TRIBUNAL DIGNIDAD, SOBERANÍA, PAZ CONTRA LA GUERRA-COMITÉ INDEPENDENCIA Y SOBERANÍA PARA AMÉRICA LATINA (CISPAL)
Cada inquilino de la Casa Blanca ha creado, sustentado y
ejecutado doctrinas ideológicas, políticas, económicas y militares en
las que ha basado su expansionismo y construcción imperial, con claros
objetivos de dominación neocolonial para América Latina y el Caribe
denominados “patio trasero” y “lago privado” de Estados Unidos. En
estos días, el Pentágono ha comenzado a ejecutar su nueva política
estratégica en América Latina y el Caribe, denominada “pista ligera”
(light footprint, en inglés) que indistintamente se refiere desde una
intervención militar moderada hasta agilidad operacional, intervención
sin huella o presencia ligera, para lo que utilizaría a las fuerzas
armadas y policiales de nuestras patrias.
Desde el siglo XIX se ejecutan “doctrinas” de neo
colonización. Para fundamentar la expansión territorial, los políticos y
gobernantes de Estados Unidos se apropiaron de la alucinación nacida
del “destino manifiesto” esbozado por el periodista John L. O´Sullivan
en 1845 que, en síntesis, considera que la divina Providencia eligió a
los Estados Unidos para ser una potencia política y económica, una
nación superior, que debía y podía imponerse a las demás naciones y
pueblos de de la Tierra, inferiores a la raza anglosajona.
Otra de las doctrinas de extrema influencia fue la
denominada Doctrina Monroe sintetizada en la frase “América para los
americanos”. Fue elaborada por John Quincy Adams y atribuida a James
Monroe en el año 1823 y anunciada el 2 de diciembre del mismo año. La
frase toma su sentido dentro del proceso de imperialismo destinado a
penetrar, intervenir, dominar y neo colonizar a nuestra América Latina y
el Caribe, que según esa doctrina” son propiedad de los
norteamericanos que se dicen conformar los Estados Unidos de América,
cuando en realidad deberían llamarse los Estados Unidos de Norte
América.
En la actualidad, se ejecuta parcialmente la
metamorfoseada "Doctrina Obama" que en resumen es la de la teoría de
la "guerra limitada" y la nueva política exterior de Estados Unidos que
no es nueva. En la práctica demuestra que los países de América Latina y
el Caribe no son tratados de igual a igual sino como tercermundistas
inferiores y subdesarrollados.
América Latina y el Caribe con Estados libres,
soberanos e independientes buscan socios para el progreso y no amos como
sugiere la política exterior de la Casa Blanca a la que sólo le
interesa la continuidad imperial de dominación y neo dominación para
perpetrar el histórico saqueo de los recursos naturales que quedan y
para perpetuar las injerencias económicas, políticas y militares en los
asuntos internos de nuestras patrias y, eventualmente, para propiciar
nuevos golpes de Estado como los ocurridos en Venezuela, Honduras o
Paraguay, para proteger los sacrosantos intereses estadounidenses o
para defender la “democracia, las libertades y derechos humanos” que
son pisoteados en cada intervencionismo yanqui.
En la Administración Obama se desató la crisis
económica, moral y política que ha carcomido a Estados Unidos durante
décadas, pero además el mundo ya no soporta al imperio, lo repudia y
anhela su fin. Obama y su gobierno no entienden que se han producido
cambios profundos en la estructura del sistema internacional y que el
planeta está harto y asqueado de la política guerrerista e injerencista
de Washington que tampoco ha sido capaz de asimilar y menos superar el
síndrome de Vietnam. La derrota de Estados Unidos en Vietnam significa
el principio del fin del imperio y sus aliados neocolonialistas.
Obama, Premio Nobel de la Paz se ha convertido en el Señor de la Guerra
después del descalabro en Irak y en Afganistán que coadyuvan a
consolidar la conciencia de la derrota en los círculos militares,
financieros y políticos de las derechas republicanas de Tea Party y de
las derechas liberaloides de los demócratas que claman por la
recomposición del imperio.
Con la pretensión de satisfacer a unos y otros, Obama ha
desarrollado su propia visión del sistema internacional que ya no
domina como antes, al tiempo que ha diseñado su política exterior junto
a una doctrina para el uso de la fuerza militar por parte de Estados
Unidos bajo la teoría de la “guerra limitada” y light footprint o pista
ligera para América Latina y el Caribe que ya fue probada con fracasos y
éxitos en Medio Oriente y África.
