13.02.2014
Las impactantes imágenes de manifestantes en Kiev
enfrentándose con la policía han
recorrido el mundo entero. Como siempre, los grandes medios de comunicación han
jugado un papel fundamental en la narración de los acontecimientos que están
teniendo lugar desde diciembre en Ucrania, pero, como siempre, esa narración
está lejos de ser objetiva y precisa y responde a los intereses globales tanto
del bloque imperialista representado por la Unión Europea como del imperialismo
norteamericano. Esas narraciones coinciden en describir un escenario con un gobierno autoritario y corrupto, manejado
por la no menos autoritaria Rusia de Putin, que se está enfrentando a una población que
anhela “abrirse al mundo”, sobre todo, a la Unión Europea. Buen ejemplo de ello
es la carta escrita por intelectuales como Zygmunt Bauman, André Gluksman o
Bernard Kouchner, entre otros, publicada en el diario español El País. En esa
carta vemos repetirse los lugares comunes propagados por los medios de
comunicación occidentales sobre el conflicto en Ucrania: “No podemos dar la espalda a Ucrania. Los nuevos
autoritarios de Kiev tienen que saber que pagarán caro la represión y el
abandono de las aspiraciones europeas del pueblo. No es demasiado tarde para
impedir que Ucrania se deslice hacia la dictadura. La pasividad ante el intento
de implantar un gobierno autoritario y el regreso a la órbita imperialista de
Rusia en un peligro para la UE, para su integridad moral y, quizá,
institucional.
Además de las medidas diplomáticas y económicas de varios países europeos, hace falta que haya iniciativas para defender a las víctimas de la represión, respaldar a sociedad civil y reforzar a los medios independientes. (…)Hay que apoyar a la sociedad, incluidas las nuevas iniciativas surgidas en Maidán. Digan lo que digan las autoridades, los que luchan para que su país tenga un futuro no son agentes de potencias extranjeras. Los únicos que merecen esa denominación son los responsables de una represión que quiere aplastar las esperanzas de Ucrania de convertirse en una democracia europea”. (“No podemos dar la espalda a Ucrania” http://elpais.com/elpais/2014/01/24/opinion/1390593312_574309.html). Aunque en esta carta no se refleja, también está siendo un lugar común para esos medios, especialmente para el citado diario español El País, recurrir a los viejos tópicos de la Guerra Fría, al antisovietismo y el anticomunismo, a las viejas imágenes del “autoritarismo soviético” con que se nutría la prensa, la radio y la televisión de Occidente; pero lo curioso es que, como en aquella época, los imperialistas tengan que recurrir a intelectuales “progresistas” para legitimar sus aspiraciones. Sin duda, el libro de Frances Stonor Saunders sobre el papel de determinados intelectuales occidentales “progresistas” en la lucha contra el “imperio del mal soviético” está de más actualidad que nunca (“La CIA y la guerra fría cultural”, Frances Stonor Saunders).
Además de las medidas diplomáticas y económicas de varios países europeos, hace falta que haya iniciativas para defender a las víctimas de la represión, respaldar a sociedad civil y reforzar a los medios independientes. (…)Hay que apoyar a la sociedad, incluidas las nuevas iniciativas surgidas en Maidán. Digan lo que digan las autoridades, los que luchan para que su país tenga un futuro no son agentes de potencias extranjeras. Los únicos que merecen esa denominación son los responsables de una represión que quiere aplastar las esperanzas de Ucrania de convertirse en una democracia europea”. (“No podemos dar la espalda a Ucrania” http://elpais.com/elpais/2014/01/24/opinion/1390593312_574309.html). Aunque en esta carta no se refleja, también está siendo un lugar común para esos medios, especialmente para el citado diario español El País, recurrir a los viejos tópicos de la Guerra Fría, al antisovietismo y el anticomunismo, a las viejas imágenes del “autoritarismo soviético” con que se nutría la prensa, la radio y la televisión de Occidente; pero lo curioso es que, como en aquella época, los imperialistas tengan que recurrir a intelectuales “progresistas” para legitimar sus aspiraciones. Sin duda, el libro de Frances Stonor Saunders sobre el papel de determinados intelectuales occidentales “progresistas” en la lucha contra el “imperio del mal soviético” está de más actualidad que nunca (“La CIA y la guerra fría cultural”, Frances Stonor Saunders).
