Martes, 10 de Junio de 2014 08:36
El célebre eslogan de que el capitalismo no se reforma, se destruye,
debería ser cabecera de todos y todas. La unidad sin sectarismos es un
valor revolucionario cuando la ejercitan revolucionarios. Las pachangas
electorales son harina de otro costal.
El nacimiento de PODEMOS trajo
consigo una reunión inmediata con IU para explorar la posibilidad de ir
juntos a las europeas. En el encuentro quedó claro que no había
diferencias sustanciales en lo programático y que ambas formaciones se
integrarían en el Partido de la Izquierda Europea (PIE) que llevaba a
Alexis Tsipras, el líder de la griega Syriza, como candidato genérico.
Esa reunión la encaró IU desde la fuerza de una organización al alza,
recordemos que las encuestas le daban por esos días hasta 13
europarlamentarios, es decir, que recogería –decían- todo el voto de
las protestas a los recortes, del desencanto y de las mareas. PODEMOS
fue a la cita con una expectativa de obtener apenas 1 representante al
decir de algunos sondeos, otros ni eso. No hubo acuerdo porque la forma
de elegir a los candidatos les separaba, los unos apostaban por lo que
estableciese la dirección y los otros por el voto en internet (a falta
de tener articulada a la organización) de sus bases. IU lo quiso
engullir y la gente de Pablo Iglesias no se dejó.
Apenas horas después de conocerse los
resultados de las elecciones europeas desde ambas organizaciones se ha
hablado de unidad, de tender puentes de colaboración, de unificar
criterios contra el enemigo neoliberal común, etc. La experiencia en
Grecia de Syriza seduce a ambas, el ocupar el espacio político que la
socialdemocracia ha abandonado y satisfacer al electorado con un
programa transversal e interclasista que traiga la transparencia y la
ética a la política saben que es atractivo, que se vende sin mucho
esfuerzo con el trabajo de una militancia que ha hecho suya como
herramienta las redes sociales. Sin embargo, a poco que se ahonda en el
programa del objeto a imitar, a poco que nos acercamos al programa de
Syriza, vemos que queda lejos de una izquierda revolucionaria, incluso
de una izquierda anticapitalista.
No hay que olvidar aquí que uno de los
motores fundamentales del nacimiento de Syriza es el trabajo político
de los eurocomunistas del PC del interior, hoy rebautizado como
Synaspismos. Es obvio que tienen todo el derecho del mundo a presentarse
con el ideario que crean oportuno, pero si alguien cree que el programa
pone en jaque el capitalismo se equivoca. Hace dos años, un excelente
artículo de Alberto Herbera titulado Syriza, socialdemocracia y Unión Europea
(1) desmenuzaba la propuesta de Syriza y con ella la de los partidos y
coaliciones que forman parte del PIE, esto es, su concepción reformista y
socialdemócrata de ver e interpretar la realidad. Auditar la deuda para
ver qué parte de ella es asumible, seguir en la UE y el euro, el
keynesianismo como propuesta económica y el ninismo ante los bombardeos
de la OTAN en Libia o el ataque a Siria, resultan ejes básicos junto a
la crítica a la clase política que hasta ahora ha sustentado el poder.
Reformar y reformar para ir transformando, siempre al lado de las urnas y
denunciando cualquier otra forma de lucha, ése es el ABC.
Syriza ya existe, ya está aquí. Es
cuestión de tiempo que IU, PODEMOS, incluso con lo que va quedando del
PSOE, trabajen juntos en no pocos temas. La suma de las tres fuerzas
echaría del gobierno municipal y autonómico al PP en la próxima cita
electoral y ese cambio de poltronas les excita sobremanera, pero, ¿qué
hay de la revolución? Ni está ni se le espera. Avanzar dentro del marco
institucional sin cuestionar siquiera su razón de existir es un discurso
mayoritario, mayoritario porque es el de la clase dominante y lo pueden
transmitir sin pudor, incluso desde canales de televisión afamados de
programas y tertulias con participantes syrizos.
Todo esto no es óbice para recordar la
deuda de los dirigentes y militantes de las organizaciones
revolucionarias para con la gente, para con la clase obrera. Una vez más
se ha sido incapaz de presentar a las elecciones –para siquiera medir
el trabajo realizado- un Frente Revolucionario tejido en las mil luchas y
movilizaciones, dejando al reformismo el beneficio electoral de las
mismas. Hay algo maravilloso, sin embargo, y es que la lucha de clases
continúa, que no se detiene ni en los procesos electorales ni en la
parada obligada de los análisis, y que los que hoy son figuras
importantes son devorados por el propio sistema en cuanto son
amortizados. El célebre eslogan de que el capitalismo no se reforma, se
destruye, debería ser cabecera de todos y todas. La unidad sin
sectarismos es un valor revolucionario cuando la ejercitan
revolucionarios. Las pachangas electorales son harina de otro costal.
(1) http://www.rebelion.org/noticia.php?id=150451
http://www.unidadyresistencia.net/2012/07/el-sindrome-syriza-en-las-elecciones.html
EDITORIAL
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