01.01.2014
por Rosa María Artal
El gobierno salido de las urnas tiene toda la legitimidad por muy
defectuosa que sea nuestra ley electoral pero los gravísimos escándalos
que rodean al de España lo hubieran tumbado en cualquiera país
democrático...
Un año en el que hemos perdido a Stèphane Hessel, José
Luis Sampedro y Nelson Mandela no puede haber sido bueno. No para la
humanidad. Lo inhumano de hecho ha avanzado en progresión
estratosférica. La aberración de posponer cuanto atañe a las personas,
al altruismo, al pensamiento racional, a la empatía con los otros, a la
ética, por los más oscuros intereses ha triunfado plenamente. Para
muestra el botón más cercano, el que nos duele y –haciéndonos más
egoístas, menos humanos- desplaza cualquier otro interés: España, la
triste España del PP.
Solo en ese plano extraviado de la lógica más elemental
se entiende la permanencia al frente del gobierno español de Mariano
Rajoy o de los miembros de su partido que han secundado de hecho cuanto
ha sucedido. El gobierno salido de las urnas tiene toda la legitimidad
por muy defectuosa que sea nuestra ley electoral pero los gravísimos
escándalos que rodean al de España lo hubieran tumbado en cualquiera
país democrático. Algo muy preocupante ocurre con nuestra sociedad al
completo y, sobre todo, con las fuerzas que la dirigen.
Iniciamos 2013 leyendo en toda su plenitud los llamados “Papeles de Bárcenas”.
Publicados por varios medios, pudimos ver el rosario de sueldos,
sobresueldos, virtuales prevaricaciones y comisión de favores,
contabilidad B para nuevas prebendas a ocultar, que venía anotando el ex
tesorero del Partido Popular en todos sus detalles durante dos décadas.
Lo negaron todo… salvo alguna cosa. Los voceros en nómina –de dinero o
poder- hicieron cuanto pudieron por sembrar la confusión. No eran
reales, decían; lo son. Asistimos a los más patéticos espectáculos,
desde los finiquitos en diferido a las pavorosas huidas del presidente. Cualquier gobierno hubiera caído solo con esto, no sucedió y aún hubo mucho más.
En julio leímos también los SMS enviados por Mariano Rajoy a Luis Bárcenas: “Luis, sé fuerte”, “Luis, nada es fácil, pero hacemos lo que podemos”.
Hasta en el más corrupto de los países de cualquier época le hubiera
costado la presidencia a su autor, pero nuestro Rajoy con todo su PP
sigue ahí. Y continúan después de haber borrado los ordenadores de su ex
tesorero –que la justicia no quiere investigar- o de haber
sufrido un registro de 14 horas a su sede que ni se han dignado
comentar. Continúa, lo que es si cabe peor, como si nada sucediese,
sentando cátedra, con inusitada prepotencia. Inconcebible en democracia,
impensable en una sociedad medianamente sana.
Hemos visto al presidente huir de los periodistas por los
pasillos del Senado, comparecer en plasma, o hablar cuando le viene en
gana para seguir engañando a los ciudadanos. Una persona sin una gota de
credibilidad sigue soltando sus mentiras haciendo omisión hasta del
pudor que es actitud humana bien primaria. Trivialidad o burla, Rajoy ha
tenido la inmensa osadía de responder a asuntos muy graves con una
letanía increíble en alguien que ocupa su cargo: Todo es falso, salvo alguna cosa (febrero). Les dejo, que hace un frío espantoso (marzo). La segunda ya tal (junio). Fin de la cita (agosto). Está lloviendo mucho (octubre sobre la anulación de la Doctrina Parot). [Las acusaciones] no se pueden demostrar (octubre sobre Bárcenas a Bloomberg). Éste es el estadio en el que España ganó el Mundial (diciembre en el funeral de Mandela). “Ese asunto” (diciembre, el aborto que no se atrevió a pronunciar).