Pero ni lo que la BBC, El País o toda esta legión de
intelectuales “progresistas” al servicio de los imperialistas nos cuentan nada
es sobre los términos del acuerdo entre la Unión Europea y Ucrania. Por más que
busquemos referencias al respecto, solo encontramos renglones vacíos en sus
periódicos de papel o digitales, o silencios en sus informativos de la radio o
la televisión. En el conflicto ucraniano nadie se pregunta sobre si realmente
ese acuerdo tan pregonado, pero que nadie detalla, con la Unión Europea va a
ser realmente beneficioso para el conjunto del pueblo ucraniano, nadie se
pregunta por qué es tan malo para ese pueblo el acuerdo con Rusia. Todo
funciona en base a estereotipos, tópicos, que no pocas veces caen en una
xenofobia más o menos disfrazada o en el eurocentrismo cultural que como antaño
identifica a los eslavos y, concretamente a Rusia, con la barbarie y el
autoritarismo.
La
confrontación interimperialista y las oligarquías ucranianas
Antes de empezar con la materia en cuestión hay que hacer
notar algo muy importante sobre el lenguaje utilizado por los grandes medios de
comunicación occidentales. Parece que esos medios solo existen oligarcas en el
llamado “espacio postsoviético”. Como señala el analista vasco Txente Rekondo
en un reciente artículo: “El
fenómeno de los oligarcas no es algo exclusivo del antiguo espacio soviético, a
pesar de que numerosos autores parecen querer circunscribirlo al mismo. Un
ejemplo lo encontramos en el libro “Presidentes, oligarcas y burócratas. Formas
de gobierno en el espacio postsoviético”, donde se centra en ese fenómeno en
países como Rusia, Ucrania, Georgia y las repúblicas de Asia Central. Esos
intentos por circunscribir esa realidad al citado espacio se sirven de
numerosos soportes y teorías académicas. Además, como señalan algunos
ucranianos estos días, “mientras que el término oligarca aparece una y otra vez
en artículos sobre nuestro país, en situaciones similares en otros lugares,
incluso en Occidente, esos mismos articulistas prefieren el uso de “magnates o
millonarios” para referirse a los mismos protagonistas” (“Un pulso entre oligarcas domina la nueva crisis
ucraniana”, Txente Rekondo http://www.lahaine.org/index.php?p=74836).
En la
crisis ucraniana debemos distinguir dos grandes actores internos: por un lado,
los grupos oligárquicos locales, que comúnmente se suelen dividir entre
“azules” (prorusos) y “naranjas” (prooccidentales), a su vez esos dos grandes
grupos se pueden subdividir en más grupos, por ejemplo, por su procedencia,
actividades económicas, etc., por otro, la escena internacional y la
geopolítica imperialista, con el bloque imperialista europeo y los Estados
Unidos frente a Rusia. Sin embargo, el escenario nacional, es decir, el plano
del enfrentamiento entre los diferentes grupos oligárquicos tiende a
simplificarse en, como hemos hecho antes, entre prorusos y proocidentales. En
realidad, todos los grupos oligárquicos han coincidido y siguen coincidiendo en
el saqueo al pueblo trabajador, en la privatización del sector público de la
economía, en ser fervientes partidarios de políticas neoliberales, en realidad,
aunque ahora estén enfrentados, son muchas más las cosas que les unen que las
que les separan. Yanukovich, Timoshenko, o el anterior Presidente Yushenko, se
han dedicado a esquilmar al país.
Ahondando
más en el presente conflicto abierto, nos encontramos con que Yanukovich,
supuestamente proruso, estaba dispuesto a firmar un acuerdo con la Unión Europea,
dicho acuerdo pretendía eliminar los aranceles que protegen a la producción
ucraniana y favorecer la entrada de grandes multinacionales en Ucrania. A su
vez, ese acuerdo pretendía frenar la influencia rusa en el espacio postsoviético.
Rusia, de alguna manera, está reconstruyendo poco a poco a través de la llamada
Unión Aduanera el espacio postsoviético; Moscú ya ha integrado a Bielorrusia y
Kazajistán en ese proyecto. Rusia se cierne, por tanto, como un importante
competidor en una zona de vital importancia geoestratégica: nudo de
comunicaciones, recursos energéticos, etc.
