alrededor de 120.000 euros. En caso de que España ganara
el mundial, se desembolsaría en un total de 16.560.000 euros en
primas. Habrá quien lo justifique, pues la permisividad con el fútbol en
cuanto a los casos de corrupción, de abuso monetario o de cifras
desorbitadas, es bastante casual. Que esta justificación provenga de
altas esferas no es un problema, lo preocupante es cuando la
justificación proviene de gente de a pie, la cual vive con el dinero
justo pero es alimentada con aquel circo, en este caso sin pan.
El
patriotismo futbolístico no existe, simplemente la selección funciona
como un símbolo más. Es innegable el simbolismo que tiene el equipo de
fútbol que es capaz de aunar en un solo lugar a empresarios, políticos y
gente de a pie. Es evidente que las diferencias sociales ahí existentes
son abismales, pero el fútbol hace su trabajo indirecto: ser bálsamo.
Escucharás a gente justificar los negocios, tratos y actos poco éticos
de los dos primeros grupos de personas por parte del último solo porque
favorece a su tendencia futbolística, como si ese espectáculo le
alimentara y entonces te dirá algo: es un sentimiento que no se puede
comprender.
Sí
se puede comprender, pero los futbolistas no lo hace, no son sensibles
con las condiciones en las que se encuentra actualmente España. De hecho
recordemos lo que ocurrió con las primas en el pasado mundial, siendo
tributadas por los jugadores en Sudáfrica y no el fisco español. Pero no
es un acto aislado, pues en la anterior Eurocopa de 2008 también
tributaron fuera de España. Por lo tanto no solo es recibir cantidades
económicas que se desajustan a una realidad injusta de la clase
trabajadora, si no que para colmo no contribuyen con esas primas a la
hacienda pública del país en el que trabajan. No se trata de atacar al
deporte, pues el deporte es algo positivo, se trata de atacar a aquellas
personas (jugadores incluidos) que transforman el deporte en un campo
de actitudes no muy justas o éticas. Si pueden hacer esto es sobre todo
porque cuentan con el beneplácito de una sociedad que quiere ver el
resultado sin importarle las formas o procesos.
Si
consideramos que los futbolistas son personas que deberían comprender
la realidad española e incluso mundial, parece no importarles mucho
ajustarse a lo que moralmente sería menos reprobable.
En comparación con
otros países, es la selección que más cobra por alcanzar objetivos,
pues otras como Alemania otorgan primas de 300.000 o Brasil 330.000.
Estas cifras no son justificables tampoco, pero en comparación con la
española son prácticamente la mitad. Algunos jugadores de la selección
se han mostrado molestos con que estas cifras se hagan públicas, como es
el caso de Juan Mata. ¿Les molesta que afecte a su imagen? El caso es
que no debe afectarles posteriormente mucho. Ellos individualmente saben
que realizar un buen mundial puede subir el precio de sus fichajes y
aumentar sus beneficios además de toda la parafernalia que les rodea.
Quien busque en el mundo futbolístico un símbolo patrio que represente a
la población española está creando una propia mentira en su mente, pero
luchar contra los símbolos, el circo y los señoritos de pulsera
rojigualda de los palcos es bastante complicado cuando cuenta con el
apoyo de la gente de a pie, un apoyo obsesivo y justificador de delitos
económicos o humanos como en Brasil.
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