Octubre 2013: 6 muertos en una mina leonesa por un escape de gas. Varios de ellos no llegaban a los 40 años.
El mes anterior, un trabajador muere electrocutado mientras montaba una carpa para las fiestas en un pueblo.
Unas semanas antes, en agosto de este
año, muere a los 21 años un becario del Bank of America en Londres
después de trabajar 72 horas seguidas. “Competimos por trabajos muy bien
pagados” explicaba un compañero de este chico.
Sólo en España en 2012 hubo más de
cuatrocientos mil accidentes laborales que supusieron la baja del
trabajador, casi quinientos de ellos fueron mortales. Nos dicen a menudo
que los accidentes laborales están disminuyendo (un 5% anual
aproximadamente), sin embargo suele olvidarse que hay cinco millones
menos de trabajadores que hace unos años y también suele olvidarse decir
que en realidad, los accidentes graves y los mortales no están
disminuyendo. De hecho, en el sector servicios los accidentes están
aumentando.
Si bien, ya en 2002, con la economía
española supuestamente a pleno rendimiento, cuando todo iba genial, hubo
casi un millón de accidentes laborales de los cuales más de mil fueron
mortales. Cada año perdemos para siempre al menos unos quinientos
trabajadores, quinientos compañeros y compañeras, quinientos padres y
madres o hijos e hijas.
A pesar de que normalmente se oculta el
vergonzoso número de accidentes laborales y de accidentes mortales, es
imposible actualmente negar el carácter criminal y asesino del sistema
económico en el que vivimos. Los casos de los desahucios y más aún los
de los suicidios por circunstancias económicas son una mancha de sangre
que salpica incluso en los medios de comunicación que acostumbran a ser
amables con las grandes empresas.
Pero los que diariamente sufrimos el
trabajo (si, lo sufrimos), cada vez más somos conscientes de que este
modo de producción no está manchado de sangre sino que chorrea sangre
por todas partes. Cada año en España hay cinco 11-M en los centros de
trabajo, pero lo hemos asumido como algo normal.
Aunque esta tragedia de la mortalidad
laboral no es algo normal. Pero si no es algo normal y tampoco es algo
excepcional de la crisis, ¿entonces qué?. En realidad la siniestralidad
laboral no entiende mucho de coyuntura económica, esta tragedia tiene
raíces profundas, pues es fruto de la forma en que funciona nuestra
economía. Se trata de un modo de producción en el que los beneficios
privados, el lucro, se sitúa siempre por encima de la seguridad
colectiva y del bienestar social de aquellos que ponemos en riesgo
nuestras propias vidas cada día.
Las circunstancias pueden parecer
bastante evidentes; la crisis económica lleva a las empresas a reducir
la vigilancia en materia de seguridad laboral, pues casi siempre supone
un gasto (nunca se ve como una inversión). Sin embargo, como hemos
visto, incluso en los momentos de vacas gordas nos encontramos con una
siniestralidad laboral escandalosa. Esto es así porque existe una parte
de la sociedad que utiliza el trabajo de los demás para prosperar y
enriquecerse. Y el problema es que para poder hacerlo de esa forma no
hay otra manera que exprimir al máximo el rendimiento de cada trabajador
y, lamentablemente, eso implica necesariamente reducir la seguridad en
el puesto de trabajo (además de reducir los salarios).
La crueldad de esta forma de
organización social llega hasta el punto en el que un trabajador que
reclama mayor seguridad está poniendo en riesgo su continuidad en la
empresa, puesto que está exigiéndole un gasto a la empresa, es alguien
incómodo. Por lo tanto, en este contexto, debemos volcar el peso de esta
responsabilidad directamente en los empresarios en primer lugar y en
segundo lugar en sus políticos que desarrollan las leyes laborales y
deciden la cantidad de vigilantes de la seguridad laboral (inspectores
de trabajo) que hay en funcionamiento.
Los trabajadores y trabajadoras por
nuestro lado, podemos tratar de combatir esta lacra, como siempre, de
forma organizada, haciendo presión cuando vamos todos juntos a reclamar
una justa política de seguridad laboral en la empresa, el sector o en el
parlamento. Pero en el fondo siempre sabremos que hasta que no pongamos
la economía a nuestro servicio y seamos nosotros mismos quienes
diseñemos la política de seguridad laboral en nuestra empresa, hasta ese
día, no podremos asegurar que no seguiremos derrochando nuestra sangre
para engrosar las millonarias cuentas de una pequeña parte de la
sociedad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario