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domingo, 15 de diciembre de 2013

MANDELA, AFRICANO, REVOLUCIONARIO, HUMANISTA



Miguel  Urbano Rodrígues.

La muerte de Nelson Mandela comovió a la humanidad. La emoción se justifica.

La Historia registra pocos casos de una fusión tan armoniosa de un hombre con las aspiraciones y el combate de su pueblo por la libertad y la independencia.

Mandela fue el iniciador y el guía de la lucha revolucionaria de los negros de Sudáfrica contra el engranaje monstruoso que los oprimía. Su palabra y su ejemplo han sido decisivos para conducir a la victoria la lucha de clases que hizo posible la destrucción del apartheid que durante décadas contó con la complicidad del imperialismo y el apoyo de poderosas transnacionales mineras.

La grandiosidad de su sepelio y la atmósfera que lo envolvió no sorprenden. Pero la unanimidad de los elogios al hombre y al estadista no ayudan a comprender ni su personalidad ni su compleja intervención en la Historia.

El coro de elogios en que participaron aquellos que durante años le identificaron como un terrorista peligroso casi encubrió las opiniones criticas hacia decisiones polémicas tomadas por Mandela cuando asumió la Presidencia.

Peropara los historiadores, esas críticas deben ser tema de reflexión. El héroe casi mítico de la independencia ha sido censurado porque, una vez elegido, no cumplió parte del programa del ANC. Las criticas son a mi juicio, improcedentes. Si Mandela hubiera llevado adelante la prometida Reforma Agraria, sobre todo la expropiación de los grandes terratenientes de origen europeo, propietarios de las mejores tierras del país, la gran mayoría de los 5 millones de blancos habría abandonado masivamente Sudáfrica, en un gigantesco éxodo. La economía del país se hubiera desplomado.

Es un hecho que el rumbo de Sudáfrica decepcionó a los que esperaban verla encaminada hacia el socialismo. Esa era sin embargo una aspiración romántica tras la desaparición de la Unión Soviética, en un contexto histórico hegemonizado por el imperialismo estadounidense.

Transcurridos 18 años desde la victoria electoral del ANC
y el fin del apartheid, Sudáfrica continua siendo una sociedad capitalista enmarcada por desigualdades profundas, chocantes. En ella surgió una prospera, arrogante y corrupta burguesía negra . Esa realidad facilita la comprensión de los entusiastas elogios póstumos a Mandela, por parte de los gobernantes de EEUU y de la Unión Europea. La admiración que hoy expresan por el héroe africano es tardía y profundamente farisaica. Durante los 28 años en que permaneció en el cárcel de la isla de Robben apoyaron el apartheid y la represión contra la mayoría negra.

Es oportuno recordar que en 1997 cuando la Asamblea General de la ONU aprobó una Resolución exigiendo la liberación inmediata de Nelson Mandela solamente tres países votaran en contra :los EEUU de Ronald Reagan, el Reino Unido de la Thatcher y (para vergüenza nuestra)el Portugal de Cavaco Silva, el actual Presidente.

Hoy los sacerdotes del capital simulan olvidar que el humanista Mandela fue un revolucionario consecuente. Ocultan que el Mandela dialogante no fue un Gandhi africano. Destacan la imagen del estadista de la concordia entre negros y blancos, pero ocultan la del defensor de la lucha armada contra el apartheid.

Seria incómodo para Barack Obama (que pronunció en Joanesburgo un discurso hipócrita), para Cameron, Hollande y otros dirigentes imperialistas reconocer que Mandela fue dirigente del Partido Comunista de Sudáfrica y que, al igual que Marx, no ignoraba que la violencia ha sido la partera de la Historia.

Los media que hoy elogian al humanista Mandela eliminaron de sus archivos las fotos de la visita que el defensor de la lucha armada hizo en 1962, puño en alto, a la Argelia de Ben Bella y , muchos años después, su abrazo fraterno a Fidel Castro, así como su solidaridad con el libio Muamar Kadhafi y con el palestino Yasser Arafat.

La grandeza de Nelson Mandela es inseparable de haber hecho de la lucha armada el pilar de su combate contra la opresión racista. Esa opción es, por el contrario, consustancial a su humanismo revolucionario.


Vila Nova de Gaia,13 de Diciembre de 2013

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