Con esa nueva estrategia, el Ministerio de la Guerra de
Estados Unidos comúnmente conocido como Pentágono, pretende involucrar
directamente a las fuerzas armadas y policiales de cada país o
nación-Estado, para que hagan el trabajo sucio en materia de represión
de los movimientos sociales y populares con la consiguiente violación de
los derechos humanos y libertades públicas, todo en defensa de los
intereses económicos o políticos de la Casa Blanca. Se supone que con el
uso de esa estrategia, Washington podrá reducir los gastos financieros
que serían muy elevados si los intervencionismos guerreristas son
directos con el uso de la fuerza militar.
Para que pista ligera funcione, el Pentágono, el South
Command, la CIA, la DEA y la totalidad de las agencias de la NSA, por
sus siglas en inglés, deberán penetrar profundamente en las fuerzas
armadas y policiales de cada nación a las que entregarán armas y equipos
nada sofisticados o en desuso para que, contentos con los nuevos
juguetes bélicos, los usen en contra de sus propios pueblos. Además, se
incrementarán las ofertas de becas, cursos, seminarios, visitas pagadas
para oficiales y tropas. En otras palabras, pista ligera es la
reedición de la Escuela de Las Américas en cada país. Recuérdese que en
esa Escuela de las Américas “formaron” a los dictadores, torturadores, a
los expertos en desaparición forzada de personas y en ejecuciones
extrajudiciales.
La “cooperación” eficaz de las fuerzas armadas
nacionales y de los cuerpos policiales en la ejecución de los planes
del Pentágono se fundamenta en un largo y tradicional servilismo de
militares y policías que se convirtieron en ejércitos de ocupación
adentro de sus patrias. Las bases militares instaladas en suelo
latinoamericano y caribeño y las embajadas yanquis han sido y son sitios
seguros para la incubación de golpes de Estado y las consiguientes
dictaduras que han significado sangre, muerte y dolor para millares y
millares de personas y horrenda humillación y pérdida de soberanías para
nuestras patrias.
En un importante análisis de la política militar y
exterior de Estados Unidos, Manlio Dinucci en “Metamorfosis de la
Doctrina Obama” publicado por Red Voltaire, sostiene: Durante su primer
mandato, el presidente Obama se distancia formalmente de la política
exterior y militar de su predecesor, Bush Jr., dando la impresión de que
Estados Unidos ya no quiere seguir siendo «el policía del mundo» y que
desea retirarse en el plano militar, tanto en Afganistán como en otros
países, para concentrarse en sus problemas internos. Así nace lo que se
ha definido como la «Doctrina Obama». Pero no por ello desaparece la
guerra de la agenda de la administración Obama: así lo demuestra la
guerra contra Libia, dirigida en 2011 por la OTAN –organización
encabezada y comandada por Estados Unidos– con un ataque aeronaval
masivo y mediante el uso de fuerzas respaldadas e infiltradas desde el
exterior.
Al inicio de su segundo mandato, el presidente Obama
anuncia que «Estados Unidos está pasando la página». Pero la siguiente
es también una página de guerra. La nueva estrategia prevé el uso de
fuerzas armadas más flexibles y dispuestas a desplegarse rápidamente,
dotadas de armas cada vez más sofisticadas en el plano tecnológico.
Prevé, al mismo tiempo, un uso cada vez más extenso e intensivo de los
servicios secretos y las fuerzas especiales. En la nueva manera de hacer
la guerra el ataque abierto se prepara y se acompaña con la acción
encubierta para socavar el país desde adentro. Así se hizo en Libia y
así está haciéndose ahora en Siria, armando y entrenando «rebeldes», que
en su mayoría no son sirios y muchos de los cuales pertenecen a grupos
islamistas oficialmente considerados como terroristas.
Y al mismo tiempo el presidente Obama enuncia la nueva
«estrategia contraterrorista». La «guerra ilimitada contra el terror» se
convierte en una serie de «acciones letales selectivas» que apuntan a
«desmantelar redes específicas de extremistas violentos que amenazan
América» [Léase Estados Unidos. NdT.]. En esas acciones se utilizan cada
vez más los drones armados, cuyo uso se presenta como «legal» porque
Estados Unidos está librando una «guerra justa y de autodefensa».