La
retórica de la defensa de los derechos humanos utilizada por Occidente contra
Rusia (y China) no deja de ser un arma arrojadiza que se usa según convenga. Lo
que no se le perdona a Rusia, o más concretamente a Vladimir Putin, es que se
embarcara en un proyecto político capitalista independiente no sometido a
Occidente y alejado de la OTAN. Tras la caída de la URSS, Occidente se esforzó
en que Rusia caminase a un capitalismo subordinado y dependiente, a una especie
de neocolonia, como ya había sucedido con Chequia, Hungría o Polonia, pero ese
plan se frustró con la llegada de Putin al poder.
Ucrania
escenifica ese choque de intereses entre la Unión y los Estados Unidos con
Rusia. Yanukovich está dispuesto a irse con el mejor postor, le da igual uno
que otro, pero el hecho es que no ha firmado el acuerdo con la Unión Europea,
¿por qué? En primer lugar porque importantes sectores industriales saldrían
tremendamente perjudicados con ese acuerdo, sectores vinculados a los grupos
oligárquicos que él defiende y protege, que serían víctimas de una terrible
reconversión industrial; pero igualmente, la firma de ese acuerdo habría
provocado toda una serie de medidas antisociales y el consiguiente aumento del
paro debido a la reconversión industrial con las consiguientes protestas
populares. Por otro lado, Yanukovich es plenamente consciente de que ese
acuerdo habría enfadado a la vecina Rusia, un actor fundamental en la economía
ucraniana. Aunque Rusia busca satisfacer sus necesidades geoestratégicas, es
decir, proteger el control de su producción y distribución de gas y mantener su
base militar en Crimea, si es cierto que en principio, la opción de la Unión
Aduanera no tendría las mismas consecuencias que el acuerdo con la Unión
Europea, sobre todo en costes económicos y sociales. Un buen ejemplo de ello es
Bielorrusia: aunque Occidente intente dar la sensación de que Bielorrusia ha
sido engullida por Rusia, lo cierto es que esta ex república soviética ha visto
reforzada su soberanía e independencia y mantiene unos esquemas de desarrollo
político, social y económico, centrados en una economía en su mayor parte
nacionalizada, diferentes a Rusia.
De
acuerdo al guión establecido, la Unión Europea y los Estados Unidos han puesto
en marcha los diferentes mecanismos de “persuasión” en dos líneas: una,
dirigida a la población ucrania; y otra, dirigida al Gobierno ucraniano. Líderes
de “revoluciones naranjas” como el georgiano Mikhail Saakashvili (el hombre de
Washington en el Cáucaso que provocó la guerra en Osetia del Sur) o el serbio
Marko Ivkovich (creador del movimiento Otpor y nacionalizado norteamericano)
han visitado a los manifestantes de la Plaza Maidán de Kiev y ha alentado las
protestas, al igual que el senador republicano John McCain o Victoria Nuland,
Vicesecretaria de Estado norteamericana. Por otro lado, se procura desde
Occidente la ayuda económica y política a los opositores, incluso a los
fascistas, Catherine Ashton, jefa de la diplomacia europea, se ha reunido
frecuentemente con los líderes opositores: desde el movimiento UDAR del ex boxeador
Klichko hasta Oleg Tiagnibok, líder del partido fascista Svoboda. El movimiento
UDAR recibe apoyo político y financiero de la CDU alemana de Merkel
Se podría
argumentar que justamente lo que ha provocado las protestas ha sido la negativa
a la firma del acuerdo, que es visto en general como un preludio a una futura
integración en la UE. Esta cuestión merece una explicación más detenida, para
ello, resultan esclarecedoras las palabras del miembro del Comité Central del
Partido Comunista de Ucrania (PCU) Georgi Kriuchkov: “No puede sorprendernos que el rasgo que
mejor caracteriza la actual situación en el país, sea la pérdida de confianza
hacia todos los órganos de gobierno y de la sociedad. Es algo que refleja
convincentemente la investigación sociológica que anualmente realiza el