Después conocimos las andanzas de Miguel Blesa y su Caja
de Ahorros pública hundida desde la que actuaba como un virrey de las
Indias medievales. Y es que 2013 es el año en el que nos hemos sentido
definitivamente huérfanos de justicia, a pesar de los loables y
valientes intentos de algunos magistrados. Fiscales al servicio del
Estado que crean la acción de desimputar o sacan de prisión a
encarcelados (Miguel Blesa) o tribunales de justicia que entienden sus
comprometedores emails como privados y no delictivos y, en cambio, estiman punible difundirlos. Con un nivel de estupefacción que nunca creímos conocer, hemos visto campar la impunidad sumiéndonos en la impotencia.
Es el año de la subida de las tasas judiciales para que
no se pueda litigar. El año de la sectaria Ley Wert para la
deseducación. El de imponer la Ley mordaza de Fernández Díaz para que el
poder frene duramente las protestas de los ciudadanos, o la que
privatiza la Seguridad del Estado dando poderes extraordinarios a los
vigilantes jurados sin preparación. El de duplicar la venta de armas a
países no democráticos. El de la amnistía fiscal o las destituciones de
quienes meten las narices donde no conviene. El de las grandes
contrareformas de Gallardón: Código Penal con -en la práctica- cadena
perpetua, o la Ley del aborto más restrictiva de Europa que nos devuelve
directamente al nacionalcatolicismo franquista. El del control
gubernamental y político de los órganos judiciales. Todo por decreto ley
y apisonadora parlamentaria, sin el menor consenso. El año en el que se
rechaza de un plumazo la ILP avalada por millón y medio de firmas que
pretendía paliar el drama de los desahucios.
2013 es el año en el que sube el déficit y la deuda
pública a niveles inauditos mientras se sigue mintiendo a los débiles de
mente con una soñada recuperación que solo beneficia a los que nunca
sufrieron la crisis. En el que, por ejemplo, se regala por 1.000
millones de euros Novagalicia a un banco privado venezolano perdiendo 8.052 millones de dinero público allí enterrados.
El que otros estamentos del poder en el partido conservador español
venden a Goldman Sachs pisos de propiedad pública, en el mayor de los
contrasentidos dado que la Constitución pide a los poderes públicos que
velen por evitar la especulación en la vivienda. O el de la lucha
encarnizada por entregar a manos privadas también la sanidad. El año en
el que se está enajenando de saldo España entera. A potentados chinos,
rusos y venezolanos a los que no se pide su historial.
2013 es el año en el que gracias al PP han aumentado las
desigualdades, ha empeorado nuestra salud, ha caído por primera en años
la esperanza de vida, ha mermado nuestro poder adquisitivo, cierran cada
día más empresas, no se crea empleo o se registra un nivel de
emigración superior a los duros años del franquismo.
Y es el año en el que el PP ha conseguido que sus propias
tenebrosas sombras manchen a toda la Política, eje de la democracia. Y
en el que el PSOE de Rubalcaba no está -como oposición mayoritaria-, a
la altura del drama que vivimos, contribuyendo a crear indefensión en
muchos ciudadanos. El año en el que los medios y los tertulianos
habituales secundan con su silencio o directamente la manipulación la
tragedia que nos asola.
2013 es el año en el que la sociedad parece haber sido
definitivamente derrotada. Cuando hemos perdido no ya la esperanza sino
el ánimo de volver a recuperarla. Cuando el rencor aflora sacando lo
peor de nosotros para hacernos casi tan ruines como quienes nos
gobiernan.
Si todo sigue así, 2014 será el año en el que volverán a
prometernos la recuperación para el 2015 y tampoco pasará nada. Basta,
al parecer, con tirar hacia delante con total desfachatez. Con tragar y
callar, las víctimas. Que nadie lo endulce con subterfugios: lo sucedido
en España sería impensable en un país realmente democrático, para
empezar porque no lo toleraría la sociedad, ni sus jueces y políticos
con mayor capacidad de actuación.
Feliz 2014… si podemos. Podríamos.
http://www.eldiario.es/zonacritica/suce
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