Etiquetas

sábado, 2 de noviembre de 2013

SUS BENEFICIOS, NUESTRA SANGRE


descarga 

Octubre 2013: 6 muertos en una mina leonesa por un escape de gas. Varios de ellos no llegaban a los 40 años.

El mes anterior, un trabajador muere electrocutado mientras montaba una carpa para las fiestas en un pueblo.

Unas semanas antes, en agosto de este año, muere a los 21 años un becario del Bank of America en Londres después de trabajar 72 horas seguidas. “Competimos por trabajos muy bien pagados” explicaba un compañero de este chico.

Sólo en España en 2012 hubo más de cuatrocientos mil accidentes laborales que supusieron la baja del trabajador, casi quinientos de ellos fueron mortales. Nos dicen a menudo que los accidentes laborales están disminuyendo (un 5% anual aproximadamente), sin embargo suele olvidarse que hay cinco millones menos de trabajadores que hace unos años y también suele olvidarse decir que en realidad, los accidentes graves y los mortales no están disminuyendo. De hecho, en el sector servicios los accidentes están aumentando.

Si bien, ya en 2002, con la economía española supuestamente a pleno rendimiento, cuando todo iba genial, hubo casi un millón de accidentes laborales de los cuales más de mil fueron mortales. Cada año perdemos para siempre al menos unos quinientos trabajadores, quinientos compañeros y compañeras, quinientos padres y madres o hijos e hijas.

A pesar de que normalmente se oculta el vergonzoso número de accidentes laborales y de accidentes mortales, es imposible actualmente negar el carácter criminal y asesino del sistema económico en el que vivimos. Los casos de los desahucios y más aún los de los suicidios por circunstancias económicas son una mancha de sangre que salpica incluso en los medios de comunicación que acostumbran a ser amables con las grandes empresas.

Pero los que diariamente sufrimos el trabajo (si, lo sufrimos), cada vez más somos conscientes de que este modo de producción no está manchado de sangre sino que chorrea sangre por todas partes. Cada año en España hay cinco 11-M en los centros de trabajo, pero lo hemos asumido como algo normal.
Aunque esta tragedia de la mortalidad laboral no es algo normal. Pero si no es algo normal y tampoco es algo excepcional de la crisis, ¿entonces qué?. En realidad la siniestralidad laboral no entiende mucho de coyuntura económica, esta tragedia tiene raíces profundas, pues es fruto de la forma en que funciona nuestra economía. Se trata de un modo de producción en el que los beneficios privados, el lucro, se sitúa siempre por encima de la seguridad colectiva y del bienestar social de aquellos que ponemos en riesgo nuestras propias vidas cada día.

Las circunstancias pueden parecer bastante evidentes; la crisis económica lleva a las empresas a reducir la vigilancia en materia de seguridad laboral, pues casi siempre supone un gasto (nunca se ve como una inversión). Sin embargo, como hemos visto, incluso en los momentos de vacas gordas nos encontramos con una siniestralidad laboral escandalosa. Esto es así porque existe una parte de la sociedad que utiliza el trabajo de los demás para prosperar y enriquecerse. Y el problema es que para poder hacerlo de esa forma no hay otra manera que exprimir al máximo el rendimiento de cada trabajador y, lamentablemente, eso implica necesariamente reducir la seguridad en el puesto de trabajo (además de reducir los salarios).

La crueldad de esta forma de organización social llega hasta el punto en el que un trabajador que reclama mayor seguridad está poniendo en riesgo su continuidad en la empresa, puesto que está exigiéndole un gasto a la empresa, es alguien incómodo. Por lo tanto, en este contexto, debemos volcar el peso de esta responsabilidad directamente en los empresarios en primer lugar y en segundo lugar en sus políticos que desarrollan las leyes laborales y deciden la cantidad de vigilantes de la seguridad laboral (inspectores de trabajo) que hay en funcionamiento.

Los trabajadores y trabajadoras por nuestro lado, podemos tratar de combatir esta lacra, como siempre, de forma organizada, haciendo presión cuando vamos todos juntos a reclamar una justa política de seguridad laboral en la empresa, el sector o en el parlamento. Pero en el fondo siempre sabremos que hasta que no pongamos la economía a nuestro servicio y seamos nosotros mismos quienes diseñemos la política de seguridad laboral en nuestra empresa, hasta ese día, no podremos asegurar que no seguiremos derrochando nuestra sangre para engrosar las millonarias cuentas de una pequeña parte de la sociedad.

¡Sus beneficios, nuestra sangre!

#Capitalismocriminal

No hay comentarios:

Publicar un comentario