Instituto de sociología de la Academia Nacional de Ciencias. La encuesta se
celebró en julio de 2013, antes de los masivos actos de protesta (…) El
empeoramiento de la situación en la economía y en la esfera financiera, el
crecimiento del desempleo, la pobreza generalizada, una estratificación social
cada vez más profunda, la imposibilidad de miles de personas de satisfacer sus
necesidades vitales más acuciantes, la práctica liquidación de la sanidad y
educación gratuitas, la imposibilidad en muchos casos de obtener en los
organismos de gobierno la defensa de los derechos legales, unos niveles de
corrupción sin precedentes que inexorablemente provocan un absoluto descontento
de la mayor parte de la ciudadanía con el estado de las cosas, con su vida
misma. Todo esto unido se ha convertido en premisa objetiva para la
participación masiva de ciudadanos en los recientes actos de protesta. Pero
quien se ha aprovechado de ello, ha sido la oposición nacionalista de derechas,
prooccidental y agresiva” (“Para
entender la situación de Ucrania”, Georgi Kriuchkov http://civilizacionsocialista.blogspot.com.es/2014/01/para-entender-la-situacion-de-ucrania.html ). La oposición “naranja” ha jugado la baza de crear la
ilusión europea, haciendo creer que todos los problemas que afectan al pueblo ucraniano
se verían resueltos con la firma del acuerdo y el posterior ingreso en la Unión
Europea, ese “abrirse al mundo” del que hablan los medios occidentales. Nada
más lejos de la realidad, si tenemos en cuenta los casos de República Checa,
Polonia, Rumania, Bulgaria o los países del Báltico, o incluso la propia
experiencia del Estado español, siendo ya más concretamente Andalucía un buen
banco de pruebas de lo que significa política, económica y socialmente la Unión
Europea. Pero no solo eso, la oposición “naranja” se ha aliado a sectores
fascistas, rusófobos y antisemitas, provocando una violencia que puede dar
lugar al desmembramiento de Ucrania.
El fascismo contra Ucrania
Si algo hay que destacar del actual conflicto en Ucrania es
el protagonismo de grupos abiertamente fascistas en las protestas,
concretamente, el partido fascista Svoboda (Libertad) dirigido por Oleg
Tiagnibok. Militantes de Svoboda fueron los que protagonizaron la destrucción
de la estatua de Lenin en Kiev, promueven la persecución de los comunistas y de
los rusoparlantes, son xenófobos, antisemitas y exaltan la figura de Stepan
Bandera, líder nacionalista ucraniano que mantuvo una relación oscilante con
los ocupantes nazis alemanes durante la II Guerra Mundial: colaboró con los
nazis en la persecución de judíos, polacos y partisanos comunistas, pero a la
vez se enfrentó a los nazis cuando Hitler se negó a apoyar la independencia de
Ucrania. Svoboda, tiene sus bases en determinadas regiones occidentales de
Ucrania, concretamente en Galitzia, no por nada Svoboda hace ostentación y
defensa histórica de las Waffen SS de Galitzia, que se destacaron por su
crueldad y su “buen servicio” prestado a los ocupantes alemanes.
El partido Svoboda lucha por una Ucrania “pura”, “limpia” de
influencias rusas, ya que asocian a Rusia con lo oriental, con tradiciones
culturales ajenas a esa Ucrania “europea” por la que luchan. Acusan igualmente
al Estado ruso y a los comunistas en general de estar al servicio del “judaísmo
internacional”, tales acusaciones nos recuerdan a las mismas que lanzaron los
nazis contra la URSS en los años 30 y durante la II Guerra Mundial. Después de
todo, estos planes de “expansión al Este” recuerdan mucho, o bastante, a esos planes
de colonización del Este europeo por los nazis alemanes.
Lo que sorprende en esta ocasión es que Occidente ni siquiera
ha tenido el gesto aparente de querer distanciarse de partidos como Svoboda,
tanto Catherine Ashton, jefa de la diplomacia europea, como Victoria Nuland se
han encontrado en varias ocasiones con Oleg Tiagnibok.