El demócrata Obama, que se presentó como una «paloma» –incluso laureado
con el Premio Nobel de la Paz–, prosigue ahora fundamentalmente la
estrategia del republicano Bush, el «halcón», de abierto respaldo a la
intervención armada.
En la metamorfosis de de la Doctrina Obama intervino
directa y sagazmente Samantha Power, ex profesora en Harvard, ganadora
del premio Pulitzer con un libro donde teoriza sobre «la responsabilidad
de proteger» que supuestamente tiene Estados Unidos en la «era del
genocidio». En otras palabras, continúa resucitando la tesis del destino
manifiesto.
Manlio Dinucci continúa y advierte que Power entra en
el Consejo de Seguridad Nacional –órgano reservado a las eminencias de
las fuerzas armadas y de los servicios secretos estadounidenses, cuya
tarea consiste en aconsejar al presidente en política exterior y en el
plano militar. Obama la pone después a la cabeza del nuevo «Comité para
la Prevención de Atrocidades» y posteriormente la nombra representante
de Estados Unidos ante la ONU.
Es Power la principal artífice de la campaña de
preparación de la guerra contra Libia, presentándola como una guerra
necesaria para poner fin a la violación de los derechos humanos. También
es ella quien, invocando el mismo motivo, presiona para que
Estados Unidos bombardee Siria.
Y la mano experta de Samantha Power está seguramente detrás del reciente
discurso de Obama ante la Asamblea General de la ONU. Sobre todo cuando
afirma que, ante los conflictos en Medio Oriente y en el norte de
África, «el peligro para el mundo no es una América [Estados Unidos]
demasiado impaciente por inmiscuirse en los asuntos de otros países»
sino que «Estados Unidos pueda desentenderse creando así un vacío de
liderazgo que ningún otro país está dispuesto a llenar».
Estados Unidos reclama por lo tanto el derecho a
intervenir militarmente donde quiera que sea, no en aras de su propio
interés sino porque Estados Unidos está investido de la sacrosanta
«responsabilidad de proteger». La Divina Providencia así lo habría
dispuesto, pero sin considerar que el Dios guerrerista sólo es el Dios
del imperio en decadencia absoluta.
Roberto M. Yepe Papastamatin, en Rebelión decía que
históricamente, las sucesivas estrategias de política exterior de los
Estados Unidos han sido el resultado del consenso de los sectores y
grupos de poder prevalecientes dentro su clase dominante. Han sido, por
tanto, bipartidistas y responden a los intereses y objetivos de largo
plazo definidos por el Estado imperialista.
En las condiciones de la segunda posguerra, los Estados
Unidos pudieron plantearse el objetivo de la hegemonía global, frustrado
por la rápida emergencia de una superpotencia nuclear rival. El fin de
la Guerra Fría condujo a lo que un comentarista neoconservador llamó un
“momento unipolar”. Desde ese momento, hasta nuestros días, la
estrategia norteamericana ha estado planificada para imponer su
hegemonía global.
Recordemos que hace veinte años fue filtrado a la prensa
un documento del Pentágono que planteaba descarnadamente el objetivo de
impedir, por todos los medios posibles, la emergencia de alguna nación o
grupo de naciones con la aspiración de desafiar el liderazgo militar y
económico norteamericano. Hubo una rápida desautorización pública de
dicho documento y fue reformulado con un lenguaje eufemístico. Sin
embargo, la evidencia empírica y el propio discurso oficial evidencian
que ese ha seguido siendo el principio rector de la política exterior
norteamericana.
Dominar América Latina
La tradicional, multidimensional y persistente
estrategia de dominación y sometimiento sobre las naciones
latinoamericanas y caribeñas, con su trágico saldo en términos de vidas
perdidas y sufrimientos humanos de todo tipo, cobró un nuevo sentido,
así como una importancia aun mayor que la que ya tenía, con esa
pretensión de hegemonía global, percibida como viable al finalizar la
segunda guerra mundial.
El dominio sobre nuestra región es uno de los soportes
fundamentales de la estrategia global norteamericana. Desde su propia
percepción, los Estados Unidos no pueden pretender mantener una posición
de primacía global si no es capaz de controlar en lo fundamental al
hemisferio occidental.
A pesar de los extraordinarios avances logrados por las
fuerzas progresistas en América Latina y el Caribe desde 1998, los
Estados Unidos la siguen considerando como una zona relativamente segura
(o asegurada a su favor), dentro de un contexto global crecientemente
competitivo, inestable, impredecible y desafiante para sus intereses
hegemónicos.
