Martes, 15 de Abril de 2014
Ser panfletario es para mí una obligación cuando hay refriega y
batalla, darles luces y ánimos a los que luchamos por el mundo nuevo es
mi mejor trabajo.
Hoy, con esta poca de calma que tenemos, quisiera pedirles permiso para
que lean otras cosas que escribo, siento y pienso, también.
La calma reina nuevamente, por ahora, no quiere decir que se acaben las batallas.
Pero hoy hemos vencido una tormenta infernal de sangre y fuego fascista, que nadie dude de la gran victoria.
Quiero aprovechar para publicar un texto, escrito por mí y publicado en el libro “Las venas del Imperio”.
Ser panfletario es para mí una
obligación cuando hay refriega y batalla, darles luces y ánimos a los
que luchamos por el mundo nuevo es mi mejor trabajo.
Hoy, con esta poca de calma que tenemos,
quisiera pedirles permiso para que lean otras cosas que escribo, siento
y pienso, también.
“La interpretación no
corresponde entonces sólo a los análisis comparados de los hechos
sucedidos, sino a la comparación con los hechos por suceder, que van
brotando como imperceptibles semillas sobre el presente, con la fuerza
indetenible del universo: la misma de un grano de maíz o del
espermatozoide de cualquier adolescente, cargado de furia, de vida, de
presagios y de la fuerza centrípeta que remoza a las especies.
El norte y el sur tienen su
historia, quizá más vale decir el norte y lo ecuatorial. Las grandes
civilizaciones emergieron anteponiéndose a los climas estacionales del
norte, el invierno obligó a Europa y a la Norteamérica a proveerse de
sustentos o reservas, enseñó a guardar, almacenar y preservar recursos
para sobrevivir en aquellos meses en que la nieve escondía al sol y su
fertilidad, a los rebaños y su facilidad de brindarnos alimento.
De esos tiempos nació
seguramente la plusvalía, quien guardaba y podía ofertar alimento en los
meses de escasez, aprendió muy pronto el concepto de la ganancia, que
en su principio dependía siempre de la necesidad de los otros. Los
comerciantes y caravaneros, andaban sobre dromedarios haciendo de las
suyas: subían y bajaban de las tierras tropicales al norte invernal
para “comerciar” dátiles, sal, carnes saladas y todo aquello que fuese
apetitoso en los meses de rigor.
El norte y el sur mantienen
su relación a través de la producción y de la idiosincrasia que los
diferenciaba. Aquellos aborígenes que habitaban las costas de centro y
sur América, del África y la India, no temían a los inviernos. Sus años
transcurrían en un constante y permanente disfrute de la generosidad de
las tierras, peces, frutas, reses, aves y flores que eran algo
constante, como lo son hoy.
La carencia del norte se
convirtió en invasión, en el dominio y la explotación del sur. El sur
era el patio de las materias primas, aquí vinieron los norteños a
proveer sus mercados y a desvalijar a otros hombres que vivían
tranquilos y lejos de las angustias congelantes del tiempo del frío, que
no desarrollaron su ser en máquinas sino en dioses, por no tener
carencias materiales y que disfrutaban el día a día en tierras generosas
que le proveían de alimento casi sin esfuerzo. De allí que el hombre
del norte aprendió a trabajar mientras el del sur disfrutaba una
temperatura, un clima y un medio ambiente que trabajaba para él. En el
norte buscaban comida y riqueza mientras en el sur, colmado de
abundancia se buscaba sentido y universalidad del ser.
La historia del hombre ha
sido este desempeño de ultraje de los grandes imperios boreales hacia
las plácidas civilizaciones del sol. Invasiones, dominaciones,
ejércitos, degradaciones, asesinatos, sometimientos y explotación venían
tomados de la mano de la feroz apetencia de riqueza y de poder en que
había derivado el desarrollo de los países que se “desarrollaban”,
manteniendo como víctimas a nuestros pueblos. Esto aparece en los anales
de la historia: Carlo Magno, Cesar, Hitler, Bush son parte de esa
historia. Los hombres del Norte tienen aún sus botas pisando nuestras
tierras, tienes esbirros que defienden sus intereses y en todo el sur
existen embajadas del imperio del dinero.
La brújula, la que marca el rumbo a seguir ya no apunta al norte sino al sur.
Las tierras milenarias donde
creció la civilización son telúricamente tierras cansadas, superpobladas
y dependientes de lo externo, son estériles o incapaces de auto
sustentarse, hoy sufren una crisis no sólo económica, es una crisis
global, es ecológica, es moral, es política, es total.
Hoy el sur se levanta
insospechadamente. Ha llegado su hora. Difícil de ver inclusive por los
pronosticadores de oficio, pero cada día el sur se crece como otrora
crecieron los imperios, se une, como otrora se unieron Norteamericanos,
asiáticos y europeos; pero los ojos cansados de sus analistas ni lo
sospechan. Nadie sospechó de la caída soviética sino hasta ver a
Gorbachov entregarse ante la historia, así son pocos los que vislumbran
los pasos tan precisos con que la América Latina
comienza a pasar a la vanguardia. Se unifica a pasos agigantados,
demuestra en la OEA su ímpetu insometible y continuará avanzando.
El sur ya no es el sur, ya las agujas de las brújulas nos señalan como norte del destino.
Tierras vírgenes,
despobladas, sin historias de imperios sino allá en las memorias
ancestrales de nuestros indios, imperios de luz y de dioses, de amor y
de hermandad. Se abren las puertas de la era para hacernos protagónicos
del salto al futuro. Son todos los dioses que renacen hechos humanos y
comienzan la marcha indetenible.
El hombre comienza su
historia en el África, en Etiopía, donde tenía todo, como lo tenemos en
el sur, los motivos que le hacen emigrar al norte se pierden en la
polvareda de los siglos. Hoy el norte está en crisis y el sur renace de
sus cenizas. La más mínima algebra marxista es suficiente para predecir
los sucesos que acontecerán, no se quedará la crisis en hombres
despedidos y auxilios bancarios, falta lo peor, Norteamérica y Europa no
sospechan la rebelión que se avecina: la histeria de las piedras de los
hombres que quedan en las calles, rompiendo los cristales de las
oficinas imperiales anunciarán el comienzo terrible de los tiempos de la
ira, sublevados tomarán adoquines y antorchas para incendiar al
capitalismo inmoral, inhumano y cruel que los crucifica y condena a la
deriva.
Serán los cambios hacia un
nuevo planeta. Un planeta integral. Norte y Sur serán lo mismo al final:
el comienzo de la historia verdadera.”
¡Chávez vino a abrirnos los ojos, a enseñar el camino a la humanidad!
Tomado del libro: “Las venas del Imperio” de Raúl Bracho editado por la editorial Dictus Publishing y disponible en Obras de Raúl Bracho en Amazon.es:
http://www.amazon.es/Libros/s?ie=UTF8&field-author=Ra%C3%BAl+Bracho&page=1&rh=n%3A599364031%2Cp_27%3ARa%C3%BAl+Bracho
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