Sin embargo, por más que les pese a los fascistas ucranianos
el desarrollo histórico como nación de lo que hoy es Ucrania no corroboran sus
argumentos, más bien todo lo contrario. Si examinamos la historia, nos daremos
cuenta de que lo que hoy es Ucrania, Bielorrusia y Rusia tienen un origen
común: el llamado Rus de Kiev, un antiguo estado medieval que tuvo su capital
en Kiev y que reunió en una misma entidad política a diferentes tribus eslavas
federadas desde el Báltico al Mar Negro. Alrededor del siglo XIII, el Rus de
Kiev se dividiría en varios reinos, siendo uno de los más poderosos el de
Moscú, dando lugar a la Rusia actual. Gran parte de la Ucrania actual caería
más tarde bajo influencia polaca-lituana. A los habitantes del Rus de Kiev se
les llamaba generalmente “rusos”. Es normal que los idiomas ruso, bielorruso y
ucraniano se parezcan tanto, como también es normal y comprensible que muchos
ciudadanos de Rusia, Bielorrusia y Ucrania se sientan parte de la misma cultura
y consideren que hay fuertes nexos de hermandad entre ellos. Pero no solo eso,
el territorio nacional ucraniano tal y como hoy lo conocemos se unificó en la
entidad conocida como República Socialista Soviética de Ucrania, fundada en
1922 y que firmaría el tratado de constitución de la Unión de Repúblicas
Socialistas Soviéticas (URSS). Más tarde, en 1939, los territorios ucranianos
occidentales en manos polacas pasarían a formar parte de la RSS de Ucrania, consiguiéndose
la definitiva unidad territorial nacional ucrania. El fascismo ucraniano suele
olvidar estos y otros aspectos históricos fundamentales para entender la
Ucrania actual.
Pero no se trata solamente de dar cobertura al fascismo, hay
más Occidente también está apoyando a fundamentalistas islámicos tártaros en
Crimea. Se trata del movimiento Azatlyk (Libertad). Este movimiento recibe el
apoyo explícito y evidente del Gobierno turco de Erdogan y muchos de sus
miembros están participando en la “yihad” en Siria al servicio del
imperialismo. Militantes de este movimiento se han traslado a Kiev donde han
colaborado con los fascistas y demás opositores ucranianos (“Yihadistas dan
servicio de seguridad a los manifestantes en Kiev” http://www.voltairenet.org/article181375.html ).
Aunque el fascismo se caracterice por la exaltación de la
nación, en realidad, no hay una ideología más antinacional que el fascismo. El
fascismo es una regresión en los valores progresistas que la nación como
entidad histórica encierra aún, negando el desarrollo de los valores progresistas que toda nación
tiene dentro de sí. La nación como hecho progresista en el desarrollo de la
historia humana ha tenido la capacidad de integrar a los seres humanos, pero el
fascismo los disgrega, crea entorno a la nación una serie de esquemas puros a
cumplir forzosamente. Si la Alemania nazi creó uno estándares de lo que era ser
un buen alemán, negando a quienes no cumplieran con esos estándares ser parte
de la nación alemana, los fascistas ucranianos hacen lo propio con quienes no
cumplan con sus estándares de “buen ucraniano”.
El fascismo pone a la mayoría de la población de la nación
bajo una clase, la burguesía, incapaz de satisfacer las necesidades de esa
mayoría social, reafirmando así su carácter antinacional. Solo la clase obrera
y el conjunto del pueblo trabajador es capaz de procurar a la nación un
desarrollo progresista.
Los verdaderos defensores de
la soberanía nacional de Ucrania: ¡los comunistas!
Recientemente, el sociólogo norteamericano James Petras
afirmaba lo siguiente en referencia al conflicto ucraniano: “Ningún gobierno occidental, mucho menos
Estados Unidos, tolera un solo cóctel molotov; si uno toca a un policía va a la
cárcel cinco años y si tira un cóctel molotov y causa alguna quemadura, va a la
cárcel al menos veinticinco años. Pero allá Kerry, apoyando la oposición, está
apoyando a cientos de cócteles molotov y ataques a la policía. Si estos
manifestantes estuvieran haciéndolo aquí en Estados Unidos, incluso en
California, te garantizo que no quedan en la calle más de cinco minutos. La
policía entra, reprime y los dispersa con balas de plomo, no con balas de
plástico. Es una cuestión de su doble criterio. En el mundo occidental apoyan
la ley y el orden dentro del marco político. Allá apoyan a cualquier violento y
a cualquier extremista” (“Para la burguesía la democracia es
relativa: si ganan son electoralistas, si pierden son golpistas”, entrevista a
James Petras http://www.lahaine.org/index.php?p=75111 ). Es
curioso, como en el Estado español, el PP reprime con dureza las
manifestaciones populares mientras aplaude las violentas manifestaciones de la
oposición en Ucrania.
Ucrania
está viviendo una intromisión intolerable en sus asuntos internos, ningún país
independiente y soberano debería tolerar tal intromisión en sus asuntos. Apoyo
político y económico a la oposición, sanciones, entrenamiento a manifestantes,
operaciones de “bandera falsa”, etc., todo vale. El guión intervencionista del
imperialismo occidental se vuelve a repetir.