Esta es la causa principal de su supuesta o aparente
baja prioridad o importancia dentro de la política exterior
norteamericana, que en realidad es un falaz cliché, interesadamente
desmovilizador, que se intenta imponer a fuerza de repetirlo
incesantemente por medio de las agencias internacionales de prensa.
Los elementos que sintetizan los intereses estratégicos
de los Estados Unidos hacia América Latina y el Caribe son los
siguientes:
· Mantener una superioridad apabullante en el plano estratégico-militar en el continente americano.
· Preservar, reproducir y renovar los mecanismos
estructurales de dependencia e inserción subordinada de las economías
latinoamericanas y caribeñas en el sistema económico mundial.
· Garantizar el acceso, en condiciones ventajosas, a los recursos naturales estratégicos presentes en la región.
· Maximizar su participación en el sistema de propiedad,
la base productiva, los mercados y los sistemas financieros de los
países latinoamericanos y caribeños, en particular su participación
relativa vis a vis otras potencias extrarregionales.
· Mantener la preponderancia de los valores norteamericanos en los circuitos mediáticos y de la cultura popular.
· Contrarrestar los fenómenos transnacionales percibidos como amenazas para la sociedad estadounidense.
Los márgenes de acción de un Presidente, su equipo
asesor y las nuevas autoridades departamentales que designe son bastante
limitados, sobre todo en materia de definiciones estratégicas. En el
caso de América Latina y el Caribe, en particular, se trata de una
política bien establecida, en la que órganos como el Pentágono y su
Comando Sur, la CIA, y el Departamento de Estado velan por su
conveniente continuidad de acuerdo a las demandas y los intereses
definidos por la elite del poder norteamericano”.
Naturalmente que ninguna estrategia o política de
penetración o dominación, por nueva o remozada que sea, como la light
footprint o pista ligera alcanzaría el éxito deseado por la Casa Blanca
con el uso del Pentágono, Comando Sur, CIA, DEA y las demás agencias de
la NSA si no contara con la complicidad, apoyo, visto bueno o franca
colaboración de gobiernos “amigos” de América Latina y el Caribe que,
en verdad, son gobiernos cipayos y devotos serviles del imperio.
La denominada nueva política del Pentágono para América Latina cuenta
con gobiernos amigos, aliados, cipayos como los de México, Colombia,
Chile y Perú que, curiosamente, forman la famosa Alianza del Pacífico
apadrinada por Estados Unidos para oponerse al ALBA y desaparecerla.
Con esos gobiernos que traicionan a sus pueblos y que venden o enajenan
la soberanía e independencia de sus patrias, Washington y su Pentágono
pretenden firmar una serie de acuerdos o convenios bilaterales de
cooperación militar y ya se sabe en que acaba esa “cooperación” militar:
sometimiento de las fuerzas armadas y policiales al Pentágono, DEA,
CIA, Embajadas; es decir a la voluntad geopolítica del imperio.
Esa “cooperación” pasa por la compra de conciencias de
militares y policías a quienes se les adoctrina en una serie de cursos
de capacitación, programas de entrenamiento, visitas de observación,
conferencias programadas para diseminar la ideología imperial e imponer
sus dogmas que deben ser defendidos por las fuerzas armadas y policiales
a las que paga el pueblo, paradójicamente, sometido. Además, Estados
Unidos ejecuta una serie de programas de “donaciones” de equipos
militares que religiosamente son pagadas por nuestras patrias a las que
saquean y depredan los recursos naturales por mano de las
transnacionales. Fuerzas armadas y policiales tienen la obligación de
defender a las transnacionales; es decir los intereses de Estados
Unidos.
¿Acaso nuestras Fuerzas Armadas y policiales no reciben
asesoramiento, cursos y entrenamiento de militares norteamericanos
con larga experiencia en crímenes de guerras, torturas e
interrogatorios deshumanizados que practicaron en Irak, Afganistán,
Guantánamo, Libia, Siria? Oficiales de toda graduación rinden homenajes y
pleitesías a esos asesores-instructores del imperio del terror.
