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lunes, 14 de abril de 2014

LA DISYUNTIVA DEL PROCESO VENEZOLANO

 14.04.2014
 
EDITORIAL: En todo proceso social y político, hay momentos determinantes para su futuro, para el rumbo que seguirá en lo inmediato y para las posibilidades reales de lograr los objetivos que tenga trazados.


El proceso de cambios que vive Venezuela está justamente atravesando uno de esos momentos.

En 1999, el pueblo venezolano, inició “una nueva fase de su larga lucha revolucionaria antiimperialista”*. Muchas expectativas y entusiasmos nacieron o se reavivaron en torno a lo que empezó a llamarse “Revolución bolivariana” y a su líder indiscutible, el presidente Chávez.

Muchas y muchos, especialmente entre quienes tenían décadas de combates, pensaron que “llegó el día”, “triunfó la Revolución por la que soñamos”. Chávez, como hombre y como dirigente político, logró encarnar la representación de ancestrales anhelos de justicia y reivindicación social.

Pero la casi totalidad de esos hombres y mujeres, incluso quienes tenían muchos años de experiencia política revolucionaria, obviaron aspectos básicos sobre las fuerzas productivas, sobre la concepción de la lucha de clases, sobre la teoría del Poder, sobre las correlaciones de fuerzas, sobre las relaciones de producción, y sobre el origen, naturaleza, carácter, tipos y formas del Estado.

Es decir, olvidaron aspectos que se resumen en el proverbio: “una golondrina no hace verano”.

A lo largo de estos 15 años, hay una cantidad importante de conquistas sociales que deben ser reivindicadas, rescatadas, mejoradas y defendidas. Aunque las más resaltantes conquistas, logradas en estos años, han sido las políticas.

Para poder avanzar a niveles superiores de lucha y de objetivos estratégicos, se requiere un pueblo politizado, que las y los trabajadores crecientemente adquieran conciencia de su papel en la sociedad, que la clase obrera se constituya en vanguardia organizada del proceso de transformación revolucionaria.

Y es en esa disyuntiva en la que se encuentra el proceso venezolano, un momento vital de definición y de deslindes. Una posibilidad es que el Gobierno Nacional sencillamente siga administrando “la renta petrolera bajo monopolio estatal, introduciendo reformas sociales y políticas, pero preservando el modelo económico rentista tradicional y el tipo de Estado burgués que corresponde a tal modelo, altamente burocratizado, elitesco, ineficiente, corrupto, populista y asistencialista”.

La otra posibilidad –y es lo que precisamos hacer las organizaciones consecuentemente revolucionarias–, es que “construyamos una nueva correlación de fuerzas favorable a la clase obrera y al pueblo trabajador en general”, para “abrir cauces a la perspectiva socialista”.

El Gobierno encabezado por el presidente Maduro puede jugar un papel importante para esto; siempre que no prevalezcan concesiones a la burguesía, que llevan a la conciliación de clases y a la aplicación de políticas anti-populares.

Las más variadas fuerzas políticas y sociales que impulsamos el proceso revolucionario, debemos seguir activando decididamente –y no reactivamente– para aislar, debilitar y derrotar a los núcleos fascistas que activó la derecha pro-imperialista. Y para ello se precisa la más amplia unidad clasista y popular.

Pero, quienes nos proponemos resolver la contradicción fundamental de la sociedad –entre el carácter cada vez más social de la producción y la apropiación privada del capital–, mediante la completa derrota y abolición del sistema de explotación capitalista, estamos llamados a luchar contra el fascismo y contra el reformismo, en el objetivo de que la clase obrera y el pueblo trabajador conquisten el Poder.
*Todas las citas son de la Línea Política del PCV, aprobada por su 14º Congreso, en 2011.

Fuente: Tribuna Popular Nº 235

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