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lunes, 24 de febrero de 2014

LA IZQUIERDA, LA DERECHA Y LA MARCHA DEL 22M


 24.02.2014
Asistimos, una vez más, a la diferencia en los métodos de lucha de unos y otros a la hora de llegar al poder. La derecha y el imperialismo no tiene rubor, y ya sea en Libia, en Siria, en Ucrania o en Venezuela usa todo el arsenal del que es capaz: armas, caos económico, lacayos desde la prensa manipulando y mintiendo sin escrúpulos, boicots, ataques a personas e instituciones perfectamente orquestados y con final violento, muertes… Nada nuevo, pero, ¿y la izquierda?, ¿qué hace para erosionar el poder económico y político de los enemigos de clase, de los dueños ilegítimos de los medios de producción? Más o menos lo de siempre, movilizaciones y marchas recalcando su carácter pacífico y civilizado, con un discurso al acabar el acto consensuado por todas las organizaciones en maratonianas reuniones previas, llamamiento a las urnas para subir el número de diputados y comprobar que la acumulación de fuerzas sigue viento en popa (en el caso de que siga), y vuelta a empezar hasta dentro de cuatro años.

 En el caso de la Europa occidental el asunto resulta patético porque estas prácticas no han traído consigo gobiernos de izquierdas a lado alguno desde hace décadas, pero de igual modo se siguen practicando como si tal cosa. Siempre quedará el argumento de que esa diferencia entre unos y otros es precisamente la que nos hace distintos y mejores. Pero tras la fachada de la autocomplacencia queda siempre el poder en manos de la burguesía que, por otra parte, no parece ni asustada ni temerosa con los métodos de lucha que utiliza la izquierda. En este sentido, el próximo 22 de marzo se realizará una necesaria marcha a Madrid de lo mejor de la sociedad, una marcha que desde insurgente apoyamos sin reparos y que la desastrosa situación social y económica debería convocar a centenares de miles de personas.

 Al acabar habrá quien quiera dar dos discursos como colofón de la movilización y quienes piensen que es una oportunidad única para ir más allá. Los primeros se equivocan porque sus intereses comienzan y acaban en las citas electorales, y la realidad que padecemos exige más imaginación. El miedo no termina de cambiar de bando, ¿tendrá que ver con ello el método?

EDITORIA

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