Con la ejecución de la nueva estrategia “pista ligera”
ya no se trata de desplazar ejércitos, marina y aviación para someter a
determinado país, como ocurrió con República Dominicana, Granada,
Panamá y Centro América, tampoco de trata de abrir nuevas e inmensas
bases militares, aéreas y marítimas en la región. Ahora, con las nuevas
tecnologías y armas sofisticadas se pretende crear unidades móviles
capaces de desplazarse con enorme rapidez y mantener reducidos grupos
especializados que se denominan grupos de apoyo consultivo. Estas
unidades de gran movilidad, a más de estar formadas por especialistas
que dictan cursos militares teóricos-prácticos, según la nueva
estrategia deben estar preparados para intervenir, eventualmente, en
cualquier tipo de operaciones especiales.
Para la aplicación de esas estrategias, México podría
convertirse en el principal aliado en esa parte del mundo, tanto como lo
es Colombia para América del Sur. Roberto M. Yepe Papastamatin
considera que México es el nexo bilateral más intenso de los Estados
Unidos con nuestra región, representando el 58% del comercio de los
Estados Unidos con América Latina y el Caribe, así como alrededor del
12% del total de su comercio a nivel mundial. Es un interés
norteamericano fundamental profundizar el control y la absorción
subordinada de la economía mexicana, incluyendo los recursos petroleros.
Por México y Centroamérica pasa el 90% de la cocaína consumida en los
Estados Unidos y el enfrentamiento al crimen transnacional sirven de
contexto a una creciente presencia de personal militar, policíaco y de
seguridad norteamericano.
Entre otros objetivos, la nueva doctrina de Obama pretende:
· Intensificación de la política de cooptación hacia
Brasil. La
administración de Obama pareciera estar siguiendo en buena medida las
recomendaciones del informe del Consejo de Relaciones Exteriores. Está
en curso un proceso de creciente institucionalización del diálogo
político, incluyendo los aspectos de cooperación militar y en los temas
de seguridad, así como de proliferación de iniciativas y programas
bilaterales en materia económica, científica y educacional.
· Ampliación y/o profundización de la red de acuerdos
bilaterales de liberalización económica, particularmente a través del
Acuerdo de Asociación Transpacífica (TPP).
· Ampliación y/o profundización de los acuerdos
bilaterales y los regímenes subregionales cooperativos en materia
militar y de seguridad. La Cuenca del Caribe seguirá siendo un área de
máxima prioridad en materia de seguridad. Dentro de ella, la presencia
militar en Colombia reviste particular importancia por su ubicación
geográfica equidistante con respecto a los dos extremos del continente
americano y su eventual utilización como punta de lanza hacia Venezuela,
la región amazónica y otros territorios de América del Sur ricos en
recursos naturales.
· Realización de todos los esfuerzos posibles para
desgastar, subvertir, derrocar e intentar revertir los diversos procesos
emancipadores en el continente (gobiernos del ALBA, otros gobiernos
progresistas y los procesos multilaterales de concertación y unidad
regionales).
De manera general, continuará la sistemática satanización mediática de
todos los líderes, actores sociales y procesos que se oponen a la
dominación norteamericana, con el correspondiente apoyo a todos aquellos
aliados locales portadores de los intereses retrógrados, imperiales,
transnacionales y oligárquicos.
Igualmente, continuará el estímulo a la división entre
una “América Latina del Pacífico”, supuestamente bien dispuesta para
recibir los beneficios de la globalización neoliberal, frente a la
“América del Atlántico”, limitada por supuestos prejuicios
neoproteccionistas y nacionalistas anticuados. Y, finalmente, deberá
seguir el discurso para dividir a las fuerzas y gobiernos progresistas
entre la “izquierda responsable” y la que supuestamente no lo es.
A más de lo expresado por Roberto M. Yepe Papastamatin
que es Profesor en el Instituto Superior de Relaciones Internacionales
“Raúl Roa García” (Cuba), la nueva política del Pentágono para América
Latina y el Caribe deberá ser ejecutada con la cooperación militar de la
región que será entrenada para el uso masivo de aviones no tripulados,
los famosos drones, según el imperio, destinados para combatir el
narcotráfico, el crimen organizado internacional, el terrorismo global
que son los pretextos que ha utilizado el imperio para penetrar en
nuestras patrias y acercar los objetivos de dominación neocolonial.
Por otra parte, Estados Unidos no piensa abandonar el
espionaje electrónico sino utilizarlo tan ampliamente como la tecnología
lo permita. En su nueva política a ser aplicada por el Pentágono existe
un grande e importante capítulo relacionado con el uso de sofisticados
equipos móviles para vigilar las redes sociales y liquidar la libertad
de expresión en Internet que era el último patrimonio de los seres
libres del planeta tierra. Con la utilización de Internet, el imperio
piensa controlar los medios de comunicación social públicos y privados,
la programación de los canales de televisión, en especial, la que se
transmite vía satélite.
