18 de mayo de 2014
Lo que sucede en Ucrania
no es producto de una agudización de contradicciones interimperialistas
al uso, sino la recuperación por parte de Rusia de zonas que
históricamente les pertenecieron. "Restaurar la justicia histórica" lo
llaman los dirigentes del nuevo Estado de Donetsk.
Militante del PCUS, el
Putin de hoy no es comunista, eso es obvio, pero sí nacionalista y se
mueve entre dudas para intervenir y proteger a los ciudadanos de origen
ruso evitando así un genocidio, un progromo nazi. Pero Putin está sometido a presiones.
Fuerzas poderosas se
mueven dentro de Rusia a favor y en contra de la intervención. La
mayoría es partidaria de aquella o, al menos, de proteger a las regiones
amenazadas por el fascismo del siglo XXI, estaríamos, nuevamente, ante
la figura protectora de la madrecita rusa, de esa Rusia ancestral a la
que apelara incluso el gran Stalin cuando la URSS fue agredida por
Hitler; sin embargo hay grupos que se muestran reticentes a intervenir
¿Por qué?
Porque no ignoran que el
entramado instalado en Donestk y Luganks es un movimiento popular
antifascista cuyos órganos de dirección, organización y resistencia
están basados en los soviets y temen que en Rusia corra como la pólvora
la exigencia no solo de la restauración territorial (que ya lo es a
nivel de calle) sino también de los soviets.
"El Soviet Supremo es el
único y permanente órgano legislativo del poder estatal de la república
popular de Donetsk" informó el portal web hace pocos días. Más claro,
el agua.
En estos momentos el ejército de la República de Donestk cuenta con unos 27.000 hombres armados, y todos sabemos por quien.
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