“Las
sociedades democráticas no prosperan con trifulcas y revueltas, sino
con el empuje, el esfuerzo y la autoridad de la razón y la ideas”, María
Dolores de Cospedal.
“Las pizarras electrónicas no aseguran la calidad de la enseñanza, sino los buenos maestros”, Fernando Cabanes.
En el colmo del despropósito y la
desfachatez, un día no muy lejano, llegaremos a escuchar a un político
del PP de nuestro país negar ante sus ciudadanos vehementemente que
tenga bigote mientras se atusa con tranquilidad el mostacho. Es lo que
tienen los ladrones de conceptos: repiten frases que no sólo no creen,
sino que nacen muertas en la boca porque les arrancaron el alma –su
significado- antes de parirlas.
Habiendo hecho todo lo posible para que
no se celebrase una concentración de profesores el día de la enseñanza
paralela al discurso oficial (señalar lugar y hora de su acto dos días
antes, prohibir sin justificación lógica la concentración, llenar el
espacio circundante de guardias civiles y policías que impedían el paso a
menos de 500 metros, grabar a los allí reunidos por “motivos de
prevención”, etc…); habiendo, digo, hecho todo lo posible, no sólo para
que no se celebrase la concentración paralela, sino para que no fuese a
la oficial ningún docente amen de los jubilados a los que cabalmente les
habían de premiar su carrera (exigencia de confirmación de asistencia
en el mismo día en que llegó la invitación a los centros, impedir la
entrada a quien llevase en su camiseta un mensaje a favor de la escuela
pública, expulsión del acto de quién efectivamente la llevaba y no lo
advirtieron…) es de rigor pensar que, efectivamente, nuestra presidenta
es la garante de la democracia, del espíritu de las luces y la discusión
razonada, del debate mesurado y profundo en el que confluyen la
diversidad de perspectivas y razonamientos sobre mismas realidades. En
fin, que teníamos una intelectual de gran alcance por gobernanta y no
nos habíamos dado cuenta.
Piensen ustedes. Si, como hemos dicho,
se expulsó del acto a un docente por el mero hecho de llevar en su
camiseta un lema que reza “Educación pública por todos y para todos”,
¿qué habría pasado si a algún loco se hubiese atrevido a levantar la
mano y exponer algunas ideas sobre educación, realmente “ideas” sobre
educación, que es lo que falta en quien nos administra? Hablamos
hipotéticamente, porque ya se sabe que en estos actos los profesores no
tienen turno de palabra. Mejor. Es muy probable que el valiente hubiese
acabado preso por desorden público o afrenta a la autoridad, esa que
emana naturalmente de la presencia –sólo de la presencia- de nuestros
gobernantes.
Ni trifulcas ni revueltas. Lo que había
allí, lejos de la puerta del instituto, eran profesores, madres, padre y
alumnos con empuje, señora de Cospedal; profesionales que reclaman en
ustedes el esfuerzo que ellos sí hacen para sacar adelante una educación
herida, lidiando con un número impresentable de alumnos en el aula a
los que no se puede atender en su diversidad; poniendo de sus bolsillos
dinero para bancos de alimentos que permitan la nutrición de algunos
niños que no pueden venir desayunados (labor que por cierto sustituye a
la que ustedes deberían hacer y no hacen). A estos profesionales, señora
de Cospedal, son a los que su policía graba “por motivos preventivos”
como si fuesen delincuentes. A éstos son a los que usted, o algún
acólito de usted, toma la identificación para presumiblemente multarlos o
tomar represalias. Porque sí, porque aunque parezca increíble la
guardia civil pidió, a una voz de mando de un político, la
identificación a “esos de las camisetas verdes”, que habían gritado
cosas tan terribles en la reunión como “Educación pública”, “La
educación no se vende, se defiende”.
No nos podemos reunir, no podemos hablar, no podemos protestar. ¿Cuál es su idea de “tener ideas”, señora de Cospedal?
Misteriosamente, tras analizar una y
otra vez las frases suyas y la del señor alcalde de Illescas que
encabezan este artículo, hemos podido encontrar algo, un nexo entre
ambas, una alejada sensación de enlace que las dota de sentido. Sí,
estos años en la educación en Castilla la Mancha hemos perdido muchas
cosas –y seguimos y seguiremos perdiendo según sus planes-: profesores,
recursos elementales como tiza, papel o calefacción, capacidad (tiempo)
para la coordinación de los docentes, etcétera.
Pero sí que nos ha llegado algo de
ustedes que no podemos negar: las pizarras digitales a las que se
refiere el señor alcalde en una inconmensurable muestra de hipocresía.
Lo único. Lo que resume todo su esfuerzo y empeño en la educación de
esta comunidad. Más allá del desprecio a los docentes y a la docencia,
su única -y escuálida y miserable- idea.
Asamblea d
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