Todos los espacios pretende ocupar Estados Unidos lo que
demuestra que las críticas y el rechazo sobre el espionaje electrónico
que ha recibido del mundo entero, les tiene sin cuidado. Ignorar los
rechazos para continuar con los ´proyectos de dominación global es la
ambición suprema del imperio. ¿Qué importan los derechos humanos?
El analista Jim Lobe afirma que la política de Estados Unidos hacia
América Latina está en piloto automático, en gran medida por los
poderosos intereses que las burocracias militares y de la DEA han
solidificado durante décadas. Esta es una de las causas de que la Casa
Blanca haga "oídos sordos" al "clamor" de gobiernos democráticos y de la
sociedad civil de la región por una relación bilateral diferente,
asegura el informe "Hora de Escuchar", publicado por la Oficina en
Washington para Asuntos Latinoamericanos (WOLA) y otros dos centros de
pensamiento.
Si bien la ayuda militar y de seguridad de Estados
Unidos a la región viene cayendo desde 2010, las cantidades en dólares
pueden resultar engañosas, según uno de los coautores del informe, Adam
Isacson, analista de la WOLA y experto en Colombia.
Aunque los grandes paquetes de asistencia, como el Plan
Colombia antiinsurgente y antidrogas, se reducen o llegan a su fin,
"están en ascenso otras formas menos transparentes de cooperación entre
fuerzas militares", explicó Isacson.
Esto obedece en parte a que la administración de muchos
programas ha migrado del Departamento de Estado (cancillería), que tiene
normas de derechos humanos más estrictas, al Pentágono.
Asimismo las Fuerzas de Operaciones Especiales -unidades
de elite como los Boinas Verde del ejército o los grupos Mar, Aire y
Tierra de la armada (SEAL)- están realizando más entrenamiento a
efectivos latinoamericanos y caribeños, a raíz de su retiro de Irak y su
reducción paulatina en Afganistán. En la última década, estos grupos se
multiplicaron por más de dos y ahora suman unos 65.000 efectivos.
Su comandante, el almirante William McRaven -responsable
de la acción que acabó con la muerte de Osama bin Laden- se ha mostrado
especialmente agresivo buscando misiones para sus tropas en nuevos
teatros de operaciones, incluso en América Latina y el Caribe, donde
están entrenando a miles de sus pares. "Usted puede entrenar a mucha
gente por lo que cuesta un helicóptero", dijo Isacson.
Esta mayor inversión en operaciones especiales forma parte de una
estrategia más amplia del Pentágono (Departamento de Defensa), que
consiste en mantener una presencia de "bajo impacto" en todo el mundo,
reforzando su influencia en las instituciones militares locales”.
El contrapeso de la Unasur
Para el teatro de operaciones que tiene como escenario a
América Latina, la estrategia se llama “pista ligera” e incluye la
ampliación de la colaboración técnico-militar bilateral con Bogotá,
Lima y Santiago en América del Sur hasta formar un eje que servirá como
contrapeso al Consejo de Defensa de Unasur. Con el apoyo de las fuerzas
armadas y policiales de esos tres países, los norteamericanos pretenden
desestabilizar a la subregión, disminuir el accionar del Consejo de
Defensa y del ALBA y liquidar la influencia de Caracas y La Paz, a
cuyos gobiernos ansía destruir.
Informes provenientes de diversas fuentes señalan con
insistencia que las Fuerzas de Operaciones Especiales de Estados Unidos
están presentes cada vez más en América Latina para tareas de
capacitación y de recaudación de inteligencia y otras misiones militares
que, con otros programas de asistencia estadounidense a la región, se
realizan bajo el rubro del viejo esquema de la lucha antinarcóticos, a
pesar de los llamados por un cambio en las políticas antinarcóticos.
Un informe publicado por tres centros de investigación y análisis –Grupo
de Trabajo para Asuntos Latinoamericanos (Lawgef), Centro para
políticas Internacionales (CIP) y la Oficina en Washington para Asuntos
Latinoamericanos (WOLA) “que mantienen un banco de datos conjunto sobre
programas de asistencia estadounidense a América Latina– registra que
aunque el nivel de asistencia estadounidense se ha reducido a uno de los
más bajos en una década, lo preocupante es un mayor énfasis en
relaciones militares menos transparentes y la sordera ante el creciente
coro a favor de repensar las políticas prohibicionistas sobre las drogas
por todo el hemisferio”.
