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domingo, 11 de mayo de 2014

EL SINDICALISMO ESPAÑOL, TOCADO

Los dos sindicatos mayoritarios han alcanzado un nivel de descredito que les sitúa en una posición casi de irrelevancia, precisamente en un momento económico y laboral en el que se necesitan organizaciones fuertes y representativas.

Las crónicas periodísticas no ahorraron calificativos a la hora de hacerse eco del cierto fracaso que supusieron las concentraciones del Primero de Mayo, algo que se viene repitiendo en los últimos años y que dejan muy lejos las multitudinarias concentraciones de trabajadores del siglo pasado. Esta situación es un claro reflejo de que los dos grandes sindicatos españoles, de origen comunista y socialista, no son capaces de convocar al descontento ciudadano pese a que el desempleo roza el 26% o que las bases les han dado la espalda hartas de los cariños a Zapatero, de los ERE andaluces, de consejos de Caja Madrid, de trabajos en precario o del miedo al cambio que se nos viene encima.
Sin embargo, uno de los denominadores comunes de la sociedad española durante los últimos dos años ha sido la proliferación de manifestaciones de distintos colectivos ciudadanos que buscan mostrar en la calle su descontento y desacuerdo con las reformas emprendidas por el Gobierno de Rajoy.

La ocupación de la calle de forma espontánea o provocada, que busca extender fuera del ámbito parlamentario sus desacuerdos con las políticas gubernamentales -incluso mover la silla al Ejecutivo-, no deja de ser la expresión más básica de un modelo que en el mundo de la organización de empresas se conoce como resistencia al cambio y que, en demasiadas ocasiones, es uno de los problemas serios a los que se enfrentan las empresas obligadas a profundos cambios estructurales. Sin embargo, los sindicatos, sumidos en un desprestigio considerable, no han podido o sabido canalizar ese descontento.

No es fácil olvidar el descredito que ha llevado a estos sindicatos a una situación cercana a la irrelevancia, por mucho que este puede considerarse el momento de contar con un sindicalismo fuerte y representativo. No es fácil olvidar cuando en España la tasa de paro rozaba el 16 % y, mientras los sindicatos europeos preparaban concentraciones por toda la Unión para protestar contra el paro, Zapatero se daba un baño de multitudes en el congreso de UGT que reelegiría a Cándido Méndez como secretario general, pronunciando la frase que pasaría a la historia del sindicalismo: "Necesito vuestro cariño". Aunque el cariño verdadero ni se compra ni se vende, ese, concretamente, tuvo su reflejo en los Presupuestos Generales del Estado. Y es que cuando uno se acostumbra a vivir de cuantiosas transferencias con cargo al contribuyente, se convierte en un cuerpo cuyo único interés es obtener fondos públicos para crecer y perpetuarse.

Pese a todo, nada ha cambiado y son muchos los que entienden que no resulta aceptable que se critique la reforma laboral de día, mientras que se practica de noche con sus propias plantillas.

Por no cambiar, no parece haber cambiado siquiera la falta de transparencia que impide conocer la cifra exacta de liberados con que cuentan los dos sindicatos mayoritarios, aunque entre instituciones oficiales y empresas de carácter privado, la horquilla se mueve de los 145.000 a 203.000, según las fuentes que se utilicen, conformando la segunda mayor plantilla después de la administración pública.

En el extrarradio del sistema
Lo que está en cuestión por parte de muchos estudiosos, es el papel de unas organizaciones sindicales ancladas en tradiciones y estructuras de la época fordista de principios del siglo XX, que supuso que en Europa el sindicalismo se alineara con una doctrina marxista que concibe la sociedad como un ente dividido en clases sociales estancas y necesariamente enfrentadas. Hoy por hoy, oficialmente, esa disciplina se mueve en el extrarradio del sistema.

Muchos estudios de sociología ponen en duda el futuro del sindicalismo en España, afectado por una baja militancia, especialmente entre trabajadores jóvenes; una baja cobertura al estar presente principalmente en las industrias manufactureras y el sector público, y una falta de propuestas de futuro considerable que muchos identifican con intereses oscuros. Y lo que es más grave, una reacción conservadora al cambio que se plasma en la defensa de conquistas pasadas sin proponer, casi nunca, reformas innovadoras audaces.

Los sindicatos españoles parecen empeñados en ignorar que la sociedad está en un proceso acelerado y obligado de cambio, como ocurre con cualquier otra economía avanzada, que cada vez más se basa en el conocimiento, en sectores de servicios, en el autoempleo, en el emprendimiento, en la especialización y en la externalización, así como en la individualización de los sistema de producción.

En este contexto, los críticos acusan a los sindicatos tradicionales como UGT y CC OO, de haberse convertido en parte del Estado, que viven de él, hasta el extremo de acusarles de ser una simple evolución del sindicato vertical franquista, que se interpone a la fuerza entre los trabajadores y los empresarios.

En condiciones normales, un 26 % de paro bien hubiera merecido una huelga general, en el caso de que los sindicatos tuvieran una alternativa económica para salir de la crisis que ha corroído los cimientos del sistema. ¡Pero ni eso!

Fuente: http://www.zoomnews.es/280732/observatorio-economico/sindicalismo-espanol-tocado

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