Sin
embargo, en todo este conflicto, intencionadamente se está silenciado la voz de
un partido que realmente está ofreciendo una alternativa soberana e
independiente para Ucrania, se trata del Partido Comunista de Ucrania (PCU),
cuya representación oscila alrededor del 10-15%. En el artículo del militante
comunista G. Kruichkov antes indicado, se señalaba que Ucrania está viendo una
de las etapas más convulsas tras su independencia, y continua explicando que
existe una fractura no superada desde entonces en la sociedad ucraniana que
tiene que ver con la restauración del capitalismo, la pertenencia de Ucrania a
la desaparecida Unión Soviética, la política exterior, el choque entre las civilizaciones
occidental y eslava, o el uso de la lengua. Occidente está haciendo aún mayor
esa fractura social o nacional, según se mire, con el fin de establecer
definitivamente un gobierno títere al servicio de sus intereses. Kruichkov dice
en su artículo: “Los estudios sociológicos demuestran, que una parte significativa de la
población de Ucrania se encuentra en la oposición con respeto al actual orden
socioeconómico, es decir al capitalismo. La gente comienza a plantearse todo
aquello que se ha perdido con la liquidación del socialismo, y que es lo que
les ha traído ese capitalismo tan alabado. La mayoría de nuestros conciudadanos
no terminan de aceptar un modelo económico en el que domine la propiedad
privada. Los ciudadanos de Ucrania se muestran reticentes a privatizar la
tierra, apuestan por el reforzamiento del papel del Estado en la regulación de
las relaciones socio-económicas. Un 41,3% de los encuestados se mostró
partidario de complementar el sector estatal con el privado, y un 27,2% apuesta
por la vuelta a la planificación de la economía sobre la base del control
estatal absoluto”. La articulación de
Ucrania como nación pasa inevitablemente por el establecimiento de un régimen
social y económico justo, superando la fractura que la reintroducción del
capitalismo y la desaparición de la URSS provocaron.
El pueblo de Ucrania necesita estar libre de injerencias
externas y decidir todos y cada uno de los asuntos que les afectan. Por eso, el
Partido Comunista está proponiendo la celebración de un referéndum nacional
sobre qué política exterior seguir y qué alianzas internacionales establecer,
entre otras propuestas que inciden en una mayor transparencia y democracia
popular activa. Como ha señalado el líder del Partido Comunista, Piotr Simonenko: “Nosotros insistimos en que esa elección
consciente de con quién ir al futuro, con la Unión aduanera de Rusia,
Bielorrusia y Kazajistán o con la Unión Europea, la tiene que hacer el pueblo
de Ucrania”. En esa elección que el pueblo ucraniano ha de hacer el
Partido Comunista se posiciona claramente en contra de la Unión Europea: “Hay que despejar esos espejismos entre la gente que cree que
es suficiente con firmar el acuerdo de asociación con la Unión Europea, para
que automáticamente la sociedad ucraniana obtenga esos valores, de los que
tanto se habla ahora. La gente tiene que entender, que el poder en Ucrania
seguirá en manos de esos mismos oligarcas, que seguirán poniendo en práctica
las mismas políticas para enriquecerse a costa de la brutal explotación de los
trabajadores”. (Entrevista con Piotr Simonenko, http://www.tercerainformacion.es/spip.php?article61205 ).
Cuando cayó el Muro de Berlín y la Unión Soviética se
desplomó, el imperialismo dictó el fin de la Guerra Fría, pero más de 20 años
después, vemos de nuevo como esa Guerra Fría que había quedado enterrada vuelve
a resucitar. Occidente quiere acabar con las aspiraciones de la burguesía rusa
y con su proyecto propio de recomponer el llamado espacio postsoviético.
Pronto la ciudadanía andaluza se verá de nuevo convocada a
unas elecciones al Parlamento europeo, el pueblo andaluz, como el ucraniano,
comparte importantes lazos históricos con pueblos que desbordan los límites
establecidos por la Unión Europea. Debemos tener en cuenta que cualquier opción
verdaderamente soberana andaluza tendrá como marco internacional el
Mediterráneo, todas sus orillas, sea Europa, Asia o África. El imperialismo no
puede negarle el derecho a ningún pueblo a establecer las relaciones
internacionales que crea más conveniente. Las elecciones europeas pueden ser un
buen momento para denunciar la falta de soberanía de los pueblos para decidir
su futuro en paz y libertad.
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