En gran medida, lo que viene ocurriendo no se refleja en
los grandes presupuestos, sino que está bien encubierto por un velo de
misterio, deslucidos informes ante el Congreso y el público y una
migración del manejo de programas desde el Departamento de Estado hacia
el Departamento de Defensa, subraya el informe “Hora de escuchar:
tendencias en asistencia de seguridad de Estados Unidos hacia América
latina y el Caribe”.
Más aún, el informe indica que a lo largo de los últimos
años, Estados Unidos ha ampliado su participación directa en
operaciones antidrogas en el hemisferio occidental, sobre todo en
América Central.
El informe destaca que, como en casi todo rubro, el
gobierno de Barack Obama ha favorecido el empleo de Fuerzas de
Operaciones Especiales en sus políticas de seguridad, y que serán cada
vez más empleadas en América latina para capacitación y organizar
ejércitos. Tales misiones cumplen funciones que van más allá de la mera
provisión de entrenamiento. Ellas permiten que las unidades de Fuerzas
Especiales se familiaricen con el terreno, la cultura y los oficiales
clave en países donde algún día podrían operar, indica el informe.
Agrega que también permiten que el personal estadounidense reúna
información confidencial sobre sus países anfitriones.
La nueva estrategia regional de los Estados Unidos
requiere una respuesta de América Latina y el Caribe, y esa respuesta
también debería ser regional. Sin dudas es un tema sumamente pertinente
para discutir en el Alba-TCP, el Consejo de Defensa de Unasur y en la
Celac. No se trata de previsiones agoreras de militantes radicales de
izquierda o anti norteamericanos. Los propios documentos del gobierno de
los Estados Unidos y la prensa de ese país nos están advirtiendo sobre
lo que viene. En el nuevo equilibrio mundial que se va conformando, urge
defender la autonomía estratégica de América Latina y el Caribe no solo
en la dimensión política, sino también en la militar, sostenía Yepe
Papastamatin
Otros análisis sobre pista ligera y operaciones
militares especiales de Estados Unidos en América Latina señalan que en
este clima de nuevas agresiones se torna indispensable la unidad de los
pueblos para derrotar al imperio. Añaden -en principio- que el imperio
puede aparecer como "huída hacia adelante", propio de de una bestia
desesperada, confundida y arrogante. Como siempre ha sido a lo largo de
la historia con todos los imperios en crisis la posible "solución"
reviste carácter agresivo y militar. Un "repliegue" imperial de otras
zonas aumenta el peligro tanto en América Latina como en África. En lo
que se refiere a América Latina tienen en marcha planes criminales de
agresión particularmente contra Venezuela y Bolivia. Naturalmente - como
ha sido con todas las acciones militares imperiales - en el fondo está
el saqueo, el "camino fácil" del robo a mano armada, del asesinato para
hacerse por la violencia de los bienes ajenos, pero también, tal cual
siempre lo han hecho, para "estatuar el ejemplo" ante pueblos en lucha
por sus históricas reivindicaciones, proceso que en la actualidad se
está viviendo en el Continente irredento.
Tal cual lo quisieron hacer con Cuba, la heroica, lo
pretenden implementar hoy en día contra Venezuela y Bolivia. Cuentan
para ello con las pulidas estrategias aplicadas en Afganistán, Irak,
Libia y Siria, que se basan en la colaboración de mafias locales que
participarán en la repartija saqueadora. Esas mafias también están
presentes hoy en día en Venezuela y Bolivia y están creando el clima
para dar el zarpazo cuando el amo les ordene. Todo hace prever que no
será un camino de rosas ni para el imperio, ni para los traidores
"nacionales" pero el costo - como siempre - lo pagarán los pueblos.
Es la hora de la lucha de los pueblos para frenar los
desaforados apetitos del imperio. Es la hora de la liberación de
nuestras patrias para alcanzar la unidad solidaria de América Latina y
el Caribe. Ninguna política o estrategia imperial podrá triunfar si
nuestros pueblos de unen en una gran patria como la soñada por nuestros
libertadores.
OTRA HUMANIDAD ES NECESARIA
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